Página Axxón Axxón 129

Entrevista a
Dänik Eraparauntaar
Por Andrés D.

Antes de empezar, quiero dejar constancia de mi disconformidad. Cuando me uní al grupo de trabajo a cuyo cargo corre la sección que el lector tiene entre sus manos (sí, hay cada loco que agarra el monitor y hasta se lo lleva a leer a la cama) me aseguraron que me iba a encargar de temas de análisis literario y divulgación científica. Ya soñaba yo con redactar sesudos análisis sobre la importancia del predicativo no obligatorio en la prosa de Pepe Muleiro, o sobre los usos pacíficos de los asientos de bolitas para taxistas. ¡Iluso de mí! En lugar de eso, se me confina unilateralmente al denigrante puesto de “notero comodín”, el más bajo escalafón de la jerarquía periodística. ¿Y me quejo? ¿Alguien puede decir que me estoy quejando, eh?
      
Pues bien, teniendo ya suficiente de despotrique infructuoso y autoconmiserativo, pasaré al tema que da nombre a este artículo. Empezó cuando tuvimos que dejar la mesa de entrada libre de cartas de truco, equipo de mate y bizcochitos de grasa, pues habíamos recibido un sobre. Tras el impacto inicial que supuso el que alguien nos hubiera mandado algo, uno de nosotros propuso: “Che, ¿y si lo abrimos?”. Tomando todas las precauciones del caso (guantes, agua, tanque de acero, etc.), comprobamos que en su interior no había otra cosa que una tarjeta de cartulina. Nada de qué preocuparse... hasta que la leímos.

Embista (sic) de que publicaciones como Ack Zone (sic) y otras, basadas todas en el modelo del conspirador Hugo Guernica (sic), se dedican desde hace décadas atrás (sic) a engañar, desinformar y embaucar al público presente, haciendo pasar los más importantes afers (sic) de lo paranormal por meros cuentos y novelas de cienciafixión (sic), sin que nadie esepto (sic) yo mismo haya tenido nunca la audacia y el coraje de desenmascarar esta estafeta (sic), considérense ustedes formalmente no imbitados (sic) a la conferencia sobre Los locos locos orígenes del hombre, que se llevará a cabo el día 7 del corriente en Corrientes al 700 (¿casualidad o causalidad?), en el Aula Magma (sic) de la Facultad de Humanidades y Alienigenidades (sicsic) de la Universidad Nacional de Rosario.
No deje usted de faltar

Dr. Dänik Eraparauntaar, Hd.P.
Investigador heterodoxo, desfacedor de entuertos conspirativos y latin lover.

Sí, yo tuve la misma sensación que ustedes: sería más fácil de leer si no tuviera tantos sic intercalados. (Mirando la tarjeta más de cerca vi que había sido impresa en Simonelli i Caramagnuolo (sic)). Pero más allá de consideraciones semejantes, haber recibido esta no-invitación sólo podía significar una cosa: que después de arduas tramitaciones, Axxón había conseguido por fin la homologación de F.A.R.S.A.S. (Fairly Amazing Records of Self-Appointed Scientists). Ahora cualquier reportaje que nos concediera un afiliado a F.A.R.S.A.S. le sumaría puntos para el ranking de la institución, lo cual explicaba el interés del profesor Eraparauntaar en que cubriéramos el evento. (Sí, me di cuenta de que la tarjeta decía que no quería que lo cubriéramos, pero es que hay que conocer las sutilezas de la diplomacia mediática. Si te mandan una invitación, es que no les importa si vas. Si quieren que vayas, te mandan una nota diciéndote que no vayas. Si no quieren que vayas no te mandan nada, pero vas igual. Si te mandan flores o bombones es que quieren que vayas, y en ese caso lo mejor es no ir. Si te mandan un auto, es un signo ambiguo: puede querer decir que quieren que vayas como que no, dependiendo de si es una limusina con chofer que te espera con la puerta abierta, un sedán sin marcas reconocibles que está siempre estacionado a metros de tu casa, o una coupé negra en una callecita mal iluminada que se te aproxima a ciento veinte con luces altas.)
      Por supuesto que haber obtenido la homologación fue motivo inmediato de copiosos brindis; pero pronto la algarabía, al menos por mi parte, se diluyó tanto como el Talacasto con que nos mojábamos los labios mutuamente. (Nuestra especialista en todo lo que sea alternativo, de la que pronto tendrán noticia, asegura que cuanta más soda se le echa al vino, tanto más embriagador es su efecto. Solamente a ella se le pueden ocurrir esas cosas.) Otis, nuestro amadísimo jefe de sección, haciendo gala de la misma convincente retórica con que me ha persuadido de escribir la anterior aposición, se paró frente a mí, me miró a los ojos y me dijo con voz serena pero firme, mientras atenazaba mi cuello: “Tú eres el que tiene experiencia en estas cosas”. (Bueno, no fueron ésas sus palabras exactas, pero la oración me estaba quedando ya muy larga.) En realidad, toda mi supuesta experiencia se reducía a haber leído en mi adolescencia un libro de Eraparauntaar y otro de Karl Blitzkrieg (recuerdo especialmente este último, que trataba de las misteriosas desapariciones de camiones cargados de televisores, videocaseteras y equipos de audio en el triángulo geográfico con sus vértices en las localidades de Puerto Iguazú, Foz do Iguaçu y Ciudad del Este), pero lo mejor era no decirlo y obedecer sin chistar.
      Me acredité para la conferencia con el nombre supuesto de Andreas Katsulas (la estricta etiqueta del misteriodismo exige hacerse pasar por otra persona y actuar como si el entrevistado no lo supiera). En las siguientes tres horas y media, el doctor Eraparauntaar acumuló méritos como para ascender por lo menos cuatro puestos en el ranking de F.A.R.S.A.S., a saber: siete comparaciones de sí mismo con Galileo y tres con Einstein, cuatro impugnaciones de la relatividad general fundadas en cuentos de Hans Christian Andersen, cinco citas de pediatras televisivos para avalar sus propias teorías, veintitrés menciones de la palabra “oficial”, quince de “reaccionario”, ocho de “judeocristiano” y tres de “autodenominado”. Promediando la disertación quedó en off side al confundir a Stephen Hawking con Stephen King; pero aquí demostró la calidad e inteligencia de su juego sacando de la manga que Carrie y La zona muerta están basadas en hechos reales.
      Aparte de esto, no aconteció nada digno de mención hasta que finalizó la conferencia y tuve ocasión de conversar con él en el bufet de la facultad. El presidente del centro de estudiantes nos habilitó una Hyneken para matizar la charla y me dejó saludos para nuestro bienamado líder Otis, pues ambos fueron compañeros de estudios y de lucha a comienzos de los ’70. (En ese mismo bufet se opusieron al opresivo menú de sólo dos platos, reclamando la libertad de vientres.)
      —Doctor Eraparauntaar, hace poco usted estuvo en Pompeya estudiando las tradiciones tangueras de los antiguos romanos. ¿A qué conclusión llegó?
      —A la misma de siempre: ¡Vivimos engañados! ¡Todo el mundo está equivocado menos yo!
      —¿Cómo es eso?
      —Hasta ahora, la historia oficial ganó varios oscars haciéndonos creer que las ciudades de Pompeya y Montserrat fueron destruidas por el diluvio universal. ¡Pero eso no es lo que yo vi! En una ciudad que estuvo inundada hay mugre y olor a podrido... Tuve acceso a expedientes recientemente desclasificados del Colegio de Martilleros de Salerno, donde se habla de estudios que revelaron que las mamposterías estuvieron sujetas a altas temperaturas. No puede haber sido un incendio, porque usted sabe que el fuego necesita oxígeno, y en aquella época las algas verdecitas-azulejas todavía no habían echado bastante a la atmósfera. Investigando más, encontré en la biblioteca del Nápoli la crónica de un sobreviviente, Tito de Pompeya (en latín, Titus Pompeii), donde se habla de “mucho calor y grandes explosiones”. Claramente está describiendo armas nucleares.
      —¡Epa!
      —Sí señor, como lo oye: armas nucleares, siglos antes de que Andrés Oppenheimer y Enrico Caruso descubrieran la ficción del átomo de apolonio. ¿Y de dónde podían haber salido esas armas sino de la guerra entre atenienses y atlantes, que aún hoy se revive ritualmente con cada partido entre Atenas de Córdoba y Deportivo Atlanta? La conclusión es muy clara: las armas nucleares derritieron los casquetes polares, lo que causó la suba global del nivel de las aguas que dio origen a la leyenda del diluvio, amén de sumergir la Atlántida e inundar Pompeya.
      —¿Qué? Disculpe, me perdí.
      —¡Por supuesto que se perdió! ¡Toda su vida estuvo expuesto a mentiras e insensateces! ¡Ha vivido con una mordaza en los ojos! Pero la evidencia está ahí para el que sepa verla. Usted seguramente conoce el relato judeocristiano del Arca de la Alianza, el barco ése que sobrevivió al diluvio pero chocó con un pedazo de hielo y se hundió en el Atlántico. ¡La simbología es clarísima! El hielo representa al que se derritió dando lugar a la inundación, y el barco hundido representa al continente sumergido. ¡Si hasta los nombre son transparentes! ¿Dónde se hundió? ¡En el Atlántico! ¿Qué clase de barco era? ¡Un trans-atlántico? ¿Coincidencia? ¡Imposible!
      
—Disculpe, pero me sigue llamando la atención que hayan tenido armas nucleares. ¿Cómo enriquecían los minerales?
      
—¿Cómo va a ser? ¡Por alquimia! A ver, fíjese: esta leyenda nos llega por medio de las famosas Críticas de Timoteo. ¿Quién las escribió? Platoon, que siempre aparece asociado a Oliver Stone, claramente una deformación fonética de Philosopher’s Stone, piedra filosofal. ¿Y cómo Platoon no iba a conocer la piedra filosofal, si era un filósofo? ¡Y esto no es todo! Todos oímos hablar del alquimista de Coelho, pero esto es una mala traducción del latín coelum, cielo: era un “alquimista del cielo”, o sea un extraterrestre que transmitió sus conocimientos avanzados a los humanos. ¡Está clarísimo!
      
La entrevista se interrumpió en este punto, pues un nutrido (bien nutrido) grupo de estudiantes efectuó un copamiento de la facultad fuera de programa, llenando las paredes de afiches de Georges Corraface en Escape de Los Angeles y destruyendo cualquier cosa que se pareciera a una Philishave. Tampoco por esto me quejo.


Página Axxón Axxón 129