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¿Existen los genes de la empatía?
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Experimentos con distintas cepas de ratones sugieren que la empatía podría tener una base genética
Si algo nos puede definir como humano es la
empatía, esa capacidad de sentir los sentimientos
y vivencias de los demás, de ponerse en la piel del otro. Sin embargo, parece que los animales superiores también pueden sentir ciertos grados de empatía, no
sólo los primates, sino otros mamíferos como los ratones.
Ahora se nos dice que, según una investigación realizada en ratones por parte de expertos de University of Wisconsin-Madison y de OHSU, la empatía estaría
parcialmente determinada por los genes.
En el estudio, una variedad o cepa de ratones extremamente sociales aprendieron a asociar un sonido en una jaula específica con algo negativo simplemente al
oír a otro ratón, encerrado previamente en esa misma jaula, respondiendo con chillidos de sufrimiento a una agresión. Otra variedad o cepa de ratones con
menos tendencias sociales no lograron aprender esta conexión entre el indicador y el sufrimiento de otro ratón, mostrándose que la habilidad para identificar y
actuar a partir de las emociones de los demás puede tener una base genética.
Al igual que los humanos, los ratones pueden sentir y responder a las emociones, tanto negativas como positivas, de sus semejantes, como la excitación, el
miedo, el enfado... Según los autores, entender la empatía en los ratones puede llevar a descubrimientos importantes en trastornos en los que hay un déficit en la
interacción social, como en los desórdenes psicosociales, entre los que se incluyen autismo, esquizofrenia, depresión o adicción. Así por ejemplo, la ausencia de
indicadores sociales no verbales es frecuentemente usada para identificar signos tempranos de
autismo en niños pequeños.
Lo que estos investigadores tratan de hacer es "deconstruir" la empatía en unidades funcionales más pequeñas para hacerla más accesible a la investigación
biológica.
Los modelos animales sobre comportamientos sociales complejos, como la empatía, deberían de proporcionar una comprensión más profunda sobre las causas
de las interacciones sociales deficitarias y de cómo pueden ser tratadas. Así por ejemplo, en los debates psiquiátricos sobre el autismo suele salir a colación el
déficit en la empatía. Los autores creen que un modelo más simplificado, como este modelo animal, pueden ayudar a construir un modelo de los síntomas de
desórdenes humanos.
En los experimentos realizados por estos investigadores un ratón observaba como otro congénere era situado en una cámara de pruebas y se le entrenaba para
asociar un tono sonoro de 30 segundos de duración con el sufrimiento del segundo animal, sobre el cual se aplicaba una pequeña descarga eléctrica a través de
sus patas de manera simultánea. El ratón de la cámara de prueba emitía un chillido de sufrimiento al recibir la descarga que el primer ratón también podía oír, y
éste podría hacer una asociación con el tono sonoro.
¿Pueden los ratones identificar las emociones de los demás como si fueran una predicción de los indicadores ambientales? A pesar de no tener un conocimiento
de primera mano de las descargas eléctricas, los ratones "observadores" pertenecientes a la cepa social aprendieron, a partir de las quejas de dolor de sus
semejantes, a asociar el tono sonoro con algo negativo. Cuando más tarde se les colocaba en la cámara y se reproducía el tono en cuestión, estos ratones
mostraban claros signos psicológicos de aversión y, por ejemplo, se quedaban paralizados a pesar de que no había descarga eléctrica alguna.
Por el contrario, los ratones de la cepa menos social o menos gregaria no mostraron una respuesta especial al tono cuando eran colocados en la cámara de
pruebas y se activaba el tono sonoro.
La diferencia exhibida entre las dos cepas de ratones mostraría que hay una componente genética en la habilidad para percibir y actuar a partir del estado
emocional de los demás. Futuros estudios se centrarán en identificar estas diferencias genéticas entre las dos variedades de ratones y quizás se pueda identificar
algunos de los genes específicos relacionados con el asunto.
Tal vez no sea una sorpresa para los que tengan una mascota en casa que los animales tienen cierta capacidad de extraer el estado emocional de los que le
rodean, pero esto no ha sido demostrado todavía en un contexto científico riguroso.
Según estos investigadores hay una contribución genética a la habilidad para tener empatía que tendría amplias implicaciones en el autismo y otros desórdenes
psicosociales.
Fuente: NeoFronteras. Aportado por Graciela Lorenzo Tillard
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