El dióxido de carbono producido por la actividad humana se llama CO2 antropogénico, y sabemos que es causa primordial del devastador efecto invernadero que nuestro planeta
está sufriendo.
El CO2, pequeña molécula de aspecto inocente
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En el último número de la revista Science se publica un estudio realizado por un equipo
internacional de científicos que ha estado analizando, por primera vez en la historia, el
impacto que el crecimiento del CO2 antropogénico está causando sobre los océanos.
No se trata de un tema menor, ya que el trabajo apunta en forma fundamental a
determinar cuál será la respuesta de los animales y plantas marinos ante el brutal
crecimiento de la concentración de la sustancia en las aguas oceánicas.
El riesgo es increíble; la espantosa realidad es definida, sin pelos en la lengua, por
Christopher Sabine, oceanógrafo del Laboratorio Marino Ambiental del Pacífico (PMEL),
situado en Seattle: "Cerca de la mitad de todo el CO2 antropogénico liberado en los últimos
dos siglos se encuentra localizado en el 10% superior de los océanos. El océano ha
quitado de la atmósfera el 48% del CO2 que hemos soltado por la combustión de
combustibles fósiles y por la industria del cemento".
Si bien la noticia, dicha así, pareciera buena (por fin algo que quita el CO2 de la atmósfera,
limitando de alguna manera el catastrófico calentamiento global), la realidad es mucho
más oscura.
La inyección de CO2 antropogénico en el agua de mar importa grandes cambios en la
química del océano, y puede tener significativos impactos en las especies que viven en las aguas superficiales.
La investigación no se limitó al carbono: por el contrario, analizó también las
concentraciones oceánicas de oxígeno, nutrientes y clorofluorocarbonados (genéricamente
conocidos como CFCs), así como los cambios de temperatura y salinidad del agua.
Los resultados, abrumadores, indican que entre 1800 y 1994 los océanos Atlántico,
Pacífico e Índico han recibido nada menos que 118.000 millones de toneladas métricas de
CO2 antropogénico.
Los científicos estudiaron los niveles de CO2 antropogénico en los núcleos de los icebergs
oceánicos, y comprobaron que las concentraciones permanecieron constantes desde hace
400.000 años hasta 1800, en que comenzó la revolución industrial. Estos niveles
"normales" oscilaban entre 200 y 280 partes por millón. Sin embargo, hoy esas
concentraciones han crecido hasta 380 ppm. Y ello ocurre porque el CO2 atmosférico es
transferido del aire al mar. "Si el océano no absorbiera el CO2, los niveles en el aire serían
55 ppm más altos que lo que son en realidad", dice Sabine. Y su colega Richard Feely,
químico marino del PMEL, continúa con las malas noticias: "Como el CO2 es un gas ácido,
el pH de la superficie del océano está disminuyendo". Como se sabe, el pH (potencial
Hidrógeno) es la unidad de medida de la acidez de una solución. Cuanto más bajo el pH,
mayor la acidez del producto analizado. "Si nuestro trabajo es correcto, el pH del océano
puede caer en los niveles más bajos jamás vistos en los últimos 5 millones de años",
completa Feely.
Las primeras víctimas
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Las consecuencias serán catastróficas: los estudiosos demostraron que el carbonato de
calcio, esencial para que los moluscos de la fase superior del mar construyan sus conchas,
simplemente se disuelve en el agua cargada de CO2 antropogénico y de bajo pH. Lo
mismo sucede con los corales y el plancton, base misma de la vida en el mar y origen de
la cadena alimentaria que concluye en el ser humano.
Victoria Fabry, bióloga de la Universidad de California, declara que las tasas de crecimiento
del plancton calcáreo se reducen a medida que aumentan los niveles de CO2
antropogénico disueltos en el mar. Los últimos estudios demuestran que, cuando la tasa
de CO2 alcance 700 partes por millón, la tasa de calcificación de los esqueletos de los
organismos marinos caerá a entre un 25 y un 45% de sus niveles normales. Este brutal
aumento se alcanzará a fines del siglo XXI si el consumo de nafta no se reduce
drásticamente ya.
CO2, apocalipsis para las cianobacterias
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Para colmo, el trabajo publicado por Fabry, Feely y Sabine demuestra en forma
concluyente que el carbonato de calcio que se disuelve a partir de los exoesqueletos de los
organismos neutraliza parcialmente la acidez provocada por el CO2 antropogénico. La
consecuencia inmediata es que el mar queda habilitado para absorber más CO2
antropogénico. En otras palabras, estamos frente a un gravísimo círculo vicioso: cuanto
más CO2 antropogénico va al mar, más ávido de nuevo CO2 antropogénico se vuelve el
mar. El proceso, como se comprenderá, es autoacelerante e imposible de detener si no se
limita el consumo de combustible.
Se ha comprobado que la descalcificación está aumentando incluso en especies como las
algas, lo que altera las redes alimentarias. Todo esto, sumado a los cambios en la
salinidad, temperatura y concentración de nutrientes que está sufriendo el mar, pondrá al
Hombre, si no se hace algo de inmediato, ante una radical alteración de la diversidad y la
productividad de los mares, con consecuencias gravísimas pero aún imposibles de evaluar.
Más datos:
(Traducido, adaptado y ampliado por Marcelo Dos Santos (www.mcds.com.ar) de NASA Earth Observatory, Science y diferentes sitios de Internet)