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El Gaucho de los Anillos

 

La comunidá del anillo
Capítulo 17

Endemientras lo esperaban
a que viniera el Bolsón,
alrededor del fogón
mateaba la compañía;
en las caras se les vía
tuita la priocupación.

En medio e’ la discusión
que tenía la tropa criolla
sobre el destino e’ la joya,
bajó el Boromir del cerro
trayendo una cara e’ perro
que acaba e’ tumbar la olla.

Pasó e’ largo y jue a sentarse
sin haber dicho ni mu
a la sombra de un ombú,
y dentró a chiflar bajito
queriendo hacerse el pollito
enfrente e’ la multitú.

“¿Pasó algo?”, preguntó el Trancos
mirandoló medio fiero.
El otro, camandulero,
como alvirtiendo a la gente,
contestó muy inocente:
“¿A mí me hablaba, aparcero?”

“Casi na’, lo vi al petiso
y lo quise hacer que vea
que no iba a ser güena idea
rumbiar pa’ lo del malvao;
que es un pago endemoniao
y está lleno e’ cosas feas.”

“Todo eso yo le dije
y lo invité muy cordial
pa’ dir a la capital.
No me doy cuenta por qué
se hizo invisible y se jue,
como tomandoló a mal.”

Saltó el Trancos de una forma
que ni mordiendo un ají.
“¡Y ansina nos lo decí’!
Andá a saber qué macana
se mandó este tarambana
que asustó al pobre gurí.”

“Ya endijpué vamo’ a charlar
qué le hiciste a la criatura.
Portate con derechura
y ayudanos a buscarlo,
que tenemos que encontrarlo
antes que haga una locura.”

Ninguno puso en la busca
más ganas que los gurises,
que diban muy infelices
llamandoló por ahí,
mientras Sam, lo que se dice,
andaba hecho un ay de mí.

“¡A saber por diánde se anda!”,
se desesperaba el pión.
“Conociendo a mi patrón,
hasta puede ser capaz
de dirse él solo nomás
a los pagos del Saurón.”

“Calmate un poco”, se dijo,
“vos ya no estás pa’ estos trotes.
A ver, usalo al marote:
si el río quiere cruzar,
¡se va a tener que llegar
ande dejamos los botes!”

Le metió pata y llegó
cuando una barca en las olas
se soltaba de la piola
y se diba en la corriente;
y se remaba ella sola
buscando la orilla e’ enfrente.

“¡No se me vaya, don Frodo!
¡Yo me quiero ir con usté!
¡No me deje, llevemé,
que si no, no sé si aguanto!”
Y pensó el Frodo: “¡Dios santo!
¡Me encuentra aunque no me ve!”

“¿Qué querés, atarantao?
¡Siempre me estás jorobando!
¿No sabés que no me mando
con estas cosas la parte?
¿Y que no puedo llevarte
ni que sea de contrabando?”

“¡No me diga eso, patrón!
¿Por qué me trata tan mal?
¡Yo lo viá seguir igual!”
Y viendo esa tozudez,
dijo el Frodo: “¿Que no ves
pa’ diánde voy, animal?”

Pero el Sam, muy decidido,
le chantó: “¡Me importa un cuerno!
Aunque vaya al mesmo infierno
me va a tener a su lao”.
Y el Frodo quedó encantao
con el discurso tan tierno.

“¡Ta’ güeno, te llevo!”, dijo
cayendosé a carcajadas.
“Dejate e’ mariconadas
y ya de una vez subite”,
y el otro acetó el convite
con la sonrisa colgada.

“¡Espere un cacho!”, le habló
al patrón muy animao,
y se preparó un atao
ande puso lo que pudo
de lo que les habían dao
pa’l viaje los orejudos.

“Listo el pollo, patrón”, dijo
golviendo con el paquete.
“Llevar esto no es al cuete,
que ande tenemos que dir
siguro nos va a servir
para salvar el rosquete.”

Y ansí, con el Sam y el Frodo
que lo cruzan al Anduín
y con rumbo al Orodruín
se pierden en el polvillo,
La comunidá ’el anillo
acá ya llega a su fin.

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“La comunidá del anillo”

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