AxxónCINE: «Identidad sustituta», Marcelo Dos Santos
Agregado en 13 noviembre 2009 por admin in 202, ArtÃculos, tags: CineIdentidad sustituta (Surrogates)
AxxónCINE |
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Por Silvia Angiola |
Identidad sustituta
Comentario por:
Marcelo Dos Santos
Dirección:
Jonathan Mostow
País:
Estados Unidos
Año: 2009
Duración: 88 minutos
Género
Ciencia-ficción, Thriller
Intérpretes
Bruce Willis, Radha Mitchell, Rosamund Pike, James Cromwell, Devin Ratray
Guión
Michael Ferris y John D. Brancato
Producción
Max Handelman, David Hoberman y Todd Lieberman
Estreno en cine:
22 de octubre de 2009
Se supone que los movimientos libertarios recogen cuadros de entre los opositores a la dictadura. En teorÃa, los luchadores por la libertad no son, precisamente, los causantes de la falta de libertad en primer lugar.
Pero en esta pelÃcula de Jonathan Mostow (Terminator 3, U-571), los papeles se desdibujan y se funden en un todo orgánico… o más bien cyborg.
La gente ya no sale de sus casas. Los seres humanos viven conectados a unas máquinas que les permiten controlar a sus sustitutos (en el original, surrogates), entidades robóticas que se desempeñan por ellos en el mundo real. Nadie tiene hoy existencia independiente si no es a través de su sustituto, ni ama, ni trabaja, ni se divierte, ni siquiera tiene sexo, sin utilizar su sustituto como interfase.
La vida es una verdadera pesadilla, vamos. La extinción parece una opción apetecible, si la observamos desde ese mundo espantoso que nos plantea la historieta de Venditti y Weldele y que Mostow ha transmigrado al cine sin perder un ápice de su opresividad y tiniebla.
El conflicto es inevitable. Como bien sabÃa el Buen Doctor Asimov hace medio siglo, por cada nueve adictos a los robots, siempre se generará un enemigo de los mismos. Es que la vida humana y las sociedades como las conocemos, sólo existen a través de los sustitutos. Las personas se han convertido en apéndices de las máquinas. Es la rebelión mecánica las máquinas contra nosotros tantas veces expuesta por Stephen King, John Carpenter (Christine) y James Cameron (The Terminator).
El movimiento anti-robots ha conseguido que se creen, en todas las ciudades, zonas donde los sustitutos tienen prohibido entrar, para que aquellos que los rechazan puedan vivir allÃ. Subsisten, pues, en extrema pobreza y con carencias, al margen de la opulenta sociedad que los entes mecánicos han creado para sus supuestos «amos». De ahà a la formación de un grupo extremista que intente poner de cabeza a la sociedad y aniquilar a los sustitutos hay sólo un paso, y se da desde el primer minuto de la pelÃcula.
Alguien ha desarrollado un arma capaz de acabar con los sustitutos en un instante. Siempre se ha podido matar a los sustitutos, y el fabricante insiste en que no importa qué le suceda a un robot, el operador (la persona que lo controla) estará a salvo. Sin embargo, la nueva arma en cuestión no sólo destruye al hombre mecánico, sino que también mata a la persona que está detrás.
A partir de este macguffin tan simple y de estas premisas tan claras, Mostow delinea el comienzo de la lucha contra los robots a través de los ojos de dos sustitutos (Bruce Willis y Radha Mitchell) que trabajan en el FBI y deben descubrir al poseedor de esa arma devastadora, averiguando de paso qué motivos lo impulsan. La investigación tomará direcciones inesperadas y conducirá finalmente a un Apocalipsis impensado.
Es posible que estemos ante la mejor actuación de Bruce Willis desde que lo dirigieran manos tan firmes como las de John McTiernan o Walter Hill, y también es posible observar el desarrollo de la técnica actoral negativa en ese milagro de la selección natural llamado Radha Mitchell. Es de imaginarse que cada uno de ellos debe cumplir con dos papeles radicalmente distintos (el de la persona y el de su sustituto) y no es poco desafÃo para actores como estos. Sin embargo, ambos lo logran con esfuerzo y convicción, y podemos sospechar la envidia que la pareja protagónica habrá sentido hacia el resto del elenco, que utiliza como sustitutos a actores diferentes.
La soberbia como es costumbre actuación de James Cromwell (El Hombre Araña 3; Yo, Robot; Vaqueros del Espacio) enriquece la dimensión dramática del film, permitiendo que Willis y Mitchell alcancen un vuelo que no habrÃan tenido de no contar con un soporte tan sólido.
Por motivos que no vienen al caso, Greer (Willis) se ve privado de su sustituto y debe desenvolverse en el mundo como persona verdadera. Peters (Mitchell) sufre la situación opuesta: se convierte en sustituto sin operador. En esta simetrÃa se advierte claramente la intención del realizador: hombre y mujer, sustituto y sustituta, hombre sin sustituto y sustituta sin mujer, no son más que dos mitades de un solo personaje, un personaje dividido en dos por motivos narrativos y dramáticos. Asà las cosas, un atónito Greer deberá asociarse firmemente con la hermosa sustituta y con el otro único personaje humano de la pelÃcula: Bobby (Ratray), que casualmente es el operador de la red de software y comunicaciones que mantiene funcionando a los robots. El final, no por sorpresivo menos eficiente, nos mostrará efectivamente si los humanos son capaces de deshacerse para siempre de sus peligrosas mascotas, para intentar volver a la vida real como última oportunidad.
La dirección de Mostow es firme y llena de ritmo: el director no teme arriesgarse y logra varios clÃmax de tensión, como en los desoladores diálogos de Willis con el sustituto de su esposa (Rosamund Pike). Su dominio de la puesta en escena, además, llena la pantalla de claustrofobia, no importa si la cámara se encuentra encerrada en un placard o en medio de grandes espacios abiertos. El tempo narrativo está muy logrado, y arrastra al espectador a una vorágine donde se ve sorprendido y abrumado todo el tiempo por la cantidad de información desalentadora con que se lo abofetea.
Al final, el anticlÃmax llegará, pero no antes de que el cineasta haya terminado de decir todo lo que se ha propuesto declarar.
Oscura y tremenda alegorÃa sobre nuestra dependencia de la tecnologÃa, Identidad Sustituta constituye, a la vez, una mirada sobre la propia naturaleza humana y un vehÃculo de entretenimiento en verdad soberbio.
Marcelo Dos Santos