LA MUERTE EN ALIC 5

Martín Cagliani

Argentina

Las paredes de metal parecían aprisionar una mesa cubierta de hojas. Detrás del escritorio había un sillón, y sentado en él estaba el comisionado de la estación orbital de Alic 5. Era un hombre rechoncho y de avanzada edad. Frente a él, sobre una silla de aluminio, se podía ver a un hombrecillo, que si no fuese por los cabellos canos podría haber pasado por un niño. Éste era observado por un sujeto alto y delgado que estaba de pie junto al comisionado.

—Sabio manci, permítame hablar con el comisionado a solas por un momento —dijo el que estaba de pie, con voz ronca y hablar pausado. Lo hizo en la lengua del hombrecillo.

El manci bajó de la silla, reclinó su cabeza en dirección al hombre delgado y salió de la habitación. La puerta automática se cerró tras él.

—¿Qué sucede, Tinliani? —preguntó el comisionado, arrugando el rostro—. Pensé que lo iba a interrogar. No tenemos tiempo que perder, esto se podría convertir en un incidente de proporciones inusitadas. No necesito decirle, creo, que esta es una estación orbital de la Compañía Colonizadora, doctor, y que ese manci ha asesinado a un Oficial del Espacio, ¡un hombre de la Entidad! Me va a meter en muchos problemas, mi estación va a ser intervenida, mi gente...

Tinliani levantó su mano y el comisionado hizo silencio. Marcag Tinliani era doctor en exoantropología, investigador del Instituto Exoantropológico Universal, que dependía de la Entidad. Había sido convocado por la Compañía Colonizadora para hacer de intérprete ante una embajada de los manci, los homo que habitaban en Alic 5. La estación orbital estaba allí desde que la Entidad había autorizado el contacto con los manci, luego de años de estudio por parte de los exoantropólogos del IEU. Marcag había llegado una semana después de lo pactado, y el comisionado había decidido organizar el encuentro con el embajador manci de todas formas, sin que el intérprete estuviese presente.

Tinliani pensaba, pero ante el silencio el comisionado retomó su discurso:

—¿Por qué le habló al manci en su propia lengua? Si es un embajador debe conocer muy bien tanto el ceren como el gril.

El ceren era el idioma de la Compañía Colonizadora, y el gril la lengua oficial de la Entidad. Tinliani volvió de sus elucubraciones:

—Porque hay cosas que no pueden ser expresadas más que en el lenguaje natal de uno. Usted habla el ceren y el gril de nacimiento, también yo. Pero no olvidemos que son dos lenguas artificiales, inventadas de la nada. Para alguien que lo aprende de adulto es difícil de usar, y más para los manci.

—¿A qué se refiere?

Tinliani no hizo caso a la pregunta del comisionado. Siguió con su propio hilo de pensamientos, y dijo:

—Hágame el favor de pasar la grabación del testimonio del embajador manci, si es tan amable.

El comisionado lo miró fijo. Marcag Tinliani tenía un rostro delgado, de mejillas hundidas y nariz aguileña. Su tez era pálida, acentuada por un cabello negro puro cortado a cepillo. Las cejas pobladas se le juntaban sobre la nariz, dándole un aspecto de seriedad constante; y sus ojos, de un iris azul profundo, parecían dos huevos duros.

—Tinliani, acabamos de escuchar el testimonio del manci. ¿Para qué...

—Necesitamos verlo desde fuera, comisionado. Para comprenderlo bien. Por favor, pase el video.

El comisionado levantó sus hombros y miró al techo por un segundo. Luego le habló a su adnato:

—Cefer, pasa el video de la reciente entrevista con el manci. —Miró a Tinliani de reojo y luego dirigió su mirada hacia la pared de su derecha que se encendió con la imagen del anciano manci.

—Pase al testimonio en sí, si es tan amable —pidió Tinliani.

El adnato del comisionado adelantó la imagen hasta que el manci comenzaba a contar lo que había sucedido. El comisionado miró a Tinliani y este asintió.

—Inícialo, Cefer.

En la imagen podían ver al manci sentado, ocupando el centro de la pantalla. Los manci eran la única especie homínida de Alic 5, un planeta bullente de vida y especies animales. Esos homínidos habían sido clasificados como Homo manci por los exoantropólogos. No diferían mucho del Homo sapiens, sólo en tamaño, y algunos aspectos fisiológicos. Eran más pequeños, no superaban el metro veinte de altura. Sus miembros eran cortos y sus cabezas grandes. No poseían nariz, ni órgano alguno relacionado con el olfato; tenían un agudo sentido del oído y una visión diferente a la humana.

El embajador manci comenzó a hablar; lo hacía en su propio idioma, dirigiéndose a Tinliani. El adnato del comisionado le había traducido el testimonio a medida que lo iba diciendo en aquel momento, y así lo volvió a hacer ahora.

—Yo descendí tranquilo del transporte. Me hicieron respirar otro aire por un rato y luego me dijeron que los representantes de la Entidad y el de la Compañía Colonizadora me recibirían. No había intérprete. Apenas verlos el asunto me trajo malas imágenes. ¿Por qué no había intérprete? Ambos sujetos estaban separados entre sí, preparando una emboscada, el sujeto vestido de azul me distrajo mientras el de blanco me atacaba, poniendo mi vida en peligro. Por lo que actué según el protocolo en las relaciones entre embajadores: suprimir el foco de peligro, y salvar el mensaje enviado.

Tinliani miró al comisionado. Estaba bufando.

—Puede apagarlo si quiere, comisionado.

La imagen desapareció, y la pared volvió al frío color metálico.

—Ese hombre está loco, ¿que opina de este testimonio? —preguntó el comisionado.

—Antes de opinar, me gustaría ver los otros testimonios que tenemos.

—Oiga, doctor, no perdamos el tiempo, tenemos que tomar una decisión ya mismo, en una hora tengo que entablar contacto con mi superior en Kemel 9, y darle un informe pormenorizado para que él le explique a la Entidad lo sucedido. Podrían llegar a revocarnos el permiso de colonizar Alic 4 por culpa de este alienígena, pero obviamente el peso va a caer todo sobre mí, Tinliani.

—No sería inmerecido —dijo Tinliani, sonriendo—. Deberían haberme esperado para entablar contacto con una cultura alienígena, usted debe saber muy bien que siempre se debe realizar con un exoantropólogo presente. —El comisionado frunció el entrecejo y miró el retrato de su esposa que tenía sobre el escritorio—. Ustedes no tienen los datos que yo tengo en mi memoria sobre la cultura manci, no pueden comprenderlos. Mediante el análisis de los testimonios intento comprender lo sucedido y que usted también lo haga, así que por favor, si tan apurado está, ya deje de ponerme trabas y haga lo que le pido, si es tan amable.

El comisionado miró al científico de reojo. Tinliani comprendía su preocupación. Si algo dañaba su reputación, ya no tendría tiempo de repuntar la carrera, eran pocos los años de viaje-luz que le permitirían, lo dejarían varado en algún trabajo administrativo menor en el planeta más cercano.

—¿Qué quiere ver, Tinliani? —Y le habló a su adnato—. Cefer, escucha lo que dice y obedece.

—Primero me gustaría ver el video que grabó el testigo con su cámara ocular, y también el de la víctima. Luego, Cefer, veremos el testimonio del testigo, por favor.

Tanto el video grabado por el Oficial de la Entidad, como el del Oficial de la CC, mostraban al manci entrar en la sala de recepciones por la manga que la unía con la sala intermedia. Tinliani notó que tenía el rostro comprimido en una mueca que él conocía como de preocupación entre los manci. La mueca se transformó en terror y vio cómo el anciano daba una vuelta carnero y tomaba la mano del Oficial de la Entidad, la quebraba, y luego de un salto se ponía de pie y le daba un golpe en la tráquea con el dorso de la mano. El hombre de la Entidad cayó pesado al suelo con los ojos abiertos. Todo eso había ocurrido en unos pocos segundos. El Oficial de la CC había salido corriendo.

Tinliani pidió que repitieran cada uno. El de la víctima se detenía con el quiebre de la mano, al parecer el hombre había sufrido un shock por el dolor. La grabación del Oficial de la CC terminaba con el muerto cayendo al suelo, ya que luego se había dado vuelta para correr.

—Cefer, si es posible, me gustaría ver el video de la cámara de vigilancia antes del testimonio del testigo, ¿puede ser? —preguntó el exoantropólogo.

El comisionado asintió con la cabeza.

La grabación de seguridad mostraba la escena de costado. Tinliani notó pocas diferencias, más que ver al Oficial de la Entidad extendiendo su mano para saludar y al hombre de la Compañía Colonizadora abriendo sus brazos en señal de saludo. Pudo ver también que al caer muerta la víctima, y el testigo salir corriendo, el manci se había puesto de cuclillas y observaba pacientemente la puerta por donde había huido el sobreviviente.

Tinliani pensó durante unos segundos. Le pidió a su propio adnato que le leyera a gran velocidad algunos informes del IEU sobre los manci.

—¿Y, va a resolver algo, Tinliani? —La voz aguda del comisionado interrumpió los pensamientos de Marcag.

—Me gustaría ver el video donde el testigo da su testimonio, si es posible.

El comisionado levantó sus ojos hacia el techo.

—Pásalo, Cefer —le dijo a su adnato, con desgano.

La pared emitía la imagen de un hombre demacrado, con profundas ojeras. Vestía el mono azul de la CC y el gorro que hacía juego. Comenzó a hablar tartamudeando.

—Apenas se bajó de la nave, el Oficial de la Entidad lo fue a saludar, y ese animal saltó y en el aire se la agarró y la retorció, y así como si nada, le dio una trompada en la garganta, matándolo al instante. Yo intenté detenerlo, pero lo no hice a tiempo, por lo que preferí acudir en busca de los guardias, ese...

—Listo, Cefer, con eso es suficiente, puedes cortar el video, si eres tan amable —dijo Tinliani.

La imagen desapareció de la pared. El comisionado miraba fijo al exoantropólogo, con sus cejas levantadas.

—¿Y bien? ¿Qué opina, doctor? Ya vio todas las pruebas que tenemos. No cabe la menor duda de que ese manci es un loco que vino acá a asesinar al hombre de la Entidad. Yo no quiero ser quien dé la noticia de una guerra de mundos, cosa que no se da desde hace más de trescientos años estándar.

—No se preocupe, no va a ocurrir nada de eso. Yo estuve presente en las declaraciones de guerra de los vailon hacia la Entidad, y eso no va a ocurrir ahora.

El comisionado suspiró. Confiaba en ese exoantropólogo, que era la única salida para que no lo depusieran de su cargo. Pensó en la cantidad de años estándar que tendría si había estado en la guerra contra los vailon. Pero eso no hizo más que dejarlo tranquilo, porque un hombre que había hecho tantos saltos temporales era, sin duda, un hombre que había viajado por muchos mundos a la velocidad casi-luz, señal de prestigio en alguien de su categoría.

—Todo esto se debe nada más ni nada menos que a un simple malentendido cultural —dijo Tinliani—. Y eso debido a que los Oficiales que recibieron al manci lo hicieron sin las instrucciones de un exoantropólogo. Es inconcebible que se reciba a una embajada alienígena sin un intérprete, ustedes no están capacitados para recibirlos, no es lo mismo que recibir a humanos de otro planeta o sistema.

Eso no le gustó al comisionado porque lo dejaba como único culpable; él había decidido recibir al manci por más que Tinliani todavía no había arribado a la estación. Había pensado que se las arreglaría sin los molestos exoatropólogos, y que se llevaría todo el mérito.


Ilustración: Barbara Din

—Oiga, Tinliani, los dos vimos claramente en los videos y en el testimonio del testigo que ese viejo loco atacó al Oficial y lo mató sin que mediase amenaza de ningún tipo. Lo que dice el manci no tiene ni pies ni cabeza, vamos. Ayúdeme en esto y echémosle la culpa a una locura temporal del manci. Tal vez su gente lo acepte, y la Entidad también. Se darán unas disculpas mutuas y asunto concluido.

—Yo no puedo falsear la verdad, comisionado, ya que otros detrás mío estudiarán el caso y verán lo que hice. Como bien sabrá, yo me iré de este lugar hacia mi destino en Cilic 10 y para mí serán unos días nomás, pero en realidad pasarán años. Cuando llegue allá me esperara una destitución. Porque sin duda en los veinte años luz que nos separan de Cilic 10 alguien revisará mis informes. Todo eso, comisionado, sin contar el amor que le tengo a mi ciencia. El manci no es culpable, no es su culpa tener una cultura y una fisiología como la que tiene. Era el deber del encargado de esta estación orbital tener un exoantropólogo que estuviera al tanto de las características de los manci.

El comisionado bajó la vista hacia la mesa cubierta de informes impresos, miró de reojo la foto de su esposa en el portarretratos, sentía vergüenza.

—¿Cuál fue el malentendido, doctor? —preguntó el comisionado, sin levantar la vista, y se limpió el sudor de la frente.

Tinliani tomó un papel en blanco del escritorio, dibujó un gran círculo, y dentro de ese hizo otro de la mitad de tamaño. Señaló con su dedo el centro del círculo más pequeño y dijo:

—El Oficial de la Entidad saludó al manci por el centro. Eso no se hace ya que los manci no lo pueden ver. Y tenía un ayudante al lado para distraerlo —señaló el círculo exterior—, algo que el manci interpretó como una agresión e intento de emboscada, por eso es que...

—Espere, espere, doctor —interrumpió el comisionado—. Que no entiendo nada. A ver si lo sigo, explíqueme mejor, que no soy ningún científico yo.

Tinliani hizo silencio unos segundos mientras armaba su discurso.

—Mire, los manci tienen una visión muy diferente a la nuestra. Y por esa misma razón tienen otra forma de percibir la realidad. No ven las cosas como usted y yo. Si usted me mira a mí, ¿qué es lo que su visión prioriza? —El comisionado iba a responder pero Tinliani continuó enseguida—. Lo que haya en el centro. Nosotros prestamos poca atención a lo que hay en los límites de nuestro campo visual. Ellos hacen justamente lo contrario. No prestan atención, e incluso a veces se les escapa por completo lo que pasa en el centro de su campo visual. Pero tienen una visión totalmente nítida de lo que ocurre en los límites. Como imaginará ellos tienen una cultura establecida con estos parámetros. Todo lo que ocurre en los límites —señaló con su dedo el círculo exterior del dibujo— es lo importante, y lo que pasa en el centro —clavó su dedo en el centro de ambos círculos— pasa totalmente desapercibido.

—A ver... ¿traduciendo? —dijo el Comisionado, levantando ambas manos como orando.

—Traduciendo —repitió Tinliani—. El manci tomó el hecho de que un oficial se acercara a él con el brazo extendido por el campo nulo de su visión, y que otro Oficial levantara los brazos llamando su atención, en el sector notorio de su visión, como una emboscada. Ya que pensó que los dos oficiales estaban al tanto de la forma en que ven los manci, y se aprovechaban de esa debilidad. Resumiendo —se apresuró a decir antes de que el comisionado lo interrumpiera—, él vio todo como si alguien viniera a usted y apareciera por el rabillo de su ojo, o sea por donde usted no lo puede ver, se le acercara con una mano extendida mientras otro frente a usted, al centro de su visión, le hiciera señas con los brazos para distraerlo. ¿Qué pensaría usted? Que le están queriendo hacer algo.

El comisionado comprendió todo con el último ejemplo. Se quedó en silencio. Dejó de pensar en el asunto del manci, y se imaginó en un escritorio llenando informes y recibiendo órdenes de muchachos que podrían ser sus nietos. Pensó en lo que su esposa le diría cuando se enterase.



Martín Cagliani, argentino, nació en el 74. Estudió Antropología e Historia y también Guión de Cine y Televisión. Se dedica a escribir desde hace apenas unos 3 años, aunque siempre tuvo la manía de inventar historias en su cabeza. Es un lector empedernido. Publicó muchos artículos de historia y periodismo científico, algo a lo que se dedica esporádicamente. Ya han aparecido cuentos suyos en antologías y va por más. Dirige Golwen, un e-zine inclinado a lo fantástico.
En Axxón publicamos sus cuentos "Las reglas por algo están" (141), "El archivo Maggi" (143), "Debajo de la cama" (149), "El maniático" (150), "El embajador de Culmar 6" (162), "El pueblo que salió de la nada" (167), "Un hombre que escribe" (169), y "La revolución del Póniatan" (183).


Este cuento se vincula temáticamente con "GUANTES BLANCOS", de Guido Eekhaut (177), "LINAJE", de Bruce McAllister (175) y "LAS RUINAS DE DARTRUM", de Damián Cés (175)


Axxón 184 - abril de 2008
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos: Fantástico: Ciencia ficción: Exobiología: Relación con otras formas de vida: Argentina: Argentino).