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15/Nov/05



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Argentina: Un día dedicado a la lectura por placer

Más de un millón de chicos participó en todo el país de la maratón de la Fundación Leer; relatos de la emotiva experiencia.

(La Nación) - La consigna era simple: leer libros de cuentos, poemas, leyendas... y pasarla bien. ¿Es esa combinación posible para los chicos de hoy, en la era de la TV, las computadoras y los videojuegos? La respuesta es que sí, a juzgar por la experiencia que vivieron ayer cientos de alumnos de Libertador Gral. San Martín (Jujuy, Argentina), a 120 km de la capital provincial.

Por la mañana, en la plaza central, estudiantes de 23 escuelas de la zona participaron con entusiasmo de la propuesta. Llevaron sus propios libros o ejemplares que pertenecían a los colegios. Las maestras también compartieron sus bibliotecas personales. Había varones y mujeres —de todas las edades— sentados en las veredas, en el pasto, sobre los banquitos. No importaba dónde. La cuestión era leer, solos o para otros, con las maestras o sus papás.

Así se desarrolló aquí un capítulo de la Maratón Nacional de Lectura 2005, de la Fundación Leer, de la que ayer participaron cerca de 1,1 millón de chicos en todo el país. Más de 3000 instituciones se inscribieron en todas las provincias para promover esta actividad que viene creciendo. De hecho, en 2003 comenzaron con 20.000 alumnos y en 2004, siguieron con 600.000, cifra que este año casi se duplicó.

Pero ¿en qué consiste una maratón de lectura? En realidad, los chicos no compiten ni tienen un premio en particular. Sólo leen uno o varios libros que les interesen, a lo largo de 90 minutos. En ese tiempo, los maestros desarrollan actividades motivadoras, para fomentar el gusto por la lectura.

Algunos lo hacen dentro de sus colegios, pero muchos otros comparten la actividad con alumnos de otras escuelas. La idea, según explicó a La Nación Paula Yorlano, coordinadora de las actividades de la Fundación Leer en esta ciudad, es sensibilizar a la comunidad: "Intentamos que los chicos se acerquen a la lectura y la disfruten más allá de la obligación escolar".

La jornada de la Fundación Leer fue promovida aquí por un grupo de maestras que conforman la Asociación de Educadores de Nivel Inicial de Ledesma (Aenil) que supieron entusiasmar a la comunidad con la maratón.

Se sumaron las voluntarias del Centro Comunitario Servir, donde este año abrieron un colorido rincón de lectura —el primero de educación no formal de la provincia— a puro pulmón, en un galpón que perteneció al Ferrocarril Belgrano. Allí, unos 200 chicos por mes van a leer una variedad de 800 libros en forma gratuita. Y aunque les sobran ganas, les falta infraestructura: no tienen un buen baño ni un cerco adecuado para proteger a los chicos; además, el gobierno prometió otorgarles la ocupación legal del terreno, algo que aún no ocurrió.

Pero más allá de las vicisitudes, ayer esta ciudad se convirtió en un claro ejemplo de lo que la creatividad y el empuje pueden hacer, aun con pocos recursos. La maratón enganchó a los chicos, que iban y venían, leían, armaban rondas en el suelo, jugaban, corrían o hacían de público en los teatros de títeres que se abrieron en la plaza. Algunos se animaron a hacer música y a leer sus textos preferidos en voz alta. Los que terminaban de leer, escribían su nombre y el del libro que acababan de concluir en un papelito, que luego pegaban con orgullo en un "marcador de lectura" (una suerte de gran pizarra, cuya forma inventa cada colegio).

Había chicos de todas las edades. A Manuel, de 4 años, la maestra le alcanzó un libro sobre pollitos. Entusiasta, empezó a explicarles a sus compañeritos de qué se trataba el asunto, improvisando con las imágenes. "Es la primera vez que lo hace", explicó la docente, sorprendida.

Un poco más allá, Diana Fernández, de 12 años, de la Escuela N° 265, esperaba que llegara su turno para leer frente al micrófono. "A mí me gusta leer cuentos y leyendas. Pero no me gusta cuando está pasando algo muy lindo en el cuento y me interrumpen", se quejó.

La nota la dieron 20 alumnos de la Escuela Albergue N° 320, de Valle Grande. Se trata de un pueblito semi-aislado de 800 habitantes, a 90 kilómetros de esta ciudad. El camino de acceso es peligroso y angosto, algo que no impidió que el colegio se animara a viajar a Ledesma. "No durmieron de la emoción que tenían de venir", explicó Irene Jaramillo, directora del establecimiento.

No sólo trajeron libros. También, música. Brián Chauque (de 10 años) cantó coplas como un experto. Natalí Guanco (11) habló de su preferencia de los textos por sobre la TV. "Sí, podés ver la tele, pero un libro trae más cosas" —dijo—, cuando la cronista le planteó la encrucijada de qué elige hacer en su tiempo libre. Abrió su libro y empezó a leer un poema de Elsa Bornemann; al terminarlo, largó una carcajada, porque le parecía divertido.

En otro rincón de la plaza, alumnos de la Escuela N° 261 estaban sumergidos en sus textos, sentados uno al lado del otro. "¿Y a ustedes qué les gusta leer?", preguntó La Nación. Todos mostraron sus ejemplares, superponiéndose unos a otros para contar de qué se trataban las lecturas. Y a la pregunta de qué fue lo que más les había gustado, uno de los chicos, simple y directo, respondió: "Los dibujitos".

Aportado por Alejandro Alonso

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