Supongo que nuestra dimensión le quedó demasiado estrecha, que no podía terminar su historia en tiempo lineal y con márgenes tan acotados. Tal vez fue cuestión de dar el salto hacia esos universos que tantas veces había imaginado.
 
—¿Esto es el Cielo?
—No, lo siento, señor Giraud.
—Prefiero Moebius. Este lugar me resulta conocido.
—Claro, nos ha visitado en incontables ocasiones.
—¡Se parece a mis diseños!
—Sus diseños se parecen a nuestra dimensión. No se preocupe, lo hizo maravillosamente.
—¿Y ahora?
—Bueno, no es el Cielo, pero puede hacer lo que sabe hacer tan bien sin necesidad de despertar. Adelante.