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INGLATERRA

 

 


Ilustración: Ferrán Clavero

Una iglesia inglesa. Una boda en agosto.

La tía Merkel se sienta en los primeros bancos, mirando fijamente a la feliz pareja. Viste el trajecito que usa en las bodas, una chaqueta de punto con tres botones sobre un vestido haciendo juego. La luz de los vitrales se refleja en sus lentes fondo de botella con puntas como alas.

Dos viudas, Edith y su hermana Moira se sientan susurrando comentarios sobre en el resto de la congregación. Han elegido una posición respetable en medio de las filas de bancos: lo suficientemente cerca como para demostrar que son familiares, pero con la distancia precisa para exhibir que no pretenden acaparar los primeros lugares.

—¿Aquella no es la tía Merkel? —dice Moira—. Oh, sí, sí que lo es.

—Se debe estar poniendo un poco mayor —dice Edith—. Yo era bien chica y ella ya era grande.

—Asiste a todas las bodas de la familia —dice Moira—. Le deben encantar los casamientos.

—No creo: al fin de cuentas es una solterona —dice Edith.

—¿Qué es eso en su cartera? Se parece a una rata —Moira se inclina hacia adelante para observar mejor la extraña criatura que espía asomado en la cartera de la tía Merkel.

—Ese es el señor Tegmark —dice Edith—. El gato sin pelo de la tía Merkel. Siempre fue bastante excéntrica.

—Es una criatura de aspecto extraño —dice Moira. Cuando el gato se dio cuenta de que lo estaba mirando, desapareció en las profundidades de la cartera—. Es un gato al que no le gusta que lo miren —dice Moira con un resoplido.

La dama de honor de la novia camina hacia el frente de la iglesia. Se toma de los lados del atril con forma de águila. Su voz tiembla mientras habla.

—Nervios —dice Edith.

Las palabras de la dama de honor fluyen sobre las hermanas:

«Donde quiera que tú fueres, iré yo; y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada. Así haga el Señor conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa.»

—El Libro de Ruth es tan hermoso —murmura Moira.

Asiente Edith, perdida en el pasado. En su propia boda también habían leído el Libro de Ruth. Qué matrimonio tan feliz. Extrañaba tanto a su Bert… Un destello de luz brillante reflejado en las gafas de la tía Merkel la saca bruscamente de su ensoñación.

—Ella nunca asiste a la fiesta —dice Edith.

—¿Quién?

—La tía Merkel.

—Ah…

—Tampoco me hizo un regalo —susurra Edith, pasando un dedo por el escote de su vestido comprado especialmente para esta boda y que le queda un poco apretado.

Los sonidos del órgano llenan la iglesia con los acordes de «Todas las cosas brillantes y hermosas». Un himno muy bien elegido. La congregación conoce la letra y se une con gusto.

Entonces el primo Mitch se pone de pie para hacer la última lectura. Su nueva pareja mira alrededor. Ve que Edith y Moira la están mirando y les sonríe.

Edith le da un codazo a su hermana.

—Qué descaro el del primo Mitch. Traer a su nueva muñequita a una boda familiar —dice.

Moira asiente levantando una ceja.

—Dice que está tratando de divorciarse.

—¿Divorcio? Yo no apruebo el divorcio —dice Edith.

El primo Mitch se sitúa en el atril y lee en voz alta:

«El amor nunca es jactancioso, ni vanidoso, ni grosero. El amor nunca es egoísta, no es rápido para ofenderse. No hay nada que el amor no pueda enfrentar. El amor todo lo cree, todo lo espera, todo lo disculpa. En una palabra, hay tres cosas que duran para siempre: la fe, la esperanza y el amor. Pero el mayor de todos ellos es el amor».

Las hermanas se han olvidado de la tía Merkel. Los pensamientos se deslizan alrededor tía Merkel; es mejor así.

A la tía Merkel le gustan las bodas. Piensa en todas las otras bodas que se están celebrando este día, con parejas haciéndose los mismos votos de esperanza. Desearía poder asistir a todas las bodas. Pero no puede. El multiverso es muy, muy grande y debido a la inflación caótica siempre está en expansión, como un pan cocinándose para siempre en el horno de la eternidad. A la tía Merkel le gusta la burbuja de este universo que detuvo su expansión hace un tiempo, como si el pan se hubiera quedado estático. Cuando en un espasmo de simetría espontánea se formó esta burbuja, el tiempo lineal quedó encerrado. Uno puede mantener las otras 10^10^10^7 burbujas con sus diversas restricciones físicas. A la tía Merkel le gusta la linealidad; le gusta la ceremonia; le gusta la repetición.

Y también le gusta esta familia que la tiene anclada aquí, cuyas vidas fugaces dan sentido a la eternidad de la tía Merkel.

Es cierto que nunca trae regalos pero trae algo mejor. Está mirando a la feliz pareja y mientras tanto está indagando en los diversos futuros, tratando de desenmarañar el ovillo enredado para encontrar el hilo de un matrimonio feliz.

La pareja hace sus votos.

Es difícil tener un matrimonio feliz, pero en este universo de burbujas hay un montón de mundos para elegir, la felicidad es posible. La tía Merkel busca los dobles de la feliz pareja; a través de los paralelismos y posibilidades; a través de bullicio de volúmenes; descartando los innumerables mundos de tristeza, decepción, divorcio; siempre siguiendo un hilo: hay tres cosas que duran para siempre… y el mayor de todos ellos es el amor.

Cuando los novios terminaron de hacer sus votos y se dieron el beso, la tía Merkel les dio su regalo. Moira estaba en lo cierto: la tía Merkel es una romántica. Y aunque nunca trae un regalo, siempre brinda un futuro a la nueva pareja.

La boda termina y la congregación espera en el atrio mientras la pareja firma el registro.

Edith hurga en su bolso buscando una caja de papel picado.

—¿Dónde está la tía Merkel? —pregunta Moira.

—Se debe haber escapado.

—Edith ¿por qué estás llorando?

Edith enjuga las lágrimas.

—Tuve un matrimonio tan feliz, Moira.

Moira agarra la mano de su hermana con tanta fuerza que sus nudillos se ponen blancos.

—Lo sé, mi amor. Las dos tuvimos matrimonios muy felices. Las dos fuimos bendecidas con ese regalo.

Una iglesia inglesa. Una boda en agosto. El regalo perdurable del amor.

 

 

Título original: Aunty Merkel © Deborah Walker
Traducción: Pablo Martínez Burkett, © 2016

 

 


Este relato fue publicado por primera vez en Nature’s Futures (2010). Deborah Walker creció en la ciudad más inglesa de su país, Ripley, pero pronto se mudó a Londres, donde ahora vive con su pareja, Chris, y sus dos pequeños hijos. Pueden encontrar a Deborah en el Museo Británico deambulando entre el pasado para conseguir inspiración futura o en su blog. Sus relatos han aparecido en Nature’s Futures, Cosmos, Daily of Science Fiction y en Year Best SF 18.

Ha publicado previamente en Axxón sus cuentos SIBYL y VÁLIDA PARA ALGO.


Este cuento se vincula temáticamente con CRONOELIPSIS, de Alejandro Alonso, EL AMOR DE SUS VIDAS, de Ian Watson y Roberto Quaglia, y SOBRE LOS DIVERSOS USOS DEL CEDRO, de Geoffrey W. Cole.


Axxón 272

Cuento de autora europea (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Multiversos : Inglaterra : Inglesa).

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