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La Luna de Papel

El Aliento

by Natalia Nacucchio

En la noche, cuando aún estoy despierto, unos ojos brillantes en la oscuridad me observan desde el rincón más oscuro de la habitación. No importa lo que yo haga, ellos están allí acechando mi cordura.
      Lo peor me acosa cuando duermo, entonces un aliento caliente y salvaje se desliza sobre mi. Erizando mis sentidos y a veces mi pesadillas, atormentando mi descanso.
      Cada vez me cuesta más despertarme a la vida.
      Hace noches que he perdido el deseo del sueño. Deambulo por la habitación anhelando que "eso" no sea real. Sin embargo, cada vez que giro hacia el rincón está allí... esperando...
      Cuando el silencio se adueña de la ciudad lo escucho respirar de forma densa y pausada, calculadora.
      Trato de acercarme a él pero sus ojos parecen agigantarse desmesuradamente, como advirtiéndome.
      El frío se acentúa en la habitación a cada minuto. Eventualmente intento salir, aprovechando alguna pequeña distracción de mi carcelero, pero como otras veces, al llegar a la puerta una flecha helada atraviesa mis costillas, instalándose en mi corazón. Sólo al regresar a mi silla junto a la mesa, donde paso la mayor parte del tiempo, me libro de ese sufrimiento.
      "¿Qué es lo que quieres de mí?", grito desesperado entre sollozos amargos.
      Luego de mil días me respondió. Sin palabras, como lo hacen los dioses y demonios.
      El piso de la habitación comenzó a vibrar trasmitiendo esa sensación a toda la casa.
      Ante mí una pared de negro humo se construía de la nada con miles de rostros que gritaban en un silencio agónico. Al rozar el techo de la pared se desprendió un brazo oscuro y cubierto de grandes escamas secas que terminaba en cientos de tentáculos con demoníacos ojillos inyectados en sangre.
      Mis piernas me traicionaban, una fría película de sudor me abrazaba, recordándome de alguna forma que aún estaba vivo.

      El miedo me traicionaba con un silencio embargador.
      "Ello" abandonó sorpresivamente la oscuridad, develando lo que me había mantenido en vilo.
      Tenía forma de un felino con mirada humana.
      Paralizado, vi como ese sobrenatural morro se interponía entre el "brazo" y mi persona, lanzando un alarido vengador y transformándose en mi única esperanza.
      Ese extraño animal comenzó a devorar la garra como si lo respirara hasta desaparecerlo, acallando así el salmo de los ya muertos.
      La habitación recuperó su paz y calidez, y el inquietante felino me miraba mansamente, hasta que de un simple salto se confundió en la noche, que se deslizaba por mi ventana, dejándome frío y mareado.
      Aún no puedo discernir lo ocurrido, pero creo que no es de nuestro albedrío cuando dos demonios se enfrentan y uno mismo es la carnada.


Axxón 123 - Febrero de 2003

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