Ficción Breve (sesenta y seis), varios autores
Agregado el 25 marzo 2012 por dany en 228, Ficciones, tags: Cuentos
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La mayoría de nosotros reconoce dos formas básicas de pensamiento. Una de ellas es la racional, caracterizada por la elaboración de conceptos y los modos lógicos de razonamiento. La otra, la forma no racional, es la fuente de los sueños, del arte, y de muchas otras expresiones de la creatividad humana, como pueden ser las mitologías religiosas y seculares.
El género fantástico, y la ciencia ficción en particular, son poderosos creadores de mitos. En pleno siglo XXI nos cuesta admitir que, como cualquier grupo humano, necesitamos mitos para orientarnos y para explicarnos, aunque sea metafóricamente, aquellas partes de la realidad que no podemos entender o prever. La ciencia ficción no solo trata de las cosas que la ciencia puede explicar. A menudo trata de aquellas cosas que, por no estar presentes en la realidad inmediata, no comprendemos racionalmente, pero podemos llegar a vislumbrar o intuir.
Así que nuestro género también está relacionado con la fe, en el sentido amplio del término. ¿O acaso no hace falta mucha fe para mantener el sentido de lo maravilloso y la suspensión de la incredulidad a través de la condensada poética de un cuento o de los progresivos meandros de una novela de corte fantástico? Le damos crédito, aunque sea brevemente, a paisajes y peripecias que quizás nunca van a existir. Después de todo, creer es lo que nos impulsa a cruzar la barrera entre lo que deseamos y la realidad, y lo que nos mantiene alejados del vacío y de la locura.
Silvia Angiola.
ARGENTINA
Mi ruina se desató cuando decidí crearlo y permití que abriera los ojos. Si papá y mamá vivieran, dirían que todo empezó en realidad cuando fui consciente y capaz de manejar lo que ellos llamaron «el extraño don»: aquel que me concedía la posibilidad de entrometerme en lo que soñaba.
De niño las fantasías fueron mi refugio; y ya adulto, el sitio donde sobre ficticios individuos volcaba los resentimientos.
En un macabro juego, nunca les aclaré que ellos eran meros productos de mi mente. Y así, haciéndolos despertar en múltiples y extraños escenarios, resquebrajaba sus vidas en abismos de amnesia. La idea de locura los sobrecogía.
Yo disfrutaba de sus aflicciones, tanto como otros en el mundo real se regodeaban de lo que bautizaron mi estupidez. Pero me resultó imposible manejar con capricho y por siempre lo que soñaba: existió una ocasión en que las circunstancias me gobernaron. Fue así que cierta vez mi creación despertó en un cuartucho sofocante. De un vistazo sospechó que era un ambiente de burdel barato. Nadie yacía a su lado. Abrió la ventana y descubrió la oscuridad de la calle. La necesidad de un café y de ordenar su cabeza lo llevaron a largarse.
Desconociendo el diagrama de la ciudad en donde se veía obligado a andar, pronto se sorprendió perdido entre largos, anchos y estrechos caminos. El hurgar de los gatos, el tintinear de cadenas y la sincronizada labor de los semáforos acompañaron sus pasos.
Al doblar en una esquina, la distinguió. Parada bajo las luces de un cartel de neón, ella lo observaba con la misma incógnita mirada que él le ofrecía. Jamás la había visto, o por lo menos no conseguíamos recordarla.
Me estremecí.
Antes de que ella pudiera cambiar la expresión, él ya se encontraba a su lado. Luego, la perplejidad se apoderó tanto de él como de mí. El temor de que la mujer sólo fuera producto de la insensatez acalló sus preguntas… y las mías.
Dueña de la frescura que regala la juventud, la cara de la mujer difundía la claridad que a él le hubiera gustado descubrir en su entendimiento. De cerca pudo observar que los ojos combinaban con el negro del anticuado vestido que la envolvía. El pelo, atesorado en un pequeño sombrero del cual pendía un minucioso arreglo de plumas, era de un rubio intenso. El vocabulario y sus arcaicas expresiones lo hicieron reír. También a mí.
Quedaron en verse la noche siguiente. Pero, ¿dónde lo harían? Desconocía, el imbécil, que siempre despertaba en diferentes partes. ¡Me sentía incapaz de manejar por completo este sueño!
Ansioso él en una aleatoria esquina, y yo en mi cama la esperó vestido con un irreconocible traje y con un impensado ramo de margaritas entre las manos. Ella nunca apareció.
Me revolví entre las frazadas.
Resignado a aceptar que la esquizofrenia podría ser una realidad, él tiró las flores y se dejó arrastrar por el destino. Luego de varias vueltas, en un vetusto bar y con un whisky como único compañero, cavilaba sobre cómo sería la vida dopado y tras las rejas. Al llevarse el segundo vaso a la boca, frente al ventanal la vio pasar apresurada. Corrió.
Las mantas se agolpaban sobre el piso.
Al alcanzarla, la besó. Pasada la sorpresa inicial, ella tímidamente apoyó los labios entre los suyos. ¡Aquel calor no podía ser el producto de un cerebro desquiciado! Menos, al tomarla por la cintura y sentir la electricidad del contacto.
Apreté con fuerza la almohada. Tenía frío.
Él decidió contarle todo: olvidos y miedos. Explicarle que, dentro de su trastornada vida, ella le ofrecía seguridad: hallarla, tocarla y sonreírse de los modismos sociales y entonaciones obsoletas que utilizaba, le hacían olvidar ¡vayaparadoja! su orgánica amnesia.
Acordaron que para evitar futuros desencuentros recorrerían las calles buscándose. Ella reía, siempre lo hacía. ¡Dulce y provocativa risa!
Juntos conocieron cada esquina, café y cine de la ciudad. Juntos diagramaron planos para que él dejara de perderse. Juntos celebraron cada parte del rompecabezas que él debía construir al despertar.
¡Puto pasatiempo! Era yo quien debía contarle. Decirle que ella me había cautivado. Que no entendía cómo apareció en mi universo, pero que no admitiría perderla en las manos de un hombre irreal. Que las únicas pieles de mujer que toqué eran pagas y ajadas. Que nunca disfruté de verdaderos besos. ¡Yo debí ser el dueño de aquel calor!
La ansiedad por verla me llevó a dormir más horas, a acostarme más temprano, muy temprano. El café y todas aquellas sustancias que la ciencia o la creencia popular establecen que provocan insomnio fueron suplantadas. Sedantes naturales y luego pastillas químicas ocuparon sus lugares. Así llegó el día en que renuncié al trabajo, dejé de salir y ya no se hizo necesario levantarme. Las sábanas comenzaron a pegárseme a la piel.
Me encontré decidido a interrumpir aquel romance. ¿Quién podría juzgarme? Jugar a ser Dios era tentador. ¿Acaso no le debía a Él este ridículo don?
Esperé el momento propicio, aquel que más le doliera, aquel que guardara para mí toda la significación de una venganza. Y así, justo en el instante en que sus dedos lidiaban excitados por bajarle el cierre del vestido, lo desvanecí.
Gracias a una dosis excesiva de somníferos, las visiones se suceden sin interrupción. He perdido contacto con la realidad, salvo por alguna leve punzada que siento en el brazo y los bruscos movimientos al que soy sometido, tal vez con el afán de limpiarme. Por lo demás, duermo.
Ocupé su lugar, ahora soy yo el protagonista de las ilusiones. La mujer aparece en cada una. Lo busca. Dejó de sonreír. Con desprecio, apenas fija los ojos en mí. En verdad, es como si no me viera, como si se burlara, como si mi miserable realidad se hubiera adueñado de mis sueños. En cada una de las esquinas de la ciudad que construí, lo llama con un cariñoso nombre. Llora… y yo también.
Antonieta Castro Madero es profesora de historia. Desde el año 2006 asiste al taller «Corte y Corrección» dirigido por Marcelo Di Marco. En el año 2010 integró el taller de Jaime Collyers. Su cuento «La llamada» obtuvo el segundo premio en el concurso literario Leopoldo Lugones en el año 2008; «La reunión», sexta mención en el concurso literario Honorarte en el mismo año; «Defiéndenos de nuestros enemigos», primer premio en el concurso literario nacional Ángela Colombo 2009. Fue finalista en el V Concurso Literario Internacional Ángel Gavinet 2011 y en el V Concurso de cuento Cuéntate Algo de Biblioteca Viva 2011, Chile. Su cuento «Armonía familiar» fue publicado en el blog Breves no tan Breves coordinado por Sergio Gaut Vel Hartman, y «Recuerdos en Azul» en la revista Axxón.
Próximamente publicará en Ediciones Andrómeda, junto a Alejandra Vaca y Jorgelina Etze, el libro «Noches de insomnio», una recopilación de cuentos.
ARGENTINA
Primero entrar a la casa, oler su vacío, sentir el miedo que produce la tormenta de afuera, el desgarro de los dioses y tu corazón corriendo contra la Muerte. Temblar. Tocar el arma para sentirnos un poco más seguros, recordar la cerveza de anoche, esa que nos dio la brillante idea de entrar en esta casa, oler su vacío, la tormenta afuera queriendo comerte el alma, la escalera, arriba está lo que buscás, el oro de los Nibelungos. Y sí, la tormenta suena un poco a Wagner, las valquirias esperando tu sangre. Silencio, salvo la melodía de los relámpagos. Entrás al cuarto. Y la ves. El tesoro de los reyes perdidos de Atlántida: ella y su piel de oro, ella y su sonrisa de amanecer escandinavo. Sin embargo, no está sola. Al lado, el dragón. Y vos sos Sigfrido y tu espada es una 22 y la descargás enterita en las escamas y te bañás en la sangre para ser invulnerable. El tesoro despierta y la pesadilla es real y sos vos. Pero qué te importa si nada puede hacerte daño, ni siquiera sus uñas. Tomás el tesoro, ya te bañaste en sangre, ahora te bañás en oro y en sus cabellos de hada pretoriana. Cuando terminás, ya las mejillas están secas y el tesoro mejor esconderlo bajo el río, con la 22, la espada y el dragón. Y después rajar para el pub, al palacio de mármol con los otros héroes, a la cerveza que te da tan buenas ideas…
Esteban Moscarda nació el 4 de octubre de 1983 en la ciudad de Buenos Aires. Se crió en el barrio de Villa Luro. Estudió el secundario en el colegio Mariano Acosta, para luego ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Estudió Letras pero abandonó por Derecho, carrera que actualmente cursa. Es ayudante en una cátedra de Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la UBA. Desde chico le gusta la lectura y escribir, sobre todo poemas y cuentos cortos. Forma parte del colectivo Heliconia, en cuyos blogs se publicaron la mayoría de sus textos. Ha resultado finalista del III Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2011.
«El tesoro» fue publicado originalmente en el blog Breves no tan breves
ARGENTINA
Despertó, se sentía extraña, recordaba el sueño, ese que tanto la había aterrorizado y que ahora… se sentía rara…
Veía arañas por todos lados, pero ahora estaba tranquila. No había gritado «¡Maamii! ¡Maamii!», seguramente ya comprendía la inutilidad de los gritos que tiempo atrás despertaran a su madre que, enojada, le reprochaba la molestia por «un estúpido sueño» y ni siquiera prendía la luz porque eso la desvelaba.
Ahora su madre dormía para siempre y ella no la necesitaba.
La fobia había sido extrema, no podía dar vuelta las páginas de un libro si tenían imágenes de arañas, no podía acercarse o pisarlas si las veía.
Una noche descubrió a una muy grande subiendo por la pared. «Las arañas siempre te ven acercarte y te saltan», decía la nona Teresa. Buscó alcohol, la bañó desde lejos y le prendió fuego, se retorció, tardó en morir, ella tardó en volver a dormir.
Había que enfrentar el miedo, es así como se vencen las fobias… y él la ayudó. En Aguas Calientes, allá por la selva peruana, compraron una tarántula embalsamada dentro de una caja de vidrio. Se fue acercando a la caja, después pudo tocarla, y con el tiempo la llevaba a sus clases de zoología para estudiar con sus alumnos.
El miedo mutó, ya no tenía que revisar debajo de la cama cada noche; ahora el miedo estaba arriba, atrás, adentro, afuera, al lado. Gritaba como cuando era chiquita, pero sus gritos traían más miedo, más furia… Se había ido desatando con el tiempo, ella ya no temía a las arañas, pero no se había puesto a la altura de su hombre, todo lo hacía mal, por eso la atacaba, y todo era gris y negro como en sus sueños…
Un día la vio, era una planta extraña de hojas oscuras, brillantes, como encajes que salían de unos tallos peludos y gordos doblados hacia abajo como queriendo adherirse a la piedra que aparentaba atrapar. «Helecho patas de araña», le dijeron.
Se lo llevó, lo puso en un macetero colgante y todos los días acariciaba los tallos que tiempo atrás le habrían dado terror.
Ocho tallos peludos y suaves abrazaron la maceta y comenzaron a alargarse, no al compás de alguna música como la que suele ponerse a las plantas para estimular su crecimiento, sino bajo el estímulo del dolor, de las agresiones, los insultos que casi a diario se repetían.
Borracho, una madrugada, cayó el victimario bajo el helecho que misteriosa y lentamente bajó sus patas, buscó su aliento y rodeó su garganta a la que se adhirió como a la roca en la que lo habían encontrado, y lo fue silenciando hasta apagar su respiración. Eso se cree.
María José Vettorello nació el 15 de Abril de 1953 y cursó estudios de Magisterio Superior. Entre sus publicaciones cuenta con los siguientes artículos: Planificaciones para 2º, 3º y 4º Grado Revista «Dinámica Educativa», 1980, 1984 y 1985. «Perspectivas sobre la Educación argentina en la actualidad», exposición en la Cátedra «Taller I – Realidad Educativa Argentina. Instrumentación metodológica de estrategias de aprendizaje, 1999. «Alfabetizar hoy», conferencia, Instituto Dante Alighieri, 2007. «Nuestro Mundo», publicación sobre el 60º aniversario Escuela «Gobernador José Manuel Álvarez», 1994. Su cuento «El Andaluz» fue publicado en la antología «Aquellos que Aman II», Editorial «Raíz de Dos», 2011.
ARGENTINA
Creían ser los únicos habitantes del mundo, están viendo que no lo son: otro, alguien a quien aún no han visto, ha cavado un hueco en la ladera de la montaña, en esa parte que falta está la prueba de su presencia y ellos tienen la mirada fija ahí, en lo que estuvo, pero no está.
Pensará que las piedras escondidas dentro de la montaña son distintas, que son algo mejor que piedras, por eso se las llevó suponen ellos, atónitos, porque sus sabios, para fundar riqueza y buscar las respuestas que todos necesitan, centran su interés en el cielo, del que se dicen dueños ya que aman las estrellas.
El hueco parece una boca desdentada, ellos lo ven como una boca gigante groseramente abierta, dispuesta a engullir a cualquiera que se atreva a acercársele. Sienten que es una boca maligna que, por no tener un corazón que le preste vida, toma el impulso del río.
Su reflejo ennegrece las aguas. Mal presagio advierte el más viejo.
La extrañeza del comienzo da paso al espanto y ruegan protección a su dios mayor, un dios que surca el firmamento del que es rey sostenido por la fuerza de un par de alas negras como el cielo nocturno que sostiene sus estrellas, alas formidables por su tamaño sin par. De acuerdo a lo que ellos han afirmado siempre, hasta los niños sin destetar reconocen a este soberano por la borla espumosa de plumas blancas, como joyas de un collar precioso, que luce en el cuello.
Encomendándose al Gran Pájaro, agitan los brazos como si volaran y gritan las palabras sagradas con todas sus fuerzas, ya que el dios debe escucharlas para acudir en su ayuda.
Aún están rezando cuando el otro, atraído quizá por el clamor de sus ruegos, surge del hueco. Usa ropas extrañas, habla una lengua incomprensible, lleva las manos cargadas de plata.
Ellos rezan con más fervor. El otro tiene su fervor puesto en la plata que junta, con la que forma pilas, muchas pilas que levantan una montaña nueva más pequeña que la anterior, más hermosa, completamente estéril.
Lo que este otro pretende es contemplar al mundo desde una cima cuyo brillo lo ilumine se explican entre ellos.
El otro son muchos, la cumbre plateada no puede ser para todos. Pelea contra sí mismo con armas poderosas, se vence muchas veces. En la entrada del hueco y sobre las faldas de metal yacen sus fragmentos derrotados pero el otro siempre sobrevive en los que ganan. El ganador, los ojos inyectados en sangre, las manos bañadas en sangre propia, mira hacia ellos, los descubre.
Ellos son muchos pero el otro se impone:
Esta plata es mía grita, señalándolos con el dedo como si los encontrase culpables de algo. Y esta tierra es de mi rey. Y sus cuerpos y sus almas pertenecen a mi Dios concluye, siempre vociferando. Es un dedo sucio el que los apunta, continuación y fin de un cuerpo que hiede a guerra, y son palabras que llegan a ellos chilladas en un idioma ajeno pero no necesitan traductor para comprender: ese otro, extraño cavador de fosas como tumbas, es el nuevo dueño del cielo.
El otro, el nuevo dueño, sabe ser benévolo, aunque solo con los sumisos. Ser sumiso significa que ellos entiendan rápido las órdenes que él imparte y que actúen en consecuencia. Solo algunos pueden serlo. Pueden cavar huecos para el otro, pueden renunciar a su tierra y a sus mujeres y a sus hijos en favor del otro, pueden adorar al Señor del otro. Tres o cuatro pueden, incluso, morir sin que el otro intervenga.
Siguiendo como ejemplo la actitud tomada por sus sabios después de la conquista, ellos pueden, finalmente, dejar de pensar. Nadie vuelve a pronunciar las palabras que los nombraban, como consecuencia de esto nadie vuelve a recordarlas y se pierden para siempre.
Él es parte de ellos, pero no los recuerda. Uno de los muchos hijos que tuvo el otro le ha impuesto su nombre: Juan Espejo. El pueblo está lleno de Juanes y de Espejos así que para identificarlo sus amigos lo llaman Cholo.
En la ciudad alzaríamos la plata del suelo, Cholito dicen sus amigos. Suponen que toda ciudad es sinónimo de riqueza.
Al nombre del pueblo, «El Pozo», lo ha elegido uno de los muchos nietos que tuvo el otro. Él jamás pregunta pero los nietos del otro son gente informada así que de todos modos responden:
Los estudios arqueológicos indican que donde ahora está el abismo, antes había una montaña rica en plata y un río.
Lo único que a él le interesa saber es cómo dejar de dar vueltas alrededor de ese abismo: él y sus amigos pasan los días girando sobre el borde de una tierra cuyos frutos escasos son siempre amargos. Con ellos solo caminan sus mujeres, sus pocas cabras, sus sombras menudas. Cada paso dado mirando fijamente el suelo bajo sus pies, para evitar la temida atracción que ejerce el hueco sin fin, reinicia la vuelta.
Pero hoy, él, que nunca supo medir riesgos, obedece a un impulso y alza los ojos al cielo:
Cuidado, Cholo, mirá dónde pisás gritan sus amigos.
Él no los escucha. La extraña posición, hombros relajados, cabeza erguida, lo marea. La inmensidad del cielo que mira lo marea. Pero el cielo no está solo, desde la cordillera se acerca volando un pájaro negro, majestuoso, de alas enormes y fuertes, alas para anidar en algún lugar despoblado, lejano y alto. Juan Espejo siente miedo. El pájaro desconocido vuela en círculos sobre su cabeza y él alcanza a observar que el cuello del ave luce un adorno extraño que brilla contra la luz del sol como un collar hecho con láminas de plata. Confusamente recuerda el catecismo que le impartieron en su niñez y ciertas palabras dichas por un bisnieto del otro, uno que se hizo sacerdote, y sus piernas se doblan.
El pájaro de ahí arriba es un demonio. Quiere seducirme ofreciéndome sus joyas balbucea, llorando de rodillas sobre la tierra cuarteada.
También sus amigos quitan la vista del suelo, se miran entre ellos, se miran en él. Perciben que el riesgo es de todos y llaman al sacerdote rogándole ayuda:
¡Padre! ¡Padre! gritan con todas sus fuerzas para que esté donde esté los oiga, para que se apure.
Patricia Nasello ha publicado un libro de microrrelatos: «El manuscrito», en 2001. Ha participado en distintas ediciones de La Feria del Libro de su ciudad. Tiene trabajos publicados en diversos blogs, como así también en revistas digitales. Colaboró y colabora con diversos medios gráficos: Otra Mirada (revista que publica el Sindicato Argentino de Docentes Particulares, Córdoba, Argentina), Aquí vivimos (revista de actualidad, Córdoba, Argentina), La revista (revista que publica la Sociedad Argentina de Escritores, secc. Córdoba, Argentina), La pecera (revista/libro literaria, Mar del Plata, Argentina), Signos Vitales (suplemento cultural, Mar del Plata, Argentina), La Voz del Interior (Periódico matutino, Córdoba, Argentina), Página 12 (Periódico argentino), Tiempo Argentino (periódico argentino), La Jornada (periódico mexicano).
Participa, prologa y presenta «Cuentos para Nietos» antología de cuentos para niños, 2009. Ha ganado diversos premios literarios entre los cuales se nombran: Primer Premio concurso nacional Manuel de Falla categoría ensayo 2004, Alta Gracia, Argentina. Tercer Premio concurso iberoamericano de Cuento y Poesía Franja de Honor Sociedad Argentina de Escritores, 2000, Córdoba, Argentina. Finalista concurso internacional Escuela de Escritores en honor a Gabriel García Márquez, Madrid, 2004. Distinción especial concurso nacional «Diario La Mañana de Córdoba», cuento breve, 2004, Córdoba, Argentina. Segunda mención Concurso minificciones.com.ar, enero 2011. Ganadora por jurado séptima, octava y décima quincena Concurso Minificciones en Cadena, 2011. Ganadora Segunda Edición Concurso Minificciones con Imágenes.
CUBA
Lejanas, muy lejanas en el tiempo habían quedado las explosiones que destruyeran a ejércitos, políticos, supermercados y coches para niños; lejanos los días de ocultarse, de evitar los caminos que solía transitar la muerte vestida de metralla, radiación y hielo. La guerra y la civilización habían llegado a su fin.
El hombre y la mujer entraron en la cueva. En algún lugar remoto de sus cerebros hallaron la fórmula mágica para hacer fuego con piedras y leña seca. Y a la luz de una hoguera se dirigieron la palabra por primera vez.
Tendremos que empezar de cero gruñó él.
Ella se encogió de hombros:
Me imagino e involuntariamente cruzó las piernas.
Pero el hombre no pensaba en eso. No de momento. Había sacado un periódico viejo de un bolsillo y miraba la portada con ojos lacrimosos:
Esta fue mi ciudad, ¿ves? Le indicó a la mujer una fotografía más triste que sus ojos.
¡Qué estúpida eres!, se reprendió ella. Además, no está mal el tipo.
Tú al menos conservaste un recuerdo balbuceó.
El hombre enarcó las cejas:
¿No me estás escuchando? Volvió a posar el muñón que tenía por mano izquierda en la fotografía. ¡Esto no es un recuerdo, es un puñetero cráter! La bomba cayó… aquí lo ponen: el 15 de enero de 2028; de eso hace ya… parpadeó un instante. Luego miró a la mujer y le preguntó con voz trémula: ¿Qué día es hoy?
Ambos se sumieron en frenéticos cálculos mentales.
Sí, de cero se lamentó al cabo el hombre, y arrojó el periódico a la hoguera.
Claudio Guillermo del Castillo Pérez nació el 13 de septiembre de 1976 en la ciudad de Santa Clara, Cuba. Es ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica; tiene un diplomado en Gerencia Empresarial. Actualmente trabaja en el aeropuerto internacional «Abel Santamaría», como jefe de Servicios Aeronáuticos. Es miembro del Taller Literario Espacio Abierto, dedicado a la Ciencia Ficción, la Fantasía y el Terror Fantástico. Fue alumno del curso online de Relato breve, que impartiera el Taller de Escritores de Barcelona, en el período junio/agosto de 2009.
Ganador del I Premio BCN de Relato para Escritores Noveles (España) en 2009. Mención en la categoría Ciencia Ficción del I Concurso de Fantasía y Ciencia Ficción Oscar Hurtado 2009 (Cuba). Tercer Premio del Concurso de Ciencia Ficción 2009 de la revista Juventud Técnica (Cuba). Finalista en la Categoría Fantasía del III Certamen Monstruos de la Razón (España). Premio en la Categoría Fantasía del III Concurso de Fantasía y Ciencia Ficción Oscar Hurtado 2011 (Cuba).
Ha publicado sus cuentos en los e-zines Axxón, miNatura, Cosmocápsula, NGC 3660, Qubit; así como en Breves no tan breves, Químicamente impuro y Juventud Técnica.
ARGENTINA
Cuando el niño regresó de la escuela, vio que había una carta a nombre de Juan Suárez sobre la mesa del comedor. Era su nombre, pero también el de su padre. Supuso que no era para él: papá recibía mucha correspondencia y a él jamás le enviaban nada.
Siguió de largo y entró en la cocina, donde lo esperaba la abuela con la merienda servida. Tomó la chocolatada; comió pan con miel. Unos minutos después, su padre llegó del trabajo y le dijo:
¿Viste la carta que te llegó, Juanito?
¿Es para mí?
Sí. Son los resultados de la prueba que hiciste para las inferiores de Boca.
Después de un mes y medio, casi lo había olvidado. ¡Tenía tanta esperanza de entrar en la novena división! Corrió a buscar el sobre y lo abrió. Las letras frías decían: «Lamentamos informarle que el Club Atlético Boca Juniors ha decidido no incorporarlo a su plantel. Debido a que usted carece de piernas mecánicas de uso corriente, su desempeño no logró alcanzar el nivel competitivo necesario, aunque destacamos su excelente habilidad futbolística. Esperamos que en breve logre subsanar este inconveniente y pueda participar de las pruebas del año próximo».
El niño miró la foto enmarcada de mamá, que le sonreía desde una ciudad de vacaciones, cuando todavía era feliz, cuando todavía estaba viva. Papá había gastado todo lo que tenían en médicos y tratamientos. No había quedado un peso. Ni pensar en comprarse en piernas mecánicas.
Dejó la carta, fue al jardín, agarró la número cinco y la tiró a la basura. Después, se encerró en su cuarto.
Desde el afiche de Boca Campeón 2052, las piernas cromadas de los jugadores resplandecían como estrellas imposibles.
Claudia De Bella nació en Capital Federal en 1958, ha vivido en Río Negro, en la Provincia de Buenos Aires y en Misiones. Es profesora de inglés, cantante de rock, escritora y traductora de inglés, principalmente de obras de ciencia ficción y fantasía. Ha publicado varios cuentos en Argentina, Brasil e Italia, algunos artículos, y más de ciento cincuenta traducciones de cuentos y novelas cortas de autores de habla inglesa.
Obtuvo el premio Más Allá 1993 en las categorías Cuento y como Traductora Aficionada en 1994. También recibió el Premio Axxón por su destacada actividad en el ámbito de la ciencia ficción. En 1997, su pieza teatral de terror «La Puerta Abierta» ganó el Premio a la Mejor Obra Regional de Misiones; al año siguiente, la obra representó a Misiones en el Festival Latinoamericano de Mimo realizado en Buenos Aires. Durante cinco años dirigió tres talleres de escritura de ciencia ficción y fantasía para adolescentes, publicando las obras de los participantes en tres volúmenes de edición artesanal. Colabora regularmente con Axxón en trabajos de traducción y se encuentra escribiendo nuevas obras.
CUBA
Vladislás dudó de todo: de las plantas, las chinches, los portarretratos, los libros de Pirandello que tanto veneraba, su lengua natal, la historia de Babel, los carros de la avenida; incluso dudó del pobre Descartes, que pasó toda su vida demostrando que dudaba. Ahora, Vladislás camina por las calles y se siente un escéptico griego (digo, si es que para él hubo escépticos, o griegos). ¿Sería posible que nada existiera? ¿Y entonces dónde estábamos? ¿Qué había sido su vida, sus cuarenta y siete años? ¿Acaso mero ensueño? La dubitación gorgiana se apoderaba él. Dudó del arte, la saliva, los sentimientos, el cálculo infinitesimal, las estructuras, los problemas metafísicos…
«Ya esto no es cuestión de juego» caviló, y se propuso confirmar la veracidad de su suposición. Comenzó a examinarlo todo. Investigó los movimientos físicos, las actitudes de sus amigos, calculó la contigüidad espacio – tiempo sin esperar como respuesta el hábito de Hume, negó la negación y la duda pura para mantenerse exento de prejuicios que pudiesen interferir en su nueva fuente de conocimientos… De ella sacó como presupuesto que las plantas adquieren colores verdosos no por eso llamado fotosíntesis sino por la aleación química del excremento que sueltan las orugas con el nitriórito de liono; y que la litium incrópulus compone a todas las sustancias corpóreas que existen en el planeta; y que el término mayéutica no era de Sócrates, sino de Platón, que en una revelación recibió que sin ese nombre el método no pasaría a la historia. Comprobó que el hombre era un ser completamente metafísico, pero aún así orgánico, y que la música no era una impresión abstracta sino algo provocado por ciertas ondas sonoras que atacaban directamente al hemisferio derecho del cerebro, lo cual estimulaba la expulsión de algunos gases alucinógenos capaces de hacer sentir desasosiego y asimismo bienestar, ímpetu.
Así fue redefiniendo y demostrándolo todo excepto algo: él. Debía comprobar científicamente su existencia, aunque estuviese más que seguro de ella. Pensó en la característica común entre todas las cosas y concluyó que era el flujo de litium. La autenticidad de ser Vladislás en su nueva realidad era que corriese litium por sus venas.
Bien pues, tomó una aguja y se pinchó y se pinchó el dedo una y mil veces, esperando ver salir un chorro de líquido rojo. Pero por más que apretó y oprimió, solo logró que saliera una pequeña burbuja de aire.
¡Qué pena! comentó luego de ver el desarrollo que alcanzaba su mundo alternativo, comparado con los logros de su triste realidad.
Amanda Rosa Pérez Morales es estudiante de Filosofía en la Universidad de la Habana. Egresada del Taller de Formación Literaria «Onelio Jorge Cardoso». Miembro de la Asociación Hermanos Saíz en la especialidad de literatura. Ganadora del premio UNEAC en el Concurso Internacional de Minicuentos «El Dinosaurio 2008» con la obra «Lo bueno, lo bello y lo verdadero» (publicado en la antología de minicuentos «Gallina y otros minicuentos», editorial Caja China; en la revista «El Cuentero (guionista)» y en el periódico Juventud Rebelde). Premio en el I Concurso Internacional de Microrrelatos «Katharsis 2008» con el cuento «Despertar». Mención en el I Certamen de poesía fantástica «MiNatura 2009» con el poema «Centenario de muñecas». Mención de Honor en el Concurso Internacional de relatos breves «La voz Hispana 2010» con el cuento «Del Lenguaje» (publicado en el libro «La voz Hispana de la editorial «Mar en Proa» ).
Ha participado en eventos teóricos, tales como: Primer taller Científico de Literatura y psicopatología «El hombre, el alma y los espacios intermedios. Homenaje al Bicentenario de Edgar Allan Poe», organizado por el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba junto a diversas instituciones científicas del país. Congreso Internacional dedicado al Centenario del natalicio de José Lezama Lima, organizado también por el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba, siendo ponente con el ensayo «Lo bello en lo Sobrenatural: Anotaciones sobre el problema estético filosófico en Confluencias». Fue invitada también al «X Congreso Internacional Poesía y Poética 2010», en honor al centenario del Natalicio de José Lezama Lima, realizado en la Universidad Autónoma de Puebla, México. Ha publicado además «Agustín» en la antología de minicuentos «Noticia de prensa y otros minicuentos». Es colaboradora de la revista digital española de literatura fantástica «Minatura», de la revista digital mexicana «Aeda», de la revista hispanoamericana radicada en California: «Palabra Abierta», del portal de Literatura de la web: www.cubasi.cu. Ha sido asesora literaria de perfil audiovisual en el documental: «José Lezama Lima: La nación Proveniente», realizado por la productora L’ETNA, de París; además de haber participado en el documental «Trocadero 162 bajos», dedicado a José Lezama Lima, realizado por el cineasta cubano Tomás Piard.
COLOMBIA
Jesús no entendió el guiño de ojo que le hizo el centurión al ponerle el hisopo con hiel en los labios sino horas después de resucitado, cuando viajaba por el Mar Muerto en un bajel de José de Arimatea, con rumbo a la fortaleza de Masada, refugio de sus amigos guerrilleros, los zelotes.
Antonio Mora Vélez es considerado uno de los precursores de la ciencia ficción en su país. Ha publicado los libros de cuentos «Glitza» (Ediciones Alcaraván, Bogotá, 1979) «El juicio de los dioses» (Casa de la Cultura, Montería, 1982), «Lorna es una mujer» (Centro Colombo Americano, Bogotá, 1986) «Lorna is a woman» (Colombian Cultural Center, New Delhi, 1990) y «La Duda de un Ángel» (Ediciones e-books de CECAR, 2000). Ha publicado también los libros de ensayos «Ciencia Ficción: el humanismo de hoy» (CECAR, Sincelejo, 1996) que fue reproducido en México y La estrategia de la solidaridad (CECAR, 2006). Los poemarios «Los caminantes del cielo» (CECAR, Sincelejo, 1999) «El fuego de los dioses» (Ediciones CECAR, Sincelejo, 2001) y Los jinetes del recuerdo. Recientemente la Editorial Pijao le editó la novela Los nuevos iniciados (Bogotá, 2008. Ha sido antologado varias veces. Destacamos la antología internacional «Joyas de la Ciencia Ficción» (La Habana, 1989) y en la cual figura al lado de los mejores narradores del género en el mundo y la antología colombiana «Contemporáneos del porvenir: Primera Antología de la Ciencia Ficción Colombiana» (Bogotá, 2000) y en la cual el antologista René Rebetez le reconoce su condición de precursor de la ciencia ficción colombiana. Ha ganado varios premios de literatura y su nombre figura en «The Encyclopedia of Science Fiction» de John Clute y Peter Nicholls (New York, 1995, página 696). Sus cuentos y poemas han sido traducidos y publicados en revistas impresas y electrónicas y en suplementos literarios, nacionales y del exterior.
MÉXICO
A la ingeniería genética le debemos el segundo advenimiento de diversas criaturas extinguidas o, de plano, que jamás existieron pero que, una vez creadas en los flamantes laboratorios, han cobrado nuevo aliento.
Espíritus científicos más románticos que el de aquellos que se han contentado con traer al mundo solo dinosaurios han creado recientemente toda la larga lista de seres de la zoología fantástica llamada bestiario.
La más reciente adquisición de un millonario chino empresario exportador de paneles solares, es un Ave Fénix. El hombre, versado en mitología, dijo haber puesto a su tan maravilloso como carísimo ejemplar en una jaula de oro, y haberlo exhibido durante breves semanas antes de someterlo a la que llamó «la suerte del Fénix», léase: la combustión de su grácil cuerpo emplumado para testificar cómo resurgía de las cenizas después de haberlo pasado por los fuegos de un lanzallamas.
Algo debe de haber salido mal. El empresario ha demandado a la compañía genética alegando que el Fénix nunca resucitó de sus propias cenizas y que sólo dejó tras de sí una tan maloliente como lastimera pila de materia gris blancuzca.
La compañía genética, por medio de un portavoz, ha declarado recientemente por diversos medios (T.V. holográfica y entornos virtuales de Internet), que «se dedican a cumplir fantasías, no milagros». Ellos no tienen la culpa de que aún no se resuelva la forma de hacer que un ser se reconstituya a sí mismo a partir de la quema total de su biomasa… ya ni se diga de la destrucción completa de su genoma por fuego.
Habrá que ver qué sucede cuando a cierto millonario dueño de Telecomunicaciones Transglobales se le conceda su petición: clonar a determinado Mesías del cual, se alega, resucitó al tercer día tras ser sometido a la muerte por crucifixión…
MÉXICO
(Inspiradas por Mr. Jerome K. Jerome desde el vaporoso siglo XIX)
Inicie trasladándose al siglo XIX en cualquiera de las versiones de la Máquina del Tiempo de H. G. Wells.
Localice al pobre tío Podger de Mr. J. en algún lugar de Londres (en la novela no dice dónde vivía el tío). Muéstrele el cuadro recién enmarcado y dígale que es un obsequio desde el terminal siglo XXI.
Cuando el tío anuncie: Deje de mi cuenta el colgar ese cuadro, no tema si observa que las caras de los demás miembros de la familia se tuercen en una mueca de horror (después de todo, usted se lo buscó). Ayude al tío a quitarse la chaqueta y arrójela por ahí (esto es muy importante, como se verá después).
Acompañe a la criada a comprar seis peniques de clavos. Vuelva a casa del tío Podger para preguntarle de qué tamaño, es seguro que se cruzará en el camino con alguno de los chicos a los que él ha enviado personalmente para esto.
Al regresar a casa notará gran ajetreo. El tío ha puesto a cada uno de los miembros a llevarle cosas: Will ha ido por el martillo, Tom por el metro, algún otro por la escalera y por una silla de cocina (nunca se sabe si será necesaria). A Jim se le ha encomendado la tarea de ir a casa de Mr. Goggles a dejarle recuerdos y desearle que esté mejor de las piernas y, por fin, pedirle el nivel. A María se le ha encomendado sostener la luz (recuérdese que es el siglo XIX y no hay luz más que de gas). Vuelva a salir en compañía de la criada por algo de cuerda para colgar cuadros. Mire cómo corre Tom a sostener el cuadro.
Regrese a casa ante el grito del tío Podger y deje ir sola a la criada. Auxilie al tío a quien se le ha escapado el cuadro de las manos, ha intentado salvar el vidrio y se ha cortado. Trate de atrapar al tío que se ha puesto a dar saltos por la habitación como un energúmeno en busca del pañuelo. Recuérdele al tío que se ha quitado la chaqueta y quizá ahí esté el maldito pañuelo. Junto con el resto póngase a buscar la chaqueta (que usted mismo ayudó a perder) por toda la casa y deje de buscar las herramientas. Haga a un lado al tío Podger que anda por ahí obstaculizando a medio mundo.
Soporte las humillaciones del tío ante el hecho de que nadie da con la chaqueta. Dígale al tío, de la manera más amable, que se levante de la silla porque ahí debajo está la chaqueta. No se sienta mal si el tío dice que es más sensato pedirle al gato que busque las cosas que a usted y el resto de la casa.
Después de media hora deje de vendarle el dedo. Las cosas ya habrán llegado para entonces. Forme parte del semicírculo de mirones dispuesto a cooperar. Con ayuda sostenga la silla. Deje que alguien más ayude al tío a subirse. Observe bien cómo le entrega otro un clavo y otro más el martillo. Sea testigo de cómo el tío intenta coger el clavo y lo deja caer. Para esto usted debió ver dónde ha caído el clavo y lo ha pateado discretamente con la punta del zapato. Hágase el tonto y busque con los demás, arrodillados, el dichoso clavo. Procure golpearse en la frente con algún familiar del tío (esto no está en la novela pero parece buena idea).
Soporte más injurias de parte del tío que pregunta si le tendrán subido a esa silla toda la noche (verá que sí, en efecto, es una escena muy ridícula). Hágase como que encuentra el clavo. Póngase a buscar ahora el martillo que el tío ha perdido.
Pásele el martillo. Suba a la silla a tratar de encontrar la marca para el clavo. Dele chance a los demás de subirse, por turnos, y tratar de localizar la marca. Como el resto, localícela en un sitio distinto de la pared. En este punto usted formará parte de una nueva tanda de malas palabras del tío: ya es un idiota consumado. Deje que él trate de calcular la mitad de treinta y un pulgadas y tres octavos medidas a partir del rincón y que se enfurezca un poco. En medio de la confusión no habrá problema si extrae de su bolsillo su teléfono móvil o el dispositivo que sea que incluya calculadora y úselo. No diga el resultado hasta que todos den la cifra distinta que creen que es la correcta. Ayude al tío a medir de nuevo (la cifra original ya se habrá olvidado).
Pásele un cabo de cuerda. No se aterre si el tío se inclina peligrosamente en un ángulo de cuarenta y cinco grados tratando de llegar a un punto situado tres pulgadas más allá de su posible alcance. Deje que la cuerda resbale y mire caer al tío Podger sobre el piano. Tápese los oídos ante el efecto musical que produce su cuerpo al golpear súbita y simultáneamente todas las notas.
Ayude a la tía María a cubrirles los oídos con las manos a los chicos para que no escuchen esa sarta de palabrotas que el tío exhala como ametralladora.
Permanezca a la expectativa al saber que el tío cogerá el clavo con la mano izquierda, apuntará el martillo con la derecha y se aplastará el pulgar. Procure que no sea su pie el que se encuentre debajo del martillo cuando este sea dejado caer por el tío.
Asienta ante el comentario de la tía María que ha dicho (cita textual): Que esperaba que el tío Podger le comunicara con antelación la próxima vez que se le ocurriera clavar un clavo en la pared, con el fin de tomar las disposiciones necesarias para pasar una semana con su madre mientras se completaba la operación.
Sonría ante el cinismo del tío al expresar: ¡Vaya! Las mujeres siempre tenéis que organizar un lío por cualquier tontada. Pues a mí estos trabajitos me «gustan».
Asómbrese (bueno, haga como que se asombra pues usted ya sabe de qué va la novela y ha leído el capítulo), al ver cómo el clavo atraviesa limpiamente el yeso seguido de la mitad del martillo. Sostenga al tío antes de que se precipite sobre la pared y se aplaste la nariz.
Ayude a buscar otra vez el metro y la cuerda. Deje que el tío haga otra vez un agujero… dos, tres, cuatro…
No tema (ni se sienta enfermo) de que el cuadro torcido se caiga, después de todo lo sostendrá ese clavo inseguro, la pared parecerá revocada como con rastrillo pero usted (y todos los demás, excepto el buen tío Podger), se sentirá cansadísimo, deprimido, será la media noche y no habrá cenado… ¡Pero ha terminado por fin!
Cierre los ojos cuando el tío intente bajar de la silla, pise los callos de la asistenta y diga: Hay gente que se ve obligada a contratar a alguien para hacer esta «nadería».
Alégrese de haber leído la novela Tres hombres en una barca de Jerome K. Jerome más de un siglo después de haber sido escrita y de haber contribuido a que este capítulo tan jocoso haya sido escrito gracias a usted.
Pé de J. Pauner es un narrador, ensayista, crítico de cine y biólogo mexicano que ha hecho activismo y performance. Ha publicado novela erótica y ha sido antalogado en Latinoamérica, Australia y España. En el género de la ciencia ficción ha publicado el ensayo «Las cinco grandes utopías del Siglo XX» en la web española Alfa Eridiani.
ARGENTINA
¡¡¡RIIIIIINNNGGGG!!!
El teléfono crepitó en la noctambulez lineal. Las sombras se movieron y se confundieron en una humanidad. Estebano Salomé dirigió su mano hacia el tubo verde. Lo levantó.
Hable.
¿Estebano? dijo una voz del otro lado de la línea.
Sí, ¿quién…?
Alamedo, Alamedo Rosas.
¡¡¿Alamedo?!! ¡Volviste!
Por décima vez.
¿Qué tal el viaje?
Bueno, aunque un poco monótono. La vez anterior estuvo mejor. Gas, el dulce sueño, sin sufrimientos ni torturas. Imaginate. En cambio esto…
No estuve allí.
Mejor así. Fue de un flechazo en el ojo. Lo hizo uno de los bebés M329. Me tomó por sorpresa y disparó.
Mala suerte, viejo.
Alamedo no habló. Recordó. De pronto habló.
Cincuenta años sin vernos.
¿Cincuenta?
Cincuenta años de vagar en Eternidad sin poder conseguir un cuerpo. Desde el Titanic que no entro en uno. ¿Y vos?…
Estuve en Aguincourt bajo el mando de Enrique Quinto, en el combate de Santa Victoria y en la Segunda Cruzada Venusiana. Fenecí en las tres.
Alamedo sonrió y sus dientes se reflejaron en la alfombra de vidrio.
¡Las veces que nos hemos enfrentado! dijo.
Te corté más brazos de lo que vos a mí piernas respondió Estebano con excitación.
Pero en cabezas gano yo. Cuatro a uno. La última fue en Versalles.
¿En Versalles? preguntó Estebano, y luego recordó. Sí, es verdad.
Luego de un prolongado silencio, Estebano rompió el ídem.
¿A qué se debe tu llamado?
Para saber de tu vida.
Estebano sospechó alguna bajeza, y dijo:
Alamedo. Basta de flatulencias verbales. Te conozco bien. ¿Cuál es el problema?
Bueno… se trata de tu esposa.
La seriedad que transmitió el rostro de Estebano fue peor que la que pudo haber reflejado un zenogabio de Andrómeda.
Hablá.
Me tocó enfrentarme con ella en el Cáucaso. Había reencarnado en una campesina. Ella me lo dijo. Siempre la deseé y no pude contenerme. La violé.
¿La…?
Sí. Tres veces.
Por unos segundos el silencio rompió el techo y se derramó en el teléfono.
¡Tadea! gritó Estebano. ¿Por qué?
Se dio la oportunidad y no la desaproveché.
Por un momento Estebano pensó que Alamedo le mentía, pero desechó la idea de inmediato.
No sé qué decir…
Dubitatividad general en Estebano.
Te ofrezco un suicidio la próxima vez dijo Alamedo, tratando de llegar a un acuerdo.
Gracias dijo Estebano, y colgó.
Misiva nº 98
Querida Tadea:
Me enteré que Alamedo falleció por décimoprimera vez. Lo arrolló un tranvía solar. Se arrojó a las ruedas intencionalmente. Me debía algo y él tenía muy en claro que las deudas había que pagarlas. Me contó lo ocurrido en el Cáucaso, pero no te sientas mal. Celebro infinitamente que te lo haya hecho un amigo.
A él no le dije que me topé en Marte con su hermana Auralea, y tampoco le dije que allí, en medio de la aplastante soledad de los canales secundarios, hicimos el amor, y que luego de esto la corté en pedacitos con mi cortaplumas indostaní. No se lo dije. Él es un tanto conservador en las ideas y costumbres familiares.
Lo cierto es que te volveré a ver en otra vida, mi querida Tadea. Alamedo se reencontrará con Auralea en próximos estadios, y nuestros hijos volverán a morir y a nacer nuevamente. Y nosotros con ellos, ya que todos formamos un infinito círculo afectivo que no se bloqueará al vernos enemigos en vidas sucesivas. Así que lo mejor será partir de nuevo. Esta vez me toca Hiroshima, año mil novecientos cuarenta y cinco después del llamado Cristo. Veré cómo se dan las cosas, mi amada Tadea. Total, la vida continúa, ¿no?
Te ama,
Estebano Salomé, tercera luna del sexto mes del año 234, antes del llamado Cristo.
Marcelo Norberto Motta nació el 4 de enero de 1964. Es miembro de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) de Capital Federal, y ha obtenido premios y menciones en numerosos concursos.
Entre sus ponencias menciona: «Heavy Metal: Punto de contacto con la literatura», presentada en las Jornadas Populares sobre Rock Nacional. IES Nº1 Dra. Alicia Moreau de Justo, Septiembre 2005. «Literatura en la escuela: el fuego inicial», presentada en las Terceras Jornadas sobre Didáctica de la Literatura: Raros y Malditos: Géneros difíciles en la escuela. Septiembre 2006. IES Nº1 Dra. Alicia Moreau de Justo. La Orestíada de Esquilo y las relaciones sistémicas entre sus personajes. Terceras Jornadas de Estudio sobre el mundo clásico. Universidad de Morón. Septiembre 2006.
Tiene cuatro libros en su haber: «13 Cuentos Oscuros», publicado por Ediciones El Escriba, «Liposo, una épica fragmentaria», publicado por Ediciones El Escriba, «Vértigos», su primer poemario, publicado por Ediciones Independientes Ruben Sada en diciembre de 2010, y «Otros 13 cuentos oscuros», publicado en noviembre de 2011 por Ediciones El Escriba.
ARGENTINA
Tengo un problema: mi máquina del tiempo atrasa.
He gastado horas en darle cuerda de la manera correcta (no es conveniente forzar el mecanismo, tal como lo demuestra el trágico incidente del Chichilo Sartori), pero no hay caso.
Intenté encontrar alguna ecuación que me permita compensar los desajustes (mi hipótesis era que cuanto más lejos hacia adelante o hacia atrás, más atraso del mecanismo), pero no hubo caso. La he llevado al taller del Laucha Micheli no hay mejor relojero que él. Consulté con el Manteca Acevedo, que de motores cuánticos sabe una enormidad. Corregí el flujo de tempiones con una barrera de interacción electromagnética de largo alcance, confiné las fuerzas de repulsión electroestática para limitar la velocidad térmica, interferí en la relación an/cat de manera de aumentar la energía de paso; pero tampoco me sirvió de nada.
Y el problema no es menor.
Me hice viajero porque fue la mejor manera de aunar mis dos pasiones: por un lado, soy una especie de científico casero al que le fascina construir dispositivos extraños; y por otro, me encantan los episodios anecdóticos de la historia; así que, cuando encontré los planos, no lo dudé; construí la Máquina y me lancé al espacio-tiempo. Pero no hay caso.
Tres o cuatro veces quise ver cómo perdía su cabeza Maria Antonia Josepha Johanna von Habsburg-Lothringen, el veinticinco de Vendémiaire del año dos de la República Francesa, a las once de la mañana, en la Plaza de la Revolución, en París, y siempre arribé cuando los últimos curiosos estaban alejándose y el verdugo Sansón limpiaba la hoja de la guillotina. Incluso una vez llegué en la noche del veinticinco al veintiséis, y solo encontré a un borracho orinando una de las patas del cadalso.
Quise ver a Martin Luther King y su I have a dream el veintiocho de agosto de mil novecientos sesenta y tres, frente al monumento a Lincoln en Washington, pero solo encontré las escaleras llenas de papeles y sucias por las miles de personas que las habían pisado, y a un grupo de relegados comentando, mientras se alejaban, lo impactante que les había resultado el discurso.
Intenté estar entre las catorce horas veinticinco minutos y las quince del treinta de abril de mil novecientos cuarenta y cinco en los techos del Reichstag de Berlín y resolver, de una vez por todas, si fue Melitón Varlámovich Kantaria, o Mijaíl Petróvich Minin o Abdulchakim Ismailov el soldado que hizo ondear la bandera roja en el portal del Parlamento alemán; y ver a Yevgueni Jaldei~ inmortalizar el momento en una foto (ícono, si los hay, que marca el final de la Segunda Guerra), pero no llegué, siquiera, a verlo guardando sus equipos. Ya eran las cinco de la tarde, el tejado estaba vacío y no había bandera.
Para cuando pisé la Curia del Teatro de Pompeyo en Roma, en los idus de marzo del año setecientos nueve at urbe condita, Bruto y los conjurados ya habían asesinado a Julio César.
No llegué a ver a Perón en el balcón de la Rosada el diecisiete de octubre del cuarenta y cinco. En Nagasaki ya había explotado la bomba. No quedaba ningún occidental en Saigón. Los militares no me dejaron entrar al Ground Zero de Roswell. Los plomos de los Beatles estaban desarmando los equipos de la terraza del edificio de Apple. Mary Jane Kelly estaba muerta en su cama y no vi ni rastros de Jack the Ripper. Los cadáveres de Mussolini y la Petacci ya estaban colgados cabeza abajo en la estación de servicios de la Piazza di Loreto. El auto de Lady Di ya estaba deshecho en el túnel a orillas del Sena, y rodeado de ambulancias y autos de la policía. Apenas quedaban astillas de las maderas del puente sobre el Kwai. De Juana de Arco solo quedaban cenizas y dos o tres brasas que avivaba un leve viento del norte. Dempsey estaba subiendo al ring después del terrible uppercut de derecha de Firpo. Los árboles de Tunguska estaban caídos y en llamas. Y, por supuesto, la policía ya había acordonado la Plaza Dealey de Dallas y se habían llevado a JFK mortalmente herido al Hospital Parkland.
No hay nada que hacer. Siempre llego tarde a todos lados por culpa de este cacharro que me costó más de diez años de trabajo, una monstruosidad en dinero, mi matrimonio, el odio de mis hijos y el repudio de mis padres y amigos.
Por supuesto, intenté varias veces volver a mil novecientos noventa y ocho para prevenirme de este inconveniente con la esperanza de encontrar, en aquellos primeros pasos, una solución adecuada y tal vez obvia en los planos sacados de la revista Mecánica Popular del mes de marzo; pero haga lo que haga, siempre llego después de haber cerrado mi taller y mientras estoy dormitando en el colectivo en el largo viaje de regreso a casa a esa última hora de la tarde. Ni siquiera pude llegar a prevenirme para sostener fuerte el pasamano la vez que el colectivo doscientos noventa y ocho frenó de golpe en la esquina de Brandsen y Quirno Costa por culpa de un taxista que cruzó el semáforo en rojo, y que me valió una caída y un dolor en la espalda que me duró tres semanas.
Daniel Frini nació en Berrotarán (Córdoba, Argentina) en 1963. Es Ingeniero Mecánico Electricista. Fue redactor y columnista en revistas humorísticas del interior del país. En 2000 publicó el libro «Poemas de Adriana». Colabora en varios blogs (» Químicamente Impuro»; «Ráfagas, Parpadeos»; «Breves no tan Breves»; «La Sonriente Cocina de Peloncha»; «Cuentos y Más»; «Educared-TamTam»; «La Oveja Negra»; «Antología Literaria», «Poemia», «La nave de los locos»; «BEM On Line», «Cuentos inverosímiles», «El Diario de Transilvania», «Ficcionario» ), en publicaciones digitales (» Axxón», «Terrorzine» de Sâo Paulo, Brasil, y «miNatura» de La Habana, Cuba); y diversas revistas y periódicos en papel.
En 2009 ganó el 1er Premio de la Segunda Convocatoria de Microcuentos «El Dinosaurio» (Colombia) en el que obtuvo, también, el 3er puesto, el 1er Premio en el género «Cuento» del IV certamen de Cuento Breve y Poesía Cosme Sebastián Reniero (Avellaneda, Santa Fe, Argentina), el Premio Internacional de Monólogo Teatral Hiperbreve para Niñas y Niños «Garzón Céspedes 2009» (Madrid / México D. F.) y el Premio «La Oveja Negra» de microrrelatos 2009 (Buenos Aires, Argentina; habiendo sido Finalista del mes de Marzo para este concurso anual). Fue finalista, además, de la Convocatoria Axxón de Ficciones Breves 2009. Su cuento «Éramos un millón de animalitos ciegos» fue seleccionado por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror para integrar la antología «Visiones 2009». En 2010, su cuento «La última operación de cerebro» fue publicado en «Borumballa 2010», antología realizada por los organizadores de ENCONTES, Festival de Narració Oral d’Altea (Alicante, España).
Su poema «Si vos estás» fue incluido en la «Antología Poética XX Aniversario» de la editorial «3+1» (Buenos Aires, Argentina). Su cuento «El Secreto» fue seleccionado para integrar la antología «Grageas 2, más de cien cuentos breves hispanoamericanos, en el año del Bicentenario» del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (Buenos Aires, Argentina). Participó, con su relato corto «Contrabando», de la convocatoria «Festejos del Bicentenario» del portal «Cuentos y más». Fue designado pre-jurado del 1er Concurso Internacional de Relato Corto «El arte de fluir». Fue designado Jurado de la Tercera Convocatoria de Minicuentos «El Dinosaurio» (Colombia). Es Coordinador del Taller Literario Virtual «Máquinas y Monos» de la revista digital «Axxón». Es Corresponsal en Argentina de la Revista Literaria brasileña «Lit!».
Axxón 228 – marzo de 2012
Cuentos de autores varios (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Fantasía : Temas diversos : Internacional).