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El Gaucho de los Anillos

La comunidá del anillo
Capítulo 13

En llegar no demoraron
a la salida e’ la cueva;
pero andar a la lú nueva
no jue cosa de alegría,
porque uno e’ la compañía
no pudo pasar la prueba.

“Lo que pasó con el Gandalf
da tristeza de verdá.
Pero no se acaba acá
la ruta”, dijo el baquiano,
“porque ahura este crestiano
va a guiar la comunidá.”

“Hay que dir a Lolorién,
que ahí la gente es macanuda:
pa’ no tenerla peluda
en nuestro camino negro,
nos va a venir bien la ayuda
de los suegros de mi suegro.”

Decía el Merry: “Siguro
que con locro nos invitan,
o con empanada e’ humita,
de vernos ansí delgaos.”
Vieron el Monte Dorao
cayendo la tardecita.

“¡Pavada e’ monte!”, dijeron
los cuatro hobbits a coro.
“Pa’ que digan que es de oro,
pucha que hay güenas razones.
¡Los árboles dan melones!
¡Este pago es un tesoro!”

“¡Tenga a mano!”, gritó un elfo
dende arriba de un lapacho.
“Acá con el populacho
no nos hacemos los güenos.
No dentra naides, y menos
estos enanos borrachos.”

“¡Borracho!”, la peló al hacha
muy ofendido el pequeño.
“¡Bajá, fifí, que te enseño
si es de tinto o es de blanco!”
“¡Ya basta!”, se metió el Trancos.
“Queremos ver a los dueños.”

“Andá a avisarles que vino
el Aragorn, que se acuerden,
con Legolas Hojaverde,
don Boromir, los medianos
y el amigo Guimlidiano,
que ladra pero no muerde.”

Y los llevaron a ver
a esos elfos de gran fama:
tomando mate en las ramas
de un barrigudo higuerón
estaban don Celebrón
y ’ña Galadriel, la dama.

“¡Ansina que al fin llegó
la dichosa compañía!
Ya los chasques que venían
de la estancia e’ nuestro yerno
nos dijeron que estos días
iban a pasar a vernos.”

“¿Diánde está Gandalf el Gris?
¿No venían todos juntos?”
“Ése es un fulero asunto”,
les respondió el montaraz.
“Por salvarnos quedó atrás
y acabó siendo dijunto.”

Les contaron cómo el mago
cayó en lo projundo e’ Moria.
“Ésa es una triste historia”,
dijo al final la señora.
“El Monte de Oro lo llora
y lo lleva en la memoria.”

“Ahura nomás quedan ocho
pa’ cumplir con la misión”,
habló después el patrón.
“Pero con nuestra sabencia
les vamo’ a dar la asistencia
pa’ destruncarlo al Saurón.”

“Este supo ser lugar”,
se puso a contar don Cele,
“de girasoles y mieles,
una tierra de leyenda.
Que ahura la sombra se estienda,
¡caracho!, sí que nos duele.”

“A este alversario indino
que es más malo que la peste,
nos cueste lo que nos cueste
lo tenemos que destruir,
ansí nos podemos dir
ya de una vez pa’l oeste.”

“Pero es güeno ricordar
que en esta ocasión tan grave,
pa’ que de una vez se acabe
no alcanza con dar consejos;
que el elfo por elfo sabe,
pero más sabe por viejo.”

“Que no me entere que naides”,
les dijo ’ña Galadriel,
“en este viaje sin yel
se mande alguna embarrada,
y cada cual siga fiel
a la palabra empeñada.”

Se puso derecho el Trancos
y le retrucó: “¡Valiente!
¡Las manos por esta gente
en el fuego pongo yo!”
“Cuidao”, Boromir pensó.
“Puede ser que esté caliente.”

No se convenció la doña
y medio frunció la jeta;
nunca falta un güey corneta,
podía retobarse alguno,
y los miró uno por uno
pa’ ver si hallaba un sotreta.

“Ta’ güeno”, dijo por fin.
“Parecen güenas personas.”
Y mandó echar una lonas
pa’ que después del asao
se sacaran lo cansao
o se durmieran la mona
.

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