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Mosca de la fruta: la enfrentan con técnicas de control genético
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Lo logran científicos de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
(La Nación) Pueden parecer dos moscas revoloteando, pero en verdad se trata de una pareja especial, en plena danza de cortejo. La hembra es
silvestre, pero el macho ha sido criado en laboratorio y esterilizado para que, una vez soltado en el campo, se aparee sin posibilidad de descendencia y sirva así
de control de la plaga que causa millonarias pérdidas en el mundo: la mosca de la fruta.
"Este método de control genético se aplica con bastante éxito en nuestro país", precisa Juan César Vilardi, profesor a cargo de Genética de Poblaciones del
Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1994, el equipo a
su cargo sigue de cerca los comportamientos de este insecto para evaluar la eficiencia de la técnica dedicada a contrarrestar la multiplicación de la especie. La
tarea la realiza en colaboración con el INTA de Castelar.
"La Argentina destaca es uno de los pocos países en el mundo con insectarios o fábricas de moscas del Mediterráneo, que crían estos insectos en forma
masiva y en cierta etapa de su desarrollo los someten a rayos gamma para esterilizarlos". Realizado el tratamiento, son liberados en el terreno natural para que
se crucen con insectos silvestres, pero sin éxito alguno en la descendencia.
La proporción ideal es contar con 100 moscas estériles por cada fértil. De este modo, si todo sale como está previsto, el 99 por ciento de los apareamientos no
producirá descendencia. "Sólo quedaría un 1%. Pero como el proceso se repite, cada vez son menores las posibilidades de que la hembra salvaje encuentre un
macho fértil", precisa.
¿Estériles pero atractivos?
Este modelo demanda un alto número de insectos estériles. "Un insectario en Mendoza produce más de 300 millones de moscas por semana; incluso se
exportan", asegura, y señala: "El criadero más grande del mundo está en Guatemala, y cuenta con el apoyo del Ministerio de Agricultura norteamericano, porque
es el freno que necesita Estados Unidos para que no suban las plagas hacia el Norte". Pero no basta con que las moscas criadas sean estériles, sino que además
deben ser competitivas en el campo de acción. Monitorear este proceso es parte de la tarea del equipo de Vilardi, investigador principal del Conicet.
"Con videofilmaciones analizamos los patrones del cortejo para ver si hay, por parte de la hembra silvestre, un rechazo de los machos de laboratorio. Si esto se
produce, la técnica no funciona bien. Este problema se dio en Hawaii", ejemplifica. Allí encontraron que una línea de moscas con demasiados años de
laboratorio perdía la capacidad de competir al no ser elegida por el sexo opuesto en la naturaleza.
Explica la razón: "El insecto de criadero fue seleccionado para ir perdiendo los pasos de cortejo, dado que en el laboratorio vive hacinado y debe aparearse
rápido, porque si le dedica demasiado tiempo, quizás otro se le adelante. Esta misma situación, trasladada al campo, es vivida por la hembra silvestre como
agresiva, y no reconoce al macho porque le faltan los rituales del cortejo. Entonces, no lo elige".
Si bien esta situación no fue hallada en la Argentina, el equipo continúa observando el comportamiento de la mosca del Mediterráneo y además estudia otra
especie, denominada sudamericana, que también infesta los frutales. "La idea es desarrollar conocimientos para permitir la cría masiva de la mosca
sudamericana de la fruta y conocer la dosis adecuada de radiación, como se hizo para la del Mediterráneo, junto con investigadores de la Comisión Nacional de
Energía Atómica", compara.
Manzanas, duraznos, uvas, peras, ciruelas son incubadoras ideales de sus larvas. "La hembra pincha la piel y pone el huevo dentro de la fruta. De ahí sale un
gusanito que se alimenta del fruto. Con sólo atravesar la cáscara se genera un serio deterioro, porque ingresan por esa picadura bacterias y hongos que
contribuyen a la putrefacción de la fruta. Esto produce un daño directo, pero es el menos grave. El peor es la restricción a la exportación. Si en una zona hay
mosca de la fruta, no se pueden vender los productos a ciertos países de Europa, Japón, Estados Unidos -enumera-. En la zona del Alto Valle de Río Negro y
en la región de Cuyo, la situación está controlada."
Una plaga que causa pérdidas millonarias
Para controlar la multiplicación de estos insectos que dañan los cultivos de frutas, los machos se crían en el laboratorio y se esterilizan para que se apareen sin
posibilidad de descendencia.
Un insectario de Mendoza produce hasta 300 millones de moscas estériles por semana y hasta las exporta.
La Argentina es uno de los pocos países del mundo con insectarios o fábricas de moscas de la fruta o del Mediterráneo que crían estos insectos en forma
masiva y los someten a rayos gamma para esterilizarlos.
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