Todas las ciudades tienen su "Villa Cariño", un rincón no demasiado alejado del casco urbano adonde van las jóvenes parejas (y a veces no tan jóvenes) en sus automóviles a disfrutar del fresco de la noche, de la vista de un paisaje a la luz de la luna, de la contemplación de un cielo estrellado o a conversar de cosas privadas. Tal vez la conjunción de las primeras hace que la conversación decaiga a nivel de murmullos y que, distraídamente, las manos acaricien sitios que no tocan en público y así se convierta una actitud pasiva en una actividad extraordinaria.
La playa de estacionamiento del cementerio de Urbys ha sido en ciertas épocas el lugar elegido para tales actividades. Los mausoleos y obras de arte que se vislumbran a través de las rejas o por sobre los muros, el rumor del viento entre las agujas de los pinos y las ramas de los cipreses, la emoción de recordar las historias que se cuentan acerca de los sitios del interior y de sus moradores se conjugan para que este sea un lugar ideal para que las parejas se sientan a gusto.
No siempre, sino periódicamente, este sitio se pone de moda, como las confiterías u otros lugares de paseo. Entonces, quienquiera que visite este sitio por la noche (ATENCIÓN: ingresar con luces de posición,) ya sea por simple curiosidad o por ir con el romántico propósito, no se verá defraudado por lo que pueda esperar encontrar en las proximidades de un cementerio: Suspiros, quejidos, luces malas... Sólo que los suspiros no son de almas en pena sino de cuerpos en gozo, los quejidos son de los amortiguadores de los vehículos, sujetos a inusual actividad y las luces malas son aquellas que se encienden de improviso porque algún ocupante la ha accionado inadvertidamente con su pie.