VAYAMOS POR PARTES, FRANKIE
Novelas en capítulos
Por Angel Eduardo Milana
CAPÍTULO II
HUIDA HACIA EL OESTE
Caminó hacia el sur a paso rápido durante un par de horas, dejando un rastro bien marcado y luego torció hacia el este. Cuando llegó al lago volvió hacia el norte, ahora sí preocupándose por no dejar rastro, andando por las piedras o por el agua. Se aseguró de pasar la aldea y después se dirigió hacia el oeste. No creía que luego de estas maniobras pudieran encontrarlo, pero volvió a la costumbre de viajar de noche y ocultarse durante el día, evitando el contacto con seres humanos.
Cruzó unas sierras y llegó a una zona pantanosa. En cierto lugar vio a unos indígenas que viajaban en canoa. No tenía apuro por llegar a ninguna parte, pero esa forma de viajar era mucho más cómoda que hundido a medias en el agua o arrastrándose por el barro. Cuando pudo, se apropió de una y continuó, bogando de noche y ocultando, cuerpo y canoa, durante el día.
Luego de muchos días de viaje observó que había bastante actividad en las márgenes y tránsito en el río. Hasta divisó gente de tez clara, como él. No tenía razones para desconfiar de la gente de estos lugares y no tenía la sensación de peligro pero, por prudencia, se mantuvo oculto, aunque los espiaba si podía hacerlo sin que lo descubrieran.
Notó que la gente de su color iba casi completamente vestida, incluso en los pies, al contrario de los otros, que solamente usaban taparrabos, como él. Otra diferencia era que, si bien todos usaban cuchillos, los blancos no usaban lanza ni flechas, sino que portaban revólveres y rifles. Algún recuerdo anterior le dijo que era muy peligroso colocarse frente a estas cosas.
Durante una de esas actividades de espionaje a un grupo especialmente numeroso, le llegó un perfume totalmente distinto. Cerró los ojos y se puso de pie. El perfume había despertado un recuerdo: unos pendientes, un rostro de mujer y un jardín. Hizo un esfuerzo por recordar algo más y le llegó una voz bien real:
—OK. ¡Coloca las manos sobre tu cabeza!
La orden fue dada en inglés, pero la entendió y obedeció. Una persona lo estaba encañonando con un revólver. Esta persona llamó a otras y entre todos lo privaron de sus armas y lo condujeron hasta el centro del campamento.
—¿Quién eres y qué haces acá? —fue la primera pregunta.
—No sé quien soy. He perdido todos mis recuerdos. Solamente los estaba observando.
—Eso de perder la memoria es muy conveniente cuando uno no quiere dar explicaciones. ¿Cómo llegaste hasta este lugar?
—Eso lo puedo explicar: vengo desde un lago, muy al este. Allí llegué desde muy lejos, desde el norte.
—¿Y todo el camino lo has hecho caminando?
—La primera parte, sí. Luego de pasar unos pantanos conseguí una canoa y viajo río abajo.
—¿Por qué nos espiabas?
—Curiosidad. La piel de ustedes es como la mía. Quería ver si averiguaba algo sobre mí mismo.
—Me inclino a creerle —dijo un hombre de más edad—. El arco y las flechas que lleva consigo son muy distintos de los locales. Éste es un típico arco inglés.
—Lo hice yo mismo.
—Yo no me fiaría de este tipo, profesor —dijo el que dirigía el interrogatorio y parecía ser el jefe del grupo.
—¿A cuántas personas ha matado? —la pregunta la hizo una voz femenina, a sus espaldas.
—Por lo que yo recuerdo, a ninguna —respondió Julián, volviéndose. Era una mujer joven—. Su perfume... su perfume me trajo un recuerdo: unos pendientes, un rostro de mujer y un jardín. Eso es todo lo que recuerdo de mi vida anterior.
La mujer se retiró, metiéndose en una carpa y volvió con varios objetos. Le alcanzó un frasco de perfume.
—Huela, a ver si recuerda algo más.
Julián lo hizo.
—Cecilia —lo dijo en francés—. Los mismos recuerdos que antes y ese nombre. Nada más.
—Parlez vous français?
—Oui, madame.
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GUANACO — Me enteré que te andás escribiendo con Moony.
SORN — Por supuesto. Moony es una chica muy inteligente y enseguida ha sabido reconocer a un conversador interesante como yo. ¿Te molesta?
GUANACO - Para nada. No estoy celoso y además soy un buen perdedor.
SORN — Claro, con la práctica que tienes.
GUANACO — ¿¡Que?! Esteeee... Podés contar con mis bendiciones, hasta te salgo de padrino si te casas con ella.
SORN — ¿De verdad? Vaya, Guanaco, no sé que decir. Lamento todas las malas jugadas que te he hecho en el pasado. ¿Amigos?
GUANACO — Como no, andá nomás. (Si supiera pobre osobuco, que en realidad quien le está mandando esos mail soy yo haciéndome pasar por Moony... ¡Ah, bendito amor cibernético! Yo le sigo mandando cartitas, el oso se embala y cuando se le tire a Moony la otra la manda al demonio. Jaaaajajajajajajaja... Hay veces que de tan malo me asusto yo mismo.
Axxón 123 - Febrero de 2003