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Zapatos de más de 5.000 años son mejores que los modernos
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Forrados de heno y sostenidos por una maraña de cuerdas rústicas, los zapatos de cuero se ven abultados, irritantes y al parecer incómodos. Pero si le
servían a Oetzi, el hombre de hace 5.300 años hallado en un glaciar alpino en 1991, deberían bastar para el pie moderno, insiste Petr Hlavacek, un checo
experto en calzado que ha creado réplicas, las ha probado y las considera mucho mejores que los zapatos más modernos.
(El Tribuno Digital) "Estos zapatos son muy cómodos. Son perfectamente capaces de proteger los pies del terreno áspero, el calor y el frío extremos",
afirmó, a la vez que mostraba las réplicas en su oficina de la Universidad Tomas Bata en esta ciudad del este.
Pese a sus suelas delgadas de cuero, los zapatos tienen buen agarre y una soberbia amortiguación, y no producen ampollas, dijo Hlavacek. Es como ir descalzo,
"sólo que mejor", afirmó. "En los zapatos de Oetzi uno siente algo así como libertad, flexibilidad".
Los científicos ya han aprendido bastante sobre el cazador al que apodaron Oetzi: su última cena incluyó venado, murió atravesado por una flecha y
probablemente pasó toda su vida dentro de un radio de 80 kilómetros de donde murió.
Y cuando se trata de recrear sus zapatos, hay algo simbólico sobre el desafío encarado por la universidad cuyo nombre se ha hecho famoso por el imperio
mundial de calzado de su fundador Tomas Bata.
Después de estudiar los zapatos originales en el museo de Mainz, Alemania, donde se conservan, Hlavacek se propuso duplicarlos en colaboración con sus
colegas.
Vaclav Gresak, un disertante universitario y talabartero que se describe como "las manos" y Hlavacek "el cerebro", describió el desafío en una entrevista en su
taller universitario.
Primero estaba la cuerda para la red que mantenía el heno en su sitio: tenían que descubrir con qué estaba hecha. Después de algún tiempo, Gresak encontró a
un anciano que recordaba cómo fabricarla con hilachas delgadas del interior de la corteza.
Después tuvieron que conseguir el cuero adecuado. Los exámenes habían determinado que provenía de tres animales distintos. El cuero de becerros y venados
no planteaba problemas porque había muchos. Pero hallar la piel de oso para la suela no era fácil. Finalmente Gresak consiguió una piel andrajosa de un oso
que había matado en Canadá un cazador checo.
Luego el equipo tuvo que encontrar un método para teñirlo que pudiese haber sido accesible a Oetzi. Gresak probó con grasas vegetales sin éxito. Las grasas
del tuétano tampoco resultaron.
Después de leer una antigua receta de teñido de los indígenas estadounidenses, hirvió picadillo de hígado de cerdo y le agregó cerebro crudo de cerdo. Luego
untó la masa grasosa en la piel y la dejó tres días para que fuera absorbida.
"Olía muy mal y había una cantidad de moscas", recordó Gresak. Pero dio resultado.
Después sobrevino una de las tareas más arduas: medir los pies de Oetzi. Luego de dos años de pujas burocráticas, Hlavacek recibió autorización para 20
minutos de lo que describe como "trabajo muy duro".
Un modelo en yeso del pie pequeño y fino de Oetzi del tamaño de un niño moderno de 12 años reposa en un estante en su oficina.
El desafío siguiente consistió en hallar el heno adecuado para el forro. Hlavacek hizo que algunos niños y niñas exploradores llenasen sus zapatos con grama y
los probasen.
"Los chicos protestaron", dijo Hlavacek. La grama les producía picazón y era abrasiva.
Finalmente los investigadores hallaron una grama de hoja larga, suave y resistente. Era
perfecta para los zapatos de Oetzi. Hlavacek y su equipo fabricaron tres pares de réplicas, además de varios pares más grandes para los investigadores. Corría
el 2001 y era el momento de la prueba de fuego: una caminata de dos días en terreno alpino cerca de la frontera ítalo-austríaca donde Oetzi había sido hallado.
Las condiciones no eran ideales: había nieve y las temperaturas eran heladas. Pero Vaclav Patek, un montañista checo que participó en la prueba, dijo en una
entrevista telefónica que los zapatos "fueron una sorpresa agradable".
Patek, propietario de una firma que fabrica zapatos de montaña para terreno extremo, ha escalado todas las montañas más altas de Europa. "Me atrevo a
afirmar que podría escalarlas todas con los zapatos de Oezi", afirmó.
Como Hlavacek encara el calzado con criterio científico, puso a prueba a las réplicas para determinar su resistencia a la presión, temperatura y otros factores.
Los zapatos de Oetzi superaron al calzado moderno en casi todas las categorías, además de su resistencia a la humedad. Introducir los pies en el agua con los
zapatos de Oetzi hace sentir los pies empapados, aunque la incomodidad se pasa pronto.
"Se enfrían rápidamente, pero después de uno o dos pasos, el aire entre el zapato y el pie se calienta", explicó. "Uno siente algo húmedo, pero cálido".
Hoy día, Hlavacek sigue extrayendo conclusiones de su experimento. Experto en calzado para diabéticos, investiga qué materiales podrían distribuir la presión
de manera tan soberbia como el heno en los zapatos de Oetzi.
Odia el calzado de plástico, dice que la mayoría de los zapatos no tienen la forma más adecuada, y está seguro de que los historiadores del futuro considerarán
los tacos altos como evidencia de la estupidez de la era moderna. Pero no usa los zapatos de Oetzi ni espera que se popularicen. Son difíciles de calzar y hay
que reemplazar el heno regularmente.
Y luego está el problema que ningún tecnólogo del calzado puede solucionar. "Haga la prueba de ir a la estación del tren con estos zapatos", dijo Hlavacek "El
principal problema está relacionado con la moda".
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