Una antigua doctrina afirmaba que el modelo de la creación del universo estaba basado en el uso de las proporciones musicales. Según esta creencia, los cuerpos celestes producían sonidos que al combinarse formaban la llamada "música de las esferas".
Diagrama musical del Universo
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Esta teoría de la música de las esferas fue aceptada durante muchos siglos. La apoyaron grandes pensadores y científicos, desde Pitágoras en el siglo VI a. C. hasta Kepler en el siglo XVII d. C.
Para Pitágoras y sus seguidores, la música no era sólo un conjunto de sonidos, sino la ciencia de la armonía. La armonía podía ser entendida como el orden de los sonidos y también como el orden divino del cosmos; entre estas dos armonías había una relación.
Platón añadió que lo importante no era la música audible. Plotino, un poco más tarde, consideró a la música como uno de los caminos para llegar a Dios.
San Agustín habló más adelante del paso de la música de la fase de la sensibilidad (en la que se ocupa de los sonidos) a la fase de la razón (en la que resulta ser contemplación de la armonía divina).
Boecio, personaje que vivió en Roma entre los siglos V y VI, fue el estudioso de la música de mayor influencia en el pensamiento occidental hasta el Renacimiento. Él consideraba tres tipos de música: mundana, humana e instrumental. La música mundana era la de las esferas: se refería a la armonía del universo, la humana se refería al principio que unificaba el alma y el cuerpo de un hombre, y la instrumental era la producida por instrumentos.
A partir del Renacimiento, la palabra "música" comenzó a referirse más bien al arte de los sonidos, tal como la entendemos comúnmente en nuestros días.
Sin embargo, no es el único sentido de la palabra. En la actualidad la música es, ciertamente, "una técnica o conjunto de técnicas expresivas que conciernen a la sintaxis de los sonidos", pero desde el punto de vista filosófico la música también es considerada "como revelación al hombre de una realidad privilegiada y divina".
Según esta definición, la música trata de la armonía divina del universo y del mismo principio cósmico, llámese Dios o de alguna otra manera.
Diversos textos literarios aluden a la música de las esferas. Por ejemplo, Shakespeare escribió a fines del siglo XVI El mercader de Venecia, donde hace una referencia a la música celeste:
Siéntate, Jessica, y contempla esa bóveda
de cielo, tachonada de patenas.
Qué brillante oro son: ni el más pequeño
de los orbes que ves, no tiene
canción de ángel en su ruta,
concertada aún con querubines
de mirar juvenil: tal armonía
en almas inmortales así mora.
Otro ejemplo de la misma época es el poema "A Francisco Salinas", de Fray Luis de León. Su autor, al escuchar al músico Francisco Salinas, consideró que los hermosos sonidos se asemejaban a la música de las esferas. Así, Fray Luis de León se inspiró para escribir lo siguiente:
[su música] Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta,
y entre ambas, a porfía,
se mezcla una dulcísima armonía.
Robert Fludd
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Robert Fludd era un médico, alquimista, filósofo y teólogo nacido en Inglaterra en el año 1584. Todos estos títulos suenan raros en una misma persona pero, sin embargo, eran una combinación común en el siglo XVI, cuando la especialización y el método que caracterizan a la ciencia no se habían sistematizado. Para ellos, todo conocimiento formaba parte de la explicación total del cosmos, todos los fenómenos estaban conectados entre sí, y no existía, como hoy, la posibilidad metodológica de aislar completamente el estudio y la explicación de un tipo de fenómenos de la explicación de otros, sino que rápidamente se trataban de integrar en sistemas que incluían todo: al hombre, a la naturaleza y a Dios.
Fludd dibujó el "Monocordio Cósmico" (Anatomiae Amphitheatrum, 1623), un diagrama en el que se ven los cuerpos celestes - el Sol, la Luna, la Tierra- relacionados con notas musicales (además, aparece allí la mano de Dios "afinando" el Universo).
Ahora, científicos del Instituto de Investigación Southwest en Estados Unidos han publicado en Astrophysical Journal Letters el descubrimiento de ondas de sonido en la superficie del Sol (fotosfera), con una frecuencia de 100 milihertz (0,1 hertz), es decir, sinusoides con periodos de 10 segundos.
Este valor corresponde a una frecuencia 300 veces más baja que el sonido de tono más bajo que puede captar el oído humano, en el orden de los 30 ciclos (o hertz) por segundo.
Estas ondas cumplen, en las condiciones del Sol, la misma función física que tienen los ultrasonidos en la Tierra. "Con un periodo de 10 segundos", dice el Dr. Craig DeForest, investigador científico senior en la División de Ciencia e Ingeniería Espacial del SwRI (Space Science and Engineering Division), "esas ondas califican como ultrasonido debido a que los átomos individuales del Sol experimentan sólo unas pocas colisiones durante el rápido paso de cada onda, igual que el ultrasonido aquí en la Tierra".
DeForest encontró la señal en datos que fueron colectados en enero del 2003 por el programa TRACE (Transition Region and Coronal Explorer).
El descubrimiento podría resolver uno de los más intrigantes misterios del Sol: por qué la temperatura en su cromosfera, por encima de la fotosfera, se eleva de 6 mil a 100 mil grados centígrados.
Nuestro Sol en todo su esplendor
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Estas ondas sónicas serían capaces de proporcionar la energía necesaria.
Utilizando el telescopio ultravioleta TRACE, encontraron evidencia de ondas sónicas capaces de generar una energía de un kilovatio por kilómetro cuadrado en la superficie del Sol, viajando mil veces más rápido que el sonido en la Tierra.
Por supuesto, el sonido no puede alcanzarnos viajando por el vacío del espacio interplanetario. La nave espacial TRACE, que está en órbita alrededor de la Tierra, es un telescopio ultravioleta que estudia el Sol.
Los datos de TRACE mostraron pequeñas fluctuaciones en el brillo de las emisiones ultravioletas del Sol. Las ondas de sonido del Sol son muy difusas como para que el telescopio TRACE las vea directamente. Por eso DeForest buscó formas en el ruido de fondo del telescopio, llevando al límite la sensibilidad de TRACE.
La misión TRACE tiene una política de infomación abierta. Los datos de TRACE están disponibles en la web. El programa se realizó con la intención de explorar el campo magnético de la atmósfera solar. Fue lanzado al espacio en 1998 y utiliza un telescopio de 30 centímetros con un CCD de 1024x1024 para colectar imágenes sobre un campo de 8,5 minutos de arco.
Lo más probable es que las ondas u "ondulaciones" que se detectaron en el Sol sean creadas por el colapso repentino de corrientes eléctricas inducidas por el magnetismo (re-conexión magnética) o por ondas de sonido de frecuencia menor que chocan como olas en el océano mientras recorren su camino hasta la superficie del Sol. Los dos orígenes posibles son candidatos de generar el misterioso calor extra de la atmósfera solar. Las nuevas ondas descubiertas son una valiosa herramienta para explorar este misterio de décadas.
"Examinando esas ondas más de cerca podremos discernir el origen de la energía liberada en la atmósfera solar, del mismo modo que usted puede saber si un auto está en marcha en un garaje oscuro", dijo DeForest. "En ambos casos, algo está soltando energía en el ambiente, y esa energía tiene una señal sónica reconocible".
Más datos:
(Traducido, adaptado y ampliado por Eduardo Carletti del sitio space.com y otros sitios de Internet)