¿Qué recuerdan o dejan de recordar los animales? ¿Tienen "memoria", en el sentido en que entendemos el término los humanos?
Como bien expresa Seth Lloyd en su tesis sobre los demonios de Maxwell y los agujeros negros como computadoras cósmicas, la memoria de los animales es "operativa", es decir, todo lo que no tiene un uso inmediato para la supervivencia no persiste ni un segundo en sus sistemas de almacenamiento.
El gran matemático da un ejemplo de claridad meridiana: el martín pescador, pájaro pescador e insectívoro, divisa el vuelo de una mosca. Su cerebro computa las distancias, las velocidades relativas, la dirección del viento, etc., y ¡zap! se la traga. Al segundo siguiente, la información anterior es completamente eliminada el martín pescador la olvida de inmediato y los circuitos, borrados, quedan en blanco para procesar la información del próximo mosquito. La "memoria operativa" del martín pescador persiste durante fracciones de segundo.
Pero ¿qué sucede con los mamíferos?
Andrea Thompson, periodista de LiveScience, da cuenta de que en la Universidad de Alberta, Canadá, se acaban de realizar nuevos estudios para determinar con precisión la persistencia de la memoria operativa en los sujetos ideales para los estudios neurobiológicos, es decir, los gatos.
¿Cómo se hace para estudiar algo tan elusivo y difícil como la memoria de un gato?
Solo con sus recuerdos...
Simple: se pone al gato a distancia visual de su plato de comida (única extorsión que los obliga a colaborar con el investigador) y se coloca un obstáculo en su camino hacia él. El mismo puede ser un zapato, un muñeco o una simple tabla de madera a modo de valla. Si uno ha observado caminar a un gato, sabe de la soberbia coordinación neuromuscular que se evidencia en su andar. Es tan precisa que la pata posterior siempre apoya en el mismo lugar donde antes ha apoyado la delantera del mismo lado, por la sencilla razón de que el cerebro del gato sabe que en ese preciso lugar había terreno sólido, firme, seguro y sin obstáculos hacía medio segundo. Esta memoria operativa locomotriz es lo que hace que los felinos no tengan necesidad de andar mirándose los pies al caminar. Cuestión de elegancia, que le dicen.
Los científicos saben esto desde hace siglos. Por lo tanto, el objetivo del experimento era comparar la memoria "física" que le dice al felino dónde poner las patas con la memoria "visual", algo más cercano al conocimiento vulgar que tenemos de los "recuerdos".
El doctor Keir Pearson, coordinador del estudio, explica: "Los animales, incluyéndonos a nosotros, guardan en una parte inconsciente de nuestro cerebro la precisa localización relativa de los objetos circundantes en relación con su cuerpo a medida que se desplazan, y este mapa de seguimiento es enormemente dependiente de ciertas señales asociadas con los movimientos del cuerpo".
Esto también se sabe desde hace mucho. Lo que no se sabía es cómo hace el gato para recordar la posición de un obstáculo que la pata delantera acaba de superar, para que la trasera haga lo mismo.
Así que se puso una pequeña valla entre el gato y su alimento. El gato superaba el obstáculo con su pata delantera... y entonces el molesto invetigador intervenía y obligaba al sufrido animalito a detenerse, mientras la pata trasera aún no había imitado a la de adelante. Los perversos científicos distraían al depredador con golosinas o juguetes mientras, disimuladamente, retiraban el obstáculo. Cuando se le permitía continuar su camino, se observaba si la pata trasera imitaba el movimiento anterior de la delantera o si hacía cualquier otra cosa.
No recuerdo tu nombre...
Previsiblemente, encontraron que esto dependía de cuánto tiempo hubiera pasado entre un evento y otro. Si la interrupción era de menos de 10 minutos, la pata trasera reproducía el movimiento de la delantera, es decir, se elevaba y esquivaba la valla, incluso aunque esta ya no estuviera allí. Si el lapso era superior, pasaba tranquilamente como si tal cosa. El recuerdo corporal del gato dura exactamente 10 minutos.
Ahora había que comparar esta memoria operativa con la memoria visual, más "humana" en cierto sentido. En esta segunda etapa, el incordio de investigador detenía al gato del mismo modo, pero cuando aún no había pasado la pata de adelante por sobre la tabla, pero habiéndola visto. Lo distraían, le hacían caricias, etc. Luego se lo autorizaba a seguir.
Resultó ser que el gato no es tan bueno si se trata de recordar lo que ha visto pero aún no ha hecho. Al quitar la valla, el gato seguía caminando sin hacer ningún intento por superar la altura de la misma. "No había elevación alguna de la pata", afirma Pearson. "Descubrimos que la memoria de largo plazo para dirigir las patas traseras exige para funcionar que las delanteras hayan superado el obstáculo. Lo que nos sorprendió es lo volátil que es la memoria visual cuando se le pide que reemplace a la física: dura apenas segundos. Lo demostramos deteniendo al animal antes de que las patas delanteras atravesaran la valla".
Las investigaciones realizadas con perros y caballos han mostrado resultados similares, y se cree que memorias parecidas cumplen un papel importante en las personas, por ejemplo al caminar en un lugar oscuro o al intentar recordar dónde dejamos estacionado nuestro auto hace varias horas.
Andrea Thompson concluye: "Cuando uno estaciona el auto y entra a su oficina, graba en su memoria operativa el espacio donde está el auto, para no tener que pasarse media hora buscándolo a la salida. Bueno, casi siempre".
MÁS DATOS:
Feline Memories Found to be Fleeting
Traducido, adaptado y ampliado por Marcelo Dos Santos de LiveScience y de otros sitios de Internet