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11/Jun/05



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Las siestas en el espacio

A pesar de las recomendaciones de la NASA de que los astronautas duerman 8 horas al día, ellos normalmente no lo hacen: el viaje espacial es un trabajo con insomnio.

(NASA) Vistas y sonidos desconocidos, el estrés de conducir un poderoso cohete, la falta de un ciclo normal día-noche; todas estas cosas tienden a mantener despiertos a los viajeros espaciales. Los estudios muestran que los astronautas típicamente duermen de 0,5 a 2,5 horas menos de lo que lo hacen en la Tierra.

A pesar de que muchos astronautas informan sentirse plenamente descansados tras sólo seis horas de sueño, el hecho es que el insomnio puede causar irritabilidad, olvidos y fatiga, condiciones que los astronatas no necesitan mientras dirigen complicadas naves que se lanzan a través del espacio a miles de kilómetros por hora.

La solución parece simple: Echar una siesta.

Pero las siestas son una espada de doble filo. A veces, una siesta puede dejarle sintiéndose incluso más adormilado que antes. Si su cuerpo entra en un sueño profundo, intentar levantarse tras sólo una hora más o menos puede ser muy desagradable, y puede permanecer adormilado durante algún tiempo. A esto se le llama la "inercia del sueño".

¿Por qué a veces las siestas sientan mal? Los investigadores aún no conocen las causas físicas de la inercia del sueño, pero les gustaría poder predecir, al menos, cuándo va a ocurrir. Esto podría ayudar a los médicos a prescribir siestas del tiempo y duración adecuadas para la gente soñolienta en profesiones de alto riesgo.

Ayudar a los astronautas a hacer la siesta fue el objetivo de una reciente serie de experimentos financiados por la NASA en cooperación con el Instituto Nacional de Investigación Biomédica Espacial. En esos experimentos, dirigidos por David Dinges, un profesor de la Escuela Universitaria de Medicina de Pennsylvania, 91 voluntarios pasaron 10 días viviendo en uno de los 18 diferentes programas de sueño, todos ellos en condiciones de laboratorio. Los programas de sueño combinaron varias cantidades de "sueño fijo", oscilando de 4 a 8 horas, con siestas diarias de 0 a 2,5 horas.

Con el propósito de medir la efectividad de las siestas, los científicos dieron a los voluntarios una batería de pruebas para sondear la memoria, estado de alerta, tiempo de respuesta, y otras habilidades cognitivas a lo largo del experimento. También midieron variables como la temperatura basal del cuerpo y los niveles de hormonas en sangre y saliva, todos los cuales fluctúan en un ciclo diario natural conocido como el "reloj biológico" de las personas.

En general, descubrieron que las siestas más largas eran mejores. No hay sorpresa en ello. Pero también hallaron que algunas funciones cognitivas se beneficiaban más de la siesta que otras:

"Para nuestro asombro, el rendimiento de la memoria de trabajo se benefició de las siestas, [pero] la vigilancia y la alerta básica no se beneficiaron demasiado", dice Dinges.

"La memoria de trabajo", explica, "implica concentrar la atención en una tarea mientras se llevan acabo otras tareas en la memoria... y es una habilidad fundamental crítica para llevar a cabo un trabajo complejo [como dirigir una nave espacial]. Una memoria de trabajo inadecuada podría desembocar en errores".

Para la vigilancia y la alerta, que implican la habilidad de mantener la atención sostenida y percatarse de detalles importantes, encontraron que la cantidad total de sueño durante 24 horas resultó ser el factor más importante.

Otro interesante descubrimiento fue que las siestas no funcionaban igual para los voluntarios de un programa nocturno. Los programas de sueño para algunos sujetos de Dinges estaban invertidos, por lo que el sueño fijo ocurría cuando sus cuerpos pensaban que era de día. La siesta, entonces, caía en mitad de la noche biológica. Esto simulaba lo que podría suceder cuando el reloj biológico de un astronauta está fuera de sincronización con el programa de la misión.

Estos voluntarios fuera de sincronización lo pasaban mal al despertarse de las siestas, y la somnolencia de la inercia del sueño duraba hasta una hora. Alguna inercia del sueño ocurrió tras las siestas en un programa de sueño normal también, destaca Dinges, pero la inercia tras una siesta nocturna era mucho más severa.

El objetivo final, dice Dinges, es enlazar todos estos datos unidos en un modelo matemático de las siestas. Dicho modelo, escrito como un programa de computadora, podría prescribir siestas efectivas compatibles con las demandas programadas de una misión. No sólo los astronautas se beneficiarían de ese programa, sino también los médicos, pilotos, bomberos... y la lista continúa.

Un programa como ese todavía es cosa del futuro. Mientras tanto, Dinges destaca otro hallazgo de su estudio: las siestas son una solución a corto plazo, y ofrecen sólo una ayuda temporal en la agudeza mental. "No pueden reemplazar a un sueño reparador adecuado durante muchos días", dice.

Al final, no hay nada que sustituya ocho dulces horas de ojos cerrados.

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