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Pensar en pequeño para crear a lo grande
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El mundo se vuelca hacia la revolución nanotecnológica
La ciencia trata de imitar a la naturaleza partiendo del átomo para introducir nuevos materiales que cambiarán la vida
cotidiana.
En 1961, el presidente de EE.UU. John Fitzgerald Kennedy marcó la conquista del espacio como una nueva frontera
para su país. Casi 40 años más tarde, otro presidente, Bill Clinton, situaba esa frontera en otro espacio inmenso aunque
mucho más pequeño. "Imagínense reducir toda la información de la Biblioteca del Congreso en un artefacto del tamaño
de un terrón de azúcar", dijo Clinton. Nacía así la Iniciativa Nacional de Nanotecnología en Estados Unidos, un plan
copiado pronto por el resto de los países competidores, que pretendía estimular la ciencia y la economía a través de esta
prometedora ciencia basada en la manipulación de la materia a escala atómica.
El futuro de lo que comemos, compramos, observamos, padecemos e investigamos pasa por la nanotecnología. Dos
motores mueven esta ciencia. El primero es el económico: más pequeño significa más barato. El segundo motor
es puramente científico y, como siempre, plantea otras inquietudes más filosóficas: la posibilidad de imitar a la
naturaleza, es decir, colocar los átomos donde queremos a través de la química. "Todas las creaciones humanas han
partido siempre desde lo grande hacia lo pequeño, desde arriba hacia abajo, mientras que la naturaleza resuelve sus
problemas desde abajo hacia arriba. La nanotecnología permite invertir ese proceso y hacerlo tal como en la naturaleza",
explica Héctor Guerrero, del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
El desafío está en esa inversión de los procesos de fabricación. La tecnología mecánicas que permite la operación a
escala del nanómetro (1 milímetro es igual a 1 millón de nanómetros) es el microscopio de efecto túnel y el microscopio
de fuerza atómica. Ambos permiten manipular moléculas individuales para formar nanoestructuras sobre las que se
cimienta la construcción de nuevos materiales y otras nanoestructuras. "Es una nueva revolución, como pudo serlo la
revolución industrial, la microelectrónica o la genética y la genómica", explica Guerrero.
El comienzo de esa revolución tiene fecha y lugar: 1959, Instituto Tecnológico de California. El científico neoyorquino
Richard Phillips Feynman, muy dado a las frases ingeniosas -se le atribuye ésa de "la Física es como el sexo: con
seguridad tiene una utilidad práctica, pero no es por eso que la hacemos"- da una conferencia titulada Hay sitio de
sobra en el fondo. Feynman teoriza sobre la nanotecnología antes de que se inventara la palabra (¡tampoco
entonces existía la palabra chip!). Para ello recurre a una pregunta que ha pasado a la historia como el principio de esta
nueva visión tecnológica: ¿Es posible escribir los 24 tomos de la edición de 1959 de la Enciclopedia Británica en la
cabeza de un alfiler? "Sí", se respondía Feynman, "toda la Enciclopedia cabe en esa cabeza si aumentamos su área
25.000 veces. O sea, que sólo tenemos que reducir el tamaño de la Enciclopedia 25.000 veces para poder meterla en la
cabeza de un alfiler de un milímetro".
Los retos de la nanotecnología para los próximos años no caben ya en ese milímetro. Los más realistas y cercanos se
centran en las tecnologías de la información y las comunicaciones, concretamente en la fabricación de dispositivos de
almacenamiento masivo que lleven los terabytes a los discos duros domésticos. En un horizonte más lejano, los
logros pasan por las nanomáquinas, capaces de realizar tareas mecánicas -como abrir compuertas o hacer girar ejes-
que por ahora sólo pueden hacerse con dispositivos mucho mayores. El siguiente paso lógico sería la construcción de
nano-robots, máquinas capaces de replicarse a sí mismas y de hacer reparaciones en otras máquinas o en el cuerpo
humano sin dirección desde el exterior.
Ése es el futuro, pero en la conquista de lo pequeño ya se han puesto muchas picas que poco a poco empiezan ocupar
la calle: fibras textiles que no se manchan, vidrios que regulan la entrada de la luz, envases aislantes, cristales de los que
resbala la lluvia, pantallas flexibles, revestimientos anti-pintadas o anti-graffiti, nuevos trajes espaciales, protectores
solares más extremos, lentes anti-reflejantes, raquetas de fibra de carbono, coches más ligeros, ropa autolimpiable,
tejados y ventanas que repelen el agua...
Todo eso en tres décadas de investigación, aunque haya sido en esta última cuando se han producido más avances. La
otra frontera en la que la nanotecnología intenta abrirse camino es mucho más difusa: la Mecánica Cuántica. Cuánto más
se desarrolla, más se conoce sobre esta rama de la Física que explica el comportamiento de la materia a escala atómica.
Allí, en ese nanomundo, las leyes de la Física de la Tierra saltan por los aires. Resulta imposible fijar al mismo
tiempo la posición y el momento de una partícula, y los conceptos que rigen son la incertidumbre y la indeterminación. A
esa escala, las propiedades como elasticidad, radiactividad o calor se comportan de distinta manera a la que percibe el
ojo humano. Básicamente, el mundo atómico no se comporta como cabría de esperar; allí no funciona el sentido común.
"En realidad", explica Héctor Guerrero, "la nanotecnología no es más que una masiva puesta en escena de la Mecánica
Cuántica, a la que se le unen los principios de la Química y la Biología. Con esta tecnología no hemos hecho más que
empezar a explotar a gran escala el mundo cuántico, y de ahí resultan los sorprendentes descubrimientos que se dan día
a día".
Llegados a este punto, toca hablar de dinero. La imagen del terrón de azúcar expuesta por Clinton y la necesidad de
competir hizo que la comunidad internacional empezara a convertir los nanopresupuestos que destinaba a los científicos
en grandes sumas.
Más de 6.400 millones de euros se dirigieron a la investigación nanotecnológica en 2005 y las inversiones aumentan
exponencialmente cada año que pasa, según los datos de la compañía de servicios de investigación y consultoría
RNCOS. Su estudio El mercado mundial de la nanotecnología en 2006 colocaba a Estados Unidos como el
mayor inversor global en esta ciencia. Su mercado en 2005 acaparaba el 27% del mercado mundial, seguido muy de
cerca por el japonés, con más del 24% de participación.
Europa occidental también tiene un cuarto de la cuota de mercado, con una mayor inversión de los alemanes, británicos
y franceses. El resto de la cuota es para los chinos, coreanos, canadienses y australianos. España ha tardado años en
subirse al carro del que estaban tirando los demás países de su entorno, pero ha empezado a agarrarse a él en 2007,
lanzada por el interés de las empresas.
La estimación de la inversión en nanotecnología que se hace en España es una verdadera incógnita debido a la existencia
de múltiples agencias financieras y la ausencia de una entidad que centralice los datos. "Si atendemos a la inversión
atribuida a los años 2004, 2005 y 2006 dentro del anterior Plan Nacional de I+D+i se puede hablar de 16 millones de
euros en subvenciones y otros 18 millones en préstamos a empresas", explica Pedro Serena, investigador del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas y colaborador del Ministerio de Educación y Ciencia dentro del Área de
Nanotecnología. "Pero a esto hay que añadirle partidas millonarias dentro del Plan Ingenio 2010, los fondos de las
comunidades autónomas y de la Unión Europea", prosigue.
Falta una inversión más, la de las propias empresas. Tampoco está cuantificada, aunque hay algunos ejemplos de que las
compañías están apostando por la nanotecnología. Como no sólo de ladrillos vive el hombre, la empresa constructora
"Acciona" ha aumentado en un 38% su presupuesto en innovación con nuevas tecnologías (de 23 millones de euros en
2006 a 32 millones en 2007), según cuenta Ignacio Pérez, uno de los responsables de I+D+i en la empresa. "Es un
cambio de mentalidad necesario que tenía que partir de nosotros. El negocio no puede ser sólo poner ladrillos, así que
hemos planificado un plan estratégico para 2015 donde la nanotecnología ocupa un papel importante en el desarrollo de
nuevos materiales para la construcción o para la fabricación de molinos de viento más resistentes a las condiciones del
mar", comenta.
Pese a todo, el número de compañías españolas especializadas en nanotecnología no llegaba a la decena en 2005, según
datos del Instituto IMDEA-Nanociencia, el único que existe por ahora en España y en el que colaboran la Comunidad
de Madrid y el Ministerio de Educación y Ciencia. La cifra coloca al país en la decimoquinta posición de una lista de 16
países, sólo por delante de Chipre. "Aún nos falta mucho. Por eso tenemos que intentar dinamizar un sector del que
estamos convencidos que todo el mundo hablará en los próximos años", comenta Martín Hernández Palacios, director
de la "Escuela de Negocios Aliter", que ofrece el primer Master en nanotecnología en España.
Nadie duda que eso será así. Aunque quizá también se hable de los miedos y polémicas que traiga esta tecnología bajo
el brazo. La Asociación de Consumidores de la UE (BEUC) ha manifestado hace poco sus reticencias al uso de la
nanotecnología en los alimentos y ha pedido a la Comisión una regulación. Hablan de la posible toxicidad de las
nanosustancias que se agreguen a los alimentos para cambiar sus propiedades o para tratar de conservarlos mejor.
Por ahora, los legisladores han rechazado la idea con el argumento de que es demasiado pronto para poner trabas a una
investigación que aún no ha establecido cuáles son los riesgos. Quizá ésos no estén en el campo de la alimentación, sino
en el de las armas. ¿Será posible crear armas atómicas minúsculas? ¿Nano-robots que sepan replicarse? ¿Cámaras de
vigilancia del tamaño de una molécula capaces de almacenar todos los movimientos de una persona? La eficacia de este
nuevo arsenal podría ser comparada con la de las armas bacteriológicas.
Más allá de eso, y visto lo que se ha montado con otras investigaciones como la de las células madre, si el ser humano
puede imitar a la naturaleza, si llega a controlar el lenguaje de los átomos, ¿cuántos problemas surgirán desde la filosofía,
la ética o la teología? La respuesta a esas preguntas traerá nuevas leyes y, probablemente, una ristra de abogados
especializados en el tema. Mientras tanto, el desembarco de científicos en la nanotecnología es cada día más patente. Al
año se publican 15.000 artículos especializados sobre nanotecnología. Como para meterlos en la cabeza de un alfiler.
Fuente: Álvaro de Cózar para El
Pais.com. Aportado por Graciela Lorenzo Tillard
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