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El Gaucho de los Anillos

La comunidá del anillo
Capítulo 14

Varios días se quedaron
en el Monte de Oro aquél,
y demientras del pichel
estaban prendidos todos,
a visitarlo jue el Frodo
al espejo e’ Galadriel.

Venía diciendo el Sam:
“No me gusta hablar macanas,
no es mucho lo que se gana
mirandoló dende lejos,
pero pa’ mí más que espejo
parece una palangana.”

“Pues no vengás a querer
acá lavarte las greñas”,
con severidá la dueña
jue a ponerlo en su lugar,
“que acá se viene a mirar
lo que el reflejo te enseña.”

“A lo que está siendo o ya jue
puede ser una ventana,
lo que va a pasar mañana
otras güeltas se aparece;
pero las más de las veces
muestra lo que tiene ganas.”

Se asomó primero el Sam
nomás de curioso que era,
y vio como una escalera
que él mesmo subiendo estaba,
y se lo vía que andaba
apurado dendeveras.

Y en la mesma oscuridá
de ese paisaje baldido,
al Frodo lo vio metido
entre piedras y pastitos,
y parecía dormido
casi como un angelito.

“A este coso de mandinga
entenderlo yo no puedo”,
habló con un poco e’ miedo,
“pero una cosa comprendo:
cuando el patrón se esté yendo,
yo de mojón no me quedo.”

Y cuando se asomó el Frodo
pa’ ver lo que le enseñaba,
se encontró una cosa brava
que le asustó hasta los piojos:
en el agua había un ojo
que muy fijo lo miraba.

Y puesto ahí, frente a frente
con la tremenda visión,
le jue dentrando un jabón
que lo dejó chiquitito,
porque conoció al grito
que estaba viendo al Saurón.

Se quedó medio abombao
con el ojo tan grandote,
colorao como camote
en medio ’el fuego amarillo;
y le pesaba el anillo
como tosca del cogote.

“Lo que viste”, habló la doña,
“es el ojo sin pestaña,
que busca con tanta maña
eso que llevás a cuestas
que nunca tiene lagañas
por echarse alguna siesta.”

“Entuavía”, dijo el Frodo,
“que uno no gana pa’ sustos,
este coso viene justo
a hacermelá más amarga.
Usté que la sabe larga,
¿cómo me salvo ’el disgusto?”

Respondió ’ña Galadriel:
“Ah, chiquito, yo no sé,
a mí no me pregunté’
que no soy de dar consejo;
lo que te enseña el espejo,
él solo sabe por qué.”

“Vas a tener que seguir
con tus miedos y tus dudas,
con poca y ninguna ayuda.
Y no vayás a fallar,
que si eso llega a pasar
no nos salva ni la ruda.”

Miró el Frodo a la patrona
y le dijo sobre el pucho:
“Pa’ estas cosas no estoy ducho
y viá chingarla a la fija;
quiero darle la sortija
porque pa’ mí pesa mucho.”

“¡Me la querés dar a mí!”,
se cayó la elfa de traste.
“¡Pa’ qué caranchos hablaste,
venirme ansina a tentar!
Va a ser nomás empezar
que al Saurón ése lo aplaste.”

“¡Qué patrona que viá ser!
¡Van a ver cómo encandilo!
¡Feroz como rejucilo!
¡Más brava que sudestada!
¡Más linda que la alborada
y cosas por el estilo!”

“¡Tuitos me van a querer
si saben qué les conviene!
¡Se va a hacer lo que yo ordene
y si alguno se retoba,
yo le bajo de una soba
los humos con que me viene!”

Parecía que se llevaba
todo el mundo por delante;
una cosa imprisionante
que de verdá asombro daba,
con su sortija e’ brillante
que en el dedo le chispeaba.

“La pucha que me dio juerte”,
a la final se calmó.
“Pero ya se me pasó
el antojo e’ ser más grande,
y aunque nunca a naides mande
voy a seguir siendo yo.”

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