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La colonización de Europa también vino desde Asia, y no sólo desde África
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Las poblaciones humanas euroasiáticas durante los últimos dos millones de años no estuvieron al albur de las oleadas migratorias que salían de África. Tuvieron una evolución propia,
tanto los que fueron hacia el este como los que llegaron a la península Ibérica y la prueba está en lo que queda de sus dentaduras.
Esta es la conclusión a la que han llegado María Martinón-Torres y sus colegas, que publican esta semana en la revista Proceedings of National Academy of Science (PNAS) un
exahustivo análisis de más de 5.000 fósiles dentales de homínidos del Pleistoceno Inferior y medio encontrados en tres continentes.
"Hasta ahora se pensaba que la evolución humana en Euroasia se debía a sucesivas migraciones humanas desde África, pero de este trabajo se desprende que pudo haber una
primera migración hace 1,8 millones de años, a la que corresponden los restos encontrados en Dmanisi (Georgia) y que luego estos homínidos siguieron su propia evolución en
Eurasia, hacia Europa dando lugar al Homo antecessor, al Homo heildebergensis y al neandertal, y hacia Asia, el Homo erectus", explicaba ayer a EL MUNDO la paleontóloga
precisamente desde Dmanisi, donde está participando en las excavaciones.
Rasgos diferentes
Para llegar a esta conclusión, Mantinón-Torres se ha recorrido un gran número de países durante los últimos cinco años y ha observado de cerca los fósiles dentarios originales o
réplicas de la mayor calidad posible, de todo el Pleistoceno, desde los Australopithecus hasta el Homo sapiens.
La investigadora comprobó que todas las poblaciones de homínidos de Eurasia tenían características comunes que eran muy diferentes a las de las africanas. En concreto, observó
que en las primeras, ya fueran H. erectus (de Asia)o H. antecessor (la especie encontrada en Atapuerca), la dentición anterior, es decir los incisivos y caninos, era
morfológicamente muy robusta, con un gran tamaño y forma de pala triangular. Sin embargo, los premolares y molares tenían un tamaño más reducido y su morfología se simplicaba,
hasta desaparecer las cúspides de los dientes. Por contra, en los fósiles africanos (Australopithecus, Homo ergaster u Homo habilis) las características eran las contrarias: una
dentición anterior sin esos robustecimientos y una posterior más compleja.
Martinón-Torres explica que las dentaduras "son un claro marcador genético" porque, salvo en grandes bloques (carnívoros o hervívoros) no cambian por la dieta. "Eso hace pensar
que, durante las migraciones humanas, en lo que hoy es Oriente Próximo hubo un epicentro de homínidos a partir del cual evolucionaron al margen de lo que ocurría en África,
incluso pudo haber euroasiáticos que fueran hacia el continente africano. No tuvieron porqué ir en una sola dirección, sobre todo si no había barreras geográficas o climáticas", añade.
Expansión bidirecciona
Por otro lado, recuerda que en Pleistoceno Medio el desierto se convirtió en un problema para el intercambio de fauna entre África del Este y el levante, un escenario que impedía las
migraciones y favoreció una evolución independiente en ambas áreas.
"Incluso el diente de hace 1,2 millones de años que hemos encontrado este verano en Atapuerca en la Sima del Elefante indica que hubo una evolución en esta zona de Europa.
Puede ser de un antepasado del H. antecessor. También se sabe que los neandertales evolucionaron en nuestro continente del Homo heildebergensis, pero ¿vino éste de una oleada
africana? No, procede de una especie que estaba en ese cruce de caminos que es Oriente Próximo", insiste Martinón-Torres, consciente de que su trabajo va a levantar polémica en
el mundillo de la Paleontología.
En contra de la corriente general que relaciona toda la evolución con África, su teoría refuerza la entidad de Europa como continente de especiación. "Con la excepción del Homo
sapiens, del que los datos genéticos indican que se dispersó desde África, la historia de las poblaciones humanas en Eurasia no pueden ser el resultado de unas pocas oleadas de
reemplazamiento desde ese continente del sur, sino que se trata de un puzzle mucho más complejo de dispersiones y contactos entre poblaciones de dentro y de fuera", concluye el
artículo de PNAS.
Fuente: El Mundo . Aportado por Gustavo Courault
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