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23/Dic/05



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"El trasplante de cara nos permitió salir de un callejón terapéutico"

En su cama del hospital Edouard-Herriot, de Lyon (Francia), Isabelle Dinoire sueña imaginando cómo será su vida con una nueva cara, después de haber recibido el 28 del mes pasado el primer trasplante facial de la historia.

(La Nación) - "Es el mejor regalo de Navidad que recibiré en toda mi vida", le dijo el otro día al profesor Bernard Devauchelle, verdadero artífice de lo que se considera una hazaña científica, que duró 15 horas y movilizó a 45 personas.

Especialista en cirugía maxilofacial del Centro Hospitalario Universitario de Amiens, Devauchelle se encargó de la reconstrucción estética. Otra parte esencial de la intervención estuvo a cargo del doctor Jean-Michel Dubernard, un eminente profesor que tiene la particularidad de dividir su tiempo entre la inmunología, su especialidad, y la Asamblea Nacional, donde ocupa una banca de diputado por el partido neogaullista UMP.

Devauchelle no oculta ante La Nación su satisfacción por la rápida evolución de la paciente: "Está en excelente estado. En el hospital hace deportes, anda en bicicleta, pasea. Todo es muy positivo. Desaparecieron el edema posoperatorio y los hematomas, y esto hace aún más bello el aspecto estético de la intervención", explicó ayer, durante una entrevista. Esa evolución resulta para la ciencia casi milagrosa. Es que cuando ambos expertos decidieron realizar este trasplante sin precedente, la cara de Isabelle Dinoire había sido devorada por su perro y estaba tan desfigurada que la paciente debía usar una máscara para no asustar a sus vecinos y a sus dos hijas. Ahora, tres semanas después de ese triple trasplante (de labios, nariz y mentón), esa mujer de 38 años "está feliz con sus nuevos rasgos, consigue esbozar una tímida sonrisa, se pinta los labios y cambió de peinado para su nueva vida —aseguró Devauchelle—. Si todo sigue así, podrá irse a su casa dentro de dos o tres semanas".

Según el especialista, la insensibilidad facial durará todavía un tiempo hasta que se reconstruyan las terminaciones nerviosas. "Como Isabelle conservó la mitad de su propia cara, no será el trasplante el que prevalecerá en el resultado final, sino su propia expresividad: la conferida por los ojos y por la estructura ósea propia", indicó.

Por el momento, lo más inquietante es el riesgo de rechazo. "La paciente está sometida a un control biológico y clínico —señaló—. Extraemos regularmente muestras de mucosa y de tejidos que analizamos en el plano histológico. Hasta el momento, no ha manifestado ningún signo de rechazo."

—¿A partir de qué momento el rechazo es casi imposible?

—El rechazo es siempre posible. Esperamos poder reducir en forma gradual las dosis de medicamento inmunológico dentro de dos o tres años, gracias a un procedimiento llamado "microquimerismo".

—¿Así se llama la "implantación" de células de médula ósea de la donante que le practicaron?

—Así es. Cada trasplante se acompaña de un tratamiento inmunodepresor. Dubernard, que efectuó varios trasplantes de mano, no comprendía por qué esos injertos eran tan poco rechazados. Todo parece indicar que la presencia de estructuras óseas crea ese fenómeno de microquimerismo: produce una especie de reacción inmunológica en el sujeto receptor que le permite soportar el injerto.

—¿Cómo es ese tratamiento?

—En varias etapas: dos "implantes" de células óseas al quinto y al duodécimo día, seguidas de un tratamiento clásico de fondo y un control médico durante el resto de la vida.

—La paciente también recibió un segundo trasplante.

—Sí, bajo un seno. Se trata de un fragmento de piel que servirá de centinela. Numerosas muestras de piel nos permitirán saber si hay rechazo.

Controles de por vida

Pese a todo, será necesario mantener los controles durante toda la vida para evitar los riesgos de efectos secundarios: "La gente sometida a un trasplante corre un riesgo mucho mayor de desarrollar un cáncer de piel o un linfoma. Es un riesgo que la paciente conoce —aseguró—. La intervención fue posible porque la evolución de las técnicas lo permitía. También nos ayudó a salir de un callejón terapéutico que, en apariencia, estaba bloqueado. Siempre existieron pacientes deformados: están aquellos creados por los cirujanos cuando quitan tumores, están las deformaciones congénitas y las que resultan de traumatismos balísticos. La medicina sabe rehacer una nariz, una oreja, pero es mucho más difícil reconstruir un párpado y casi imposible hacer una boca completa", explicó.

El profesor Devauchelle les resta importancia a las críticas de quienes sostienen que no vale la pena someter a un paciente al riesgo de rechazo cuando no se trata de una cuestión de vida o de muerte. "En el caso de Isabelle -argumentó-, las consecuencias de la no reconstrucción de la cara empeoraban cada día. ¿Puede un médico negarse a probar la solución que considera más adecuada y con la cual el paciente está totalmente de acuerdo?"

Reconoce, en cambio, que son más inciertos los efectos psicológicos que puede tener el cambio de fisonomía: "Este tipo de intervención nos dará probablemente más respuestas. En el plano técnico, sólo hemos trasplantado tejidos blandos. La identidad de una cara se construye con tejidos blandos sobre un esqueleto, que le da los rasgos y el movimiento a ese rostro. En consecuencia, hay más posibilidades de que veamos al final un mayor parecido con la receptora que con la donante. Esta experiencia me hace pensar en los primeros trasplantes de corazón, cuando la gente se interrogaba sobre el valor simbólico del corazón. También hay que pensar que el paso del siglo XX al XXI también marca la transición de la cara como identificación a la identidad mediante un mapa genético. Gracias a ese cambio en la psicología de la gente pudimos encontrar una donante".

-A usted y al profesor Dubernard los invitan de todo el mundo para que presenten sus trabajos. ¿Tienen pensado ir a la Argentina?

-Es verdad que nos invitan de todas partes, pero nuestros pacientes están primero: es muy difícil desplazarse en esas condiciones. Sin embargo, la Argentina, que no conozco, y Brasil son dos países fascinantes. Ya hemos recibido una invitación de nuestros colegas brasileños. No dudamos de que la Argentina lo hará en poco tiempo más. En ese caso, iremos con todo gusto.

—¿Hay más proyectos de este tipo para un futuro próximo?

—El profesor Dubernard y yo no nos conocíamos. Nos acabamos de descubrir. No sólo trabajamos del mismo modo, sino que nos hemos hecho amigos. Es seguro que no nos detendremos aquí. Dentro de poco presentaremos a las autoridades médicas un nuevo proyecto que concierne a varios enfermos.

Aportado por Alejandro Alonso

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