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ESCARBANDO EN PHILIP K. DICK
(Una indagación a El hombre en el castillo)

por Campo Ricardo Burgos López

 

El hombre en el castillo del escritor estadounidense Philip K. Dick (The Man in the High Castle) es uno de esos libros que, como le ocurre a todos los clásicos, desde su aparición en 1962 ha debido soportar el uso y el abuso. Así mismo, como también le ocurre a todos los clásicos, es un texto al cual es inevitable volver una y otra vez, pues sus sucesivas lecturas siempre están revelando nuevas vetas. De acuerdo entonces con esta tradición, en el siguiente artículo pretendemos "usar, abusar y releer" una vez más El hombre en el castillo. Para este caso concreto, dividiremos nuestro trabajo en cuatro partes. En la primera de ellas, para aquellos lectores que aún no la conozcan, plantearemos un brevísimo resumen del argumento desde el cual Dick ha creado su obra. En la segunda, proporcionaremos algunas apuntaciones críticas que llamen la atención sobre ciertas tesis y características que juzgamos fundamentales en la novela. En la tercera sección analizaremos dos puntos de la obra dickiana desde la perspectiva del filósofo francés Clément Rosset. Finalmente, ofreceremos las conclusiones de nuestra indagación.

1. SINOPSIS

El hombre en el castillo es una ucronía, es decir, una novela que explora tiempos o etapas históricas que nunca ocurrieron. Como sabemos (o al menos, como postulará Dick en su novela, hasta donde suponemos saber) la Segunda Guerra Mundial concluyó con la derrota del Eje Alemania-Japón-Italia a manos de los Aliados. La obra de Dick retrata un mundo donde el Eje ha derrotado a los Aliados, y Estados Unidos ha sido invadido y dividido entre japoneses y alemanes. En este planeta horripilante donde el delirio nazi ha hecho cuanto le ha dado la gana (por ejemplo han secado el Mar Mediterráneo, han exterminado a todos los africanos y a casi todos los judíos, han reducido otra vez a los negros a la esclavitud), Dick ubica varias historias pero se centra de modo especial en cinco: La de Robert Childan, la de Frank Frink y su ex esposa Juliana, la del señor japonés Nobusuke Tagomi, y la del agente alemán que se escuda tras el falso apellido Baynes.


Childan es un vendedor de "artículos artesanales norteamericanos" como por ejemplo cómics, muy acomplejado por la inferioridad de la "raza estadounidense" frente a la evidente superioridad de los japoneses. Frank Frink es un joyero que al principio de la novela pierde su trabajo y a quien Dick nos muestra en su batalla por instalarse como trabajador independiente. Juliana es la esposa separada de Frink, que inicia una aventura romántica con un desconocido. Tagomi es un funcionario japonés en la zona de ocupación asiática sobre lo que fue Estados Unidos de América. Por último, Baynes es un alemán que de modo encubierto viaja a la zona de dominio japonés sobre Estados Unidos, con un propósito que Dick va revelando lentamente.


La trama se desarrollará a partir de tres ejes: Uno es el comercio de "antigüedades estadounidenses anteriores a la Segunda Guerra Mundial", otro es la misión de Baynes en los "Estados Pacíficos de América", y el tercero la difusión de un extraño libro llamado La langosta se ha posado escrito por un tal Hawthorne Abendsen. Sobre este tercer eje habría que anotar que es quizá el más logrado y el más complejo de todos, dado que allí, Dick muestra una curiosísima "novela" donde los alemanes y japoneses han perdido la Segunda Guerra Mundial y los Aliados han vencido. Con semejante contenido, por supuesto, el libro es prohibido y perseguido por los nazis, y sobre su autor pesa una pena de muerte. Uno de los cinco personajes centrales (Juliana) se obsesionará tanto con La langosta se ha posado, que viajará hasta el búnker donde Abendsen se protege de los nazis, conocerá al mismo Abendsen, y junto a él hará el descubrimiento capital y estremecedor del libro: Que Alemania y Japón "en realidad" perdieron la Segunda Guerra Mundial.


2. ALGUNAS APUNTACIONES CRITICAS ACERCA DE "EL HOMBRE EN EL CASTILLO"

Tal como adelantamos en la introducción, ahora esbozaremos algunas ideas que pueden ser útiles a la hora de comprender la novela de Dick.


2.1 El hombre en el castillo es la historia de una disidencia y él mismo un acto de disidencia. La novela describe un Planeta Tierra bajo la bota de dos totalitarismos (el japonés y el alemán) de los cuales el alemán es el más cruel y poderoso. En ese mundo sólo existen el arte "políticamente correcto" que permiten los imperios, y las "artesanías norteamericanas de preguerra" que se suponen inofensivas por ser sólo recuerdos de una cultura vencida. El arte moderno y contemporáneo tal como lo conocemos —por definición un arte antitradicional y "políticamente incorrecto" — ha sido borrado del mundo. Dado que ese Estados Unidos que pinta Dick sufre bajo un régimen totalitarista, es apenas obvio que no existan gérmenes de esa disidencia y de ese individualismo sobre el cual está erigido el arte de la Modernidad. Empero, en medio del torrente de arte servil y obediente que le gusta al poder y que es la norma descrita en el texto, de repente aparece ese "libro maldito": La langosta se ha posado. En ese libro se propone un mundo alternativo al "real", un mundo que reta a la totalidad del sistema, un mundo que a ojos de los nazis sólo puede ser calificado como "pecaminoso". La langosta se ha posado es peligrosa porque ocasiona que sus lectores piensen cosas "que no deben pensar", porque obliga a considerar el universo desde un nuevo punto de vista, porque aquel que pasa por sus páginas contempla el mundo con nuevos ojos. En últimas, La langosta se ha posado1 (¿o deberíamos llamarla El hombre en el castillo?) es peligrosa porque "desrealiza lo real" , porque le quita realidad a la "realidad", porque muestra que por demasiados recovecos el mundo que juzgamos "verdadero" está contaminado de "ficción". Si hay algo claro en El hombre en el castillo es que la obra parte desde una sospecha ontológica. Sin saber bien por qué, Abendsen intuye que el mundo donde él vive no puede ser real; de hecho, que escriba y publique La langosta es un modo de hacer pública su sospecha. Con su libro, Abendsen plantea que la humanidad entera se halla sumida en un delirio del cual sería oportuno despertarla. Lo curioso del asunto es que esta situación planteada en El hombre en el castillo, halla paralelo en otros planos ¿Qué es El hombre en el castillo sino una novela donde Dick asevera que el mundo que percibimos a través de los sentidos es menos real de lo que suponemos? ¿Qué es El hombre en el castillo sino el epítome de la vida de Dick? (Alguien que nunca en su vida estuvo completamente seguro de que este mundo que compartía con los demás humanos fuera real). ¿Qué es El hombre en el castillo sino la imagen de tantos y tantos filósofos que a lo largo de la historia humana han sostenido que este universo nuestro sólo es una sombra de algo distinto? ¿Qué es El hombre en el castillo sino la manifestación de ese anhelo tan íntimo de todo ser humano de que este mundo, después de todo, sea menos real de lo que parece? Si hay una aspiración humana a la cual responde la obra de Dick es el deseo de que nuestra vida no sea todo, de que haya un "más allá" que haga palidecer de vergüenza a este "más acá". Como toda gran obra, El hombre en el castillo aspira a ser una Biblia, es decir, un contramundo en el mundo, una contrarrealidad frente a la "realidad". Como lector es emocionante percibir la valentía (¿o terquedad?) de este Dick que página a página le lleva la contraria a todas las personas que se hallan sometidas al totalitarismo del mundo fenoménico, que se limitan a creerle a sus percepciones y ya. Imagino que es la emoción análoga que experimentaba ese San Pablo que en sus epístolas escribe que se queda con la locura de Dios frente a la sabiduría de los hombres. Digámoslo de una vez: Frente a Dick —como ocurre con el Cervantes de El Quijote — sus lectores sentimos unas ganas irremediables de quedarnos con su "locura" y no con "el realismo" de los demás.


2.2 El hombre en el castillo ofrece una imagen clara del pecado. Uno de losmomentos sobrecogedores de la novela ocurre cuando Dick narra el modo en que, tras su triunfo, los nazis han suprimido a los africanos: Se los han comido. Tras reducirlos a fragmentos humanos mediante ciertos experimentos, han empleado para alimentación lo que era empleable en tal propósito, y el resto de huesos, piel y órganos se han utilizado como insumos para ciertas industrias alemanas. En su Cartas del diablo a su sobrino (The Screwtape Letters) C.S.Lewis volvió famosa su definición del Diablo y por consiguiente del pecado: El Diablo es alguien que anhela comerse todo el universo, es alguien que cualquier otra forma de vida (animal, humana o divina) sólo la considera como alimento o medio para crecer él mismo. El pecado —sostenía Lewis— básicamente es considerar al otro como alimento, como un insumo, como un medio para un único fin que soy yo mismo. En El hombre en el castillo Dick asume esta misma posición. Como imagen que son del mal y del pecado, los nazis sólo pueden ver a los que no son como ellos, como puros instrumentos, como puros medios, como puro alimento. Acierta Dick cuando recuerda que los nazis son, por sobre todo, caníbales2, unos caníbales tecnológicos pero al fin y al cabo tan antropófagos como lo alcanzaron a ser algunas tribus primitivas en los albores de la historia humana. En el universo de El hombre en el castillo el caníbal gobierna al planeta Tierra y el lector de inmediato se pregunta si no ocurre lo mismo en este mundo del siglo XXI donde unos países utilizan a otros como insumos o alimentos para sus "propósitos nacionales" . Uno se pregunta si este planeta que habitamos no está más próximo al mundo de Dick de lo que nosotros quisiéramos aceptar. Ya en otro plano, Dick también nos hace reflexionar. ¿Acaso todos los seres humanos no somos esencialmente caníbales? (En tanto todos estamos caídos y por ende sufrimos de la repulsiva tendencia a utilizar a los demás hombres y mujeres como medios para un único fin válido que soy yo). ¿Hay uno sólo de los lectores de este artículo que no sea más parecido a los nazis de lo que él mismo quisiera? ("Nazi" entendido como aquel que ve a otro ser humano como medio y no como fin). A sus lectores, Dick les recuerda que todo hombre debe luchar contra su caníbal interno, que debe batallar contra su propensión a reducir a los demás a un instrumento. El canibalismo físico —y es bueno recordarlo— sólo es la etapa final del canibalismo espiritual que todos los humanos padecemos. En algún texto y con gran sapiencia, Thomas Mann llamó a Hitler "mi hermano". Así ponía de presente que, después de todo, Hitler no es tan diferente de nosotros como nosotros mismos desearíamos creer. Escritores como Mann o Dick cumplen precisamente ese cometido: Traernos a la memoria que —lo queramos o no— somos mucho más semejantes a Hitler (al Diablo, al caníbal) de lo que nos gustaría suponer.


2.3 El hombre en el castillo bien podría verse como un catálogo de antipercepciones. Si por antipercepciones entendemos la tendencia a concederle un lugar secundario a la información que nos proporcionan los sentidos para privilegiar en su lugar otros modos no fenoménicos de ver el mundo, uno bien puede sostener que El hombre en el castillo es un catálogo o muestrario de diversos modos de "antipercibir" la realidad3. Primero está el modo nazi. Para los nazis —como bien anota Dick— es más real una abstracción como "la raza", "la tierra" o "el honor" que un individuo concreto. Para el nazi, lo real es lo abstracto e invisible, y de allí que consideren lógico sacrificar al individuo concreto4. Para el nazi (y por extensión para cualquier sistema totalitario o fundamentalista) el mundo concreto está contaminado de "falsedad" y se requiere acercarlo a como dé lugar a "lo real" (el ideal abstracto e invisible). En segundo lugar, Dick menciona a Baynes, el agente que a pesar de ser alemán, siente que vive en un mundo psicótico. Baynes es consciente de que el hecho de que cierto modo de vida gobierne al mundo, no comprueba que ese modo de vida sea verdadero5. De allí que él experimente el mundo como contaminado de falsedad. En tercer lugar, Dick cita a los Kasoura, una pareja japonesa que es cliente de Childan pero que —igual que Baynes— hace rato han dejado de creer que el hecho de que algo sea "tocable" significa que sea verdadero6. Por último Dick cita a Abendsen y Juliana. Abendsen —como ya vimos— ha escrito un libro para divulgar su sospecha de que el mundo es justo como se repudia en el discurso del status quo, Juliana descubre que Abendsen dice la verdad. El hombre en el castillo bien podría caracterizarse como la historia de diferentes individuos que antiperciben el universo.


Ahora bien, si llevamos ésta idea de Dick a otro nivel, veremos que, ciertamente, ella bien puede usarse para describir ciertas cosmovisiones del mundo en que vivimos. Por ejemplo ¿qué es el Cristianismo sino un modo de antipercepción? Según el Cristianismo, nuestro universo se caracteriza por su condición de caído, por su alejamiento de Dios y, por ende, por su contaminación de irrealidad (pues, de acuerdo con el discurso cristiano, sólo en Dios ocurre el máximo de realidad). En el Cristianismo se reitera una y otra vez que La Realidad (es decir, Dios) trasciende el mundo fenoménico. Sólo así pueden entenderse aseveraciones cristianas clásicas como aquella de San Ignacio de Antioquía que al referirse a la vida tras la muerte (El Cielo) dice que "sólo allí seré verdaderamente hombre" (lo que implica que en este orbe fenoménico, él es un hombre a medias).


Pero es que no sólo el Cristianismo es un modo de antipercepción, bien podría afirmarse que, con las excepciones del caso, las religiones tienden a ser antipercepciones. ¿No habla el Hinduísmo del "Velo de Maya" y de que el universo percibido es como un sueño? ¿No mencionan judíos y musulmanes trasmundos de los cuales nuestro mundo se halla alienado y frente a los cuales resulta inficionado de irrealidad? Demos incluso un paso más. El hombre en el castillo está erigido sobre las antipercepciones de muchos personajes en el libro, además de la consabida antipercepción de Dick. ¿Pero es que acaso los humanos no nos caracterizamos por ser más antiperceptores que perceptores? Rosset ha planteado eso en El principio de crueldad: Es parte constituyente de la condición humana el no aceptar la realidad tal como la percibimos y más bien creer que la realidad que tenemos frente a nuestros sentidos es una "realidad incompleta", el creer que la realidad percibida cobra sentido sólo si existe una trasrealidad7. En tanto en todos los humanos anida la sospecha de que la realidad percibida no es suficiente y que ella está entreverada con lo que no es real, todos somos dickianos.


2.4 En El hombre en el castillo la historiografía es novela y la novela es historiografía. Como ya se apuntó, El hombre en el castillo se estructura desde una doble inversión: Mostrar que la historiografía (o narración de la historia) es una novela y que la novela es historiografía. Ello es claro en el hecho de que la historiografía (que el Eje ganó la Segunda Guerra Mundial) si se analiza bien resulta ser un invento, y en que la ficción La langosta se ha posado resulta aprehender la realidad mejor que las versiones oficiales que hacen circular los detentadores del poder. En su ensayo "El historicismo" , C.S. Lewis recuerda que lo que un hombre común con instrucción entiende por "Historia" es más bien un cuadro indefinido del pasado, "un país de sombras, habitado por fantasmas tales como el hombre primitivo, el Renacimiento o los griegos y romanos de la Antiguedad" 8. Apunta también que del pasado "más bien, no sabemos casi nada (al menos cuantitativamente)... La mayor parte de las experiencias del "pasado tal como ocurrió" ha sido instantáneamente olvidada por las personas. Del pequeño porcentaje recordado (y nunca con máxima precisión), han comunicado una cantidad aún menor a los individuos más cercanos, un porcentaje todavía más pequeño ha sido registrado, y sólo una parte de éste ha pasado a la posteridad" 9. Según Lewis, del gran texto que constituye la totalidad del pasado sólo contamos con una selección que representa "en relación con el texto original, lo mismo que una palabra en comparación con la totalidad de los libros del Museo Británico" 10. Así pues, si la historiografía que conocemos hoy es más bien indefinida, poblada de fantasmas y de ella ignoramos casi todo ¿No podría plantearse que la reconstrucción del pasado a partir de los escasos materiales disponibles está más cerca de la novela que de lo efectivamente sucedido? Dadas sus limitaciones ¿No está la historiografía más bien unida con demasiadas suposiciones que la emparentan más de lo que ella misma quisiera, con la novela? Por otra parte, ¿no son incontables los casos de novelas o ficciones que capturan la realidad con mayor profundidad que cualquier narración histórica? ¿No se aprende más de la historia y del ser de Colombia leyendo Cien Años de Soledad que cualquier mamotreto histórico? ¿No conocemos mejor el espíritu del Renacimiento leyendo El Quijote que auscultando textos sobre ese período? ¿No dice más sobre el siglo XX en Occidente La metamorfosis de Kafka que tratados y más tratados sobre el tema? La apuesta de El hombre en el castillo es esa: Llamar la atención sobre la inmensa carga ficcional de lo que suponemos histórico, hacer conciencia de cómo el símbolo novelesco puede decir más sobre la realidad que cualquier cúmulo de hechos.


2.5 El hombre en el castillo postula que para acceder a la verdad no necesariamente ayuda el estar cerca a los hechos. El hombre en el castillo trata de un hombre —Abendsen— que alejado del mundo y encerrado en su búnker (su castillo) ve la realidad con mucha mayor facilidad que quienes están inmersos en los hechos. Es la figura del pensador (sea artista, filósofo, místico o científico) que aislado en su "torre de marfil" cuenta con una mejor perspectiva para ver el universo que aquellos hombres que están en contacto con los hechos y que no cuentan con suficiente distancia para emitir ciertos juicios. Aquí de nuevo Dick es paradójico. Contra el empirismo y el materialismo que han convertido a "los hechos" en ídolos, Dick postula primero que los hechos ya son interpretaciones (vieja tesis de Nietzsche), y que no está de más una cierta desconfianza de ellos (Dick acaba siendo así un hereje del empirismo y el materialismo).


2.6 De acuerdo con El hombre en el castillo, los humanos estamos condenados a "traficar con falsificaciones".Si hay un motivo persistente en El hombre en el castillo es el de la falsificación. Como decíamos antes, los tres ejes narrativos están permeados por él. El eje del comercio con antigüedades gira alrededor del problema de cómo determinar si esos objetos antiguos son auténticos o sólo falsificaciones. El eje de Baynes juega con la noción de que Baynes es un "sueco falsificado". El eje de La langosta se ha posado propone la idea de que el universo está falsificado. Adicionalmente, demasiados personajes están obsesionados por falsificaciones. Frank Frink se gana la vida como falsificador de objetos y luego trata de elaborar joyas "auténticas". Childan vive ansioso por descubrir los objetos falsos que se filtran en su negocio. Juliana y Abendsen sospechan que el universo entero ha sido falsificado. "Baynes" es el nombre falso para un falso sueco que sospecha que Alemania es falsa. Tagomi es alguien que progresivamente descubrirá que ha afincado su vida en nociones falsificadas. En la obra de Dick, los humanos están ansiosos de percibir "lo real" pero están condenados a moverse entre "falsificaciones". A este respecto únicamente quisiera anotar la coincidencia con cierta tesis cristiana ya anotada. Dado que Dios es la realidad al ciento por ciento, es inevitable que todas sus criaturas —en tanto son distintas de Él— comporten una cierta "irrealidad". Ser criatura inevitablemente entraña un "cuantum" de falsificación.


2.7 El hombre en el castillo es un texto que se autocomenta y así se permite ironizar sobre las victorias humanas. Al leer El hombre en el castillo (una ucronía) nos encontramos otra ucronía (La langosta se ha posado) que constantemente es leída y comentada por diferentes personajes. La langosta se ha posado cuenta con las mismas características de El hombre en el castillo: Propone una vía alternativa a la real y se presenta como una antipercepción. Es claro que éste ha sido el modo en que Dick no sólo narra sino que critica su propia narración. Así mismo, es un recurso que le permite a Dick deslizar sofisticadas ironías como aquella de Childan al pensar que un mundo donde Alemania y Japón hubieran perdido la guerra con los Aliados, hubiera sido sensiblemente peor. (Y entonces el lector de El hombre en el castillo se ve obligado a pensar si de pronto este mundo nuestro donde Estados Unidos triunfó en la guerra, sí es en muchas cosas peor que si hubieran triunfado Alemania y Japón). Es más. Mediante este recurso Dick nos hace percibir que, considerando las cosas en sentido estricto, es un error garrafal suponer que este mundo donde Estados Unidos ganó la Segunda Guerra Mundial, es mejor que uno donde hubiera sido derrotado ¿Por qué? Sencillamente porque la historia humana corre en un solo carril, no contamos con dos universos (uno donde hubieran triunfado Alemania y Japón, y otro donde hubieran triunfado los Aliados) para compararlos y extraer resultados. Si creemos que un mundo donde Estados Unidos ganó la Segunda Guerra Mundial, es superior a otro donde el resultado hubiera sido diferente, es solamente porque triunfó Estados Unidos y porque la potencia dominante en cierto período de la historia humana suele imponer su cosmovisión. (Y aclaro que no estoy haciendo apología de los nazis y los japoneses, sólo puntualizo que lo que el común de la gente da por un hecho —que el triunfo de Estados Unidos fue lo mejor para la humanidad— tiene muchísimo pero muchísimo de suposición gratuita y de propaganda).


Incluso —para horror del "pensamiento políticamente correcto" hoy tan en boga— en algún momento Dick no condena en bloque al nacionalsocialismo y se permite aseverar que en ese partido era rescatable "la parte socialista" y el desarrollo económico que impulsó11 (y de nuevo el lector vuelve a recordar que cuando Estados Unidos ganó la guerra, acogió a cualquier cantidad de cerebros alemanes que instaló en su territorio, y que finalmente fueron responsables en un grado altísimo de logros tecnológicos como la bomba atómica y el programa espacial estadounidense). Eso sí, Dick deja claro que en la Alemania de la época existía una parte podrida y repulsiva: "los SS, la exterminación racial y la segregación" 12. De hecho, continuando con su juego irónico, en algún instante los personajes del libro que leen La langosta se ha posado hallan que en ese universo donde Alemania perdió la guerra, con el tiempo Estados Unidos e Inglaterra sucumben a la peor parte de sí mismas. Ambos países se hunden en la plutocracia, se dedican a rendirle culto al "Dios Dinero", y ya "no hay espiritualidad" 13. De nuevo Dick nos obliga a ver algo que no nos gusta ¿Acaso eso que narra La langosta se ha posado no es lo que ha ocurrido en nuestro mundo actual? ¿Qué representan los Estados Unidos y la Europa de hoy, sino el triunfo del capitalismo y el arrinconamiento del plano trascendente del hombre?


En nuestro país y en la esfera futbolística ha hecho carrera la frase atribuída al técnico Francisco Maturana según la cual "Perder es ganar un poco". Pues bien, Dick en su libro contradice esta frase y propone que "Ganar es perder un poco" ¿Por qué? Porque a la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial le cabe responsabilidad en este mundo donde lo espiritual tiende a importar un rábano. Porque esa victoria sin duda salvó a la humanidad de un totalitarismo, pero la llevó a otro tipo de totalitarismo (el unanimismo materialista y hedonista que hoy asfixia a Occidente). En El hombre en el castillo, Dick quiere mostrar a una Alemania y un Japón que al ganar el mundo han perdido su alma, y hacer pensar a sus lectores que, con su triunfo militar, a Estados Unidos le ocurrió lo mismo. Irremediablemente, al analista de Dick se le acabará ocurriendo que de pronto lo mejor que pudo haberle sucedido a la humanidad durante la Segunda Guerra Mundial, era que perdieran ambos bandos, tanto el Eje como los Aliados.


2.8 El hombre en el castillo es un libro sobre iluminaciones.La novela de Dick bien puede verse como la reiteración insistente de un motivo: Personajes que súbitamente son iluminados o sufren "insights" y que a partir de ese momento se ven obligados a contemplar el mundo con nuevos ojos. Le ocurre a Juliana que desde su lectura de La langosta se ha posado contempla el universo de otro modo. Le ocurre a Tagomi que desde su conocimiento de hasta donde llega la maldad alemana, ve el mundo de otro modo. Le ocurre a Childan que aprende a ver de otro modo desde que toma conciencia del significado de Frink y sus joyas. Le sucede a Baynes que hacia el final de la obra empieza a reconsiderar el porvenir de Alemania y la humanidad de una nueva manera. Le pasa a Frink que tras su liberación en las postrimerías de la historia, advierte para qué ha de vivir. Le sucede a Abendsen que ve confirmados sus temores cuando comprueba que La langosta se ha posado era un texto histórico y no ficcional. El hombre en el castillo trata de hombres y mujeres que al principio se hallan dormidos y poco a poco van despertando, trata de hombres y mujeres que poco a poco dejan atrás el mundo ficticio para instalarse en el verdadero. Por último, nosotros los lectores de Dick, también despertamos luego de leer su libro. No sabemos bien a qué, pero hemos despertado.


2.9 El hombre en el castillo culmina en el instante en que se completa su autolectura.La narración de El hombre en el castillo llega a su fin cuando Juliana acaba de leer La langosta se ha posado (autorrepresentación de El hombre en el castillo). En ese punto es también cuando Juliana arriba a casa de Abendsen y descubre que el libro es por entero real. Este es un modo de culminar la novela que lleva a pensar en esos textos de Borges donde el lector acaba leyendo su propia vida, o en las postrimerías de Cien Años de Soledad cuando Melquíades termina leyendo lo que le ocurre a él mismo. Por supuesto esta estructura de "serpiente que se muerde la cola" ha dado y dará mucho qué hablar, pero sólo quisiera anotar un paralelismo. El hombre en el castillo trata de un texto que se autolee pero ¿qué es la vida sino un proceso de autolectura? Me explico. Desde que nacemos hasta que morimos, la vida se nos va en un constante autodesciframiento, en una perpetua autodecodificación, en un interminable autointerrogarse, en un inacabable estarnos leyendo una y otra vez a nosotros mismos. En cierto instante —años, meses, días, horas, minutos o milésimas de segundo antes— comprendemos que la vida terminó, que ya no habrá más tiempo para nosotros, y entonces cesamos la lectura, ya no batallamos, nos entregamos, nos disponemos a morir. La vida culmina cuando resolvemos no leernos más, cuando cerramos la solapa de los días y aceptamos que la página en blanco de la muerte tome el lugar de nuestras líneas.


2.10 El hombre en el castillo puede verse como una suerte de ascenso místico.Veíamos en un apartado anterior que en la novela de Dick es una constante que los principales personajes se hallan en una suerte de tránsito desde "un modo de ver irreal" hacia un "tipo de percepción más iluminada". En el personaje en quien la "iluminación" alcanza más profundidad quizás es en Juliana que tras leer La langosta se ha posado viaja en busca de su autor, lo conoce, y junto a él descubre que la obra describe "la realidad". Así mismo, en su entrevista con Abendsen, Juliana descubre que él ha escrito La langosta se ha posado copiando lo que el mítico libro del I Ching contestaba a cada una de sus preguntas. Este viaje de la lectora hacia el escritor resulta análogo al viaje de la criatura hacia una suerte de Demiurgo (Abendsen) que a su vez ha actuado a instancias de la Providencia insondable (representada en el I Ching). En El hombre en el castillo Dick se adscribe a la teoría clásica de la creación, según la cual el poeta escribe lo que le dictan las musas, donde el escritor es un lápiz en manos de fuerzas superiores que él apenas intuye. Si además recordamos que en ciertas declaraciones Dick admitió haber escrito El hombre en el castillo consultando cada capítulo con lo que le respondía el I Ching, es claro también que El hombre en el castillo es una obra que narra su propio proceso de creación, una obra donde Dick se asume plenamente como un profeta que inspirado por La Providencia tiene la misión de desenmascarar el mundo falso donde los humanos residimos tan cómodos.


2.11 El hombre en el castillo está estructurado desde la inversión de la relación ficción-realidad porque —paradójicamente— esa inversión permite percibir la realidad. En algún instante de El hombre en el castillo un personaje afirma que la novela La langosta se ha posado sólo es un "pobre sustituto de la realidad" 14. La obra de Dick se basa sobre la inversión de tal proposición, consiste en la aseveración de que "la realidad es un pobre sustituto de la ficción". En contradicción a la idea de que "la ficción es una realidad de segundo grado", Dick ha estructurado El hombre en el castillo sobre la noción de que "la realidad es una suerte de ficción de segundo grado". El hombre en el castillo quiere introducir en sus lectores la idea de "¿Y qué tal si el mundo es sólo un derivado de la novela? ¿Y qué tal si lo que juzgamos imaginación resulta real y lo que juzgamos real es sólo una variedad de la imaginación?".


Además de lo anterior, es claro que Dick cree en "la verdad de la ficción". En alguna obra Vargas Llosa ha mencionado que la ficción literaria es una mentira que dice verdades, y Dick apoyaría tal afirmación. Es más, en El hombre en el castillo, Dick ha elaborado una tesis sobre la función de la novela y de la ficción. Así como La langosta se ha posado y El hombre en el castillo nos ayudan a reconsiderar nuestro punto de vista acerca de "la realidad", la ficción literaria tiene esa misma misión. Una novela, un cuento o un poema no sólo cumplen una función recreativa sino que también nos facultan para ver el mundo desde una nueva óptica. Según Dick, la especie humana sufre de la tendencia a contemplar el universo de un modo astigmático, nuestra percepción del mundo distorsiona al mundo15. El artista y el arte tendrían la tarea de proporcionarle al público nuevas "gafas conceptuales" que contribuyan a corregir su inherente astigmatismo.


A través de esa novela La langosta se ha posado que tiene más contenido de verdad que ese mundo que la juzga ficción (y de esa novela El hombre en el castillo que, si se la mira bien, es "una mentira con exceso de verdad" ), Dick plantea que en un símbolo puede haber más verdad que en un hecho. En un mundo que, como ya se anotó también, le rinde culto a los hechos, al pragmatismo y a lo empírico, la posición de Dick es absolutamente desafiante y a contravía. La langosta se ha posado (que es como la novela El hombre en el castillo se apoda a sí misma en su interior) es la verdad disfrazada de mentira en un planeta mentiroso que se disfraza de verdad. Así como La Providencia Divina ha escrito La langosta se ha posado para comunicar la verdad a los hombres, es obvio que —desde la perspectiva dickiana— esa misma Providencia lo ha elegido a él para comunicar su mensaje: Que el mundo fenoménico en el interior del cual habitamos es menos real de lo que parece, que es más una ficción compartida que otra cosa. Dick es profeta en el pleno sentido del término: Anuncia y denuncia. Anuncia que detrás de las percepciones humanas (de los fenómenos) hay más de lo que suponemos. Denuncia que este mundo de percepciones humanas (de fenómenos) no acaba de convencer a quienes lo perciben, que hay en él algo espurio.


2.12 Pero aunque El hombre en el castillo denuncia al orbe fenoménico y anuncia que hay más que ese orbe, también se permite dudar de eso. Es ilustrativo que en el capítulo final del libro Abendsen (la figura de Dick) reconoce no estar seguro de nada, encontrar difícil creer en algo16. Es cierto que Abendsen ha descubierto que el mundo fenoménico no es real, pero también le cuesta aceptar eso. Con este planteamiento Dick se encuadra ante el mismo problema que ha caracterizado a toda la novela occidental moderna y posmoderna desde El Quijote hasta nuestros días: Que el mundo está hecho de verdades que no son claras, de verdades que se contradicen. En sus últimas escenas, Abendsen acepta que debe continuar su vida aun cuando nada pueda comprender de ella, que La Providencia más pareciera necesitar que los humanos vivan, y no tanto que entiendan. En esa última aseveración implícita en el texto de Dick, hay toda una declaración de principios.


3. ANALIZANDO A DICK DESDE ROSSET

Como ya se apuntó en el principio, en esta sección trataremos de considerar El hombre en el castillo empleando para ello algunos de los planteamientos del filósofo francés Clément Rosset que pueden arrojar una novedosa visión sobre la obra dickiana.
3.1 Los Principios de Realidad Suficiente e Insuficiente

En su obra El principio de crueldad, Rosset ha ofrecido una síntesis de su visión filosófica. Frente al "Principio de realidad insuficiente" que, según él, constituye el fundamento de la filosofía occidental, Rosset opone lo que él denomina el "Principio de realidad suficiente". Expliquémonos. Según Rosset, un sentimiento típico de los seres humanos al encontrarse en el mundo, es que las cosas son verdaderas en su detalle pero dudosas en su conjunto; es decir, que es difícil dudar de una cosa en particular pero en cambio es posible dudar del todo en general ¿Por qué esto? Porque cualquier ser humano puede tener una percepción precisa de un solo objeto tomado individualmente (este computador en que ahora escribo, este lápiz que ahora uso, este libro que ahora leo, está página de papel que sirve de soporte a lo que escribo, este cuarto donde ahora me encuentro), pero uno sólo puede tener un sentimiento vago de todas las cosas (esta ciudad con millones y millones de habitantes y de historias, este país, este planeta con miles de millones de habitantes, esta galaxia con incontables planetas, este universo, este multiverso del cual nuestro universo sólo es uno entre tantos). El hecho que del 99.9% del universo tengamos una percepción ambigua, imprecisa o nula es la situación que a tantos filósofos les ha llevado a desestimar el mundo sensible y considerarlo una "casi nada" (y aquí Rosset pone como ejemplo entre otros a Platón, Rousseau o Kant)17. Fuera de lo anterior, la realidad es tan desmesurada, que ante la percepción y la mente humanas aparece como ininteligible e intolerable, como algo que —incluso si pudiera ser conocida en su totalidad— no tendría sentido a la luz de nuestro entendimiento. Tristemente para el hombre, ese monstruo que es la realidad no incluye las claves de su comprensión, y de allí que ella sea experimentada como insuficiente.


Ante esta circunstancia —afirma Rosset— la filosofía occidental ha optado tradicionalmente por recurrir a algo más allá de lo real (La Idea, El Espíritu, El Alma del Mundo, etc) que permita completar a la experiencia inmediata. Esa insistencia de los filósofos por aseverar que la experiencia inmediata es insuficiente (por sostener que lo real necesita de una trasrealidad) es lo que Rosset entiende por "Principio de realidad insuficiente". Es merced a ese principio que existe una larga secuencia de pensadores que desconfían de sus percepciones inmediatas y que hallan su síntesis en hegelianos como Eric Weil cuando dice que "la realidad que podemos experimentar está desprovista de toda realidad real: Lo que se da inmediatamente no es real" 18.


Como señalábamos, ante estos filósofos adscritos al Principio de realidad insuficiente, Rosset manifiesta su oposición. Para el pensador francés, cuando filósofos como Weil llegan a defender que lo que experimentamos carece de "realidad real", sólo queda recordar lo que apuntaba L.M. Vacher: Que la función de la filosofía pareciera ser la de "acreditar tonterías desacreditando evidencias" 19. ¿Por qué —se pregunta Rosset— esa epidemia de filósofos empeñados en rechazar lo "manifiestamente verdadero"?20 Para el francés, no es que la realidad inmediata sea "irreal" como suponen los filósofos, sino que es ininteligible y por ende dolorosa. Para los filósofos (como para el resto de humanos) que esa realidad inmediata y desmesurada sea todo lo que haya (que esa realidad sea suficiente) es algo que produce angustia. A los filósofos (como a los humanos) les duele aceptar que la realidad inmediata es cruel (es decir, única, irremediable, inapelable). Dado que la realidad considerada en sí misma y sin acudir a una trasrealidad es sencillamente intragable e indigesta para el espíritu humano, por milenios los filósofos (y los humanos) se han aplicado muy juiciosos a tornarla más tragable y digerible ¿Y cuál es la vía privilegiada para hacer más consumible semejante potaje inhumano? Según Rosset, consiste en dudar de ese potaje inhumano. La filosofía sería la miel con la cual los filósofos hacen que los humanos se traguen el aceite de ricino de la realidad. Los filósofos no serían otra cosa que administradores de "aspirinas espirituales" que permiten aguantar la intragable realidad. Rosset define al hombre como un extraño animal cuyo entendimiento le alcanza para entender que la realidad es excesiva, pero que al mismo tiempo carece de los recursos psicológicos para resistir tal conocimiento. Debido a que la conciencia de la desmesura de la realidad es algo que rebasa de lejos las fuerzas humanas, a lo largo de la historia hombres y mujeres se las han ingeniado para condenar lo real. La filosofía —como la religión— ha sido uno de los trucos humanos para mantener a raya a la verdad. La filosofía no buscaría revelar la verdad sino hacer que el hombre se olvide de la verdad21. Los filósofos —como lo revela una larga tradición que entre sus cabezas sobresalientes contaría a individuos como Platón o Hegel, y que se halla epitomizada en la frase ya citada de Weil— serían exorcizadores de lo real, individuos que intentan demostrar a como dé lugar, que lo real no es real (pues el hombre sufre a consecuencia de lo real). Al reino aplastante del ser y sin pudor alguno, la filosofía opone "el reino fantasmático y moral de un deber ser" 22.


En discrepancia con esa filosofía que se dedica a negar la realidad sólo por ser desagradable, Rosset se inscribe en la lista de pensadores que admiten que la realidad es cruel, pero que eso no la hace menos real. Si el Principio de realidad insuficiente es defendido por esa filosofía occidental que vende una ilusión tranquilizadora (que lo real no es real), el Principio de realidad suficiente que reivindica Rosset acepta la tesis más cruel pero verdadera (que lo real —¡ay!— es real).


3.2 Dick y Los Principios de Realidad Suficiente e Insuficiente

Si consideramos la obra dickiana desde la lupa de Rosset, es claro que la obra del autor estadounidense se ubica dentro de la tradición del Principio de realidad insuficiente. Dick constituye una exacerbación de esa sensación de que las cosas son verdaderas en detalle pero dudosas en conjunto; Dick firmaría sin dudarlo la sentencia de Eric Weil según la cual "lo que se da inmediatamente no es real"; Dick se adscribe a esa "actitud profesional del filósofo" que tanto molesta a Rosset de rechazar la experiencia inmediata y "acreditar tonterías". Es más, en la actitud filosófica mencionada bien podría hallarse la raíz de los textos dickianos, pues Dick entiende la literatura en ese modo que le causa roncha a Rosset. Para Dick, hacer literatura consiste en "defender tonterías" y rechazar lo evidente. En la perspectiva dickiana, para ser escritor (o artista o filósofo) se ha de estar dispuesto a pasar por tonto, dispuesto a no creerle tanto a nuestros ojos, oídos, olfato, tacto y gusto. La obra de Dick —diría Rosset— es un ejemplo en el mundo de la literatura, de la misma clase de intento emprendido por Platón, Kant o Hegel en el ámbito de la filosofía, o por tantos y tantos creadores de religiones. Desesperado ante la crueldad del universo, Dick también optaría por condenar la realidad y por intentar exorcizarla. Dick —para usar terminología de Rosset— sólo sería uno más de la larga tradición de "curanderos de Occidente" entre cuyas figuras estarían Platón o Rousseau (y entonces, lo único que se me ocurriría confesar, es que Dick se encuentra en una compañía bastante estimulante).


3.3 El Principio de Incertidumbre

Rosset define la filosofía como la "ciencia de problemas insolubles" 23 en tanto las soluciones que aporta a sus problemas son necesariamente dudosas, no necesariamente ciertas. A esto se refiere lo que el francés llama el "Principio de Incertidumbre", a que el filósofo auténtico siempre conservará dudas respecto de las soluciones que sugiere. Para Rosset, la filosofía no es una disciplina que proporcione certidumbres, sino un instrumento para disipar ideas mucho más falsas que aquellas que se formulan en su lugar. Más que una disciplina que anuncie soluciones, la filosofía sería una disciplina que denuncia soluciones. Más que el marcador que escribe algo en un tablero, la filosofía sería el borrador que elimina las falsedades escritas en el tablero. Para Rosset la auténtica filosofía se caracteriza por su constante duda de sí misma pues, en el mismo instante en que la filosofía se cree a sí misma, deja de ser filosofía (se transforma en religión o ideología)24.


3.4 Dick y El Principio de Incertidumbre

Si consideramos a Dick desde la noción del Principio de incertidumbre de Rosset, notaremos que El hombre en el castillo es una obra que más que anunciar algo, denuncia algo; en concreto, la obra de Dick no nos dice qué es la realidad sino que denuncia aquello que asumimos como realidad. La labor de Dick es plenamente filosófica pues no consiste tanto en darnos algo en qué creer, sino en "curarnos" de ciertas ilusiones y creencias. Además, en Dick es característica su constante duda de las soluciones que él mismo ofrece. Frente a las personas que de modo acrítico aceptan que "lo real es lo real", que han caído en la "religión del realismo", Dick propone la herejía de no creer en tal "religión de lo real".


4. CONCLUSIONES

Para cerrar nuestro periplo por la obra dickiana, enumeremos algunas conclusiones.


a) En El hombre en el castillo, Philip K. Dick es esencialmente un disidente de lo real, alguien siempre dispuesto a demostrar que "la realidad" —como decía Vladimir Nabokov— es una expresión que en todos los casos se ha de escribir entre comillas. Así mismo, El hombre en el castillo bien podría verse como un texto con un evidente anhelo de una trasrealidad, de una esfera que trascienda la realidad perceptible (y de antemano y para ser consecuente, solicito disculpas por no haber escrito comillas cada vez que empleé la palabra "realidad" ).

b) El hombre en el castillo es un catálogo de diversos tipos de antipercepción y él mismo una tremenda antipercepción. Así mismo, si recordamos que de un modo u otro todos los humanos tendemos a ser antiperceptores, bien podría afirmarse que Dick sólo es la elevación al cubo del antiperceptor que es todo ser humano.

c) La obra de Dick también podría ser vista como una reivindicación de "la verdad de los símbolos" frente a "la ficción que constituyen los hechos", de allí se deriva que Dick confíe más en la novela que en la historiografía, y que asuma la realidad como una ficción de segundo grado.

d) El hombre en el castillo es una novela que se autocomenta, se autocritica, se autolee y que narra su propio proceso de creación. Es una ficción que se sabe ficción y que se da a la tarea de desleír todo lo que consideramos "probado" (de allí también ese humor dickiano que sostiene que "ganar es perder un poco", o que de pronto Occidente no estuvo tan de buenas cuando Estados Unidos triunfó en la Segunda Guerra Mundial).

e) En El hombre en el castillo Dick se asume profeta, no sólo por denunciar lo que denominamos "realidad" , sino por su incisivo cuestionamiento del canibalismo inherente al ser humano, y de la falta de espiritualidad de este mundo que habitamos. Contribuyen también a esta situación, evidentes motivos religiosos que aparecen en la obra como el del ascenso místico y las iluminaciones.

f) El hombre en el castillo postula también una poética (pues es una reflexión sobre la ficción literaria) y una posición clara respecto de lo que han de ser arte y literatura (la obra de arte ha de obligar a su lector o espectador a contemplar el universo con nuevas gafas; el escritor —por antonomasia— es un oftalmólogo pues ayuda a su lector a observar el mundo desde perspectivas impensadas).

g) Desde la terminología de Rosset, Dick se ubicaría en la tradición del Principio de realidad insuficiente, en tanto su literatura gira alrededor de la negación de lo inmediato y evidente. Como cualquier Platón o cualquier Moisés, Dick no puede tragarse la realidad pero, a diferencia de esos otros que apelan a filosofías o religiones, Dick hace uso de la literatura.

h) También desde la terminología de Rosset, Dick se adscribe al Principio de incertidumbre. Esto porque Dick es más un denunciador de la realidad, que un anunciador de la naturaleza de ella.

i) Philip K. Dick —por último— es un escritor que quiere proteger a la humanidad de "la locura de lo real", de "ese delirio colectivo que es la realidad" . Es alguien que siempre nos recuerda que los humanos estamos condenados a ser astigmáticos en nuestro modo de ver el mundo, que la llamada "realidad" es más un símbolo de otra cosa, que el cultivo a ciegas de los hechos es algo que aleja de la realidad. Si le hemos de creer a Dick, para percibir lo real no sólo debemos traficar con hechos sino también con símbolos, hemos de creer y descreer de los hechos. Es cierto que por su postura ontológica seguramente Dick sería condenado sin atenuantes por filósofos estilo Rosset, pero también es claro que eso es un problema de ellos y del francés.


1 A partir de este momento nos referiremos a La langosta se ha posado sólo como La langosta.
2 Philip K.Dick, El hombre en el castillo, Barcelona, Ediciones Minotauro, 2002, p. 19-20. Las demás citas que se hacen de la obra de Dick, corresponden a ésta edición.
3 El termino de “antipercepción” proviene de Rosset de quien hablaremos más adelante.
4 Dick, op.cit., p. 48-49.
5 Ibíd.
6 Dick, capítulo 7.
7 Clément Rosset, El principio de crueldad, Valencia, Pre-Textos, 1994, p. 13-37-
8 C. S. Lewis, El historicismo, en El perdón y otros ensayos cristianos, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1998, p. 55-56.
9 Ibíd., p. 59.
10 Ibíd., p. 60.
11 Dick, op. cit., p. 164.
12 Ibíd.
13 Ibíd., p. 167.
14 Ibíd., p. 73.
15 Ibíd., p. 237.
16 Ibíd., p. 260.
17 Rosset, op.cit., p. 13-37.
18 Ibíd., p. 19.
19 Ibíd., p. 20.
20 Ibíd.
21 Ibíd., p. 31.
22 Ibíd., p. 33.
23 Ibíd., p. 41.
24 Ibíd., p. 39-56.

Bogotá, Septiembre de 2005.


Ilustrado por Valeria Uccelli
Axxón 159 - febrero de 2006

 
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