¿Por qué 1741? Por ser un hijo moderno de la literatura, la historia de la ciencia ficción difícilmente comience antes de un siglo atrás. Podemos remontar el comienzo tan temprano como a la novela Frankenstein (1818), de Mary Shelley, o quedarnos con la mucho más reciente introducción de la palabra scientifiction (1926), realizada por Hugo Gernsback. Pero mucho antes de nuestra tradición, el género de la sátira manejaba una cantidad de ideas atemporales y fantásticas. Ignorante de sus futuros colegas, Luciano de Samosata (aproximadamente 120-180 AC) envía hombres a la Luna y Voltaire (1694-1778) se permite la visita de alienígenas del espacio exterior.
Esto fue cierto, también, para la ciencia ficción danesa. Es conocido el aporte, especial y prematuro, de Ludvig Holberg, profesor en el Universidad de Copenhague y creador de muchas obras maravillosas. En 1741, escribió Nicolai Kliimi Iter Svbterranevm (El viaje subterráneo de Nicolás Klim) en donde el personaje principal investiga una cueva noruega y descubre otro mundo dentro de nuestro planeta; un relato sobre sociedades ideales, en la línea de Utopía de Tomás Moro y Los viajes de Gulliver de Johnathan Swift. Algunos copiones siguieron a Holberg también, pero no muchos. Luego de años de investigación, los bibliógrafos Klaus Johansen y Henry Madsen concluyeron que desde Holberg a 1991, el número total de títulos de ciencia ficción publicados en Dinamarca era de 1.774, incluyendo traducciones, fantasía e historietas en diarios locales. Desde entonces no hemos llegado a sumar 250 autores daneses que hayan escrito ciencia ficción. Los manuscritos fácilmente pueden apilarse sobre una camilla. Para comparar, se han publicado 2.779 trabajos de literatura fantástica en 1997. Pero, aun siendo modesta la producción de ciencia ficción en Dinamarca, sólo puedo encarar el comentario de algunos ejemplos.
Después de Holberg, hasta 1900 sólo aparecieron obras poco importantes. John Hreman Wessel compuso la obra Año 7603 en 1783 y, en la década de 1850, H. C. Andersen escribió un puñado de historias tipo ciencia ficción, pero sólo su In Millenniums (1852) se considera digno de mención. Francamente, es una notable profecía de turistas norteamericanos que exploran Europa en sólo cinco días. La primera ciencia ficción "fuerte", técnicamente hablando, apareció luego del cambio de siglo. Niels Meyn y August Kingsley trajeron su primera novela, With Airship to Mars (Con una nave a Marte, 1911). Esta fue la señal disparadora de una producción inmensa. Hasta 1957, Meyn escribió miles de libros de ciencia ficción para jóvenes. Su serie Tim Ryan se hizo tan popular que aún se pueden encontrar libros de ella en cualquier hotel de vacaciones.
A excepción de la producción de Meyn, hasta 1930 sólo aparecieron historietas. En esta fecha Valdemar Hanøl hizo su clásico Profesor loco y sus zombis de cerebros plateados intentan conquistar el mundo. Tres años más tarde fue escrita una novela sinceramente antinazi: Planet of the Insane (El planeta de los dementes), de Mogens Klitggard, sobre la vida en el planeta Nedroj (la palabra danesa correspondiente a Tierra, escrita al revés). Sin embargo, Klitgaard muere en 1945 y su manuscrito no es publicado hasta 1968. En 1938, aparece otra novela espectacular The Man Who Thought Things (El hombre que pensaba cosas), por Valdemar Holst. Es especialmente interesante porque Holst trata los temas de la PES (Percepción Extra Sensorial) y del "paisaje interior" antes de que fueran comunes en la ciencia ficción.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Eiler Jørgensen publicó su colección de cuentos The Strange Experiences of Lecturer Hansen (Las extrañas experiencias del catedrático Hansen, 1946). El cuerpo de Hansen está ubicado tanto en el pasado como en el presente, con su conciencia saltando entre uno y otro. La siguiente novela de Jørgensen, The Man Who Remembered (El hombre que recordaba, 1951), es una sátira sobre el francés Pierre Auriol, quien se despierta una mañana y descubre que todo el mundo se lleva por sus instintos y todo rastro del pasado ha desaparecido. Sólo lo recuerdan Pierre y el bulldog Dicki (que es la reencarnación de un fabricante de cosméticos).
En 1953 Niels E. Nielsen publicó sus primeras dos novelas, Report from Sahara (Reporte desde el Sahara) y The Blacksmith of Happiness (El herrero de la felicidad). Por casi dos décadas, Nielsen fue nuestro único autor de ciencia ficción "verdadera", produciendo, aunque él mismo estaba inspirado por los escritores norteamericanos, una fuerte influencia en las generaciones siguientes. A su muerte, en 1993, había producido más de cincuenta novelas y colecciones de cuentos y fue publicado en muchos países, incluyendo Rusia, a mediados de los años '70. De muchas formas, la producción de Nielsen se asocia con la guerra fría, pero mientras los autores reconocidos reaccionaban contra Hiroshima escribiendo ensayos metafísicos y poesía existencialista en la revista Herética, Nielsen tomó otra dirección. Peculiar en su escritura, es la imagen escatológica de la guerra nuclear y sus efectos sobre la cultura y también en la naturaleza. Pero, más importante que los mutantes y las ciudades radioactivas son las condiciones psicológicas del personaje principal y hacia dónde evolucionamos después del Apocalipsis; y no fue del todo pesimista. Algunas de sus historias se destacan, como Planet of the Vagabonds (Planeta de los Vagabundos, 1970), en la cual se habla de clanes que se la pasan circulando constantemente por las autopistas globales y sólo se detienen para reparar sus tanques de plástico. La versión fílmica (The Ramblers —Los callejeros—) fue calificada como un clon de Mad Max, aunque se hizo años antes de Mad Max. En una crítica de la traducción sueca de The Rulers (Los gobernantes, 1970), Roland Adelrberth escribió: "Lean este libro. Entonces entenderán por qué considero a Niels E. como uno de los mejores autores de ciencia ficción de Europa".
Aunque Nielsen eclipsó a otros de su tiempo, unos pocos autores y hechos de este período valen la pena ser mencionados. En 1958 se lanzó Planetmagasinet (Revista Planeta), una revista de ciencia ficción de poca duración. La primera novela de Herluf T. H. Flensburg apareció en 1960. Flensburg vivió mayormente de escribir cuentos cortos frívolos para revistas de mujeres, pero también escribió ciencia ficción. Su trabajo más importante fue Flasks for a Planet (Tubos de ensayos para un planeta, 1970), sobre individuos creados químicamente (ICQ). En calidad, hay un gran salto desde Flensburg a la novela de miedo Zygotos (1963), de Holger Hansen, ubicada en una dictadura psicológica. Termush, the Atlantic Shore (Termush, la costa atlántica, 1967), de Sven Holm, fue otra novela postapocalíptica, sorpresivamente bien escrita.
Una tendencia interesante ocurrió a fines de los '60. Se comenzó a experimentar la ficción "seria", mientras que las revistas frívolas hacían esfuerzos para elevar sus estándares. Los borrosos límites de la literatura llevaron a disputas espantosas. Anders Bodelsen fue un famoso autor de la corriente principal que probó géneros diferentes. Por ejemplo, escribió historias de detectives, pero la crítica no aprobó sus novelas Think of a Number (Piensa en un número), y One of Those Accidents (Uno de esos accidentes), ambas de 1968. Ciento veinticinco años después de Los crímenes de la Rue Morgue (1843) de Edgar Allan Poe, los historias de detectives no eran aceptadas en nuestro pequeño reinado. Más tarde, cuando Bodelsen trató el tema de la criogénesis en su novela de ciencia ficción The Freezing Point (El punto de congelamiento, 1969), se dio cuenta de que la ciencia ficción estaba enfrentando los mismos problemas. Entre muchos de los prestigiosos críticos que analizaron a Bodelsen, Hans Hertel escribió:
Hay algo casi descuidado en la forma en que Anders Bodelsen administra su talento. ¿Es especulación en "temas actuales"? Por lo menos, yo no recuerdo ningún ejemplo, con esa perspectiva, de la complicada interacción entre obra e introducción, valor artístico e imagen.
Luego continúa preguntándose si no sería que Bodelsen buscaba, simplemente, que los devotos-basura [de la CF] compraran sus libros. No era una cuestión de calidad, era simplemente impensable que un autor promisorio malgastara su talento en la literatura de géneros. Si las mujeres eran los negros del mundo, como John Lennon cantó una vez, entonces la ciencia ficción era el negro de la literatura.
Pero cualquiera fuese la arrogancia expresada en la literatura de la guerra fría, escritores como Bodelsen y Svend Åge Madsen demostraron que la fusión entre la literatura orientada a géneros y la corriente principal era, después de todo, posible. A su tiempo, como J. G. Ballard y Kurt Vonnegut, ellos se convirtieron en mediadores, con partidarios en ambos lados. Y como algunos elementos del género ya no podían ser rechazados, comenzó una lenta reacción en cadena.
Ahora el cuento de detectives ha sido asimilado, pero la ciencia ficción es aún sometida al "generismo". Si la novela de ciencia ficción es recomendada, se remarca que lo es "a pesar de" ser de ciencia ficción. Si es bueno, entonces no es ciencia ficción. Si, por otro lado, la novela es pobre, entonces la ciencia ficción es la única culpable. Y cualquiera se siente libre para escribir críticas sobre ciencia ficción, descuidando de esta forma detalles y mostrando observaciones confusas, además de trágicas falacias. En un burdo caso, un crítico proclamó su falta de conocimiento en ese campo literario y dejó el género de lado, basándose en una sola obra. Eso lleva al miedo a tomar contacto o daña nuestra autoestima. Los autores, así como los editores, son reticentes a manejar el género o definen una regla: ¡No mencione sus antecedentes de ciencia ficción! En las tapas de libros, la expresión es reemplazada por etiquetas neutrales: Thriller o Novela de acción. Sin embargo, los libros pueden o no estar bien escritos, pero el hecho sigue siendo que el género nunca es considerado una etiqueta de calidad.
Los años desde el fin de los sesenta a mediados de los setenta ofrecen un aluvión de traducciones; antologías y novelas, viejas y nuevas, subversivas, incisivas. En siete años, Arne Herløv Petersen tradujo él solo treinta libros para Stig Vendelkær's Publishing House y Vendelkær estaba lejos de ser el único editor que publicaba ciencia ficción. Fue, probablemente, un efecto secundario de la carrera al espacio y la necesidad de escapismo, disparada por la crisis de energía.
La ciencia ficción no es fácil de traducir, y ese período presentó demasiadas traducciones descuidadas. Leemos sobre un encuentro en un "Mostrador número uno" en lugar de "Primer tribunal" y una "Planta de energía" fue transformada en una "Flor de fuerza". Pero a pesar de la variada calidad de los libros, éstos atrajeron muchos lectores. Eso da la sensación de que, finalmente, el género se estaba estableciendo en Dinamarca. La producción local aumentó. Se fundó la Asociación Nacional de Ciencia Ficción (SFC), entidad que organizó congresos internacionales. Desde 1975 se distribuyó en quioscos la primera revista periódica de ciencia ficción, Månedens Bedste Science Fiction (La mejor ciencia ficción del mes). Casi todos los años se estrenaba una nueva película danesa de ciencia ficción. Con la excepción de The Man Who Thought Things (El hombre que pensaba cosas), de Jens Ravn, basada en la novela de Holst, no había pasado nada en el campo desde las películas de horror Reptilicus y Journey to the Seventh Planet (Viaje al séptimo planeta), de Poul Bang y Sidney Pink, ambas de 1961.
Pero luego la cosa fue mal. Al haber publicado demasiada basura, muchas editoriales cayeron en bancarrota o directamente dejaron de publicar ciencia ficción. Y el mercado murió.
La ciencia ficción danesa necesitaba atención, pero debimos esperar hasta los noventa antes de que un número de obras tuviera una publicidad significativa. Lamentablemente, fue así. Habiendo descubierto Blade Runner o a William Gibson, y estando aún desorientados, los nuevos escritores no tenían mucho en común con la ciencia ficción o con la literatura. El "cyberpunk" danés fue, primariamente, refugio para hackers y representaciones anarquistas, introducidas por la subcultura local tecno. Como actividad secundaria escribían historias tales como "Algunos tipos intentaron el suicidio, mirando demasiada televisión". En ese momento, los periodistas se interesaron en las computadoras, los creadores de drogas, los implantes y asuntos relacionados. Así, con un atraso de diez años, se fomentó repentinamente una versión distorsionada del cyberpunk como avanzada de la ciencia ficción. Por corto tiempo llamaron toda la atención, avergonzando más que ayudando a la ciencia ficción. Luego se evaporaron como rocío ante el sol.
Desde entonces, el interés volvió a surgir. En mayor parte debido a la disminución de los adeptos, a la declinación de la tasa de publicación y a la muerte de los autores viejos. La SFC se dio cuenta de que el género estaba paralizado y decidió hacer algo. Fue en 1994. La SFC procuró realizar un festival en 1996, año en que se eligió a Copenhague como la Ciudad Cultural Europea. Se presentó un proyecto titulado Fábula 96. Luego de negociaciones prolongadas aunque prometedoras con el Comité de la Ciudad Cultural, la Asociación recibió una carta que manifestaba que Copenhague había "logrado definir ya un programa de amplia cobertura dentro de las categorías pintura, fotografía, arte aplicado, diseño, música clásica, danza, ciudad histórica, ciudad cultural ecológica, la ciudad de los niños y gente joven". Es de hacer notar que la Literatura y lo Académico no figuraban entre los entretenimientos del Festival. Lo mismo pasa con la ciencia ficción, cuando de dinero se trata.
En ese momento la SFC casi tiró la toalla. Pero, gradualmente, se trazó un nuevo plan. Fábula 96 buscó refuerzos a través de acuerdos de colaboración con librerías y editoras. Se produjeron publicaciones, afiches, remeras, jarros como nunca se había hecho en los 22 años de historia de la SFC. Se prepararon conferencias, se alquilaron salas de cine y se erigieron exposiciones. La editorial Forlaget Cicero publicó Holy Fire (Fuego sagrado), de Bruce Sterling, antes de que fuera lanzado en inglés. Y Frolaget Klim publicó mi novela Baffling Noise (Ruido desconcertante). Se reclutaron autores locales, científicos y celebridades culturales y se trajo a Copenhague a Brian Aldiss, Harry Harrison, Sherryl Jordan y Bruce Sterling. Se anunció que estaba por comenzar un evento asombroso por medio de una corriente continua de conferencias de prensa y entrevistas para periódicos, radio y televisión.
Miles de invitados tuvieron un maravilloso fin de semana. El asunto concluyó con una yapa económica: la lista de los miembros de SFC creció hasta explotar y fueron fundadas dos nuevas asociaciones: Trekkies.dk y B5 Link. Los organizadores estaban fuera de sí de la alegría.
Y luego fuimos golpeados por una explosión de películas de ciencia ficción. El día de la Independencia se estrenó el primer día del Festival. El canal American Sci-Fi fue conectado a los cables daneses poco después. Fuimos inundados por productos y series televisivas de Hollywood. Y nuestros nuevos aliados también se adhirieron al merchadising y los videos. Ellos nunca leen a Tvtzan Todorov ni tampoco poesía. La mención de poesía es deliberada, pues la ciencia ficción condensa el lenguaje de forma parecida a la poesía y requiere un tiempo para que el lector se adapte. Uno difícilmente pueda decir lo mismo lo mismo de las películas de ciencia ficción. Aunque la ciencia ficción y las películas son hermanas, pues han nacido casi simultáneamente y los primeros filmes estuvieron al día con la ciencia ficción, los medios presentes prefieren los clichés.
Así era la situación en Dinamarca en 1996. La ciencia ficción apareció más frecuentemente y el número de personas ocupadas por la ciencia ficción era mayor que nunca. Pero el conocimiento sobre la ciencia ficción como literatura no había aumentado y el peligro de ahogarse en ofertas de medios alternativos era inminente.
La ola no se asentó hacia el final del siglo. Al contrario, aumentó su velocidad, energizada por el milenio venidero. El periódico Information tuvo dos series de artículos saliendo simultáneamente; uno sobre tendencias y noticias [de CF] y otro sobre libros de ciencia ficción clásica. Muchos otros periódicos y revistas presentaron ciencia ficción en sus artículos especiales. De acuerdo a las publicaciones, el año 1999 debe de haber sido uno de los mejores. Pero más importante, representaron una gran variedad de subgéneros y casi todos fueron bien recibidos. Tenemos suerte de tener una pequeña nueva generación de autores de ciencia ficción familiarizados con la literatura fantástica pero, ante todo, considerando la literatura como un arte. Estos pocos, manteniéndose en lo alto de la ola, son un gran y muy importante capital para nosotros, ya que han aparecido en el momento preciso.
Entre los cincuenta títulos publicados en 1999, Klaus Æ. Mogensen nos ofrece un universo de acción para jóvenes en su novela The Dimensional Pirates (Los piratas dimensionales). Johan Springborg vio publicada su segunda novela, Hard hivemind (The Copy. La copia). Mi propia novela, Mission to Schamajim (Misión a Schamajim), es un híbrido de nueva ola y horror. Y Bernhard Ribbeck presentó las historias de viaje temporal más poéticas que se han visto en décadas en The Ice Among de Islands (El hielo entre las islas).
Tengo que admitir que algo maravilloso ha ocurrido en la ciencia ficción danesa. Con nueva energía y nuevas orientaciones para la escritura, el futuro parece tan brillante como lóbrego se veía hace siete años atrás. Sin embargo algo está faltando todavía: no aparece ninguna mujer entre los escritores recién surgidos. Si quiere saber cómo se reproducen los autores de ciencia ficción... lea ciencia ficción.
Habiendo llegado tan lejos, uno se puede preguntar qué es todo esto. ¿Prefieren los daneses ciertos temas o escriben de forma específica? ¿Qué puede ofrecer la ciencia ficción danesa a la escena internacional?
No hay duda que los daneses están tan inspirados en los escritores anglo-norteamericanos y firmemente basados en su propia cultura como todos los europeos. Tomamos lugares geográficos e históricos, pero la mayor parte de las historias ocurren en el espacio, en el futuro o en mundos alternativos, usando aspectos culturales y nombres de todas partes del mundo o inventados para la ocasión. Considero esto una característica de la ciencia ficción. En general, seguimos el hábito de no escribir mucho sobre personas cotidianas de clase media, sino sobre artistas, profetas y científicos de primera línea; individuos históricos mundiales. Es parte del juego con las reglas del género.
En cuanto a los aspectos estilísticos nunca fuimos ricos. Tradicionalmente, los autores daneses de ciencia ficción no han sido muy elegantes ni cultos. Fueron anticuados, simples, contaban historias raras y complejas. Funciona con la ciencia ficción, porque cuanto más compleja es una historia tanto más simple debe ser el estilo y viceversa. De otra forma, uno se pierde en un realismo maravillosamente mágico que nadie comprende. Pero sí nos perdimos el toque de elegancia encontrado en trabajos recientes. Por supuesto, hay excepciones, como Stig W. Jørgensen y Svend Åge Madsen.
Un volumen de la ciencia ficción danesa confirma lo dicho por Robert A. Heinlein sobre la ciencia ficción, pues es "La única forma de ficción que mantiene siquiera una chance de interpretar el espíritu de nuestros tiempos". Allí se intenta comentar temas contemporáneos en el futuro cercano, pero a menudo en un tono moralizador y no muy bien logrado. Por ejemplo, la posibilidad de construir plantas de energía nuclear en Dinamarca llevó a escribir muchos cuentos, llenos de grotescas suposiciones y sin perspectiva en sus puntos de vista. Y con cierto atraso, la introducción de computadoras en los comercios y escuelas públicas causó lo mismo. Otros siguieron la onda del miedo creciente a la tecnología y produjeron novelas políticamente correctas para demostrar los aspectos más deshonestos y destructivos de los emprendimientos humanos. Este grupo no fue mucho menos irreflexivo que los 'cyberpunks', ya que ambos grupos cometieron el craso error de sostener como bandera actitudes ya instituidas en vez de investigar. La polarización en base a normas predefinidas determinó qué pensar y decir, en círculos particulares, sobre la controversia Naturaleza versus Tecnología. Este enfrentamiento fue expresado a través de dos tipos principales de personajes: el alienado, obviamente hacker, y el egocéntrico ecologista, héroe. El primero era adorado por escritores yuppie jóvenes; él último, por viejos escritores de historietas. Seguro, uno puede rastrear el Zeitgeist, pero debo admitir que no encuentro edificante este tipo de ciencia ficción. De ahí que las palabras de Heinlein toman un curso no intencional y traicionero.
Sobre lo puramente fantástico estamos en mejores condiciones. Aún en el sentido de diagnosticar el presente a través de metáforas adecuadas. Se han escrito tantas historias originales que sólo puedo, en principio, describir las que no se ha hecho. Ante todo, la ópera espacial danesa es una especie rara. Algunos cuentos de Johannes Donnerstag y Bernhard Ribbeck se parecen a la ópera espacial, pero la contribución más cercana al subgénero fue, probablemente, un mundo compartido iniciado por SFC en 1993 (The Circle of Ngorongoro, El círculo de Ngorongoro). Estos cuentos están llenos de hiperciencia, culturas alienígenas, naves espaciales y fenómenos, y la galaxia es realmente GRANDE.
También nos falta la producción basada en mundos compartidos y las colaboraciones. Aunque los autores se encuentran y se ayudan entre ellos, las ideas y estilos permanecen individuales. De hecho, sólo recuerdo dos mundos compartidos además del anteriormente mencionado. En los comienzos de los noventa aparecieron seriados en Novum cinco episodios de una historia que quedó incompleta. El último mundo compartido es un curioso proyecto de arte. Basado en un concepto de Ribbeck y el artista Frank Tomozy, se exhibe un número de textos de tiempo en tiempo. Los textos son seguidos por objetos, provistos por viajeros espaciales de acuerdo a los textos. Algunos de los objetos son reales (restos de aviones, plantas mutantes, ánforas antiguas, etc.), otros son fabricados por Tomozy (máquinas del tiempo, artefactos alienígenas, etc.).
La impresión de que no ha existido interés por la ciencia ficción está lejos de ser correcta, pero durante todo el siglo la corriente principal y la ciencia ficción vivieron vidas separadas en Dinamarca. Mientras que los conocedores de la literatura raramente supieron de la ciencia ficción fuera de La guerra de las galaxias, los sótanos albergaban personas con conocimiento extensivo sobre el género. Los seguidores de la corriente principal se volvieron famosos por sus experimentos modernistas, sin saber que eran vieja noticia para nosotros. Nos catalogaban de triviales y nos englobaban como cienciologistas o fanáticos de ovnis. Frustado, Niels E. Nielsen declaró: "No soy un escritor de ciencia ficción; soy un autor que escribe ciencia ficción". Y algunos vendimos historias a revistas pornográficas; la única forma de llegar a una audiencia mayor. Los prejuicios y los compromisos literarios fueron moneda corriente para nosotros.
Por eso, el ambiente de la ciencia ficción activa llevó una existencia apartada. Durante décadas, se caracterizó por reuniones en salones; es evidente por el nombre de la vieja asociación: Science Fiction Cirklen (El círculo de la ciencia ficción [!]). Los miembros, que se conocían casi todos entre sí, publicaron fanzines en un intento de hacer conocer su literatura favorita. Éstos eran impresos como volantes ilegales y circulaban fuera de las redes de distribución ordinarias, llegando a un limitado grupo en Dinamarca y a miembros de organizaciones hermanas en Escandinavia. Las computadoras y las impresoras offset nos relevaron de las máquinas de escribir y duplicadoras, pero las ediciones no aumentaron marcadamente, por lo que sólo unos pocos fanzines daneses lograron sobrevivir. Los más importantes son Proxima, Cirkel Serien y Phantazm. Proxima, fundado en 1974, es un periódico de literatura científica que se concentra en artículos y revisiones. Cirkel Serien trae antologías y novelas cortas. Phantazm es una distinguida revista, diagramada en base a los géneros fantásticos y las realidades peculiares. La mayor parte de los colaboradores se encuentran regularmente en un antiguo bar en Copenhague y el grupo cuenta con astrónomos, futurólogos, poetas, artistas y excéntricos similares.
Se cuenta que el reinado de los aficionados daneses es, en realidad, un proreinado consistente en viejos autores. "Pro" es verdadero en el sentido de que los aficionados publican mucho, y algunos son traductores, escritores de no-ficción. Otros "aficionados" hacen dinero gracias al interés de los demás. Pero muchos de los autores de ciencia ficción danesa comenzaron antes del reinado de los aficionados y nunca se juntaron. Ningún autor profesional surgió del reinado de los aficionados hasta 1996. Probablemente debido a la falta de continuidad, los fanzines daneses nunca fueron criadores de nuevos talentos.
La ghettonización dentro de Dinamarca nos hizo buscar contactos en el exterior. Nuestros arreglos con invitados de ultramar tuvieron lugar en el Instituto Inglés antes que en la Asociación de Escritores Daneses. En las reuniones anuales, los autores siempre se involucraban, las autoridades, nunca. Por lo tanto, difícilmente sea una exageración decir que el conocimiento sobre la ciencia ficción danesa era mejor en Oxford y Moscú que en nuestra propia institución literaria.
Es por eso que, en reuniones de talleres o asociaciones, uno se siente como si perteneciera a una sociedad secreta; fascinante y frustrante, como un agente encubierto en su propio país.
La frecuencia creciente de publicaciones y artículos en periódicos "cultos" requiere una explicación. Ahora que la ciencia ficción es tomada seriamente, no es por un estándar mayor o el interés público en la calidad literaria del género. Hay muchos signos que permiten decir por qué no: el modo en que los periodistas y críticos confunden la ciencia ficción con la fantasía, o el modo en que ignoran cuestiones de método literario a favor de la ciencia popular. Fue el borrón del milenio y una demanda para tomar una posición sobre el futuro. La reciente "aceptación" lograda revela, mayormente, que las rígidas ideas de que la ciencia ficción predice el futuro, que está al día con la investigación tecnológica y que ofrece un discurso competente engatusa a los jóvenes con la posibilidad de lograr una educación "segura contra el futuro". Pero aquellos que, inspirados por semejante campaña, intentan una aproximación a la ciencia ficción, corren el riesgo de desilusionarse. Aquellos que sepan apreciar las cualidades literarias de la ciencia ficción no deben responder a las campañas.
El único remedio que puedo pensar es que la ciencia ficción deje su Útero. Los autores deben dejar de sentirse avergonzados por el género como si éste fuera un hijo inadaptado y dejar de apoyar al periodismo arbitrario, que no hace ningún bien a la ciencia ficción. Deben comenzar a enfrentarse con otros hombres de letras y reorientar la ciencia ficción hacia las circulación literarias correcta. Se debe traducir una selección versátil y se deben publicar en periódicos artículos de fondo, escritos por críticos realmente serios. Todo esto depende de la cooperación de los editores. Pero la iniciativa debe ser de la gente de la ciencia ficción, ya que nadie más va a tomarla.
De algún modo frustrado por la experiencia, de alguna manera optimista, me pregunto si la ciencia ficción danesa seguirá al género de historias de detectives y entrará en la era post-reinado de aficionados, en donde nadie se preocupa por las etiquetas.