Hola, queridos súbditos: Después de varios números encarcelado por los perversos secuaces de Poe, por fin pude escaparme. Resulta que luego de mis declaraciones en "Aves Raras", un gato negro saltó desde detrás de una pared, atacándome por la espalda, y un perverso cuervo, también negro, comenzó a picotearme los ojos. Acto seguido apareció otro ser que aparentaba ser mi gemelo maligno y me ató, metiéndome rápidamente en una especie de cisterna que se iba llenando con lentitud. Por suerte para mí, y por desgracia para ellos, sus románticos métodos son muy ineficaces para la carnicería brutal de estas épocas oscuras. Por tal razón pude contactar mentalmente con diferentes demonios que gobiernan las dimensiones más profundas del tiempo y ordenarles que armaran un ejército. Esto duró un tiempo. Pero el barril no se llenaba más (¿han visto método más ineficaz?). Así que mis vástagos acecharon en el gótico castillo destrozando a cuanto ser se acercaba. Nada pudo contra ellos. Y la batalla fue algo parecido a Atila el Huno peleando con un chico de cinco años para sacarle su dulce. Pero los vástagos de Poe se los buscaron. Meterse conmigo. ¿Acaso no sabían quién es el Amo? Bueno, pero esto les servirá para que el próximo rival lo piense dos veces. Ya que ni la mente más perversa puede contra una batallón conformados por bestias de tres metros, casi invulnerables y con dientes capaces de cortar el adamantium como si fuera algodón. Por eso estoy acá , mis queridos lacayos. Y prometo seguir infectando sus mentes mortales con adoraciones hacia esos monstruos leales que, en los momentos necesarios, dan una mano. Martín Brunás |
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Axxón número 110 - Enero de 2002