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¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

 

 

 ARGENTINA

1

Iván se sentó en el borde de la cama.

—No vamos a vernos más.

Ingrid, como él la llamaba, levantó la cabeza de la almohada y se apoyó sobre el codo.

—¿Y por qué?

—Porque no estoy pudiendo manejar nuestras grabaciones. Las veo todo el tiempo.

—¿Pero, por eso, hace falta que no nos veamos más?

—Sabés que Iris no es joda, nena. Tengo que cortar con todo, con verte y también con usar las reproducciones.

—Podés venir todos los días. Así no necesitás usar tanto el sistema.

—No. No puedo.

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Ilustración: Pedro Bel

Iván se vistió y se fue sin saludarla.

Bienvenido a Iris, tu Interfaz de Red Individual Subcutánea.

¿Qué te gustaría ver hoy?

Iván apretó con fuerza el puño.

—¡A Ingrid quiero ver! ¿Qué voy a querer ver?

Gracias por seleccionar la galería de recuerdos, sujeto: Ingrid.

¿Desea ver las representaciones en formato de tres dimensiones o inmersión total?

—¡No me lo preguntes más! ¡Siempre inmersión total! Y quiero ver la reproducción de ayer. Ahora.

2

—Boludo —le dijo Iván a su amigo Félix, mientras revolvía el café apoyado en la mesada—, ¿vos viste lo que es la inmersión total? ¿Cómo hago para no entrar? Decime, y yo lo dejo de hacer.

Félix resopló.

—Mirá, Ivo, dosificalo un poco. No sé, mirala sólo a la noche, antes de dormir. Te hacés una buena paja y dormís tranquilo.

Iván se refregó la cara, y se sentó para tomar el café.

—No, no. Imposible, ya traté.

—Te vas a pasar, boludo —le advirtió Félix—. Y viste cómo terminan algunas personas: sin iris y sin vida.

—Eso ya lo sé. En principio la voy a dejar de ver. Ya se lo dije a ella.

—Eso va a ser peor. Pensá: te va a garrar la abstinencia y vas a estar hecho un enfermito.

—No sé qué va a ser peor, pero algo tengo que inventar. O ver a otra mina, no sé. Pasa que ella es espectacular, boludo.

—Si no, internate y listo. Cortá de cuajo. Así, de una.

—No, chabón. Ahí te sacan iris, y quedás al margen de todo por el resto de tu vida.

—Entonces, amigo, te queda nada más que la fuerza de voluntad, ¿qué querés que te diga?

3

Iván estiró la mano hasta la cama virtual, donde las imágenes de Ingrid y de él mismo tenían sexo. Eran nada más que recuerdos, pero él nunca dejaba de asombrarse con la inmersión total. Aunque a veces no sabía si la fascinación era por la experiencia en sí, o por verse penetrando a Ingrid como un salvaje.

Pensaba que era lo primero, y después se daba cuenta que la reproducción ambiental era sólo una excusa. Lo atractivo era sentir todo y verlo como un testigo. La conexión que hacía iris a la red neuronal lo permitía.

Pero hasta esa experiencia se le estaba volviendo rutinaria. Él necesitaba renovar el stock de recuerdos. Y la única manera de hacerlo era viendo a Ingrid en persona.

—Estás distraído, amor —dijo Ingrid, cuando Iván se tiró en la cama al lado suyo—. ¿Te pasa algo?

—No. Estoy cansado. No pasa nada.

Iván se quedó boca arriba, con la mirada clavada en el techo, y sintió que los ojos se le volvían lechosos. Sabía que Ingrid lo observaba mientras él procesaba la información en iris.

—Contame —dijo ella—, ¿te tocás cuando ves las filmaciones?

—A veces sí, a veces no hace falta. Acabo igual.

—¿Y ahora estás viendo lo de recién?

Iván pestañó, y sus ojos volvieron a ser azul claro.

—Un resumen, sí. Pero nada más que para ver que haya quedado todo bien.

—Parece que sí —dijo ella sonriendo—, porque estás duro de nuevo.

Iván se apoyó en el respaldo de la cama.

—No es nada. Me tengo que ir, ¿sabés, linda?

—¿No querés que te toque por lo menos? Así no te vas así, todo tenso.

—No, gracias. Otro día nos vemos.

—Sí, cuándo estés aburrido.

Iván la miró fijo.

—Nunca pensé que vos me podrías hacer un reclamo de algo.

—¿Y por qué? ¿No puedo sentir nada? Cuando tenemos sexo, siento.

—Bueno —dijo él, y le dio un beso en la boca—. Sos hermosa. Chau.

Esa misma noche, mientras Iván se calentaba la comida en una cacerola, su deseo fue más fuerte que su voluntad.

Abrió la reproducción de la última sesión con Ingrid, y la vio hasta que tuvo el orgasmo al mismo tiempo que en iris, pero con más intensidad.

La comida se estropeó. Terminó por recalentar algunas sobras que había en la heladera, y se acostó pensando todavía en la sesión.

4

—Esta semana es la tercera vez que venís, mi vida. Qué lindo. Y pensar que no nos íbamos a ver más.

—Sí —contestó Iván desnudándose de la cintura para abajo—. ¿Querés ir directo a lo que importa?

Ingrid gateó por el piso hasta el borde de la cama y empezó a lamerlo desde las rodillas para arriba. Él cerró los ojos y la agarró de la cabeza, sin hacer mucha fuerza.

—Me encanta lo que importa —dijo ella, llegando a los muslos.

—Qué bueno. Porque hoy me quedo el doble de tiempo, así que vamos a hacerlo bien intenso.

—Voy a poner toda mi energía en eso, amor.

5

Un llamado lo despertó en el mejor momento de un sueño con Ingrid.

—Ivo, nene —dijo Félix—. Te llamé al laburo, ¿en qué andás?

—Hola, gato. Acá, en casa. Me tomé unas semanas de vacaciones.

—Qué bueno, papá. ¿Aprovechamos para vernos?

—Dale, sí, sí, arreglamos. ¿Cuándo querés?

—Voy ahora, ¿te va? Almorzamos algo y charlamos. Yo ya estoy saliendo de la oficina.

Iván miró el reloj. Tenía un encuentro con Ingrid.

—Ahora no puedo —le dijo a Félix—. ¿Te parece mañana a la tardecita?

—¿Qué, andás ocupado en las vacaciones? Bueno, dale, no pasa nada. Hablamos mañana temprano así confirmamos.

—No, no, quedemos. Venite a las cuatro. A esa hora ya estoy acá.

—Listo, hermano. Hasta mañana. Abrazo.

6

Iván vio las diez llamadas perdidas de Félix, recién a las cinco de la tarde. Pero antes de enfrentarlo quería a llegar a su casa, ver el último encuentro con Ingrid y recién ahí prepararse para hablar con su amigo. Ese día había estado con ella más tiempo de lo que hubiese querido, y las piernas le temblaban. En eso la enviaba un poco, ella siempre terminaba de la misma manera que empezaba: radiante como ninguna.

Llegó a ver apenas media hora de la grabación antes de que el sueño empezara a ganarle la pulseada. Se levantó del sillón y lo llamó a Félix.

—Amigo, perdoname. Soy un pelotudo.

—Más vale que sos un pelotudo. Estuve una hora en la puerta de tu casa, y ni siquiera levantaste los llamados. ¿Qué te pasa, boludo?

—Sí, ya sé, papá. Te voy a compensar. Promesa.

—Sí, no sé. No me claves más y listo, con eso alcanza.

—De una. Venite a comer ahora. Yo invito.

—Oka, voy. Pero no me garques, eh.

—¡No! ¡Dale, te espero!

La visita fue apenas una cena, una charla fría y una cerveza. Félix tenía que trabajar temprano. Iván quería usar iris.

Después de esa noche, dedicó lo que le quedaba de las vacaciones a Ingrid. Lo que hubiese gastado en viajar, lo gastó en ella. Sin distracciones.

7

Una mañana, camino a verla, entró en un local que vendía paquetes virtuales para iris. Ofrecían un mundo alternativo donde los usuarios podían armar una segunda vida, y desde ahí tener sesiones sin interrupciones externas. La primera era gratis, y libre de tiempo.

Pero empezar una segunda vida en la Híper Realidad Virtual iba a demandar mucho más tiempo del que disponía. Tenía que encontrarse con Ingrid y ofrecerle importarla a su nueva vida. Necesitaba tenerla siempre a disposición.

Una semana después de empezar con su nueva vida junto a Ingrid, desde el servidor del programa le ofrecieron realizar actividades sociales en el mundo virtual. A cambio le daban una suscripción ilimitada. Aceptó. Ingrid estaba con él, y todo se sentía tan vívido como en el mundo real. Mientras estuviera conectado y lo alimentaran por sonda, no necesitaba volver muy seguido.

Para que pudiera cumplir mejor con las obligaciones, lo mudaron a un piso con veinte puertos de conexión, bien adaptados para sesiones de hrv prolongadas.

Dos semanas después de la primera sesión, Iván se encontró con Félix en la calle.

—¡Ivo! —gritó Félix desde atrás—, ¡Ivo!

—Ey, ¿qué hacés, amigo?

—Bien preocupado, boludo. Hace quince días que nadie sabe nada de vos. Estás reflaco. ¿Cómo podés estar así?

—Pará, chabón, no te preocupés. En serio. Mirame, estoy perfecto.

—Dale. Buenísimo, me quedo retranca. —Félix hizo una pausa, bajó los hombros y siguió—. ¿Estuviste con Ingrid todo el tiempo?

Iván se lo quedó mirando un par de segundos.

—Bueno, sí y no.

—No te sigo. A ver…

—Descubrí un mundo nuevo, papá. —Félix lo miraba cruzado de brazos—. Un mundo nuevo, una segunda vida. Y lo más loco es que como está conectado a iris es como si fuese real. Además Ingrid es compatible, y la importé, así que vivimos juntos ahí. Lo único que hacemos es garchar, comer, dormir y pasear por todos lados. Salvo cuando tengo que laburar para pagar la cuota.

—¿Trabajar? ¿No seguís de vacaciones?

—Sí, claro. Nada más estoy haciendo eventos sociales adentro del programa, para pagar. Me lo ofrecieron los diseñadores.

—¿Y qué hacés? ¿Vas y qué, te tomás un trago y charlás?

—Más o menos, después te cuento. Ahora voy a ver a Ingrid.

—¿Pero no estabas viviendo con ella ahí adentro?

Un llamado a su teléfono incorporado distrajo a Iván.

—Bancame que son los del programa. —Caminó unos pasos para alejarse de Félix—. Sí… Ajá. No, mirá, justo me estaba yendo a encontrar con alguien. Pasame para el próximo, yo a la noche me puedo conectar hasta mañana. Uh, bueno, en media hora estoy.

—¿Qué pasó, Ivo?

—Nada. Me tengo que volver a conectar.

—Pero recién salís. Anda a descansar. Mirate, estás piel y hueso, y tenés unas ojeras que te llegan hasta la pera, hermano. Bajá un cambio.

—No es tan fácil. En serio. Mañana hablamos. ¿Dale?

—Tamos. Pero cuidate, no seas pelotudo.

—Sí, dale. —Iván se concentró en sus mensajes, y lo despidió—: Otro día nos vemos.

—Pero… —Félix hizo un gesto con la mano—. Bueno, dale. Abrazo.

8

Iván entró en el piso tropezándose con la puerta. El encargado ya lo esperaba con el puerto de conexión preparado y una sonrisa.

—¿Che, pueden hacer esto de cortarme el plan por no cumplir con un evento? —dijo Iván acercándose al empleado—. Tuve que cancelar otro compromiso para venir acá.

—Mirá, Iván, yo nada más te digo lo que me informan a mí. Después, vos te manejás. Pero tené en cuenta que firmaste un acuerdo. Digo, tenés que cumplir, ¿no? Es lo más lógico.

—Bueno, no sé, no me cabió demasiado. ¿Tenés el teléfono de la oficina?

El encargado buscó una tarjeta electrónica y se la pasó.

—Tomá, ahí están los números y la dirección. Sentate, que ya te conecto, papi. Alto evento tenés hoy. Con gente grosa. Ya vas a ver.

Iván guardó los datos en su agenda personal de iris. De reojo vio que su silla no sólo tenía colgada una bolsa de suero, sino otras cuatro. Pero no había nadie sentado los otros puertos.

—¿Cuánto dura el evento, sabés? ¿No viene nadie más?

—Ni idea —dijo el encargado sin mirarlo—. Calculo que hasta que esta gente se aburra. Los que pagan, digamos.

—Bueno. Antes voy al baño, ¿dale?

—Sí, pero apurate que ya está arracando todo, eh.

El evento no fue tanto una fiesta, como sí una orgía en la que él y otros usuarios, mujeres y hombres, eran usados por quienes habían pagado la sesión. A él lo golpearon hasta dejarle la cara ensangrentada, y lo violaron hasta dejarlo inconsciente. Una y otra vez.

Fueron dos días en los que no hizo más que satisfacer las oscuras necesidades de gente desconocida, gente de rasgos esfumados y voces distorsionadas.

Parecía que no iba a salir jamás. Pero, al final, los dueños de la fiesta se desconectaron, y él terminó solo, tirado en una cama empapada de transpiración, sangre y alcohol.

Cuando se desconectó, seguía agotado. Se tanteó el cuerpo: no había marcas físicas de nada.

Caminó unos pasos hasta el encargado.

—No voy a volver. Avisale a tu jefe, ¿ta?

—Dale, le digo. Pero mirá que… —Iván hizo un gesto, y siguió hacía la salida—. Nos estamos viendo, Iván.

9

Aburrido de trabajar, Félix se tiró en el sillón y proyectó sobre una pared las noticias de la noche. En el segmento dedicado a la actualidad y sociedad mostraban el último operativo de la Agencia Nacional de Seguridad y Bienestar Virtual.

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Ilustración: Pedro Bel

La notera seguía por un pasillo a los oficiales de la agencia. Mientras, alternaba la vista entre la cámara dron y ese pasillo, por el que iban y venían hombres de uniforme, de guardapolvo y de traje.

—Hoy se descubrió otro de los llamados nidos de HRV —dijo entusiasmada—. Había una decena de personas conectadas a un programa de segunda vida. Cuatro individuos masculinos se encontraban en un estado de desnutrición avanzado, usaban pañales para adultos que no habían sido cambiados en mucho tiempo. Y, cuando los sacaron de la sesión en la que estaban hundidos, casi no podían moverse.

»Una mujer directamente no pudo ser reanimada, y fue trasladada de urgencia a un Centro de Salud Gubernamental, pero falleció en el camino. Otros dos hombres y tres mujeres, según nos explicaron, estaban tan fundidos neuronalmente con el programa, que tuvieron que ser trasladados a una instalación del Ejército, para un futuro diagnóstico. Del paradero de estas últimas cinco personas no se nos brindó información alguna.

»En cuanto a los responsables del lugar: hay un detenido, que será indagado por el juez de turno del sector sur de la ciudad de Buenos Aires.

»Seguimos conectados desde el lugar de los hechos.

»Muchas gracias, estudio.

Félix marcó el número de Iván, y no obtuvo respuesta. No obtuvo respuesta ni ese día ni el siguiente ni el siguiente.


Agustín Condomí Alcorta (Buenos Aires, 1982) es estudiante de la Licenciatura en Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Publicó la novela Imperio, condenados al olvido (textosintrusos, 2017), y coordinó la antología Frágil (textosintrusos, 2018). Su relato Una Nueva Era fue finalista del FAUNA 2017 de la UNA. Tiene terminada una novela corta, y una obra de micro ficciones, ambos libros todavía inéditos.

Actualmente está preparando lo que será la segunda entrega de la saga Imperio.

2 Respuestas a “«Iris», Agustín Condomí Alcorta”
  1. Gustavo Gutiérrez dice:

    Que hermoso cuento. Muy bien reflejada la dependencia actual y, muy probablemente la futura. Muchas gracias.

  2.  
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