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AxxónCINE

Por Silvia Angiola


El Laberinto del Fauno

Dirección
Guillermo del Toro

País
México, España, EEUU

Año: 2006

Duración: 119 minutos

Género
Drama, fantasía, suspenso

Intérpretes
Ivana Baquero, Sergi López, Maribel Verdú, Álex Angulo, Doug Jones

Guión
Guillermo del Toro

Producción
Guillermo del Toro, Álvaro Agustín, Alfonso Cuarón, Bertha Navarro, Frida Torresblanco


EL LABERINTO
DEL FAUNO

La sociedad suele mirar con suspicacia a los adultos aficionados al género fantástico, atribuyéndoles a priori una variada gama de perturbaciones: desde tratar de esquivar las responsabilidades de la vida hasta sufrir algún tipo de trastorno psicológico que los mantiene anclados en la preadolescencia. En su famosa disertación Sobre los cuentos de hadas (1939) J.R.R. Tolkien sostuvo que los críticos que desaprobaban la literatura fantástica por considerarla escapista estaban confundiendo el deseo natural de libertad del prisionero con la cobardía del desertor. En la obra del mítico autor inglés la fantasía muestra repliegues y honduras pocas veces alcanzados: es el escenario donde se concreta la lucha entre el Bien y el Mal, donde los héroes y las heroínas que nos representan hacen siempre lo correcto, y donde la vida, a pesar de los obstáculos, se vive tal como merece ser vivida.

El Laberinto del Fauno, la última película del realizador mexicano Guillermo del Toro, reivindica la fantasía como expresión de inconformismo, como método de resistencia y como salvaguardia de los más altos valores morales.

La historia se desarrolla en una zona rural del norte de España en 1944, cinco años después de la Guerra Civil. Todavía hay republicanos refugiados en el monte esperando una ayuda de los Aliados que no va a llegar nunca. El Capitán Vidal (Sergi López), destacado en ese recóndito lugar para eliminar a la guerrilla, recibe a su esposa Carmen (Ariadna Gil), que lleva un embarazo muy complicado y se encuentra próxima a dar a luz, y a su hijastra Ofelia (Ivana Baquero), renuente al nuevo matrimonio de la madre. Ofelia apenas tiene edad para comprender lo que pasa a su alrededor. Se apega a Mercedes (Maribel Verdú), el ama de llaves de la casa, pero pronto descubre que ella y el médico del pueblo (Álex Angulo) colaboran en secreto con los republicanos. Lo único que estimula el interés de la niña en tan penosa situación es un viejo laberinto de piedra próximo al molino en el que el Capitán ha establecido su base de operaciones. Allí se encuentra con un Fauno (Doug Jones), que le anuncia que ella es la reencarnación de la Princesa perdida de un país subterráneo y que su padre el Rey la está esperando desde hace siglos. Para demostrar que la vida entre los humanos no la corrompió y volver al reino mágico, Ofelia tiene que superar las tres pruebas descriptas en un enorme libro cuyas páginas sólo se revelan a sus ojos.

La ciencia-ficción puede obviar la figura del villano pero en la fantasía es imprescindible. El Capitán Vidal no aparece nunca en la aventura de Ofelia pero la intuición de la amenaza que representa la empuja a internarse cada vez más en el mundo exótico y no siempre gratificante del Fauno, en busca del obligatorio final feliz de las fábulas.

La película sorprende por la destreza con la que lleva su condición de narración doble hasta el desenlace: la realidad es una historia de terror y la fantasía de Ofelia, un cuento de hadas, pero ambas se presentan ante el espectador con el mismo grado de autenticidad, configurando un tercer nivel de significación. El laberinto del Fauno tiene puntos en común con otro cuento de hadas oscuro: La noche del Cazador, la única película dirigida por el actor británico Charles Laughton (1955). En los dos films la fantasía se origina en la angustia de los pequeños protagonistas y no en sus deseos de aventura. Estos sentimientos se relacionan con la imagen paterna, un sustituto del padre biológico (equivalente a la clásica madrastra de los cuentos) al que los niños repudian: el artero Predicador Harry Powell (Robert Mitchum) en La noche del Cazador y el abiertamente sanguinario Capitán Vidal en El Laberinto del Fauno.

Simbólicamente la figura del padre está asociada con la Ley, con un mandato que emana desde un lugar de poder y que exige sometimiento. Lejos de ser un personaje totalmente plano, Vidal también está atado a una retorcida imposición paterna sobre la que ha edificado toda su existencia. Las criaturas de del Toro viven prisioneras de sus peculiaridades.

La película mantiene la visión polarizada de los cuentos de hadas sobre el Bien y el Mal. El único personaje ambiguo es el Fauno, núcleo de toda la fantasía, que revela su verdadera naturaleza en las últimas escenas. El carácter sádico y la completa vacuidad emocional del Capitán Vidal quedan establecidos rápida e inequívocamente por medio de escenas brutales y perturbadoras. Se trata de un villano que tiene que aterrorizar a un público adulto, un público que, muy lejos de la inocencia, sabe que personajes como éste han pertenecido y pertenecen al mundo real.

                       

Silvia, quien publicó el mes pasado un artículo sobre Lem y Tarkovski y en el número 161 otro sobre el clásico 'El planeta desconocido', comienza aquí con una nueva sección.
Nacida en 1964, ella vive en el Gran Buenos Aires, es casada, lee CF desde los 11 y escribe críticas de cine en forma amateur desde el 2004.

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