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Archivo de la Categoría “263”

ARGENTINA

 

 

Alejandro Alonso
Alejandro Alonso junto a Carlos Gardini y un admirador.
(Foto: Caro Bona)

AXXÓN: Me enteré de que estás estrenando libro nuevo: Lorena y el Mago. Decime cuándo sale al mercado. Y con qué editorial. Y cómo nació la idea. Y si tuvo cambios de rumbos.

 

Alejandro Alonso: Lorena y el Mago es un proyecto de hace varios años, que fui escribiendo de a poco. Empezó como un relato infantil, pero las imágenes y los conflictos que yo tenía en mente excedían la brevedad y concisión de los cuentos para chicos. Así que terminó siendo, primero, una serie de cuentos más elaborados, y luego una novela juvenil. Tenía más o menos claro el final, y que tenía que darse en tres actos, pero escribir esas tres partes, que aparecieran las ideas y el tono que yo quería darle, llevó mucho tiempo, mucha reescritura. Al final, la novela salió finalista del Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil 2014. Afortunadamente, encontré una recepción extraordinaria en Colihue, donde encajó bien con la colección «La Movida», que dirige Pablo De Santis. Ya hicimos un lanzamiento y está en algunas librerías.

Lorena y el Mago es una novela iniciática y de aventuras, donde la joven protagonista «vive» a través del relato de su abuelo las misiones del Mago, a la par que intenta superar su propia crisis preadolescente. Sin embargo, creo que se presta para múltiples lecturas, de modo que mi deseo es que sea un libro que permanezca, que con el correr de los años, al volver a él, el lector descubra cosas nuevas.

Por otra parte, las ilustraciones de Patricia Breccia, que acompañan el texto, son geniales.

 

 

AXXÓN: ¿Te relacionás con otros escritores? ¿Das a leer tus textos? ¿Aceptás las sugerencias?

 

Alejandro Alonso: Definitivamente. Y lo hago todo el tiempo. Es que, a veces, para construir un universo de ficción, una cabeza no alcanza. Me gusta contar qué estoy haciendo, discutirlo. Y cuando creo que está terminado, darlo a leer por escritores y lectores que respeto mucho para que opinen. Es que una vez que el texto está semi-terminado, comienza a dejar de pertenecerme. Es como un chico que comienza a relacionarse con el ámbito que va más allá de la familia, porque el adulto que será ese niño necesita defenderse solo. Por otra parte, en los talleres de pares, tuve excelentes experiencias compartiendo mis universos. ¡Las discusiones que se armaban! Y eran sobre cosas que ni siquiera existían objetivamente más allá de la especulación de tres o cuatro.

 

 

AXXÓN: ¿Cuál fue el primer libro que te reventó la croqueta?

 

Alejandro Alonso: Debe haber sido algún cuento infantil. Cuando estaba en la primaria, me volvió loco Julio Verne con 20.000 leguas de viaje submarino (en versión de la colección Robin Hood, o la colección Roja de Billiken). En materia de ciencia-ficción más moderna, creo que fue El hombre ilustrado de Ray Bradbury. Mi papá era lector de ciencia-ficción, y tenía libros de Bradbury y Asimov. Después yo me encargaría de aumentar la cantidad de libros de CF de la biblioteca familiar. Sin embargo, a esa edad era lector voraz, particularmente de policiales.

 

 

AXXÓN: ¿Qué película de CF te aportó más?

 

Alejandro Alonso: Recuerdo que cuando yo era chico estaba de moda pasar películas en proyectores Super 8, pero eran películas editadas, mutiladas, no se entendía nada. En ese formato vi por primera vez La Guerra de las Galaxias, y fue fascinante. No sólo por las imágenes y los efectos especiales, sino por la cantidad de huecos y misterios, todo eso que yo no entendía. En este momento no recuerdo otras películas que me hayan aportado. Seguramente las hubo, pero no las recuerdo ahora.

 

 

AXXÓN: Existen los subgéneros de la CF, o son una manera más de que sigan existiendo los críticos.

 

Alejandro Alonso: No vengo del mundo académico, así que no he leído ningún trabajo que se ocupe críticamente de los subgéneros de la CF. Creo que sí, que existen, en el mismo sentido que existen los géneros, como una manera de ordenar el caos literario, etiquetar, diseccionar, encontrar raíces y ejes comunes, etc. Subgéneros de la CF podrían ser la ucronía, o el space opera, o la CF dura (y cada disciplina científica de la CF dura podría ser un subgénero), o la sociológica. Sin embargo, creo que lo interesante, literariamente hablando, está en el arte de cruzar fronteras. Especular y usar para ello las herramientas que hagan falta. Las etiquetas y las clasificaciones son posteriores.

 

 

AXXÓN: ¿Debe haber críticos?

 

Alejandro Alonso: Sí, por supuesto. Creo que, contrariamente a lo que se piensa, el crítico no critica (en el sentido de ponerle una etiqueta de bien escrito o mal escrito, divertido o aburrido, creíble o no creíble, etc.) El crítico puede dar contexto de un relato, o explicar cómo ese relato dialoga con los clásicos y los contemporáneos. Los críticos encuentran ejes comunes a toda una generación de escritores, o pueden rastrear lo que una generación hereda de la otra. El trabajo de los críticos es importante, porque en el conjunto de esos trabajos se pone a la literatura como una verdadera expresión cultural, perteneciente a una sociedad concreta.

 

 

AXXÓN: ¿Es una paradoja en sí misma que exista la posibilidad de la máquina del tiempo?

 

Alejandro Alonso: Si asumimos que todo lo posible, en algún momento será ejecutado, la posibilidad de una máquina del tiempo siembra no una, sino muchas paradojas. Yo creo que si alguien inventó (inventará) una máquina del tiempo, no se atrevió (atreverá) a usarla.

La realidad es que es muy difícil definir qué es el tiempo, lo cual, en términos metafóricos y literarios, es fascinante. Y no sólo el viaje en el tiempo, sino la distorsión (subjetiva y objetiva) del tiempo y sus consecuencias en la conciencia humana. Relatar algo tan extraño requiere de cierta habilidad, incluso de poesía.

 

 

AXXÓN: Esto último me hace acordar a un cuento a cuatro manos entre vos y Daniel Vázquez: «Borgeano». Me pasó algo extraño con ese cuento: muchos me dijeron que no lo entendían, pero que igual le gustaba. ¿En qué universo se mueve «Borgeano»?

 

Alejandro Alonso: Ése es un buen ejemplo de lo que me preguntabas más arriba, sobre compartir lo que escribo con otros escritores. El universo de ese cuento, y los relatos asociados («Leticia en el reflujo de la marea», «Elegía al ausente perfecto» y la novela corta «Cronoelipsis» ) se desarrollan en un universo donde los avances en comunicación interespacial desencadenaron una guerra contra una civilización alienígena que está en otro universo. Como consecuencia, ambos universos comenzaron a coexistir, provocando más dimensiones espaciales y temporales que las cuatro que conocemos, algunas sumamente aberrantes. Desarrollar ese universo no fue una tarea en solitario, lo charlé mucho, en especial con Dany. La consecuencia de esas charlas se plasmó en toda la física y la tecnología de ese universo, y en el cuento conjunto, que es el mejor de la serie.

 

 

AXXÓN: Cuesta pensar en otra dimensión espacial que no se rija por los ejes cartesianos. ¿Te acordás de alguna discusión?

 

Alejandro Alonso: Recuerdo una discusión, en casa de Daniel, sobre cómo funcionaba uno de los implementos alienígenas, la «bodega infinita». Recuerdo también que las coordenadas emocionales, gustativas y olfativas surgieron de intercambios en el taller literario. Algunas de esas discusiones eran apasionadas. Mucho antes que eso, cuando estaba escribiendo sobre el universo de Oniris, hubo al menos una discusión sumamente apasionada con Eduardo Carletti. De más está decir que la materia de estas discusiones es tan etérea como una idea.

 

 

AXXÓN: No me puedo hacer una idea de lo que pueden llegar a ser las coordenadas emocionales, gustativas y olfativas.

 

Alejandro Alonso: En «Elegía al ausente perfecto», uno de los personajes lo explica:

—Como no podemos ver esas dimensiones —siguió Júpiter, mientras acoplaba los conectores de la fibra en los puertos ópticos del proyecto—, hay un sistema que se llama RVCortical, que nos permite percibirlas artificialmente a través de los otros sentidos. Eso es el Mapa Dimensional Sensible: una representación virtual en sabores, olores y emociones de las dimensiones que no podemos ver.

—Ah, y ese mapa se divide en emogustivo y emolfativo. Ya lo sabía.

 

 

AXXÓN: ¿Creés que la Fantasía le ganó a la CF? ¿Sigue todo igual?

 

Lorena y el Mago
Portada de Lorena y el Mago.
(Portada de Patricia Breccia para Colihue)

Alejandro Alonso: La fantasía épica «industrial» es fácil de digerir, así que tiene muchos más lectores y espectadores. Pero el imaginario de la CF ha sobrevivido en muchos de sus aspectos, y mucho de lo que vivimos hoy está forjado por ese imaginario. De modo que… ¿qué sería ganar?

 

 

AXXÓN: Me refería a la venta masiva. Y, dentro de la misma pregunta: ¿» El señor de los anillos» es industrial?

 

Alejandro Alonso: Es posible que se venda más fantasía épica industrial que ciencia-ficción industrial. Pero hay que reconocerle un mérito a la cf. Si bien la fantasía épica parece haber sembrado ciertas percepciones sobre el bien y el mal, mucho de lo que hoy vemos, hacemos y soñamos es hijo de la ciencia-ficción. Y esto se ve desde recursos publicitarios, incluso en la forma en que «navegamos» Internet, como si fuera un océano físico.

 

 

AXXÓN: No me respondiste sobre «El señor de los anillos», je.

 

Alejandro Alonso: No es industrial. Es un desarrollo sumamente trabajado: desde la geografía, la genealogía, la historia, los mitos, la construcción de los lenguajes, los personajes, las situaciones… Tolkien creó un universo y le puso carne y sangre a sus habitantes. Algunos dirán que se apoyó en otras mitologías, pero no hay dudas de que su universo es autónomo, y de que el texto no obedece a una fórmula industrial.

 

 

AXXÓN: ¿Star Wars es CF? ¿Por qué?

 

Alejandro Alonso: Desde un punto de vista argumental, hubo que esperar a los midiclorianos para responder esa pregunta. Sí, es CF. Desde el punto de vista de usos y costumbre, La Guerra de las Galaxias presenta numerosos elementos de ciencia-ficción, y alguno que otro de fantasía. Así que ya en su concepción era mayoritariamente CF.

 

 

AXXÓN: ¿Qué le falta a la CF hispanoamericana?

 

Alejandro Alonso: Difícil decirlo. Un primer paso sería que nos conozcamos más. Que haya oportunidad de que los autores puedan cruzarse y mostrarse juntos. No puede ser que se diga que Jorge Baradit fue «el primer latinoamericano en ganar en España el Premio UPC de novela corta de ficción» (a fines de 2006), cuando había antecedentes de 1996, 2001 y 2002 (y un argentino lo volvería a ganar ese año). Pero también es importante que trascendamos el barrio cerrado y pasemos a formar parte de la literatura hispanoamericana en general. En la Argentina, tenemos al maestro Bioy Casares liderando ese pelotón, y grandes escritores como Angélica Gorodischer, Carlos Gardini o Ana María Shua. En mi humilde entender, ellos no escriben CF o Fantasía, ellos hacen literatura, y punto.

 

 

AXXÓN: ¿Qué autor te da cosita?

 

Alejandro Alonso: Los que invierten mucho tiempo y recursos en promocionarse. Los que se exponen en exceso. Supongo que por estas cosas de la autogestión y la necesidad de marketing de los escritores es inevitable, pero eso siempre me pareció un poco impúdico.

 

 

AXXÓN: Tres autores de lengua extranjera que te seducen. Y por qué.

 

Alejandro Alonso: Eso varió con el correr del tiempo. Hoy podrían ser Ted Chiang, claro, China Miéville (al menos una parte de su obra) y el John Varley de los ochenta. Ted Chiang tiene la capacidad de tomar una idea original, y especular sobre ella hasta últimas consecuencias. China Miéville tiene una imaginación portentosa (al menos en lo que yo leí, como La estación de la calle Perdido y El Consejo de Hierro). Y el Varley de aquella época me resulta absolutamente lúcido, una experiencia las de lectura que perdura y trasciende, como en «La persistencia de la visión». Podría agregar Greg Egan, por la base científica de sus relatos y el alto poder de especulación. Pero, como ya dije, esto va cambiando con los años.

 

 

AXXÓN: ¿Ves con buenos ojos a la autoedición?

 

Alejandro Alonso: Te diría que lo veo con malos ojos. Pero después me acuerdo que Borges comenzó así, y se me pasa. Supongo que lo que me molesta de la autoedición es que no tiene los filtros, la supervisión, la corrección que puede aportarle una edición profesional. He visto mucha autoedición de obras que están super crudas, que no están listas para la publicación, editadas en condiciones formales pésimas (y no hablo sólo de lo estético). Por otra parte, puedo entender que alguien que quiere escribir, elija autoeditarse para tener una carta de presentación. De hecho, conozco algunas experiencias buenísimas de autoediciones. Y, claro está, en materias y temas como ensayos sobre cuestiones muy específicas, o poesía, tal vez sea la única salida.

 

 

AXXÓN: Y de la otra punta: ¿Cuál sería el límite ante el «avance» de un editor? ¿Depende del estado en que se encuentre nuestra carrera como escritores?

 

Alejandro Alonso: Es posible, y también depende de la seriedad del editor. En última instancia, antes de firmar un contrato (o aprobarlo, si es verbal), uno puede plantearse si las condiciones son aceptables o no.

 

 

AXXÓN: La siguiente pregunta es más una duda que me persigue desde hace un tiempo. La cosa es más o menos así: yo pienso que los escritores de ciencia ficción corremos con desventajas comparados con, por ejemplo, un escritor costumbrista y/o de comedia romántica. Lo digo porque el público puede ver hasta el hartazgo cien variaciones de «Cuando Harry conoció a Sally», pero no puede soportar dos películas diferentes donde el argumento se base en un robot que recibe un rayo y adquiere conciencia de sí. Como que la ciencia ficción debe tener continuamente ideas innovadoras.

 

Alejandro Alonso: No coincido. O al menos no me parece que sea así siempre. El cine funciona con fórmulas. «Películas que se parecen a…», porque, de otro modo, los productores no ponen plata. Vimos clones de Mad Max, películas de invasiones extraterrestres (e incluso llegamos al punto de la parodia, con Tim Burton y Mars Attacks!) e incluso de viajes en el tiempo (y sí, también fueron parodiados, como en el caso de Hot Tub Time Machine).

 

 

AXXÓN: En la época de oro de la ciencia ficción, la ciencia era más intuitiva para el común de la gente. Hoy la ciencia parecería ir más rápido que los escritores de ciencia-ficción. ¿Es tan así?

 

Alejandro Alonso: Puede ser. Nadie dijo que sería fácil. La información circula más libremente, y eso hace que cierto público esté más o menos informado acerca de una serie de disciplinas. Así que el escritor tiene que estar a la altura de las circunstancias. Hay lectores que han perdido la «inocencia científica», por decirlo de alguna manera. En todo caso, siempre hay alternativas que no tienen que ver con ciencia-ficción dura, y existe una cantidad de abordajes especulativos que evitan cualquier complicación a la hora de escribir.

 

 

AXXÓN: Me acuerdo con beneplácito que tomé un curso con vos y con Carletti: «Creación de Universos». ¿Cómo era el asunto?

 

Alejandro Alonso: Fue una experiencia maravillosa, en una época en que, gracias al surgimiento de la Fundación Ciudad de Arena (a mediados de la década del 2000), vivimos una suerte de explosión del Fantástico argentino. La idea del taller era dotar a los escritores de elementos que iban más allá de la capacidad de contar. En ciencia-ficción no basta saber contar, hay que saber diseñar coherentemente. Partiendo de unas ciertas premisas, hay que avanzar sin traicionarlas, ni olvidarse de ellas. Esas premisas (o reglas, o leyes) pueden ser físicas o biológicas (imaginemos que la acción transcurre en una galaxia lejana, en un planeta muy diferente del nuestro), sociales, psicológicas, de tono del relato, de punto de vista, y un largo etcétera. Así que la idea era dar algunas herramientas para que estas especulaciones llegaran a buen puerto. La otra cuestión es que eso que diseñamos los escritores, que apunta a provocar extrañeza en el lector, a menudo sólo existe en nuestra visión, de modo que hay que comunicárselo al lector sin que sea tedioso, extremando los recursos del oficio.

Eduardo es un experto en esto, un lector insaciable de temas de ciencia y tecnología con cuentos notables de ciencia-ficción dura, y yo había mamado esa escuela con algunos «éxitos» (por decirlo de alguna manera) bajo el brazo. También era interesante aprovechar la oportunidad de la interacción entre pares sobre un universo creado. Hubo dos ediciones de estos talleres, creo que con buen resultado (aunque eso deberían decirlo los que asistieron al taller… de todos modos me consta que cuatro o cinco siguieron escribiendo regularmente, así que al menos no los malogramos, je).

 

 

AXXÓN: ¿Te animás a dar una clase conmigo como alumno?

 

Alejandro Alonso: Tendría que prepararla. El problema no es el alumno, sino el profesor, je. ¿De qué te gustaría la clase?

 

 

AXXÓN: Me gustaría empezar de cero. O sea, imaginate que soy un pendex de poco menos de 30 con todas las ganas de escribir CF. ¿Cómo puedo imaginarme un universo coherente que sea disímil al que piso y respiro? Por ejemplo, por decir algo, una historia de amor diferente.

 

Alejandro Alonso: Le diría que, en primera medida, si el universo tiene un sustento científico, lea mucho sobre esos temas. Con todo, hay universos que son especulativos (la explicación científica podría llegar después), entonces el punto de partida son las reglas fundacionales de ese universo. Tal vez conozcas el caso de la novela Los propios dioses, de Asimov. Viene a cuento. Resulta que Robert Silverberg, en tren de dar un ejemplo de un isótopo cualquiera, habló del «Plutonio 186». Asimov lo corrigió: «Ese isótopo no existe y, de hecho, no podría existir». Pero la idea quedó picando en la cabeza del buen doctor. Trató de entender bajo qué condiciones podría darse dicho isótopo, y se dio cuenta de que sólo podía existir en otro universo, con leyes físicas distintas de las que regulan el nuestro. Ése fue el principio de la novela. Otro caso interesante es el de Ted Chiang y la novela Exhalación, donde la premisa era desarrollar una inteligencia artificial completamente mecánica.

 

 

AXXÓN: Por ejemplo, me acuerdo que de pibe jugaba con los flippers. Y se me ocurre tomar uno de esos aparatos como base para mi universo. ¿Qué/cómo puedo hacer?

 

Alejandro Alonso: Bueno, en el taller lo hicimos con el metegol. La cuestión es elaborar una serie de reglas que limiten el universo. Los límites son buenos, hacen que las cosas no transcurran de cualquier manera, permiten acotar un panorama que, de otra forma, bien podría ser infinito. Entonces, hagamos abstracción del flipper. Allí el movimiento se da por golpes, rebotes, hay ritmo, hay puentes y agujeros que llevan de un lugar a otro. La gravedad, en última instancia, provoca la pérdida de la bola (¿metáfora del tiempo, que inexorablemente nos lleva a la muerte?). Pueden aparecer nuevas bolas (¿clones que viven vidas paralelas?). Hay caminos que debería recorrer la bola para que se logre cierto puntaje (¿objetivos o misiones?). Incluso existe la posibilidad de saber dónde irá la bola, dadas ciertas condiciones (¿Psicohistoria?). Quien lograse extraer, aunque más no fuera, dos o tres reglas de todo eso para aplicarlo a su universo, tendría lo que buscamos: una herramienta para limitarlo y dotarlo de autonomía (lo cual en última instancia permitirá alcanzar metáforas propias de ese universo y peripecias originales de los personajes). De esta forma, ese universo, esas metáforas, esas peripecias provocarán una sensación de extrañeza en el lector, o un espacio para reflexionar. Justamente el caso del flipper es interesante, porque los flippers temáticos hacen la operación inversa a la que nos referimos en las líneas anteriores. Por ejemplo toman elementos de una película, hacen abstracción de ellos, y lo aplican a los mecanismos del flipper (niveles, puentes, paletas, bumpers, hongos, botones, rampas, compuertas, etc.)

 

 

AXXÓN: Por lo publicado en Axxón, veo que tenés preferencia por el género histórico. O sea, no todos tus relatos son de ese género, pero como que marcan tendencia. Es mi opinión, claro.

 

Alejandro Alonso: Son etapas. De todos modos me sigue gustando la historia, particularmente la Historia Argentina, como escenario de cuentos fantásticos. De hecho, tengo pendiente una novela ucrónica (o contrafáctica), cuyo proceso de escritura exige tanto trabajo de documentación como el de los cuentos históricos.

 

 

AXXÓN: ¿Y cómo te documentás?

 

Alejandro Alonso: Las ideas nacen, por lo general, de una lectura. Pongamos por caso, un artículo de Todo es Historia. Entonces empiezo a buscar en Internet, recorro librerías buscando material sobre la época, recorro mi propia biblioteca (que está bien surtida, aunque por lo general allí hay mucho material documental sobre lo que ya escribí, y a veces no tanto de lo que voy a escribir). Y así voy buscando personajes, ideas, lenguajes. Leo buscando la cotidianeidad de la época en cuestión, los momentos en que el diablo podría meter la cola. No me sirve saber que en el año tal sucedió tal batalla con tantos muertos, etc. Necesito saber qué sentía el soldado, el cronista de la batalla, la viuda del soldado… qué fumaban, qué comían, cuánto tardaban en viajar de una ciudad a otra… No soy metódico en la documentación, de todos modos. No siempre tomo nota, no armo fichas. A veces me urge escribir. Sin embargo, debo admitir que con esta última ucronía comencé a sistematizar la cosa, al menos un poco. Incluso (dado que la ucronía de la que hablé transcurre en el pasado reciente), esta vez acudí al reportaje como forma de documentación. Eso se ve, por ejemplo, en el cuento «1957», que pertenece a este universo contrafáctico y que, de alguna manera, complementa la novela.

 

 

AXXÓN: Hay quienes se niegan a corregir sus textos. ¿Cuál es tu opinión sobre corrección de estilo?

 

Alejandro Alonso: Con Gardini aprendí que uno no corrige, sino que reescribe. De Rafa Pinedo aprendí que el acto de leer comienza con el autor, releyendo (o a menudo leyendo realmente por primera vez) su obra «terminada». Lo demás es eliminar el ripio del camino, calibrar la dirección en que disparamos las flechas para que den en el blanco. Si escribimos para que nos lean, entonces es recomendable cualquier proceso que ayude a que el lector transite más o menos por donde el autor quiere llevarlo.

 

 

AXXÓN: Cinco consejos para alguien que empieza a escribir CF, y no quiere morir en el intento.

 

Alejandro Alonso: Es bastante pedante dar consejos. Asumamos entonces que soy un pedante, y eso nos evitará las críticas. El escritor de ciencia-ficción suele ser, primero, lector de ciencia-ficción. Supongo que esporádicamente podrían aparecer casos donde el escritor llega a la cf por otros senderos, pero creo que el curso natural es haber leído y amado la cf. Esta evolución de lector a escritor es muy ventajosa, porque arranca con cierta experiencia en el género. Lo que sigue es lanzarse a escribir, y palpar cuáles son las dificultades del oficio. La autocomplacencia no ayuda mucho. En los talleres literarios de pares (es decir, donde no hay un coordinador o docente: todos escriben, todos critican, todos aportan algo) es importante dejar de lado el ego y animarse a ver el texto propio como si lo hubiera escrito un compañero. Cuando ya se ha escrito y corregido bastante (y se ha criticado bastante el trabajo propio y el de otros), aparece la necesidad de tener un sustento más sólido que la experiencia como lector y el gusto personal por ciertos estilos; uno quiere ponerle palabras a ese «no me gusta cómo suena» ó «tal personaje no me convence». Entonces hay conocer mejor ciertas herramientas del oficio, como puede ser la construcción de los personajes, los diálogos, la estructura, etc. En paralelo, en el diálogo con otros que leen y disfrutan del género, y en la lectura de material científico, filosófico, tecnológico, sociológico, incluso de novelas y cuentos de cf… el escritor principiante va abonando la capacidad de especular en base a las premisas del universo que quiere desarrollar en el cuento o novela que está escribiendo (o piensa escribir). Y por último, no hay que olvidar que la cf trata, en última instancia, lo que nos pasa a nosotros, a los humanos. De alguna manera siempre está hablando de eso, aunque lo haga a través de imágenes extrañas. En muchos casos funciona como un espejo deformante. En esto reside el lazo con el lector, la posibilidad de provocarle emociones. No se me ocurren más consejos.

 

 

AXXÓN: ¿Qué distancia hay entre «Leticia en el reflujo de la marea» y «Rojo federal»?

 

Alejandro Alonso: Bastante. Pero hay puntos en común. Para ambos relatos me documenté mucho (en un caso sobre física, leyendo todo lo que llegaba a mis manos de Teoría de Cuerdas, aún sin entender del todo, y en otro sobre Historia). Tal vez en el primero hubo más libertad de crear, de meter mano en el universo. Es un cuento más alucinado (dentro de los límites de la CF, claro). La distancia tiene que ver con las cosas que me llamaban la atención en los distintos momentos y con las ganas de no repetirme, supongo. En la época en que escribí «Rojo federal» me apasionaban temas históricos, influencia de Carlos Boulcurf, profesor de historia del Círculo de la Prensa. Y hubo varios cuentos en esa línea. Más recientemente me sentí atraído por la Teoría de Cuerdas. De todos modos, los cuentos fueron corregidos (y de hecho, como «Rojo federal» entrará en una antología de cuentos que estoy preparando, debería decir «están siendo corregidos» ), así que las distancias (en cuanto a madurez narrativa) es posible que no sean tan grandes.

 

 

AXXÓN: Me interesa conocer tu instante de inspiración y el después. Ese momento en que una idea te da vueltas y vos tratás de manotearla para que no se piante. O cuando una idea te golpea duro y se te queda clavada y tratás por todos los medios de sacarla, o… En definitiva: ¿cómo vendría a ser la cocina de tus cuentos?

 

Alejandro Alonso: Ja, no es una respuesta fácil. En el blog Cronoelipsis, dentro del sitio Axxón, hay varios posts sobre el tema. Me parece que a las ideas hay que perseguirlas un poco. A mí me funciona pensar que la historia que voy a contar ya existe, pero que yo no la conozco. Las ideas iniciales son como los fósiles de un animal prehistórico. Los paleontólogos descubren lo que queda de una vértebra, o parte de una mandíbula, y tienen que trabajar con eso, modelando lo que falta. Y para eso tienen que documentarse, imaginar, o interpelar trabajos de otros investigadores. La cocina de las ideas es un poco así.

 

 

AXXÓN: ¿Importa la idea o importa cómo contarla?

 

Alejandro Alonso: ¡Todo importa! Se puede malograr una idea si está mal contada. También importa qué le pasa a quién, y quién lo cuenta (el tema de los conflictos y los personajes, el punto de vista, y el narrador). Hay ciertos «vehículos narrativos» que permiten transportar adecuadamente las ideas a destino, y otros que no.

 

 

AXXÓN: ¿Qué te dio Eduardo Carletti?

 

Alejandro Alonso: Mucho. Gracias a que publicó mi primer cuento y pude colaborar con él con notas y artículos de no ficción, me atreví a cambiar mi futuro como ingeniero en electrónica por el de orfebre de la palabra. Hoy soy periodista de ciencia y tecnología. No reniego de los años de ingeniería, pero no era lo mío. Si Axxón no se hubiera cruzado en mi vida, tal vez no habría considerado seriamente esta posibilidad. Posteriormente, sus cuentos y las discusiones en los talleres me enseñaron que se podía hacer ciencia-ficción con rigurosidad, y un fuerte apoyo en lo científico. Su forma de entender el género, asociado a los avances y novedades de la ciencia, fueron importantes para mí.

 

 

AXXÓN: ¿Imaginás una Axxón sin Edu?

 

Alejandro Alonso: Difícil. Sería otra cosa. Ciertamente la historia de Axxón, el que hoy exista, sólo es atribuible a su tenacidad. Muchos aportamos a Axxón, pero durante mucho tiempo su dedicación fue esencial para la supervivencia de la plataforma de interacción/revista/grupo de pertenencia/usina de ideas y proyectos (porque Axxón es todo eso, y más).

 

 

AXXÓN: Sos un ganador del UPC. Contame un poco

 

Alejandro Alonso: El premio a novela corta de ciencia-ficción de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) no representa hoy lo que simbolizaba en aquel momento. Durante la década de 1990 y parte de la década del 2000 fue muy prestigioso. Para la época en que me propuse participar (en 2002) ya lo había ganado varias veces Carlos Gardini, por lo que me pareció buena idea revisar el borrador de «La ruta a Trascendencia» con él. Y en ese proceso (y en los talleres que hicimos luego) crecí como escritor. Recuerdo que él me dijo: «No sé si vas a ganar, pero te aseguro que van a leer la novela». Y así fue. Lo demás, ya lo conté: me llamaron algunas semanas antes del anuncio para decirme que lo había ganado de manera compartida con un escritor español (de todos modos eran varios miles de euros que aproveché para tomarme unas vacaciones que me hicieron muy bien). Fue una etapa de transformaciones de todo tipo, no sólo literarias. Y el premio me abrió muchas puertas, incluso la posibilidad de participar de lo que luego fue la colección de género fantástico de Página/12, en compañía de otros autores que admiro.

 

 

AXXÓN: ¿»La ruta a trascendencia» fue tu mayor logro? Hablame de la novela, por favor.

 

Alejandro Alonso: En algún momento pensé que sí, hoy no estoy tan seguro. No porque haya bajado mi consideración por esa obra, sino porque seguí escribiendo y evolucionando (bah, eso creo). La nouvelle ubica al protagonista (un periodista) en un pueblito de la serranía, donde, por un accidente, la física del lugar y las vidas de las personas se vieron alteradas drásticamente. La regla fundacional es que algunos de los habitantes pueden vivir extensamente en el tiempo, mientras que el resto de los humanos sólo podemos vivir momento a momento. Ese argumento no era original, lo había planteado en el primer cuento publicado en Axxón, «Demasiado tiempo» (1992), pero alguien me hizo notar que el cuento terminaba justo cuando comenzaba a ponerse interesante. (Lo curioso es que, mucho después de ganar el premio, leí un cuento corto de Manuel Peyrou, «Pudo haberme ocurrido», de 1960, que aplica algunos de los mecanismos que yo creía originales de «Demasiado tiempo» y «La ruta a Trascendencia»). Me llevó ocho años entender cómo podía funcionar una sociedad así, y no fue una tarea en solitario. Recuerdo charlas con compañeros de taller sobre este universo. Algunos ya no están, como el genial Rodolfo Contín (él podía ver más allá de lo evidente, una mente brillante en el sentido más amplio de la expresión). Así que pasó todo ese tiempo hasta que me animé a poner a mi protagonista en un entorno temporalmente aberrante. Con todo, para llegar al nivel de especulación que exigía el relato que yo quería escribir, hizo falta empezar a escribirlo. Empezar a caminar las calles de Trascendencia con las premisas en la mano. Lo curioso es que, una vez que terminé la primera versión del relato, le pedí a Carlos Gardini que me ayudara a corregirlo (reescribirlo) y en ese diálogo con él y en las relecturas del texto, finalmente entendí de qué se trataba la historia. Yo había diseñado entornos, personajes y peripecias, incluso le había dado una cierta estructura a la novela, pero para responder esa pregunta (¿de qué se trata?) tuve que leer el texto «terminado». Evidentemente hay cosas que uno no puede ver mientras va escribiendo —y ahí opera el inconsciente—, pero que al final saltan a los ojos. Entonces volví a escribirlo, a agregarle cosas, a reforzar otras, a eliminar muchas para que el relato quedara redondo.

 

 

AXXÓN: Tiempo: una palabra que te atrae.

 

Alejandro Alonso: Pero si la conjugamos con otra, que es conciencia (o memoria), las posibilidades son apasionantes. Porque precisamente de esas cosas está hecha la realidad sensible.

 

 

AXXÓN: Si pudieses alejarte de tus cuentos, y leerlos como un lector normal (en el caso que tus lectores seamos normales, claro), ¿qué rescatarías de ellos?

 

Alejandro Alonso: No creo que pueda alejarme lo suficiente de mis cuentos para responder eso. En tren de suposiciones, tal vez pueda rescatar la buena (espero) experiencia de lectura, o el desarrollo de las ideas, o la posibilidad de inmersión en un entorno extraño, o algún personaje piola. Pero no lo sé.

 

 

AXXÓN: ¿Cómo avizorás el futuro de la Red? ¿Y cómo ves a la Literatura dentro de esa Red?

 

Alejandro Alonso: La Red será ubicua y bajo demanda, como la energía eléctrica, la radio FM o el servicio de agua. En cuanto a la literatura que se viene a causa de esa Red… Debería saberlo, después de todo soy periodista de tecnología, pero es una pregunta compleja. Cambian las formas de lectura y los medios para realizarla, cambian las maneras de contar, incluso se podría hablar de nuevas búsquedas en la escritura. La Red es una herramienta maravillosa. Lo que probablemente no cambie son las ganas de que nos cuenten buenas historias. Es algo que acompañó a la humanidad desde sus inicios, y es una forma de reconocernos, de acceder a nuestras raíces, de valorar nuevas posibilidades, de ponernos en el lugar del otro. Nos va la vida como individuos y como sociedad en esa práctica de contar.

 

 

AXXÓN: Hemos llegado al final. La Redacción de AXXÓN (y yo personalmente) te agradecemos tu predisposición y tus buenas ondas. Son tuyas las últimas palabras.

 

Alejandro Alonso: Gracias a ustedes. Es muy grato para mí tener la oportunidad de hablar de estos temas, incluso de reflexionarlos sobre la marcha en el curso del reportaje. Y estas preguntas fueron motivadoras.

 

 


Axxón 263 – febrero de 2015