«Los círculos de poniente», Néstor Darío Figueiras
Agregado en 25 septiembre 2021 por richieadler in 302, Ficciones
ARGENTINA |
“Per me si va nella città dolente,per me si va ne l’etterno dolore,per me si va tra la perduta gente.”—“Divina Comedia”, CANTO III – Dante Alighieri
Mayo de 967 d. C. G. (después de Crisis Global), o mayo de 3040 d. C.
Esa mañana los guardias me devolvieron a mi celda. Nunca hubiera imaginado que regresar me aliviaría tanto. Entonces entendí por qué muchos aspirantes afirmaban que Migraciones “es un buen lugar”. Me dejé caer en el catre antes de que se trabara el cerrojo automático. Quería dormir durante varios días, convencido de que así me olvidaría del Segundo Círculo. Pero antes de que pudiera pegar un ojo, las rejas se abrieron de nuevo. Me llevaron al sanatorio. La anestesia no fue un buen sustituto del descanso: las pesadillas recrearon las aflicciones del último semestre. Sin embargo, mientras la sedación me atormentaba, los médicos me extirparon el apéndice infecto, corrigieron la luxación de mi hombro izquierdo y curaron las heridas que Tlön me dejó a modo de souvenir.
Después de una convalecencia de tres semanas y algunas sesiones de fisioterapia, regresé al consultorio de Morrigan, la IA gestalt que me fue asignada como counselor.
—Es un gusto volver a verlo, Peck. Felicitaciones: ha superado la primera etapa.
El aspecto de Morrigan siempre fue el de una mujer hermosa. Ojos grandes y azules, pómulos altos, un mentón fuerte. Los labios pintados de rojo. Su frente, amplia y tersa, estaba enmarcada por una melena negra que caía en ondas hasta rozar sus clavículas, las cuales se articulaban en un ángulo que realzaba la exquisita firmeza de sus hombros y su busto. En las sesiones previas a mi estadía en el Segundo Círculo se había mostrado discreta, pero en esa ocasión solo vestía una pashmina de gasa transparente que permitía vislumbrar sus pechos, el vientre plano y lleno de lunares, y la perfecta curvatura de sus caderas, acentuada por un inamovible cruce de piernas. Me pregunté si ella trataba de seducirme, si ésa no era otra medida para “curarme”, luego de que las IA de Consultoría sugirieran a Migraciones que Edæran y yo fuéramos separados. De todos modos, después de comprobar cuán horrenda era la legislación que regía la frustrante vida sexual de los tlönianos, la sensualidad de la counselor fue como un bálsamo, aunque yo solo interactuara con su imagen, proyectada por un holo.
—Tengo varias preguntas, Morrigan.
La counselor tembló, como si el holo funcionara mal. Los joaquines me contaron que eso pasa cuando las personalidades digitales que integran la IA no consiguen ponerse de acuerdo: mientras una presta atención a su interlocutor, las otras discuten silenciosamente y esa discordancia hace que la proyección parpadee.
—Ya sabe que “Morrigan” es apenas un alias. A las IA no nos bautizan —indicó, cuando su imagen dejó de titilar—. Antes de enviarlo a Tlön le dijimos cómo nos gusta autodenominarnos para que nuestras charlas resulten más amenas, pero no abuse de la confianza otorgada, Peck. Aclarado este asunto, cuéntenos cuáles son sus dudas.
Usó la tercera persona del plural, como de costumbre. El tono sugerente, demasiado impostado, hizo que la advertencia resultara graciosa. Pero me tragué la risa. Aunque en el Segundo Círculo el acceso a la red está restringido, había descubierto, gracias a la conexión secreta de los joaquines, que Morrigan es el nombre que se le daba a una diosa de la guerra y la fertilidad de una época pretérita, incluso anterior a los Tiempos Antiguos.
—La primera: ¿cuánto hace que existe Tlön?
—Debemos su creación a un escritor de los Tiempos Antig…
—Ahórreme la cháchara sobre el tal Borges: ya averigüe todo acerca del fulano. Hablo de la instauración de la dictadura que rige el Segundo Círculo.
—Parece que se ha involucrado con los joaquines, como previmos. ¿Funciona bien su red clandestina?
—Lo suficientemente bien como para que mis nódulos cerebrales se despertaran, aunque no me fue posible abrir canales cuánticos ni usar otras apps sofisticadas.
—Muy interesante. Sugerimos que pase a la pregunta siguiente, porque los asuntos gubernamentales de cada Círculo son información clasificada de Poniente.
Lo que significaba que ninguno de mis interrogantes sería respondido. Supe que lo mejor sería averiguar algo sobre Edæran.
—Superé la primera etapa, pero faltan ocho. Me llevarán más de cuatro años y medio, sin contar el lapso entre una y otra. ¿No podré ver a Edæran en todo ese tiempo?
La figura de Morrigan parpadeó otra vez.
—Probabilísticamente hablando, existe un número apreciable de potenciales encuentros entre usted y su compañero. Le contaremos algo —la IA bajó la voz—: Edæran también culminó su semestre con éxito. Espero que sepa valorar la infidencia que acabamos de cometer.
—¿Y cómo está? Necesito verlo.
—No podemos ayudarlo al respecto. Ya le dijimos bastante. A propósito: ¿siguió soñando con él?
—Sí. Desde que me recuperé de la cirugía.
—¿Se trata del sueño recurrente del que hablamos en las primeras sesiones?
—Sí.
—¿Podría repetírnoslo?
—¿Eh? No me diga que una IA no recuer…
—Responda, por favor.
—Está bien. Edæran flota en el estanque boca arriba. Tiene los ojos en blanco. Esa mirada vacía me oprime el pecho. Camino por el borde, esquivando el chicote de cables que une su espina dorsal a los servers del centro de datos. De repente, el fluido electrolítico se vuelve negro y Edæran se hunde en él. Me zambullo. Una luz verdosa reina bajo la superficie. El estanque es mucho más profundo de lo que parecía. No encuentro a Edæran y mi desesperación crece. Justo cuando empiezo a ahogarme, aparece el Preste, nadando desde el fondo. Me mira y sonríe. Empuña su cuchilla eléctrica, que lanza destellos rojizos aun estando sumergida, y con ella golpea mi entrepierna. Entonces despierto.
—Parece que no hay cambios… Refrésquenos la memoria: ¿esto comenzó cuando se llevaron a Edæran?
—¿Se está burlando de mí? ¿Cómo no se acuer…?
—Son muy interesantes las implicaciones derivadas de su sueño, Peck.
—Me dijo lo mismo antes de mandarme a Tlön. Pero hasta ahora no me explicó por qué.
—La humanidad tiene conocimiento de estas cosas desde hace más de once siglos. Pero algunos de los terapeutas que fuimos traídos de los Tiempos Antiguos para ser digitalizados y fusionados en esta IA gestalt, estamos asombrados de que la teorías de Freud, Lacan y otros estén vigentes de nuevo. Sobre todo porque ahora sabemos que, justo antes de la Crisis Global, hubo algunos avances que derribaron los supuestos más firmes del psicoanálisis, como la modelación de circuitos neuronales a nivel cuántico, de Atticus Bollock, que suprimió las neurosis antiguas. O la Teoría del Campo Psicogenético, postulada por Shui Zhai Dí. Pero, por lo visto, este revival de los fracasos de los Tiempos Antiguos es una tendencia irrefrenable.
Permanecí en silencio, pero sin disimular mi irritación.
—Suponemos que un ex-Auditor de Ciudad tiene pocos conocimientos de Psicología, por eso trataremos de ser claros. El Preste los salvó a usted y a su compañero del castigo de los Regidores y los ayudó a escapar de la ruina de Ciudad. Aunque le…
—Sí, pero los salvoconductos que nos dio no sirvieron para nada.
—Aunque le pese, decíamos, el Preste es una especie de padre para usted. Lo respeta más que a cualquier otra persona. Algunos pensamos que es muy llamativo que en su sueño lo castre la figura del Padre; otros creemos que no podía esperarse otra cosa.
—Bueno… él eliminaba las impurezas de los novicios de Aztalume para que pudieran transformarse en agentes-hemæneh, en nodos de la biorred.
—Habíamos convenido en no usar eufemismos, ¿recuerda? El Preste no “eliminaba las impurezas de los novicios”, sino que los castraba. Habría podido mutilar a Edæran, pero decidió no hacerlo. Y ahora usted teme que se desquite con sus genitales.
—Hablando de eufemismos, Morrigan, ¿por qué las gestalt de Consultoría dijeron que tenían que “curarme”?
—Oh, eso… —la imagen de IA titiló vivamente—. Suponemos que determinaron su perfil con rapidez y previeron por qué Círculo empezaría. Usando ese término intentaron prepararlo para las situaciones que atravesaría en Tlön. Seguramente descubrió que en el régimen tlöniano se persigue cualquier práctica sexual no autorizada.
—“Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”.
—La máxima del Heresiarca. Cualquier unión no heterosexual es vista como un distorsionado reflejo especular de la reproducción. O sea, un acto doblemente aborrecible.
—Cuando entendí las sutilezas de esa mierda, supe por qué son tantos los prisioneros que llenan los centros de detención del Segundo Círculo.
—Sexocriminales, traficantes de espejos, materialistas blasfemos, e incluso nobles parejas tlönianas cuyo único delito ha sido buscar un hijo sin permiso, todos torturados por los asteriones.
—¿Por qué permiten esas atrocidades?
Morrigan sonrió.
—¿Permitir? —Su cara se iluminó—. Los Círculos son anillos concéntricos cuyas sociedades se rigen de forma autónoma. No interferimos. Nuestra ocupación principal es probar a los inmigrantes para que se ganen el derecho de elegir su Círculo y convertirse en ponientanos. Y usted ya está listo para la siguiente etapa.
Diciembre de 967 d. C. G., o diciembre de 3040 d. C.
El regreso a mi calabozo se iba convirtiendo en un déjà vu. Y después de medio año en Dédalo, la monarquía parlamentaria del Séptimo Círculo, me convencí: Migraciones era un buen lugar.
Morrigan me recibió ataviada como una geisha.
—Esta vez salió ileso. O casi.
—Algunos rasguños que ya están cicatrizando.
—Dos etapas terminadas, Peck, y sus emociones se van estabilizando. Felicitaciones. ¿Qué lo complicó más? ¿La Ley Ecuménica de Binarismo Genérico? ¿O el ludismo?
La miré con desprecio.
—¿Por qué me lo pregunta? Ustedes supervisan nuestro desempeño.
—Vamos, Peck. No se haga el duro. Sabe que debe contestarme. Además, ¿cómo podría monitorear el avance de miles de aspirantes?
—No me diga que eso es mucho trabajo para una gestalt.
—Traer del pasado las mejores conciencias, digitalizarlas y fusionarlas es mucho más complejo y caro que usar esa peligrosa máquina del tiempo que ustedes tenían en Ciudad. Nunca hay suficientes IA gestalt para el número creciente de aspirantes.
—¿Tantos son los idiotas que quieren ser ponientanos?
—Poniente es atractivo porque nuestro sistema admite la mayoría de las variantes. Y siempre habrá sujetos políticos para cada una de ellas. Pero todavía no me respondió: ¿qué le trajo más problemas?
—Los seguidores de Neo Ludd y sus escáneres. Al principio pensé que sería fácil esquivarlos, porque en Dédalo el acceso a la red es muy limitado. Creí que se conformarían con que uno no pudiera usar sus nódulos cerebrales.
—Eso no basta para los luditas. Ellos enseñan que las personas deberían hacerse extraer sus implantes.
—Pero su concepto de “extracción” es categórico: montan una guillotina en cualquier plaza y al grito de “Salve, Capitán Ludd”, decapitan a quienes no pasan el escaneo.
—Por eso me intriga saber cómo sobrevivió. Usted viene de Ciudad, un entorno híper-tecnificado. El uso prolongado de nódulos provoca ciertos tics que son fácilmente reconocibles. Con usted no había necesidad del escáner. Tendrían que haberlo olfateado a la distancia.
—Será que la astucia crece ante la cercanía de la muerte.
—¡Cuánta sabiduría! Pero sospecho que me está ocultando algo.
—Nada que usted no sepa. ¿O seguirá negando que nos vigilan?
La counselor frunció el ceño. Entonces descubrí qué era lo que me inquietaba desde que había empezado la sesión: su imagen no había fluctuado en ningún momento y hablaba en primera persona del singular.
—Muy bien, vamos al grano: ¿cuánto tuvo que ver Lorik en su repentina “astucia”?
Lorik, el líder de los joaquines, creó la red clandestina. Llegó a Poniente como refugiado de las tierras radiactivas situadas detrás del Muro, a más de dos mil seiscientos kilómetros al este. Después de superar la séptima etapa, jamás volvió a Migraciones, permaneciendo fugitivo por más de dos años. Había descubierto cómo moverse de un Círculo a otro sin ser detectado por las IA, un truco que nadie conocía fuera de la dirigencia de los joaquines.
—Además de enseñarme cómo escapar de los luditas, él prometió que me traería a Edæran.
Recordé el mensaje esperanzador que Lorik había enviado a mis nódulos.
—¡No me diga que creyó sus mentiras! Es imposible que ese charlatán sepa dónde está su amante. Lo creía más perspicaz, Peck.
Morrigan se levantó del sillón y caminó hasta mí. Aflojó el fajín rosado que sujetaba su kimono de seda. Liberada, la prenda se deslizó por sus hombros con ligereza, para terminar delineando una irisada órbita de pliegues azules alrededor de sus pies. Luego abrió la enagua de algodón y retiró la ancha cinta que envolvía su torso. Suspiró, tomó una de mis manos con rudeza y la llevó hasta su seno izquierdo. El contacto inesperado me sobresaltó. Cuando apretó mi palma contra su piel cálida, me sacudió un escalofrío.
—Yo puedo ofrecerle algo mucho más consistente… Hoy prescindí del holo.
El maquillaje blanco de su rostro se extendía hasta bordear esas clavículas admirables. En contraste, un pájaro de tinta negra abría sus alas justo encima de mis dedos atrapados, en la naciente de su pecho. Recordé lo que había averiguado en la red. El tatuaje simbolizaba uno de sus avatares, el cuervo, sobrevolando las mamas de Anu, que nutren a los dioses. Muerte y vida. El carácter dual de Morrigan.
—Peck, según todos los modelos, el desarrollo de su identidad homosexual no se ha complet…
—¡No! —Retiré la mano bruscamente—. ¿Qué quiere?
Contuvo la rabia y volvió al sillón con donaire, sin preocuparse por estar semidesnuda.
—¿No es obvio? Queremos a Lorik.
Queremos. Había vuelto a ser la counselor de siempre. Pensé que si el holo hubiera estado encendido, su proyección habría parpadeado sin cesar.
—Tráigalo, y en la cuarta etapa lo enviaremos al Círculo al que haya sido destinado Edæran.
—Si les doy a Lorik, nos eximirá de las etapas restantes y permitirá que nos instalemos en algún Círculo donde el estado de derecho esté en plena vigencia. Y nos dejará en paz.
—Cree que un Círculo tal será mejor que otros, ¿no?
—¿Lo hará o no? ¿Existe algo así en Poniente?
—Sí, por supuesto: la República Democrática de Elysia, en el Primer Círculo. Nos divierte que esté convencido de que allí podrá encontrar satisfacción. De hecho, es uno de los Círculos menos elegido.
No dije nada.
—Si sale airoso de la fisiocracia del Cuarto Círculo y su capitalismo laissez faire, y me trae al cabecilla de los joaquines, tendrá lo que pidió.
Junio de 968 d. C. G., o junio de 3041 d. C.
—Existe un derecho consuetudinario que todos los ponientanos ejercen, con mayor o menor empeño: el derecho a evitar que los aspirantes logren convertirse en sus iguales. Hasta los democráticos elysianos te harán la vida imposible para que repruebes la etapa y termines, por ejemplo, como esclavo en alguna draga, removiendo algas venenosas de las costas hipóxicas del norte hasta reventar. Pero las IA son las verdaderas hijas de puta… Siguen diciendo que ellas nunca intervienen en la política de los Círculos, ¿no?
—Sí.
—¡Mentirosas de mierda! —El desprecio que Lorik sentía por las IA era patente—. Te doy un ejemplo: los impulsos imperialistas de algunos Círculos, como el Octavo, son apoyados por las IA y encauzados hacia objetivos extranjeros.
—Es lógico: un conflicto bélico entre Círculos no sería favorable para ningún ponientano.
—Exacto. El último desahogo fue la destrucción de Ciudad. De paso, aprovecharon para apoderarse de Viajero, porque, aunque tanto la criticaban, siempre quisieron la máquina del tiempo que ustedes inventaron.
Una dantesca visión en HD embargó mis nódulos: las llamas devorando el laberinto de superficies reflectantes. Luché contra la sensación de angustia que se me anudaba en la garganta.
El líder de los joaquines prosiguió:
—¿Sabías que Poniente nació como un colosal parque temático, inaugurado un siglo después de la Crisis Global para mostrar la vida de mierda que tenían los habitantes de las ciudades en los Tiempos Antiguos? Pero pronto degeneró en el retorcido experimento sociológico de las gestalt, las muy turras.
La tos interrumpió el discurso y la marcha de Lorik. Coágulos de sangre salpicaron el empedrado de la calle peatonal. Quise ayudarlo, pero me apartó de sí. Carraspeó y continuó caminando y hablando, como si nada hubiera pasado.
—Después de que enseñaste los salvoconductos del Preste a las personas equivocadas, hacía falta un golpe de suerte para que tú o Edæran nos hallaran. Felizmente, lo encontramos a él antes que a ti. No lo tomes a mal, pero necesitábamos con urgencia a alguien con sus capacidades. Su potencial conectivo y cognitivo es fenomenal. Menos mal que un auténtico hemæneh de Aztalume se unió a nuestras filas antes de que esta puta radiación termine conmi…
La tos volvió a desgarrarlo. Recordé al Preste y su promesa de ayudarnos.
—Así que los contactos de los epíscopos en Poniente eran los joaquines…
—¡Claro! El Preste los envió para que se unan a nosotros.
—¿Por qué se hacen llamar así?
—¿Dijiste “se hacen llamar”? Me hiciste más daño que el estroncio-90, hombre…
—Pido disculpas y va de nuevo: ¿por qué nos hacemos llamar así?
—El vicio de nuestra era decadente es el afán revisionista. Aunque este deleite por el pasado constituye un mal signo, yo tampoco pude resistirme a él. Joaquín de Fiore fue un abad de los Tiempos Antiguos que supo impartir sus ideas revolucionarias evitando la acusación de herejía. Un autodidacta, y tal vez por eso, un pensador único. Fue un experto en el empleo de las herramientas hermenéuticas y exegéticas, y consiguió enquistarse en la Iglesia para subvertir todos sus preceptos sin que lo notaran. Con el paso de los siglos sus seguidores se multiplicaron. Su doctrina fue rescatada por los renacentistas, inspiró a Lutero y se propagó hasta la Revolución Industrial, influyendo en las bases del socialismo utópico. Ocho siglos y medio después de su muerte, fue canonizado y reconocido como Doctor de la Iglesia, unos años antes de la Crisis Global.
—Estoy impresionado. Quisiera verlos conversar a ti y al Preste.
—Todo es posible, ¿no? Digo, si finalmente llegó alguien como Edæran… Después podríamos consultarle qué probabilidades tengo de encontrarme con el Preste.
—A propósito, quería…
—No te alarmes, Peck. Lejos de ser un zombi flotando en una bañera, tu amigo parece un maldito superhéroe. Hace un tiempo, un emisario de Aztalume trajo los códigos que nos permitieron crackear el paquete de aplicaciones de los Regidores de Ciudad. Solo precisábamos a alguien como Edæran para instalárselas. Lo hicimos y… ¡boom! Además de haber ampliado el alcance de nuestra red paralela y haberla convertido en una biorred inviolable, ahora él es capaz de abrir canales cuánticos con un simple chasquido de dedos. Y cada día descubre habilidades nuevas.
Sus palabras me trajeron alivio y sorpresa a la vez.
—Lorik, si algo sale mal…
—Imposible. Edæran pronosticó que los vamos a hacer mierda. Tranquilo.
Caminamos hasta el edificio de Migraciones. Un guardia nos impidió el paso.
—Alto. Identifíquense.
Dejé que accediera a mis nódulos y descargara mi ID. En el Quinto Círculo la conexión es libre.
—Todavía no puede regresar, aspirante Peck. Faltan más de tres meses para que acabe esta etapa. Y usted… —Cuando leyó a Lorik, el guardia extrajo algo de su uniforme—. ¡Ambos quedan arrestados! ¡Las manos detrás de la nuca!
—¡Tranquilo! El aspirante Peck viene a entregarme
La confusión arrugó la cara del guardia. Lorik me miró de reojo y susurró
—¿Ves esa lucecita roja que flota delante de nosotros? Es el extremo de una espada variable. Su hoja es un filamento monomolecular invisible, pero tan mortal como la cuchilla eléctrica del Preste. Sé obediente y no pierdas de vista la lucecita roja —Se volvió al guardia—: Tal como lo oyó. Si pregunta, verá que tenemos cita con la tetuda de Morrigan.
—¿Eh?
La luz roja empezó a agitarse.
—No escuche sus desvaríos —improvisé—. Como vio, se trata del fugitivo más buscado. Hice un trato con mi counselor. Puede verificarlo.
Por fin entramos. Después de que nos escanearon, atravesamos el interminable laberinto subterráneo que discurre bajo Poniente en un vehículo ovoideo. Los guardias y sus danzarines lucecitas rojas nos siguieron hasta que llegamos a la oficina de Morrigan.
—Debería decir que reprobó la tercera etapa, Peck, pero en vista de que cumplió lo prometido…
La diosa de la guerra y la fertilidad vestía un circunspecto trajecito rosado de dos piezas. Al ver que me fijaba en él, explicó:
—Es una réplica del famoso Chanel de Jackie Kennedy. Imagino que el jefe de los joaquines sabrá de qué estoy hablando.
Lorik la ignoró. Un desplante como ése habría hecho temblar la imagen de Morrigan.
No usa el holo, envié a Lorik a través de la biorred.
Lo que necesitábamos, me respondió.
—Parece que no le costó mucho convencerlo de que se entregara, Peck.
Entonces Lorik se dirigió a la IA:
—Sabes que me estoy muriendo. Prefiero pasar mis últimos días en una celda confortable, con atención médica y comida segura. Migraciones es un buen lugar, dicen.
—Eso dicen. En fin… Yo también cumplí con mi parte.
Dos guardias introdujeron a Edæran por una puerta lateral. Me dolió ver su cabeza rapada. Presentí su cuerpo, oculto bajo el mono naranja que usamos los aspirantes, y el corazón me dio un vuelco. Pero lo miré a los ojos, esos ojos que casi no tienen esclerótica, y vi que algo relucía en ellos.
—Los llevarán a Elysia. Ya hice los arreglos —dijo Morrigan a modo de despedida. Pero la sonrisa forzada no armonizaba con su mirada de cuervo.
Entonces Edæran juntó sus palmas y un vórtice con forma de lirio agrietó el continuo para depositar la cuchilla del Preste en su mano derecha. Se giró, dispuesto a atacar. Antes de que pudieran blandir sus espadas variables, los guardias yacían a nuestros pies. Mientras su sangre cubría el parquet lentamente, Lorik agarró a la counselor por las solapas del traje.
—Todavía te haces llamar Morrigan, ¿eh? ¿Sigues hostigando a los aspirantes? Imagino que aún tienes ese tatuaje… —tendió una mano hacia atrás y Edæran le pasó el acero refulgente.
—No conseguirás nada lastimándome. Mis identidades…
—¿Y si te meto esto por la base del cráneo? Un procesador de qubits bien frito es una pesadilla. Tardarán bastante en volver a compilarte.
Empujó la hoja despacio. Dejó de revolverla cuando se extinguieron los destellos rojos.
—Ahora sí es una réplica exacta del traje de Jackie, perra. Le faltaban las manchas de sangre.
Salimos del consultorio. Los guardias que nos habían custodiado convulsionaban en el suelo. El virus que el primer guardia descargó junto con mi ID se había esparcido según lo previsto, inutilizando todos los implantes.
—Edæran, quiero usar el juguete del Preste por un rato. Cuando llegue el fin, te avisaré y lo dejaré caer por el canal que abras —dijo Lorik, tosiendo y escupiendo—. Váyanse. Este lugar se infestará de guardias en cuestión de minutos.
—Lorik… —protesté.
—No jodas, Peck. Los joaquines esperan nuevas órdenes.
Se fue por la puerta lateral, ansiando hundir la cuchilla otra vez.
Edæran y yo caminamos hasta el vehículo. Desandamos el laberinto en silencio. Había mucho para decir, pero nos bastó con huir tomados de la mano.
Este texto es una continuación de «El preste de Aztalume», publicado en Axxón 301.
Néstor Darío Figueiras, (Buenos Aires, 18 de noviembre de 1973), es un escritor, músico, productor musical e ilustrador aficionado argentino. Su producción literaria se enmarca principalmente dentro del género de la ciencia ficción, aunque también ha escrito obras de terror y fantasía.
Sus cuentos pueden leerse en algunas de las más prestigiosas publicaciones digitales dedicadas a la ciencia ficción, la fantasía y el terror: Necronomicrón, Axxón, NGC 3660, NM, Aurora Bitzine, Alfa Eridiani, miNatura, Crónicas de la Forja, Papirando; así como en varias publicaciones en papel: Ópera galáctica, Sensación!, Présences d’esprits, Próxima, Galaktika, entre otras. Editorial Dunken publicó en su antología 2005 “Los rostros y las tramas” su minicuento “La caverna”. También ha sido seleccionado su relato “Bendita” para formar parte de la antología de autores argentinos contemporáneos de ciencia ficción que ha publicado la revista virtual Alfa-Eridiani. Asimismo se desempeñó como coeditor de Crónicas de la Forja, publicación virtual del Taller literario Forjadores, del cual fue colaborador. Varios de sus relatos han sido traducidos al francés, al catalán, al italiano, al húngaro y al griego. Y ha publicado dos libros de cuentos a la fecha: «El cerrojo del mundo está en Butteler» (Editorial Textos Intrusos, 2016) y «Capricho #43» (Peces de Ciudad Ediciones, 2017).
Como curiosidad podemos citarlo afirmando que algunas de las creaciones del Hacedor de estrellas de Stapledon son universos musicales. Ya veremos qué razones lo asisten para afirmar tal cosa.
Ha publicado en Axxón; en Ficciones: «RUMORES» EN «FICCIÓN BREVE (9)» (nº 151), «47 – HASTÍO» EN «CUENTA REGRESIVA (II)» (nº 180), «56 – ABUSO DE LOS FX EN EL CINE EXTRANJERO» EN «CUENTA REGRESIVA (II)» (nº 180), DREAMTHEATRE (nº 185), REALITY (nº 187), MISIÓN DIPLOMÁTICA (nº 192), «LA HECHICERA Y EL GUERRERO» EN «FICCIÓN BREVE (CINCUENTA)» (nº 199), «ALBERGUE TRANSITORIO» EN «FICCIÓN BREVE (CINCUENTA Y CINCO)» (nº 204), «LA INUTILIDAD DE LA PROSPECTIVA» EN «FICCIÓN BREVE (SESENTA Y NUEVE)» (nº 236), «REPORTE» EN «FICCIÓN BREVE (SESENTA Y NUEVE)» (nº 236), PLAYLIST (nº 285), ŽELVA (nº 285), EN EL MUSEO DE LOS SUEÑOS VERDADEROS (nº 285), LA CIMA (2030) (nº 297), EL PRESTE DE AZTALUME (nº 301)