«La máquina del tiempo», Marcelo Delisio
Agregado en 2 septiembre 2015 por dany in 265, Ficciones, tags: CuentoARGENTINA |
Éramos pobres por la guerra, pero sobre todo porque perdimos. O por lo menos eso nos habÃa dicho papá, que bebÃa por las noches, escuchaba helicópteros y pasos de retirada por las paredes.
Pero mi padre era bueno con las manos. Y un dÃa nos dijo que habÃa construido una máquina del tiempo y que viajarÃa al pasado para cambiar las cosas, que posiblemente serÃa una batalla larga; que la tÃa Juana nos cuidarÃa.
Si no piso un palito las cosas van a cambiar para nosotros nos repetÃa, y caminaba en puntas de pie. Esto fue antes de irse. Recuerdo que recorrÃamos la casa buscando la máquina del tiempo cuando él estaba dormido. Pero nunca la encontramos.
Se fue justo en abril y volvió en junio. Regresó confundido.
¿Fuiste al pasado a ganar la guerra de Malvinas? le preguntamos un dÃa con mi hermana.
¡Y ganamos! nos respondió. Pero pisé un palito y volvimos a perder la guerra.
Mi hermana Marta, que siempre fue más inteligente que yo, le cuestionó cómo pensaba ganar la guerra solo, con aviones antiguos, soldados asustados y jefes desconcertados. Mi padre se encogió de hombros como un niño y se puso colorado.
Pasó el tiempo. Mi padre se puso triste y nosotros también, pues a pesar de sus esfuerzos, las Malvinas no eran argentinas. Cojeaba de un lado para otro hablando solo (asà volvió de su primer viaje en el tiempo, con una bala en la pierna). Pisé el palito, pisé un palito… decÃa, y Marta se reÃa; pero a partir de ahÃ, yo dejé de buscar la máquina para dedicarme a encontrar aquel palito (después me di cuenta de que se referÃa a un error involuntario en el pasado que habÃa alterado el curso histórico de los hechos).
Nunca le perdoné a Marta haberle contado a mamá de la máquina del tiempo. Y es que ella era como un torbellino. Cuando venÃa a casa (un juez le prohibió que viva con nosotros) todo se ensombrecÃa y parecÃa a punto de explotar. Luego se iba y no la volvÃamos a ver por un tiempo.
Cuando se enteró de la máquina del tiempo se burló de mi padre. En medio de la sala, frente a todos, gritó que existÃan más posibilidades de ganar aquella estúpida guerra en el presente con sus amigos borrachos y lisiados, que viajando al pasado con su estúpida máquina del tiempo. Mamá siguió repitiendo exactamente la misma frase por dos horas mientras se iba vaciando la sala y mi padre comenzaba a tomar.
Pero algo habÃa hecho bien mi papá, pues aunque los creÃa muertos, sus viejos compañeros de armas le comunicaron que las cosas habÃan cambiado. Lo afeitaron y le tramitaron una pensión que cubrÃa sus gastos fijos. En unos meses habÃa vuelto a la vida social. Se vestÃa bien y era mirado con reconocimiento por su valor y coraje. Ya no eran más vÃctimas, sino Héroes de Guerra, aunque hubieran perdido. Lo importante era haber peleado.
Papá comenzó a cobrar un poco más de dinero y nos llevaba a tomar helado más seguido. Una tarde volvimos a casa y encontramos la ventana rota.
¡La máquina del tiempo! gritó asustado. Corrió tan rápido que le perdimos el rastro. Al rato reapareció con el rostro aliviado. La máquina está a salvo dijo. HabÃan intentado robarla.
¿Quién hizo esto papá? le preguntó mi hermana Marta.
Los movilizados respondió, arqueando las cejas. Necesitan la máquina para volver al pasado y pelear la guerra dijo.
No lo entendÃ, y papá volvió a explicarlo (Marta siempre entendÃa antes y se jactaba de ello). Nos contó que para los soldados de Malvinas que no estuvieron en el frente de batalla las cosas no habÃan mejorado mucho. La única manera de cobrar más plata era demostrar haber peleado la guerra. Para eso necesitaban viajar al pasado y solo podÃan hacerlo con la máquina del tiempo. Me pareció, y aún hoy me parece lógico: el que pelea cobra y el que no, no. Además, mi padre debÃa cobrar doble, pues habÃa peleado dos veces, pero él era tan honesto que nunca le interesó demostrar su segunda guerra (mi hermana decÃa que era porque no querÃa reconocer que era el único soldado que habÃa perdido dos veces).
Al otro dÃa, mi padre se encerró en su cuarto y golpeó algo metálico por un lapso de dos horas. Salió envuelto en sudor y dijo:
Adiós, Malvinas.
Pero ese no fue el final de Malvinas, por más que todos lo deseábamos.
Fue un 2 de abril, el dÃa del homenaje a los Veteranos de Guerra. Todos los soldados estaban allà junto a sus familias. Marta y yo nos sentamos de la mano con papá, justo debajo de una bandera que decÃa "40 años en democracia".
Él estaba reluciente. Lo vistieron con su uniforme de guerra, lo adornaron con medallas y lo empujaron a una formación de soldados argentinos.
Las cosas han cambiado dijo un orador envuelto en sonidos de helicópteros. Las cosas han cambiado porque ahora somos más fuertes que antes, y es tiempo de recuperar las Malvinas.
Mi padre sonrió sorprendido y me pareció que también un poco asustado.
¿Cuántos palitos pisaste, papá? alcancé a preguntarle con lágrimas en los ojos, antes de verlo perderse en la marcha militar.
Marcelo De Lisio es Profesor de Historia de la Universidad de Buenos Aires. En la actualidad vive en Apóstoles, Misiones, donde trabaja como docente. Siempre le fascinó la ciencia ficción (aunque no está del todo seguro de apegarse estrictamente al género). ¿Quién habló de robots? y otros cuentos, es su primer libro publicado. "Los escenarios, los personajes, las temáticas y los paisajes del libro", nos cuenta el autor, "son producto de mi vida en un pueblito chico, religioso y rural, en el que pensar la ciencia ficción es tener que pensar en la familia, las costumbres del pueblo y los grandes espacios verdes, antes que en los avances tecnológicos o la posmodernidad".
Este es su primer cuento en Axxón.
Este cuento se vincula temáticamente con HOMBRES Y PIEDRAS, de Alejandro Alonso.
Axxón 265
Cuento de autor latinoamericano (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Viaje temporal, paradojas : Argentina : Argentino).