«La venganza de los niños», Pablo Dobrinin
Agregado en 13 mayo 2012 por dany in 230, Ficciones, tags: CuentoURUGUAY |
Allende el Cementerio, en un terreno baldío repleto de basura, el Rey de las moscas tiene sus dominios. Se sienta sobre un cráneo, eleva su brillante saxo y toca al alba un blues que siempre es el último. Hay en esa música un dolor tan viejo como el mundo. Los cientos de niños y niñas que juegan entre papeles mugrientos, botellas, restos de comida, fierros, agua podrida y neumáticos viejos, se acercan atraídos por su exquisito arte. Después de tocar, el Rey mira con tristeza a su auditorio de infantes flacos, mal vestidos, con los rostros sucios y los pies azules de frío. Ante las miradas de todos, se para y camina con decisión hasta el barranco que sirve de límite entre el reino de las moscas y la civilización. Allí, sosteniendo el instrumento con una mano, abre los brazos en cruz, y mientras su sobretodo apolillado se agita en el viento, lanza maldiciones a la ciudad de los ricos. Estimulado por los gritos de aprobación que sus palabras provocan, se hace de valor y dicta sentencia: «¡Hemos vuelto a ser estafados, pero ésta es la última vez!» Luego sopla el saxo y salta al vacío, seguido por su ejército esquelético. Encantados por la melodía, vuelan con la vista al frente y las manos como ganchos retorcidos, dejando en el aire tibio una estela de moscas. A medida que avanzan, la frustración que han sentido en este día se transforma en odio. Tras pasar por encima de las murallas, ven abajo las casas limpias y hermosas y los lujosos autos que resplandecen con las primeras luces de la mañana. Pero ahora no descenderán en picada como una plaga de arpías, ni los inquilinos se llenarán de terror al ver que el techo se derrumba por el ataque de los niños salvajes que invaden su propiedad y se roban las bicicletas, las muñecas, las pelotas y los trencitos eléctricos que no tendrán dónde enchufar. No, hoy el objetivo es más grande. Por eso siguen adelante, dejan atrás la ciudad y vuelan hacia regiones que nunca antes habían visitado. La melodía del Rey de las moscas se hace más rápida y el tiempo se acelera. Con un creciente ritmo de vértigo, el día da paso a la noche y las estrellas parecen adquirir una forma alargada hasta que se transforman en líneas blancas sobre el negro firmamento. Sólo la velocidad y la protección de la música impiden que los cuerpos se cubran de escarcha y los dientes castañeteen de frío. Desde las alturas, ven la nieve, el humo que sale de las cabañas de madera, y los animales que esperan en la entrada. Cuando el líder da la señal, se precipitan sobre las viviendas y arremeten contra todo lo que se les cruza en el camino. Con trozos de vidrio degüellan primero a los renos y después a los hombrecitos que intentan impedirles el paso. Finalmente abren una puerta y allí lo encuentran. Tendido sobre una enorme cama, el hombre obeso, de barbas largas y blancas, ignorante de todo peligro, ronca después de una dura jornada. En el momento en que la sangre moja las sábanas, los niños sonríen y se repiten que nunca más volverá a equivocarse.
Este cuento se vincula temáticamente con UN NO TAN TÍPICO CUENTO NAVIDEÑO AMERICANO, de Carlos López Hernando; MACABRO CUENTO DE NAVIDAD, de Diego E. Gualda; EL SEÑOR DE LA BASURA, de Hugo Perrone y la nota San Nicolás, era moreno, con nariz chata y mandíbula pronunciada (Axxón, noticias).
Axxón 230 – Mayo de 2012
Cuento de autor latinoamericano (Cuento : Fantástico : Infancia : Navidad : Papá Noel : Uruguay : Uruguayo).
Para mi gusto, el cuento es demasiado truculento. Gracias igual.
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