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Taller Literario Gratuito de Axxón
Narrativa de CF, Fantasía, Terror
Organizado y Coordinado por el Taller de Narrativa de Axxón
para quienes deseen escribir mejor
ecarletti@giga.com.ar

Original:

El cumpleaños número setenta
seudónimo: Patowens

Un leve sonido agudo me indica el fin de mi horario de sueño diario y un instante después, la escotilla del recinto donde duermo se abre y puedo sentir el sonido del gas despresurizándose, escapando y mezclándose con el de la habitación.
Me estiro levemente, doy un salto y salgo de mi recinto para aterrizar en el suelo frío y peludo de mi habitación, apoyo la palma de mi mano sobre la pared y al instante asoma un tubo de un lugar donde antes no había nada, abro la boca y agachándome un poco me acerco hasta que el tubo entra en mi boca, apoyo la otra mano y se comienza a sentir el ruido de los fluidos limpiadores que juguetean entre mis dientes, puedo sentir como vibran mis mejillas con el agua a presión que me enjuaga. Al sentir que mi boca esta vacía me incorporo y el tubo se esconde nuevamente.
Me doy vuelta y hago unos pasos hasta la otra pared, apoyo otra vez la palma y se abre una puerta dejando ver mi completo guardarropa, empiezo a revolver y saco una prenda, una túnica violeta metalizada con la línea negra en el centro que indica mi condición, perteneció a mi padre, y al padre de mi padre, y ahora la iba a usar yo...
¡Que día glorioso!, setenta años, toda una vida de sacrificios, trabajo, amarguras y también algunas satisfacciones, mi mujer, mis hijos, mis nietos, estoy muy contento, no cualquiera puede llegar hasta este punto y estar satisfecho como yo lo estoy. Me coloco la túnica y presionando en otro sector de la habitación se abre ante mi un agujero, meto la cabeza en él y luego de unos destellos y zumbidos tenues la saco. Acaricio mi cabeza para constatar de que no haya quedado ni un minúsculo vello ni en mi rostro, ni en el cuero cabelludo, hoy mas que nunca debo estar perfecto, impecable, nadie usa pelo de ningún tipo desde hace mas de quince siglos, no me imagino como sería la gente con cabello largo. Me palpo el cuerpo con ambas manos para comprobar que todo este en orden y salgo de la habitación en dirección al cuarto principal.
—Hola Sintro— exclamaron todos al unísono, y comenzaron a acercarse. La primera en saludarme fue Vitra, mi esposa y luego mis hijos y por último mis nietos, a los cuales abracé fuerte, apretándolos contra mi pecho y extendiendo los brazos para poder abarcarlos a todos, eran cuatro, uno por cada hijo mio.
En mi época se podían tener hasta cuatro hijos, luego dos, pero ahora el problema de la superpoblación era tan grave que solo se permitía un hijo por pareja y luego debían ir a la OCP, el organismo mas poderoso del planeta Terra, mas poderoso que el gobierno, que todas las empresas juntas, que la agencia espacial, era la Oficina de Control de Población, gracias a la cual no estamos todos muertos por la falta de alimento y las rebeliones para conseguirlo, El alimento era muy escaso, al igual que la vivienda, el trabajo, todo faltaba, y cada vez mas. Pero ya la gente lo tomaba con naturalidad y había una oficina de la OCP por donde uno mirara. Alguien tenia un hijo, lo anotaba y luego sin esperas, sin mas trámites que una modificación en su código de barras pasaba por un cuarto donde era esterilizado junto con su pareja... y a disfrutar de su hijo, su único hijo.
Luego de saludar y de abrazar a todos, nos sentamos a tomar el alimento matutino, cada uno tomó un tubo de plástico, lo apretó y comenzó a tragar la pasta que salía de él.
—Es riquísimo, los de la OCP están haciendo maravillas con los alimentos— todos me miraron con una sonrisa en la cara, la pasta marrón que comíamos era horrible, y cada día lo era mas, todos los días lo mismo...
—¡Ja! ustedes se ríen, pero los primeros tubos que dieron... esos si que eran feos, créanme, esta pasta es un manjar.
—Yo prefiero la inyectable que dan en Uropa, aunque me molesta la púa en el estómago que hay que usar permanentemente, ahí es donde te conectan el suero y... - dijo uno de mis hijos haciendo unas señas con las manos.
—Vos siempre con esas cosas... ahora estas en Latinia, aca nos da impresión ese tipo de cosas, por algo no las usamos— le contestó su madre, mi esposa... que hermosa era, a ella le faltaban dos ciclos solares para llegar a mi edad, pero seguía siendo hermosa como el día que la conocí, con esa cabeza redonda, perfecta y sus labios que brillaban, humedecidos por el liquido que había bebido recién resaltando mas su graciosa forma, era perfecta.
—Bueno— exclamé con la voz pesada —debo ir a hacer mis cosas, volveré en unas horas— todos me saludaron muy fervorosamente, no es para menos... es mi día.
Me coloqué la capucha de plástico, salí al pasillo, caminé hasta el ascensor y pasé la mano por una pequeña ventana. Tuve suerte que el elevador estaba allí, por mas que había un ascensor por nivel, a veces las esperas se hacían interminables. La puerta se abrió silenciosamente e inmediatamente vi el rostro de Joaca, el ascensorista, que con una gran sonrisa me saludó amablemente, pero no hizo ninguna alusión a mi día tan especial, se ve que no se animó porque no era de mi familia.
El viaje de ascenso fue mas rápido que de costumbre, es curioso, cuanto mas inquieto esta uno, mas rápido pasa el tiempo. La puerta se abrió y mirando a Joaca coloqué mi puño cerrado debajo de mi pera para saludarlo. Caminé unos pasos y allí estaba mi vehículo, no era gran cosa y solo viajaba a tres veces la velocidad del sonido, pero a mi me gustaba, fue mi primer y único vehículo, y por mas que parecía una tortuga a lado de los nuevos modelos, a mi me seguía
gustando como el primer día. Apoyé la mano en el vidrio y la puerta se abrió, me senté y puse en mi cabeza la vincha que al instante se ilumino. Sonreí unos instantes, el auto me había dado la bienvenida, obviamente los mensajes iban directo a mi cerebro, al igual que las ordenes de manejo que pasaban directamente al procesador del auto desde mi cerebro sin molestas escalas.
El motor se encendió y cuando el auto me indicó que estaba listo emprendimos el viaje a toda velocidad por el tubo de salida, todavía faltaban unos cien metros para llegar a la superficie. Adelante se veía la luz del día, lástima que era artificial, era solo una plataforma gravitacional suspendida a unos metros por encima de la ciudad que tenía un autogenerador de luminosidad, pero los mas antiguos del planeta dicen que es igual que el sol, cuando brillaba en el cielo hace ya cuarenta siglos, aparte yo había visto el sol en hologramas y se parecía bastante, con la ventaja que no te derretía la piel como en aquellos tiempos. Di una orden, y el vehículo se introdujo rápidamente en el trafico, una vez que comprobé que todos los parámetros del viaje estaban en orden active el conductor autónomo y me dediqué a mirar.
Mi pecho se estremeció, todos los días hacía el mismo camino y no me daba cuenta de lo imponente del paisaje. En la superficie alcanzaba a ver cientos de carriles magnéticos por los que se deslizaban compartimentos de carga de un lado para el otro, y de allí para arriba incontables líneas de vehículos ordenadas por sus velocidades medias, obviamente yo estaba en la de mas arriba, por ser mi vehículo de los mas lentos, pero mejor, así podía contemplar todo con mayor detalle.
Una de las fabricas suspendidas estaba pasando a mi lado, esos majestuosos cilindros facetados que despedían columnas de humo y proveían a toda la raza de alimento, parecía mentira que estén sostenidas por esas columnas energéticas de solo quince metros de diámetro, al lado de la estructura completa parecían finos cabellos.
Un mensaje del vehículo me sacó de mi trance, estábamos llegando a destino y por lo anticuado del modelo el escape de la vía lo debía hacer yo, cerré los ojos y en mi mente apareció la imagen en movimiento del camino, con suaves intenciones guíe al vehículo por la senda de escape y luego hasta el estacionamiento.
Bajé rápidamente, cerré el vehículo y memoricé el estacionamiento FSD2270, que casualidad, las dos últimas cifras son las de mi cumpleaños. Me dispuse a tomar la cinta transportadora, pero desistí, haría lo que nunca hice, caminar.
La gente me miraba intrigada, no podía creer como estaba recorriendo una distancia de mas de unas decenas de metros a pie, pero era mi día y nada me hacía sentir ni raro, ni mal. Me detuve en la esquina, era "la esquina" porque de allí podía ver el edificio donde trabajé toda mi vida, el del trabajo de mi esposa y si esforzaba la vista podía llegar a distinguir el edificio donde estaba la empresa de mi hijo, casi todo mi entorno estaba ante mis ojos. Y frente a mi la oficina de la OCP, allí debía ir, había una cerca de mi casa, pero esta tenía algo en particular, en ella trabajaba Tercio, mi mejor amigo.
En esta época no se veía mucho este tipo de relaciones, porque la gente se estaba mudando continuamente y dado los miles de trillones de habitantes de Terra y su constante movimiento, era casi imposible. Pero allí estabamos nosotros, inseparables desde los ocho años, toda una vida.
Respiré hondo y entré en la oficina... allí estaba, como esperándome.
—Felicitaciones— me dijo arrugando la barbilla de emoción.
—Gracias, dentro de dos ciclos solares te toca a vos— le dije guiñando un ojo, casi igual de emocionado que él.
—Bueno, acá tenés lo tuyo— me dijo extendiéndome un paquete que decía "Res.877"
—Resolución 877, vos sabes que me había olvidado el número— le dije.
—Los años no vienen solos— contestó, como para replicarme algo. Lo miré unos segundos y luego nos abrazamos fuerte, muy fuerte. Las cosas que habíamos pasado juntos...
—Bueno... cuidate— le dije colocándome el puño cerrado bajo el mentón, él hizo lo mismo, di media vuelta y me fui. Ya era tarde y debía cenar con mi familia.
El camino de vuelta pasó rápidamente, también contemplando el grotesco paisaje, esta vez tomé otro camino, para poder ver ahora las usinas de cuardim. El cuardim era una aleación hecha en su mayor parte con los gases de Júpiter solidificados que en ciertas condiciones de excitación producían energía eléctrica. Es ampliamente usada en todo el mundo a tal punto que por estos días produce el noventa y ocho por ciento de la energía del planeta. Los científicos todavía trabajan para descubrir de donde sale toda esa energía, pero todavía no saben...
De vuelta en mi sector, dejé el vehículo en su lugar, al día siguiente lo pasaría a buscar mi hermano menor que venia de Saxia, lamentablemente no había podido llegar a tiempo par mi gran día.
Entré nuevamente en el ascensor, allí estaba Joaca
—Justo a tiempo, ¿no?— me dijo con tono amable.
—Así es mi querido amigo— le dije con tono cálido. La puerta del ascensor se cerró y comenzamos a bajar. Podía ver como su boca titubeaba, como queriendo decirlo.
—¿Si?— le pregunté como para ayudarlo y para mostrarle que todo estaba bien.
—Sss... solo quiero decirle que... lo felicito— me dijo titubeante.
—Gracias— le dije colocando mi puño bajo el mentón, al mismo tiempo que la puerta se abría.
—Portate bien— le dije y me dirigí hacia la puerta de mi morada. Al abrirse vi que todos estaban sentados en la mesa, parecía como si no se hubiesen movido, y creo que asi fue.
—Llegué a tiempo ¿verdad?— dije con el tono mas alegre que pude brindarles.
—Todo esta listo— dijo Vitra colocando en el centro de la mesa una fuente con los tubos con el alimento para la comida vespertina. Yo coloqué la caja que tenía en mis manos sobre mi silla, grande y de respaldo alto y acolchando, la abrí lentamente y saqué un pomo de alimento y lo puse sobre la mesa justo en frente de donde me iba a sentar.
La comida transcurrió sin muchas peculiaridades, mi hijo volvió a hacer comentarios que nos asquearon a todos, y mis nietos se veían mas hermosos que nunca, pero Vitra, mi adorada esposa... ella parecía brillar, sus ojos seguían desprendiendo ese fuego que me encendía, me derretía, y pese a su edad conservaba esa vitalidad que siempre la había caracterizado.
Una vez que terminamos nuestros tubos, me puse de pie y muy solemnemente, quizás demasiado, mire a cada uno de los presentes con una sonrisa en mi rostro.
—Quiero agradecerles a todos su presencia en este día tan especial para mi, espero que mi compañía sea tan grata para ustedes como lo es la de ustedes para mi— sabían que era así, pero por un instante sentí la inmensa necesidad de hacercelo saber.
—A lo largo de toda mi vida tuve un gran impedimento, Vitra y aun mis hijos lo saben... nunca he podido expresarle a nadie mis sentimientos, no es porque no lo sienta, ni porque sea mala persona, es solo que no puedo lograr que salgan de mi corazón, porque esas cosas deben salir del corazón, porque de no ser así no significan nada, y peor aun, es como una ofensa— interrumpí mi discurso para toser un par de veces y tomándome de los apoyabrazos me senté, todos me miraban atentamente.
—Así que hoy, luego de setenta años, estoy en condición de decirles de todo corazón, gracias por darme esta familia tan hermosa... los ... los quier...
—Lo sabemos— dijo Vitra con voz apenas audible.
Mis ojos estaban abiertos y mi cabeza apoyada sobre el respaldo, pero ya mi corazón había dejado de latir, y con el ultimo suspiro de vida que tuve quedaron rebotando en mi mente imagenes, rostros y la alguna vez polemica frase "para dejar el lugar a los nuevos. Resolución 877 Código Planetario de la OCP"

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