Ficción Breve (cincuenta y nueve), varios autores
Agregado en 12 octubre 2010 por admin in 211, Ficciones, tags: Cuentos
«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Sin duda, el relato más famoso y paradigmático de un género cuya popularidad no ha dejado de crecer en los últimos años. Transgresores, afilados y escurridizos, los relatos breves ocupan un espacio cada vez más importante en la literatura contemporánea. En busca de características que los identifiquen como género, los estudiosos han señalado la hibridación, el escepticismo, la ambigüedad, la intertextualidad, la alusión, el homenaje, los juegos de palabras, la parodia. Sin embargo, los minirrelatos siguen empeñados en desafiar todas las convenciones, incluso las que estamos construyendo hoy en día.
El buen escritor de relatos breves utiliza todo su talento para elaborar una obra con sentido, íntegra, economizando al máximo en el lenguaje. Para arribar a buen puerto, esta obra necesita de la participación activa de un lector atento, sensible y bien entrenado, que sea capaz de completar su significado al llegar al punto final. La minificción es un arte exigente. Si el lector desconoce las claves del texto o no entra en sintonía con él, el relato va a permanecer cerrado e inescrutable.
Silvia Angiola
ESPAÑA
En aquel universo alternativo, las prisas, el ir siempre corriendo de aquí para allá, estaban abocados al fracaso. Así, a modo de ejemplo, la muy popular competición de la Fórmula 1 conseguía elevar a los altares deportivos a los pilotos más lentos; en definitiva, a quienes tenían la perseguida habilidad de sumar segundos al cronómetro.
Pero, de entre los mejores pilotos de la Historia, era sin duda Sir Georges Gordon el que sobresalía a gran distancia del resto. El caballero del asfalto —tal y como era conocido por sus incondicionales— había llegado a convertir aquel deporte del motor en una especie de religión.
Desde luego, lleva ya treinta años inmerso en la carrera de su vida; y hace mucho tiempo que se empeñó en que jamás alcanzaría la próxima curva del circuito, convertida en su mente en una última frontera, en una utopía inalcanzable…
Baldomero Dugo Navarro nació el 6 de octubre de 1970, en la población barcelonesa de Montcada i Reixac. Es licenciado en Psicología y diplomado en Relaciones Laborales por la Universitat Autònoma de Barcelona. Aficionado a la literatura desde los 11 años, se ha decantado desde muy joven por el género fantástico y la ciencia-ficción. Aunque ha hecho sus pinitos tanto en poesía como en ensayo, ha cultivado sobre todo el relato breve. Ha publicado en diferentes revistas catalanas, como Cap-pont (revista cultural de Lleida) o Gran Sant Cugat. En 1988 ganó el Premio Cervantes de narrativa organizado por «La Caixa», gracias a un relato de ciencia-ficción titulado «La Genética de la Salvación». Recientemente, ha publicado un libro de relatos titulado «Actualización de Sentimientos».
CUBA
Yo era sensible, muy sensible. Tenía el don de captar al instante el exacto equilibrio de todo cuanto me rodeaba. El éxito me acompañaba como pintor, catador, poeta o clarividente. Fui un monstruo de la percepción hasta que la vi.
No pude evitar acercarme. Casi corrí. Sus ojos, extasiados hasta la embriaguez, me atrajeron fatalmente. El ruinoso parque donde se encontraba no insinuaba más que melancolía, desamparo… Sin embargo, ella reía.
—¿Qué haces?
Sobresaltada, la muchacha tardó un instante en recuperarse.
—Vidando plácidamente.
—¿Te drogaste?
—No. Vido los árboles. Sólo eso.
—Es otoño. Están deshojados. —señalé, dándole un margen de tiempo a mi entendimiento.
—¿Acaso importa? —sonrió, adivinando una pregunta mil veces formulada.
—Me rindo. ¿Qué es vidar? —inquirí indulgente.
—Pues… una percepción… creo. Una sensación. —No me pudo llegar más hondo.
—¿A qué le llamas, exactamente, vidar los árboles?
—Es como tocarlos pero no lo es, tampoco es olerlos.
—Es pobre tu comparación.
—Regáleme una flor marchita, dentro de una campana de cristal cubierta de negro lino.
—¿Por qué haría eso?
—¿Por qué no? Para usted sería una flor que no existe. Aún así yo podría vidarla.
—¿Es más… placentero? —aventuré, roto de ansiedad.
—Diferente. ¡Es maravilloso!
—Explícate mejor. ¡Debo comprender!
—¿Qué significado tiene este rojo anochecer para unos ojos muertos? Lo siento, no puedo ayudarle.
Continué mi camino, pensativo, y la dejé allí, sola, vidando alegre los árboles, las piedras, los rotos bancos y el estanque vacío. Volví el rostro por última vez y contemplé con envidia su extraña felicidad. Entonces sentí pena por mí.
CUBA
En una agradable casita del pueblo equis, en un país cualquiera del plutoide Haumea, vivía el señor Bam junto a su esposa Bim y el pequeño Bum.
Aquella mañana, Bim y Bam miraban la CNN por televisión, comiendo hojuelas de maíz y sorbiendo refrescos.
—Admito, cariño —decía Bim entre sorbo y sorbo—, que esa noticia ya se torna un fastidio. Pasa lo que en nuestros seriales: cuando crees que el héroe resolvió el entuerto, el villano te sale con una podrida y vuelta a empezar; ¡venga otra temporada! O, no sé… quizá me aburre porque no entiendo bien qué está sucediendo.
—Muy sencillo, querida. Ahora los terrícolas se han reunido de nuevo en esa especie de cónclave. El señor de allá, que aparenta ser el jefe y moderador, le grita «pendejo» al del arreglo peludo en la quijada, pues éste ha dicho que enriquecerá el uranio por sus «santísimos coj…»
—¿Lo ves? ¿Qué es «uranio»?, por ejemplo.
—¿Uranio?… El equivalente a lo que damos a nuestro Bum en el desayuno.
—¿Crosky´s? ¿Y qué sentido tiene enriquecer el Crosky´s?
—Sí que no entiendes nada de nada. ¿Te fijaste lo gordo, verde y fosforescente que se ha puesto Bum?
—Una preciosidad. ¿Verdad, guchurrumín de mami?… Caaacaa. En la trompa nooo…
—Eso se debe a que el Crosky´s no sólo es exquisitamente radioactivo, sino que incorpora Gigatonix, el suplemento vitamínico por excelencia.
—Ah… Mal por el señor gritón, entonces. ¿Qué puede haber de terrible en el Gigatonix?… Neneeé, deja de brincar, que tu masa ya va siendo crítica y esta casa no resiiistee… ¿Y quién es el que ha subido a la tribuna y apunta con el dedo a diestro, midiestro y siniestro?
—Un terrícola poderoso, sin duda. Los demás le prestan suma atención cuando habla, incluso más que al gritón. Lleva meses prometiéndole al peludo que le cambiará su uranio por petróleo… Ubícate en el Mokandil plus, querida, el anticaspa que utilizas durante tus baños de magma.
—Ah… No en balde el señor del dedo se ha tomado su tiempo para dar el «sí» definitivo. Y… Y esos cinco de allá; ¿qué se pasan de mano en mano con tanta parsimonia? ¡No será otro…!
—En efecto, es el documento que todos esperaban; un acuerdo trascendental sobre el… Crosky´s y el Mokandil plus que aprobará el cónclave en dos semanas y pondrá término a la discusión. ¡Mira, mira cómo aplauden!
—Si no hace tanto, por un papel igualito, se halaron hasta la saciedad el vello corporal superior… Típico el tópico, ya te dije. Mejor pon el canal de novelas de Makemake.
—¡Ni loco! La jornada de hoy es vital para comprender la próxima sesión: ¿Cuántos votarán a favor? ¿Quién se abstendrá y por qué?…
—Lo siento, Bam; no habrá una «próxima sesión». Mañana mismo cancelo nuestra suscripción a la CNN. ¿Qué gracia tiene pagar por noticias que nos llegan con quince días de retraso? Me recuerda la final de la Hipercopa entre el Real Madrid y el Troglodonys: uno cagándose en la tanda de penales y ellos reponiéndose de la resaca. ¡Dame el control remoto!
—¡Bah!, tienes razón. Pero, ¿sabes qué?, se me ha ocurrido una idea genial. Me teleportaré a la Tierra y presenciaré el desenlace del conflicto con mis propios ojos.
—Como gustes. Eso sí: te quiero aquí para el almuerzo.
CUBA
—¡Hip! ¡Hiiip!…
—Señor presidente, ¿es usted?
—¿Sí?… ¿Aló?…
—¡Señor presidente!
—Sí, hola, hola. El presidente norteamericano a la escucha. ¿Qué desea?
—Le habla el coronel Bates, del NORAD, señor.
—Ya lo sé; tengo identificador de llamadas, ¿o qué creía?
—Necesito autorización inmediata para declarar DEFCON 1, señor. Esto no es un simulacro. Necesaria autorización para DEFCON 1, ¡ASAP!
—¿Ahora qué pasó? ¿Es que no puedo irme de vacaciones sin que arruinen de mala manera un rascacielos, o engalanen con pelos y tripas las alambradas de la Zona Verde? ¡Por Dios!
—Señor presidente, los radares de vigilancia del SAC lo han confirmado: los rusos lanzaron una andanada de sus Topol-M con cabezas nucleares múltiples. Aún no hemos precisado dónde, pero en diez minutos tocarán el suelo de los Estados Unidos de América.
—¿Y qué quiere que haga? ¿No les aprobé aquel presupuesto para un escudo? ¡Despliéguenlo entonces y comprueben de una vez si resiste o no! A que resiste, ¿va? Quejicas…
—¡El Escudo Antimisiles no es…! El escudo no estará operativo hasta el año próximo, señor. Actualmente procurar la intercepción de los Topol-M sería una quimera. La única alternativa: dé usted su consentimiento para ripostar con nuestros ICBM en pleno. Batiremos cada palmo del territorio ruso antes que los cabrones vacíen sus silos.
—¡Juaj! «Ripostar», dice el hombre. «Batiremos cada palmo», dice.
—¡Señor, sí, señor!
—Pues resulta, Bates, que atendiendo a una invitación del Primer Ministro, me encuentro de visita en el Kremlin. ¡Impresionantes las cúpulas de la catedral de San Basilio…! ¿Considera descabellado reproducir ese elemento arquitectónico bulboso en el Pentágono?
—¿Está solicitando en código su extracción de la zona hostil, señor presidente? Si afirmativo, despídase de mí con el más ecuánime «Adiós, Don Pepito» de que sea capaz, e ipso facto congelamos el tema Bin Laden y despachamos hacia allá un comando Delta. El mejor.
—¡Ni extracción ni el mismísimo Al-Qaeda en su salsa, coronel! No hablaría tan barato si estuviera en esta cena de recibimiento; con caviar, Voronov y todo lo que le cuelga. En fin, ¿cuál era su pedido?; ¿DEFCON 1? Concedido. Eso sí, de poco le valdrá pulsar el Botón por su cuenta. Siempre que vengo a Moscú echo en la maleta el Remoto Rojo; y ni bien vi su nombre en el móvil, me entró un no sé qué y apreté la teclita de Inhabilitar Sistema.
—Pero… señor presidente… las perspectivas a corto plazo del escenario estratégico-táctico son desfavorables. Usted es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas; deme siquiera una sugerencia.
—Y se la doy, claro que se la doy. Intente a como dé lugar (insisto, coronel Bates: a como dé lugar) sacudirse el «Don Pepito» que le endilgaron; denota falta de carácter y no contribuye a elevar la moral del Ejército. Por lo demás, yo que usted saldría de la oficina a la chita callando y atraparía el primer helicóptero que me pasara por delante. Hace un momento un generalote alzó su copa y me pareció que brindaba por que «¡Kohetova splôtashvili Guachintoski!» —¡Hurraaa! — ¡Hip! ¡Hiiip!… ¿Aló?… ¿Aló?…
Ganador del I Premio BCN de Relato para Escritores Noveles (España) en 2009. Finalista del Certamen Mensual de Relatos (septiembre/09) de la Editorial Fergutson (España). Mención en la categoría Ciencia Ficción de la I Edición del Concurso de Fantasía y Ciencia Ficción Oscar Hurtado 2009 (Cuba). Tercer Premio del Concurso de Ciencia Ficción 2009 de la revista Juventud Técnica (Cuba).
Ha publicado sus relatos en los e-zines Axxón (Argentina), MiNatura (España), Cosmocápsula (Colombia), NGC 3660 (España); así como en las páginas de Breves no tan breves (España), Químicamente impuro (Argentina) y Tauradk (España).
ARGENTINA
Parecía un día muy afortunado.
Todos los baños de mi sector estaban ocupados y la azafata me permitió pasar a uno en primera clase.
Me senté cómodo, escuché música y me puse de ese desodorante de cortesía de mil dólares, Zorra Instantánea. Al salir, con las moléculas olorosas flotando a mi alrededor, supe que era efectivo. La azafata me empujó con suavidad dentro de su cubículo y me besó.
Circulan miles de personas por el aeropuerto.
La chica de Seguridad es hermosa; detectó algo y me apunta con una pistola.
Soy un tipo dócil. Cumplo la orden y levanto mis manos.
Ella está de rodillas frente a mí, ya abrió el cierre.
Mi cerebro hace un clic. Maquiavélicos, me implantaron un mensaje, para que en el último instante lo sepa.
El beso de la azafata me infectó unos nanos que armaron la bomba instantánea dentro de mí. El nuevo desodorante es implacable: la chica policía hace lo que le ordenan las moléculas.
Ése es el disparador.
Eduardo Julio Carletti nació el 17 de abril de 1951 en Buenos Aires, Argentina. Actualmente vive en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires. Ejerce la profesión de Ingeniero en Electrónica Digital y Robótica desde 1972. También es un reconocido aficionado a la Entomología y un estudioso de las Ciencias Naturales. Sin embargo su mayor notoriedad (en Argentina primero, en Hispanoamérica luego) la adquirió como escritor y editor de ciencia ficción.
Desde 1983 y hasta la actualidad ha publicado una obra literaria no muy extensa, principalmente cuentos y una novela, aunque ha logrado diversos premios y es reconocido en el exterior. Tiene obras publicadas en revistas y antologías de España, México, Venezuela, Cuba, Estados Unidos, Uruguay, Alemania, Polonia e Italia, además de Argentina.
Eduardo Carletti es el fundador de la legendaria revista electrónica de ciencia ficción, fantasía y terror Axxón, pionera no sólo dentro del género, sino también en el mundo de habla castellana: Nacida en marzo de 1989, fue la primera publicación electrónica (esto es, realizada en formato digital) en este idioma. En un principio, la revista se distribuía en diskettes de 5 ¼, pero a partir de 2001 pasó a tener un sitio propio en Internet.
Ha ganado varios premios Más Allá, otorgados por el Círculo Argentino de Ciencia-Ficción y Fantasía: por el cuento Defensa Interna (1985); por el cuento En la escala (1986) (http://axxon.com.ar/c-CuentoEnLaEscala.htm); por la novela Instante de Máximo Quebranto (1987); por el libro de cuentos Por media eternidad, cayendo (1991); por su compilación de artículos Una mirada a la realidad, en la revista Axxón (1992); por el libro de cuentos Un largo camino (1992/93); por la antología Visiones (como antologista) (1992/93); y en 1990, 1991, 1992, 1993 y 1994 en el rubro «Revista», como director de Axxón. En 1994 recibió el premio Memoria Magnética, otorgado por el Círculo Puebla de Ciencia Ficción y Divulgación Científica, Puebla, México, por la revista Axxón.
ARGENTINA
Durante las primeras horas de la tarde las nubes desaparecieron. Tal vez hayan ido a formar parte de algún ensueño de Lovecraft, lejano en el tiempo. O quizás a deshacerse frente al ventanal de una habitación para amantes.
Lucas, junto a la ventanilla, lee un libro templado por el sol. A su lado, una mujer recibe un llamado vía celular.
—Hola, ¿sí? ¿De la clínica? Bueno, voy para allá.
«Será médica», supone Lucas. Pero la angustia y el desconcierto que muestra la mujer, lo hacen cambiar de opinión.
El asiento queda vacío durante tres cuadras. Luego lo ocupa un hombre. Cierra los ojos, dispuesto a un viaje largo, cuando un ringtone inexpresivo lo llama.
—¿Qué? ¿Cuándo? Dios mío. ¿En el Durand? Sí, esperame. —Mientras habla, baja y rehace su camino.
Lucas cierra el libro. Los llamados trágicos lo desconcentraron. Una chica que viajaba parada se sienta, para tristeza de los muchachos del fondo. Lucas la mira de reojo. Su simple cercanía —el leve contacto— lo excita. A ella le suena el celular. Lo saca del bolso. Lee un mensaje; se toma la cabeza. Contesta escribiendo con el pulgar tembloroso. Sus ojos se humedecen. Quiere, y no logra, cerrar el bolso. El cierre está del otro lado. Alza la vista. Llora. Mira las calles para ubicarse y se levanta. Los del fondo reviven.
—Parada, chofer —grita, y baja.
Lucas mira el asiento. Intuye un encantamiento maldito. A pocas cuadras de su destino decide bajarse y caminar. Antes pasa sobre el asiento, sin tocarlo.
El pulso de la calle le despeja la mente. No existen los maleficios. Un objeto no daña mágicamente. Todo fue una coincidencia desgraciada.
Llega a la Oficina Comercial, y el odio por tener que demostrar que ya pagó esa factura termina por hacerle olvidar el episodio del colectivo.
Caja número cuatro. Lucas da su explicación. El empleado busca en la pantalla, como en un vórtice prodigioso. En la caja tres un hombre atiende un llamado. Lucas lo mira. Está a su misma altura, a su izquierda. El hombre frunce el ceño. Se aparta de la fila, olvidando el trámite. Se alisa el pelo. Pregunta cómo, dónde, a qué hora; todo junto. Pide calma; va para allá.
—Señor, me permite la boleta. Señor…
Lucas no contesta. Mira hacia el costado y transpira.
Una mujer se acerca a la ventanilla tres.
Fernando Figueras nació el 26 de abril de 1970 en la ciudad de Buenos Aires. Escribe desde hace cinco años. Es profesor de música e hincha de Ferro.
ARGENTINA
Solo y con tu pánico; tanteás el bolsillo y comprobás si tenés las pastillas. Pensás en una dosis, pero en ese mismo instante suena el teléfono. Desde una distancia prudencial, lo mirás. Negro, altivo, apoyado sobre esa especie de tótem de madera, viejo y desvencijado, que se mueve producto de la vibración de ese sonido insoportable que te hace perder la paciencia; por eso te parás y salís. Necesitás unas copas, algo que pueda distraerte y no seguir con la mente puesta en ese maldito teléfono. Después de muchos rodeos, encontrás un bar y con sigilo buscás lugar entre las mesas del fondo y enseguida —y casi sin levantar la vista hacia el mozo— pedís una caña doble. Al rato nomás, te das cuenta cómo los barbitúricos —que ingeriste durante el día— empiezan a relajarte y a hacerte entrar en un estado de somnolencia que, sin embargo, no impiden que puedas recordar.
Una calle vacía, hombres que escapan a tu presencia y vos otra vez entrando a tu casa, atravesando —con cautela— el corredor que une la sala con la habitación, intentando con ese gesto no despertar a ese oscuro aparato que tanto te inquieta. Tenés bronca, mucha bronca. A tu crisis profesional se le agrega este absurdo momento que, sin dudas, preferís endilgárselo a tus desvaríos constantes, producto de la ingesta de ansiolíticos y de alcohol y, a veces, de alguna otra droga. Justo vos que querés olvidar y pasar el mal trance y esas ganas de mandar todo a la mierda y dejar de tocar la guitarra de una buena vez, te venís a enrollar con este episodio que, de tan inverosímil, te causa un temor desmesurado. Pensás que, en cualquier momento, el teléfono puede volver a sonar y que eso puede encaminarte hacia el paroxismo y perderte para siempre. La segunda caña te incendia la cara y te hace pensar que tal vez éste sea el momento en el que tu temple deba resurgir. Vos has pasado por situaciones similares y sin embargo las has sabido sobrellevar. No obstante, aunque lo pensás de esa manera, no podés evitar el miedo; porque que ese teléfono suene y suene es algo fuera de lo común. Ni qué hablar de lo que ocurrió la semana pasada cuando en medio de la madrugada, y después de unos días de absoluto silencio, el timbre del teléfono te despertó. Tomaste la tercera caña de un trago y unos hombres que estaban cerca de tu mesa te miraron con ojos aterrados, pagaron y se fueron. De cualquier modo, eso a vos no te importó. Los miraste sin verlos y te ensimismaste en aquel sonido que hizo que te quedaras petrificado, aguardando el instante en que dejara de sonar. Esa noche también volviste a salir y desandaste el camino de unos cuantos bares que te prohibieron la entrada y pudiste percibir cómo esa ciudad gris y pegajosa te iba envolviendo en esa atmósfera sombría y fantasmal. Las calles desoladas, hombres y mujeres que te rehuían y vos vuelta a tu casa a esperar que ese teléfono dejara de sonar de una vez por todas. Para peor, en esos últimos días, la tentación de atenderlo se había apoderado de vos; pero el temor, el terror mismo que te provocaba pensar en quién podría esconderse al otro lado de la línea te mantenía a raya y hacía que desestimaras aquella posibilidad. La cuarta caña fue un fuego que te abrasó por dentro y que hizo que cerraras los ojos e imaginaras las más escalofriantes hipótesis. De repente, notaste que estabas solo y que ya no podías distinguir lo real de lo irreal.
Como pudiste te pusiste de pie y, con paso tambaleante, saliste del bar. Caminaste por la ciudad desolada hasta llegar a tu casa. Entraste. De manera instantánea, dirigiste tu mirada hacia la biblioteca; allí, en un extremo, descansaba el teléfono de línea, común y corriente, y en la otra punta, sobre la improvisada mesa de madera, estaba aquel otro aparato telefónico: negro, vetusto, desenchufado; con su disco de acrílico y el desgastado sello de ENTEL en su centro. Lo miraste fijamente y el silencio pareció crecer como una pausa macabra. Después, empezó a sonar…
En lo que se refiere al panorama literario ha cosechado las siguientes distinciones:
1º premio por el cuento Té de otoño (año 2002), otorgado por el Ministerio de la Poesía de Floresta.
1º premio por el cuento El conjuro (año 2004), otorgado por la editorial Pórtico Azul.
Mención de Honor por el cuento Machi (año 2005), otorgado por la editorial Pórtico Azul.
En el año 2006, por intermedio de la Editorial Parábola, publicó su primer libro de cuentos (de género fantástico), Tusitala.
Premio Ediciones del Árbol; publicación del cuento Dos minutos exactos (año 2007), otorgado por la editorial homónima.
3º premio por el cuento Sudestada (año 2008), otorgado por la Municipalidad de la Ciudad de Las Flores, en el marco del 2º Concurso Internacional Adolfo Bioy Casares.
En la actualidad, se encuentra escribiendo su segunda novela y corrigiendo los relatos que compondrán su segundo libro de cuentos (la temática lindará el género fantástico y el policial), además —claro— de andar buscando editor para su primera novela.
ARGENTINA
Estaba a punto de salir cuando sonó el timbre. Dejé las llaves sobre la mesa, entreabrí la puerta de calle y me metí en el dormitorio. Allí me vi, todavía durmiendo, así que me sacudí el hombro y cuando empecé a entreabrir los ojos me fui apurado al baño a afeitarme. Apenas terminé en el baño, salí pitando porque se me hacía tarde. Afuera había un tumulto, una ambulancia y curiosos que no me dejaron cruzar la calle, lo que fue una suerte porque descubrí que me había olvidado las llaves y tuve que volver a buscarlas. Toqué timbre, la puerta se entreabrió y sin embargo no vi a nadie. Tomé las llaves de la mesa y aunque estaba apurado me entretuve haciendo no sé qué. Cuando salí de nuevo, el tumulto se había ido. Ya era tarde, decidí cruzar corriendo la avenida.
Gustavo Piñeiro nació en la ciudad Buenos Aires, en 1966. Es licenciado en Matemáticas, graduado en la Universidad de Buenos Aires en 1992. Es coautor de Gödel para Todos (Seix Barral, 2009) junto con Guillermo Martínez (el autor de Crímenes Imperceptibles). Actualmente trabaja como docente en instituciones de nivel terciario y universitario, y desde hace varios años participa en la redacción de libros de texto para el nivel medio. También colabora habitualmente, tanto en revistas de divulgación científica como en otras dedicadas a los juegos de lógica e ingenio.
CUBA
Se sorprendió muchísimo, y sinceramente se molestó, cuando al llegar a su oficina encontró que su buró, con una bien cuidada cubierta de fórmica azul pálido, había sido cambiado por un tosco mueble carmelitoso. Quiso preguntar a sus compañeros la razón de este cambio, pero se contuvo al ver que todos estaban en la misma situación.
—Es una normativa del jefe —le aclaró uno—. Este fin de semana, en un trabajo voluntario con la gente de producción, logró llevar para la sección técnica todos los burós azules, dejando para la sección administrativa estos oscuros desastres.
—Pero ¿y las cerraduras, las calcomanías y todas nuestras cosas guardadas en las gavetas de los azules…?
—No te preocupes —lo trató de calmar otro—, todos los papeles de trabajo están en aquel rincón. No sé cómo pudieron romper todas las cerraduras.
—Es absurdo, ahora tenemos que trabajar más, organizando esa papelería, volviendo a colocar nuestros cuadros, almanaques…
—Perdone, según la nueva normativa del jefe, todo eso queda prohibido. Nada de carteles en las paredes. Es por la uniformidad —advirtió la empleada de limpieza.
—¿Uniformidad? ¡Qué barbaridad de normativa! Pero ya llegará el día en que este jefe tendrá que responder por sus atrocidades.
Unos meses más tarde ese día llegó, y se sintió el hombre más feliz de la tierra. Ya era difícil recuperar su antiguo buró —¿cómo estaría su bien cuidada cubierta de fórmica azul?—, pero al menos se podría mejorar el tosco mueble carmelita que tenía en lugar de aquel; además, podría animar un poco la oficina con unos carteles de japonesas que había conseguido, porque, seguramente, el nuevo jefe no se iba a poner en la misma verraquera que el anterior. El problema fue descubrir que todos los burós comenzaban a cambiar de color: una mitad carmelitosa y la otra, bien cuidada, de fórmica azul.
CUBA
Para Aldo, a manera de respuesta
Siempre me consideraron un loco o un elegido, los amigos. Quienes me despreciaban me reducían a mentecato (oligofrénico, si eran cultos). Y todo porque me fascinaban las nubes. Los enemigos creían que me babeaba en la azotea durante horas, siguiendo aquel lento desfile en los celajes, viendo cómo se dibujaban, se deshacían y se transformaban constantemente nimbos, cúmulos, cirros. Tenues nieblas, seda que intentaba envolver al sol. Eso creían, pero mis amigos me justificaban aduciendo que en realidad sólo mi cuerpo quedaba, como un cascarón sobre las rasillas, mientras yo, aferrado al leve carro de las nubes, viajaba por cualquier sitio del planeta. Una mañana, afirmaban, podía ser llovizna en Londres, o fuerte aguacero a la tarde en Kuala Lumpur, o evaporarme en el desierto de Kalahari. Lograba deslizarme por una suave pendiente en Río, correr entre los cabellos de una joven en París, chapotear con los niños en una calle de Ouagadougou, o pernoctar en el lodo de los Everglades.
No siempre resultaban fáciles estos viajes, se atrevían a explicar mis amigos ante alguna demora mía. El polvo del Sahara conseguía enturbiar mi mirada sobre el Atlántico, o podía confundirme y asirme de una nube tóxica y contaminada. Las radiaciones también constituían un inconveniente, al igual que el trazo fugaz de una aeronave. Pero refluía. Regresaba, concluían mis amigos, hasta mi lánguido cascarón sobre la azotea. Hasta aquella tarde cuando encontraron un amasijo hecho de cuerdas y tendones, un revoltijo de carne con madera sobre la acera, y algunas gotas de agua sobre la rasilla.
Mis amigos lo explicaron así: con una nube creé una hermosa mujer y la seguí hasta la evaporación sobre el océano, luego desaparecí en medio de un huracán. Los otros, quizá más objetivos, dijeron que simplemente resbalé.
José León Díaz es Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana, 1985.
Como fundador e integrante del grupo Nos y Otros (1982-1988) es coautor de numerosos textos aparecidos en varias publicaciones cubanas, así como del libro Aventuras del Caballero del Miembro Encogido, y del guión del filme Alicia en el Pueblo de Maravillas.
A título individual ha publicado poemas y relatos en varias publicaciones culturales cubanas y de Argentina. Ha merecido varias menciones en certámenes poéticos, la más reciente cuando resultó Primera Mención en el Concurso Luis Rogelio Nogueras, así como los premios Cauce y Habáname en 2002.
COLOMBIA
Frente al pelotón de ejecución, recibiendo por enésima vez y sin inmutarse, otra descarga cerrada de la fusilería militar, el rebelde se atrevió a un nuevo acto de insurgencia contra el gobierno que lo había condenado: se negó a morir.
A pesar de lo extraordinaria, esa noticia nunca apareció publicada en la prensa.
COLOMBIA
Acostumbrado a ser un cazador solitario, Gato (mirada obtusa y de soslayo) desconfía hasta de su sombra: para acabar con toda suspicacia esta noche ha decidido saltar sobre su silueta en el suelo, devorándosela de una tarascada rápida, y sin compasión.
Ahora que no tiene quien lo siga ni le copie los pasos bajo la luz de la luna, Gato se siente tranquilo caminando sobre los tejados.
Jorge Lineya es autor de una novela y varias obras inéditas de narrativa y de poesía. Nació en Santiago de Cali, Colombia, el 20 de septiembre de 1964. Participó en algunos concursos en España vía Internet en 2004. Tiene formación universitaria en Ciencias Jurídicas ya que estudió en su país Derecho y Ciencias Políticas, carrera que no concluyó debido a una calamidad personal que lo obligó a retirarse. Es padre de tres hijas.
MÉXICO
Los psicólogos dicen que la etapa de los amigos imaginarios es transitoria. Conmigo no fue así. A los seis años conocí a Berenice en el sótano, y desde entonces no he dejado de verla. Cuando me cambió la voz y me salieron vellos donde antes no había, a ella se le ensancharon las caderas y sus pechos surgieron como la revelación de un misterio. Poco antes de los dieciocho, tuvimos nuestra primera relación sexual. No obstante, a los veinticuatro, más por presión social que por convicción, me casé con Liliana.
Ahora vivo con dos mujeres, con la ventaja de que una de ellas no puede ver a la otra. Berenice es de mente abierta y no le importa que esté casado, sobre todo porque sabe que mi corazón y mi cuerpo le pertenecen. Eso sí, cada vez que puedo, hago enojar a Liliana para que no me deje dormir en nuestro dormitorio. Resuelta, mujer de hierro, me manda a dormir a un sillón de la sala. Yo, claro está, opto por el sótano.
Daniel Avechuco Cabrera tiene es Licenciado en Letras Hispánicas y actualmente estudia un postgrado en Literatura Hispanoamericana.
ARGENTINA
La encontré entre las páginas de un libro: los ojos cansados, el mentón bajo, una mueca de alegre nerviosismo en los labios. Era una foto, un pedazo de cartón de diez por quince. Una imagen gravada por la luz. Con las manos tensas, la acerqué. Por encima de los hombros quedaban el viento y la tarde. La huerta recién regada, los grillos, el pasto ardiendo y el contorno de una nube. Escuché el disparo. El estallido de la cámara. Volví hacia los ojos cansados, al mentón bajo, a la mueca de alegre nerviosismo. Y la noche pegada en su nuca. Antes que la foto oscureciera, cerré el libro. Lo apreté con las dos manos. La aplasté y aplasté hasta que se detuvo.
Estela Getino vive en la ciudad de Buenos Aires, nació en 1971, trabaja en la producción de películas y ha participado activamente en el taller literario Máquinas y Monos de Axxón
ESPAÑA
La primera vez apenas levantó una leve brisa, pero no consiguió su cometido.
—¡Sopla más fuerte!
Se subió a la silla. Ensanchó la espalda. Concentrado, miró fijamente las cinco velitas. Calculó la distancia. Hinchó los mofletes. Apuntó hacia el fuego.
Y sopló.
Al principio notaron una densa calma, como un vacío. Después un pequeño torbellino, una ligera corriente de aire recorrió el suelo de la habitación.
Al momento vibraron los cristales, explotaron los globos y la melena de la madre de Oscar se elevó electrizada.
Las palomitas de maíz levantaron el vuelo y los niños las seguían tratando de disfrutar de su repentina ingravidez a la vez que se alimentaban. Los bocadillos de jamón con mantequilla pegados en las paredes y la lluvia de aceitunas con Fanta constituían el paisaje ideal para un cumpleaños.
De repente los cristales dejaron de protestar y se rompieron, abriendo así una vía para que los pequeños Peter Pans volaran hacia el exterior del edificio, mecidos por esa divertida espiral.
Las mamás reían con una risa algo histérica, y se sentían livianas como si volvieran a ser adolescentes.
El edificio se meció a derecha e izquierda, pero por suerte nunca llegó a su límite de elasticidad. Tras un remeneo de flan regresó a su equilibrio.
Fue el cumpleaños más feliz al que habían asistido los de la clase de los Pingüinos.
Cuando acabó la tremenda juerga que les había preparado Oscar y su mamá, las demás madres llamaron a sus hijos para que fueran jugando a algo más tranquilo mientras ellas recogían. Se las veía con los ojos brillantes y despeinadas, pero felices.
Al regresar al centro de la habitación se dieron cuenta de que el pastel seguía allí: tenso, reluciente de chocolate negro, con su borde de lacasitos y con cinco velitas temblorosas que anunciaban que había llegado la hora del Happy Birthday y de los regalos.
Paz Monserrat Revillo vive en Molins de Rei, Barcelona, España. Nació en Tortosa en 1962. Está casada y tiene cuatro hijos. Es licenciada en biología y profesora de secundaria en un instituto de Sant Joan Despí (Barcelona). Master en Educación Ambiental. Ha ganado varios premios literarios: Primer premio de microrrelatos DDOOSS (Valladolid), Segundo premio en el II Certamen «Cuéntanos tu viaje» (Areas, Barcelona), y ha quedado finalista en varios certámenes más (Acumán, grupo Búho, certamen literario «El laurel», Premio Ciudad de Getafe, Relatos breves Sant Joan Despí). También ganó el primer premio como coordinadora de un trabajo para el certamen de jóvenes investigadores (1996).
CUBA
Según trascendió, en un operativo de la policía anti-magia realizado este martes en la Sede de las Brujas del Oeste se decomisaron más de quinientos haces de madera de primera calidad, cuya procedencia se determinó en el Amazonas. «Esto», expresó un portavoz de la policía, «es resultado de la reciente prohibición de talar árboles, que ha hecho florecer el negocio ilegal de confección de escobas».
Infrarroja. Agencia de Noticias de los Elfos Oscuros.
CUBA
—»Es sólo un mito», dijiste —masculla uno de los dos hombres en la jaula—. «Detrás de ese túnel lo único que encontraremos son las ruinas de la civilización que creó las primeras leyendas sobre los dragones. Es un descubrimiento que nos hará famosos, muy famosos.»
—¿Y quién podía dar crédito a esto? —murmura el interpelado mientras cierra los ojos ante los cientos de cámaras fotográficas y de televisión cuyos flashes apenas le permiten ver las miles de bestias que los rodean, y que permanecen en silencio mientras la más cercana a la jaula la zarandea con ademán posesivo y ruge:
—»Estás loco», decían. «Un mito sin ningún fundamento científico. Tonterías de dragones viejos». ¿Y ahora qué dicen, eh, qué dicen ahora?
Yunieski Betancourt Dipotet (Yaguajay, Sancti Spíritus, Cuba, 1976). Sociólogo, profesor universitario y narrador. Máster en Sociología por la Universidad de La Habana, especialidad Sociología de la Educación. Ha participado como ponente en eventos nacionales e internacionales de su disciplina. En estos momentos trabaja en su proyecto de doctorado, que versa sobre los procesos de socialización y la transmisión de la enajenación. Imparte las asignaturas Historia y Crítica de las Teorías Sociológicas I, II y III, Sociología y Política Social Urbana, y Sociología de la Cultura. Cursó el taller de narrativa del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, Ciudad de La Habana, Cuba. Ha publicado en La Isla en Peso, La Jiribilla, Axxón, miNatura. Obtuvo el Premio en el género Fantasía del Segundo Concurso de Cuento Oscar Hurtado 2010, con el cuento «Cuestión ideológica». Actualmente reside en Ciudad de La Habana.
Axxón 211 – octubre de 2010
Cuentos de autores varios (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Fantasía : Temas diversos : Internacional).
Me gustaron MUCHÍSIMO los textos que pude leer pero me gustaría leer el resto de los 59 que dijeron que hay. Cómo hago?
Son 17 cuentos, el número 59 es el número de la Sección (hubo otras 58 secciones de ficciones breves anteriormente, desde hace años). Si quieres encontrarlas, en la portada del sitio haces clic en CUENTOS y allí las verás.
Oquey, que se puede decir que no se suponga decir?, no mucho, pero si digo que me entusiasmó la revista y eso es justo lo que quiero decir.
Conocí la revista Axxón en el primer lustro de la última década del milenio pasado, (claro que hablo del milenio cristiano), por actividades que desarrollé en el Ctro. Cultural Recoleta en Buenos Aires.
Recuerdo que los ejemplares se distribuían en disquet con la particularidad de que cada vez que se abría uno aparecía una tapa/portada/presentación diferente a las otras.
Bien, ya sé como leerla y en donde hacerlo, hasta la próxima.
Oscar Míglio
Paz Monserrat Revillo definitivamente.
felicitaciones para jorge lineya, por sus aportes a este magazzín cultural de la ficción y para adelante amigo.