El Gaucho de los Anillos

La yunta e’ torres
Capítulo 16

Llegado que hubo la tropa
a Isengar de Cuernavilla,
hallaron hechas astillas
las máquinas y las casas;
y había una humedá machaza
que llegaba a la rodilla.

Ahí oyeron una voz
(“¡Qué me cuentan, caballeros!
¿Precisan un canoero?”)
que casi caerse los hizo:
“¡Mirá vos! ¡Son los petisos!
¡Ansina que están enteros!”

“¡Y nosotros priocupaos!”,
se rió el Trancos. “¿Qué dicen?
¿Cómo llegaron, gurises?”
Señalaron los muchachos
ande había un palo borracho
mojandosé las raíces.

Lo saludó el mago al árbol:
“¡Don Barba! ¿Cómo anda usté?”
“Pues acá donde me ve”,
dijo comiendosé un higo,
“estamos con los amigos
haciendo tuito puré”.

“¡Viera usté cómo es el ent
cuando bastante se entona!
No quedó nada en la zona
que no echáramos a pique.
Dispués rompimos los diques
y nos dormimos la mona.”

“Vio la ocasión el chiquito
y, aprovechando travieso
que estaba el sotreta preso
en su torre por el agua,
se puso con la piragua
pa’ ganarse algunos pesos.”

“¡Ta güeno!”, contestó el mago
y le agarró la giñebra.
“Vamo’ a buscarle la hebra
a ese barbudo mugriento.
Pero hay que andarse con tiento,
que tiene lengua e’ culebra.”

Se raiba el árbol diciendo:
“¡Y también Lengua e’ Lumbrí!
Anoche llegar lo vi
a ese sotreta lagaña.
Lo agarré de las pestañas
y en la torre lo metí.”

Subieron los macanudos
encima de la barcaza;
por detrás, la tropa rasa
cruzaba a pata el estero,
y al Sarumán le esigieron
que saliera de la casa.

Se hizo esperar, pero el maula
salió al final al balcón,
miró a todo el pelotón
con el agua a las rodillas,
y olvidando las sextillas
recitó en tono dulzón:

“¡Caballeros de la Marca,
a mis pies habéis venido!
Pero ¿quién os ha traído
en tan brava travesía?
¿Es cual veo vuestro guía
el viejo Gandalf, por ventura?
¿Es que es tal vuestra locura
que seguís a un vil traidor?
Hombres de armas y de honor,
¡recobrad la compostura!
Dadle a Gandalf una flor
de tremenda pateadura.”

Ahí jue que a la paisanada
le dentró como un calor;
del repentino fervor
se quedaron como tablas.
Dijo alguno: “Qué bien habla”,
y otro más: “¡Viva el dotor!”

“¿Querrás callarte, mal bicho?”,
el Gandalf le retrucó,
y sobre el pucho peló
el nuevo poncho radiante.
“¡Dende ahura en adelante,
el mago blanco soy yo!”

Y ahí nomás reventó un trueno
en medio e’ la inundación.
“¡Por sotreta y por bribón
ya vas a ver lo que te hago!”.
Lo echó del clú de los magos
y en dos le partió el bastón.

Derrotao, el Sarumán
se jue pa’dentro caliente,
y ahí, en un redepente
cayó de lo alto una bola
que salpicó al contingente
y levantó muchas olas.

Dentró a gritar el Pipino:
“¡Qué andan tirando cascotes
ansí nomá’ a lo pavote!”.
Como no era muy projundo
lo sacó con mediomundo
y lo puso encima ’el bote.

Pálido se puso el Gandalf
y pegó el grito: “¡Largá!
¡Dame esta cosa pa’ acá!”,
y en el poncho la guardó.
“Vos solamente remá,
que de esto me encargo yo.”

“A esta cosa el Sarumán
le hai de tener mucha estima.
La haberá tirao el Grima,
que es un sotreta inorante.”
Demientras, el navegante
le había puesto el ojo encima.

Encandilao por la vista
del mítico palantir
se decidió al Mitrandir
sacarseló si podía;
no imaginaba entuavía
que se diba a arrepentir.