22/Nov/04
Publicaciones recibidas: Trueno Rojo, de John Varley
Seguí de cerca al autor durante algunos años, leyendo cuentos interesantes (de los que recuerdo especialmente "Incursión aérea") y novelas apenas discretas como Titán. De cualquier modo John Varley ocupaba sin esfuerzo un lugar entre esos escritores cuyos libros compraba con agrado y sin vacilar. Por eso acepté gustoso la idea de comentar Trueno rojo. ¡Un Varley, exclamé; hace mucho que no leo a Varley! Y de inmediato se proyectaron en mi cabeza las imágenes de los ciegos y sordomudos y esa suerte de multiplicación especulativa de Helen Keller y Anne Sullivan construyendo un mundo con sus exiguas herramientas y recursos. Bien, Trueno rojo no tiene nada que ver con "La persistencia de la visión", ni siquiera con Titán. El lugar es Daytona, en Florida, cerca del lugar desde el que se lanzan las naves al espacio. Los personajes, dos parejas de jóvenes, un ex astronauta alcohólico y un genio montaraz fronterizo con el retraso mental para todo lo que no sea revolucionar la ciencia del siglo XXI en el galpón del patio. Cuando empieza la novela los chinos marchan en una nave hacia Marte y le llevan una gran ventaja a los norteamericanos, que acaban de partir y los siguen sin posibilidades de alcanzarlos. Los cuatro adolescentes, cuyas notas en el colegio no han sido lo que se dice brillantes, se ponen casualmente en contacto con el borrachín y su pariente, descubren que éste ha descubierto un modo de conseguir energía de la nada "retorciendo" el espacio y que esa energía puede servir para impulsar una nave, lo que los lleva a la rápida conclusión de que también ellos pueden construir su nave en unos pocos días y superar a los chinos, logrando revertir la ignominiosa derrota a la que están a punto de verse sometidos, convirtiéndola en una brillante victoria. Para lograrlo cuentan con que Manny, el narrador, y Dak, su amigo son, como dilectos hijos de Daytona, muy buenos con los "fierros" y tanto te arreglan una moto como te convierten un auto de calle en uno de carreras, que Kelly, la novia de Manny es rica, que Alicia, la novia de Dak, ha hecho un curso de enfermería y sabe mucho de alimentación natural y que Travis Broussard, el astronauta alcohólico, es el mejor de su generación. Sin perder de vista el lema de que si lo deseas con suficiente entusiasmo tú puedes hacerlo y que si te han echado de la N.A.S.A. debe ser porque los de la N.A.S.A. son unos patanes, Varley pone en carrera a su tropa de entusiastas y sin más esfuerzo que el que demanda llenar 250 páginas los pone en el espacio y los hace llegar a Marte antes que nadie, a tiempo para dar una rabieta de órdago a los chinos y a tiempo para dar una mano para rescatar a los sobrevivientes de la chapucera nave de la N.A.S.A. que explota en el espacio, antes de llegar, tal como el ex-astronauta borrachín Bruossard había profetizado algunas páginas atrás. Incidentalmente, entre los tripulantes de la nave que explota está la ex-mujer de Broussard, la que es salvada por los constructores del Trueno Rojo en una operación que pone en riesgo sus propias vidas, pero culmina con toda felicidad. Es natural que el éxito obtenido le cambia la cara al mundo. Los cuatro adolescentes, curtidos por el espacio y fogueados por la experiencia, han tenido la precaución, de la mano de la astuta Kelly, que no por nada es la hija de un vendedor de autos usados caros (Ferraris, Jaguars, Porsches y cacharros por el estilo), de negociar marcas y reservarse derechos de patentes. En cuanto regresan de Marte ya son ricos y famosos. El motor que consigue su combustible retorciendo la nada facilita la exploración del Sistema Solar, que es rápidamente dejado de lado por la conquista de las estrellas, mucho más rica en posibilidades. En la última página, la 340, encontramos a Manny, ya con 110 años sobre las espaldas, contándonos la historia, sólidamente instalado en un planeta que gira en torno a dos soles y tiene seis lunas. Está a treinta años luz de casa y rememora lo peligroso que resultaba ir a Marte en aquellos viejos tiempos. Está orgulloso de haber sido uno de los cinco primeros que pisaron el suelo de Marte. Bien de nuevo. Trueno rojo no tiene nada que ver con "La persistencia de la visión", ni con nada que suponga que la ciencia ficción es un vehículo para expresar ideas, especular con las posibilidades que ofrecen los cambios y estimularse intelectualmente a partir de configuraciones osadas o conjeturas audaces. En el mejor de los casos podría tomarse como una de esas novelas que escribían Robert A. Heinlein, Raymond Jones y Lester del Rey hace medio siglo, destinadas a estimular a los niños y jóvenes para que en sus cabezas se instalara la idea de que el espacio era la nueva frontera, cuando todavía no se sabía si el "cohete" necesario para viajar a otro planeta se podría construir en el galpón del patio o si, por el contrario, serían necesarios miles de científicos, técnicos y operarios y la decisión política de un país rico y poderoso para lograrlo. El detalle es que ahora sí se sabe. Dije "en el mejor de los casos", lo que me libera del compromiso de hacer un análisis profundo... llegando a la conclusión de que "en el peor de los casos" estamos ante una novela nefasta, que "vende" la idea de que las cosas hay que hacerlas para competir con el otro, vencerlo y humillarlo, para ganar mucho dinero, para obtener el éxito de cualquier modo, si no es gracias al estudio y el talento, mejor. Existe toda una corriente de "pensamiento" que alienta estas actitudes y procedimientos y resulta evidente que Varley comulga con ellas. No, definitivamente, Trueno rojo no tiene nada que ver con "La persistencia de la visión". Por otra parte, la edición y traducción son impecables. Se me ocurre (es sólo una presunción, claro), que los responsables exclamaron, como yo: ¡un Varley! Y luego fue tarde para enmendar el error. Sergio Gaut vel Hartman para Axxón y Garrafex News. Más información:Trueno Rojo Hemos recibido: Trueno Rojo y Clase Nocturna Ensayo: "Exaltación" |
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