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¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

ARGENTINA

 

 

La semana anterior, antes de ponerme a escribir estas líneas —con la vaga ilusión de que esperan cada número para leerlas— estuve, como todos los meses, dándole vueltas al asunto del editorial. Aquí, en la apertura de cada número, siento la necesidad de ser un buen anfitrión, hacerlos sentir cómodos al abrirles la puerta e invitarlos a entrar. Y pensé en que, faltando apenas un número para cumplir nuestro ansiado primer byte, era hora de ir preparando los motores para ese momento que, sin ser una fiesta formal, será muy especial para nosotros. Pero eso deberá esperar al próximo mes.

En el editorial del mes pasado hablaba de lo acostumbrados que estamos a los malos augurios que nos presenta el género. No es algo que peque de extremadamente pesimista —estamos muy lejos del positivismo de otras épocas— pues el sueño de algunos se va transformando, para muchos, en pesadilla. No obstante, quedó planteada la peligrosa posibilidad de que, estando tan acostumbrados a las distopías, terminemos sintiéndonos cómodos mientras nuestro mundo va transformándose en una (o varias) de ellas. Ese extraño confort que nos mantiene relajados a pesar de todo.

 

 

Me voy a limitar a transcribir una anécdota de Néstor Darío Figueiras con su hija Micaela, acaecida hace unos días, nomás, en el marco de la 40 Feria del Libro de Buenos Aires:

 

 

«Hoy en la Feria del Libro: salida de padre e hija. Aprovecho a conocer y saludar a mi amigo el escritor Rogelio Ramos Signes, sanjuanino y residente en Tucumán, quien exponía en una mesa debate en el ciclo «Diálogo de provincias»: «Nuevos imaginarios, viejas mitologías». Muy interesante. Al final, la coordinadora abre al juego para que los espectadores hagan preguntas. Una señora hace un pregunta sobre el proceso creativo del escritor. Luego de las contestaciones, y en respuesta al nuevo pedido de la coordinadora, mi hija levanta la mano y todos nos quedamos boquiabiertos —incluso yo, sobre todo yo— al escucharla preguntar algo similar a lo que sigue: «Ustedes, ¿cómo hacen a la hora de escribir un texto? ¿Consideran más importante lograr una obra que entretenga o una que transmita una idea? Porque hoy se habló de utopías y de distopías. ¿Piensan que ya no es hora de la utopía, que lo hace sentir cómodo al lector, y que debemos escribir distopías para incomodar y provocar la reflexión? ¿O qué hay que hacer? Lo pregunto para saber.» Todos, todos, patitiesos. Unos segundos después, cuando uno de los escritores atina a responder —sin saber si debía dirigirse a un chico o a un adulto, esto era obvio— un fuego me enciende el pecho. Pleno de orgullo, necesité un babero de unos trescientos metros cuadrados. Su pregunta fue la última del evento, y le valió varias palmaditas y saludos de desconocidos —hasta de una profesora de Lengua y Literatura de Colombia—, aparte del reconocimiento de los panelistas y la coordinadora. Qué feliz me hizo mi hija hoy.»

 

 

Conociendo a los padres de Mica no me extraña una situación semejante. Y si bien es cierto que para que esto sirva ellos tienen que leer(nos), me hizo pensar cuán importante es lo que le estamos legando a nuestros jóvenes, a quienes son siguen en el camino de la vida. Porque esto no es decirles «lo justo», la solución a todos los problemas, ni siquiera a uno solito. Es mostrarles —confirmarles, porque ellos también lo ven— un abanico de posibilidades. Es hacerlos pensar. Y también, queriéndolo o no, al dejarles estas páginas les estamos dejando un documento. De nuestra época, de nuestras preocupaciones y de nuestros miedos, pero también de nuestras soluciones, nuestros sentimientos, nuestras ideas y nuestros logros. Incluso esos errores que seguimos cometiendo les servirán —espero— para que ellos puedan repetir el ciclo, pero tal vez con un grado más de calidad. Si algo podemos hacer es ayudarlos a que no sean una nueva oveja de la manada, pero tampoco el lobo asesino que se aprovecha de la misma. El ejemplo de Micaela es clarísimo: difícilmente ella pueda ser manejada. Ella pregunta para aprender, pero también nos enseña bastante al dejarnos sin respuestas fáciles.

Preguntémonos para aprender. Busquemos respuestas. Que este largo entrenamiento entre conjeturas nos sirvan para regar algo de esperanza.

 

 


Axxón 254 – mayo de 2014

Editorial

5 Respuestas a “Editorial: «Esperanza»”
  1. Omarcito dice:

    Dany! Que lindo editorial lleno de palabras que nos incitan a hacernos preguntas sobre cosas que no habiamos pensando que podiamos plantearnos.
    A veces el enfoque que le damos a las situaciones que nos rodean, es siempre el mismo, no necesariamente porque somos cerrados de mente, sino también por no tenemos ese dato primario como para ver las cosas desde otra óptica, y cuando alguien nos plantea algo así, cuando nos desconcierta… ah, que placer ¿no?. Porque implica aprender algo mas, siempre y cuando seamos generosos en esperar esos eventos.
    Y ya que estamos… QUE BUENA TAPA!

  2. Guillermo Vidal dice:

    Me dio vueltas por la cabeza la editorial de Axxon de mayo de 2014, por ser un tema que me preocupa y todavía no veo luz al final de túnel, pero este comentario me ofreció alguna esperanza. Pensé, ¿será posible que vuelva a mirar la utopía con cierta confianza.
    Parece que la utopía fue una de las herramientas para motivar a las personas, como grupo humano, a crecer. Una especie de espejo donde se miraban y unía las generaciones con una visión de futuro. Convertida en proyecto, al menos en parte, la utopía se concretaba en la realidad, sino en los que la habían inspirado, podían realizarla las generaciones que los sucedían.
    Pero en nuestra época la utopía se convirtió en american way y estos en custodios y jueces absolutos para proteger este sistema perfecto de sus enemigos malvados. Entonces quedó en pie solitaria la distopía en medio de los castillos de cartón piedra y las ciudades futuras sin basura ni pobres. Fue esta la herramienta más apta para dejar en claro que ese sueño no era otra cosa que una pesadilla, para desenmascarar la falacia de un mundo barbie, antes Disney con su artillería de princesas. El shopping aparece como la fuente de la felicidad, donde se consigue en combo una entrada al paraíso por un rato y en cuotas la seguridad de estar en primera línea. Pasamos del opio del pueblo a la comida chatarra o tal vez a la desesperación de mantenernos conectados sin interrupción para no desaparecer de la existencia.
    ¿Quién podrá salvarnos? Siempre esta disponible el príncipe azul, en su última version de Avatar o los superhéroes de armaduras lustradas o poderes nunca vistos, ya sean de moralidad dudosa o impecable son otra escenografía que en vez de plantearnos recursos para enfrentar la realidad, la oculta. En el caso de los héroes violentos, la aniquila para qué no moleste más, de ahí a las doctrinas de seguridad parece que hay un paso, que en demasiadas ocasiones se ha dado y con resultados desastrosos. Ya sea ideológico, religioso, económico, cuando cualquiera de estos poderes manipula la utopía, que preserva las necesidades, los sueños, la historia, toda la cultura atesorada, se convierte en parte de la carga, peso que hay que arrastrar, en vez de lo que moviliza o impulsa a seguir adelante.
    Nos hace falta la utopía, y mucho me parece, pero también como una opción válida, aunque se alimente de la fantasía, o de posibles futuros. Válida quiere decir que no nos recorte y descarte lo que no va a su medida. Una utopía que no nos desconecte de la realidad, al contrario que nos de pistas para aterrizar nuestros sueños, que nos que hable de un proyecto difícil pero apto para concretarlos, aun con sus costos y sus renuncias, con todo su tiempo y etapas intermedias. La distopía sola termina por quedarse afónica y en definitiva como el antihéroe de Matrix, ante el esfuerzo sin futuro que ilumine la oscuridad del camino, prefiere la fantasía que lo engaña.

  3. Nestor Darío Figueiras dice:

    Gracias por este Axxon!! Por el editorial, Daniel. Galeano dijo que cuando perseguimos la utopía caminamos sin cesar, porque la utopía parece inalcanzable, y concluye en que la utopía sirve para avanzar. Estoy feliz por ver que la anécdota de mi hija pueda servir para hacernos pensar. Un saludo.

  4. Ricardo Giorno dice:

    Qué buena editorial, Vazquez.
    Me quedé con ganas de saber la edad de la encuestadora. Es que para mí la utopía, paso a paso, se fue convirtiendo en algo para jóvenes-niños. Algo fuera de moda para los mayores. Digo, como que le tenemos vergüenza a lo utópico, nos creemos pueriles si escribimos-leemos algo así.
    Como siempre, no sé dónde irá a parar nuestra querida literatura, pero todo vuelve, todo es cíclico, todo reinicia. Así que, quien te dice, empiecen a aparecer otro tipo de cuentos.

    Abrazo.

  5. Cristian Caravello dice:

    Una literatura sin utopías refleja una sociedad sin sueños.
    Es mejor que sea una moda que un presagio.
    Excelente editorial; de las mejores.

  6.  
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