Llevar el spam en la sangre

El 20 de Octubre se cumplirán 108 años del nacimiento del escritor  uruguayo Felisberto Hernández. Nuestro alucinado homenaje.
 
 

Faltaban todavía tres años para que comenzara la década de 1950, en la que el marketing moderno nacería y cobraría altura. Era Noviembre de 1947, y en Buenos Aires se estrenaba un ciclo radial llamado “¡Qué pareja”, escrito por Abel Santa Cruz y auspiciado por Jabón Lux (un programa que duraría veintidós temporadas y que luego sería auspiciado por Rinso, el primer jabón en polvo). Ese mismo mes, en Montevideo, aparecía en la revista Mujer Batllista un extraño cuento de Felisberto Hernández, que debería ser pieza obligada en las antologías de ciencia-ficción rioplatense: “Muebles «El Canario»”. El cuento, que no llega a las cuatro páginas, fue compilado recientemente en Las Hortensias y otros relatos (El Cuenco de Plata, 2009).

La historia es simple y, como buena parte de la ciencia-ficción de la época, está basada en “la idea” que, vista desde nuestros tiempos, resulta todavía inquietante. El protagonista es abordado en el tranvía por alguien que, intempestivamente, le inyecta un líquido. Al llegar a su casa, comienza a escuchar dentro de su cabeza un programa auspiciado por la mueblería del título. “Hola, hola; transmite difusora «El Canario»… hola, hola, audición especial — decía el locutor—. Las personas sensibilizadas para estas transmisiones… Como primer número se transmitirá el tango…”

La escena recuerda algunas experiencias extrañas de la década de 1940, sobre todo en los Estados Unidos. En particular, una que roza el mito urbano: la gente que escuchaba radio a través de sus aparatos dentales o las emplomaduras de las muelas. El caso más conocido involucra a la comediante estadounidense Lucille Ball. La pelirroja afirmó en el talk show de Dick Cavett haber oído emisiones radiales en 1942, durante el rodaje de Du Barry Was a Lady, regresando de los estudios de la MGM. La actriz contó que, gracias a las cualidades receptivas de sus emplomaduras, el FBI pudo atrapar a unos espías japoneses que tenían un transmisor oculto. La anécdota fue confirmada y refutada por partes iguales. ¿Una leyenda urbana, fomentada por la actriz? Eran tiempos tormentosos, fértiles para las fantasías paranoicas: en los últimos meses de 1941, los Estados Unidos habían entrado en la Segunda Guerra Mundial y, en Febrero de 1942, un submarino japonés había atacado la costa de Santa Barbara, en California, no muy lejos de donde están los estudios de cine. Cierta o no, la anécdota de Lucille Ball fue inmortalizada poco después en la película Something for the Boys (con Carmen Miranda).

Si en la década de 1940, la idea de Felisberto Hernández podía llamar la atención (acaso despertara alguna leve inquietud), en la primera década del siglo XXI, luego de haber conocido la agresiva proliferación del spam vía correo electrónico y los avances de la ciencia en materia de nanotecnología, la idea se vuelve un poco más amenazadora. El primer e-mail considerado como spam fue enviado en 1978: era un mensaje interno despachado por el responsable de Marketing de la empresa Digital Equipment Corporation usando la red Arpanet (antecesora de Internet). Hoy se distribuyen en todo el mundo, entre 100.000 y 200.000 millones de mensajes de spam diariamente. Como consecuencia, sólo entre el 10% y el 15% en promedio del correo que recibimos es útil o deseado. El resto es correo basura o malicioso, la mayor parte del cual es enviado mediante redes de máquinas infectadas por programitas maliciosos llamados botnets.

En 2007, científicos de la Universidad de California en Berkeley, lograron construir una radio usando un solo nanotubo de carbón. El dispositivo, de menos de un micrómetro de largo (un micrómetro es la milésima parte de un milímetro) y tan sólo 10 nanometros de ancho (un nanometro es la millonésima parte de un milímetro), trabaja en la banda de 40 a 400 MHz y realiza todas las funciones de un receptor de radio de mayor tamaño: antena, sintonizador, amplificador y demodulador. Al igual que en el cuento de Felisberto Hernández, la nanotransmisión comenzó con música. No fue un tango, sino “Layla” de Eric Clapton, y luego, claro, “Good Vibrations”, de los Beach Boys. Según el físico Alex Zettl, líder del proyecto, el dispositivo se podría alojar sin dificultad dentro de una célula, de manera tal que bien podría usársela para controlar funciones cerebrales o musculares, o incluso a pequeños dispositivos que podrían circular por el torrente sanguíneo.

Sin saberlo, Felisberto Hernández en 1947 nos estaba abriendo las puertas a una nueva clase de enfermedad: en un futuro no muy lejano, el spam podría pasar de ser un padecimiento virtual a ser uno real. Es poco probable que los spammers del futuro usen algo tan burdo y tan dependiente del consentimiento ajeno como una jeringa. ¿Por qué no usar insectos inoculados con estos nanoradios? Así, una picadura podría ser la vía de entrada de la “infección”, cuyos perjuicios más visibles serían la ausencia del silencio (que hoy ya es un bien escaso) y la desgarrante privación del sueño.

La menor productividad de los empleados producirá en las empresas miles de millones dólares en pérdidas. Los laboratorios tendrán que inventar medicamentos que drenen esas nanomáquinas fuera del cuerpo, o interfieran con su poder de recepción. En todo el mundo, la policía deberá rastrear y cerrar diariamente cientos de estaciones radiales clandestinas… Mientras tanto, tal vez la mejor barrera contra el spam sea un buen repelente de mosquitos.

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5 respuestas a Llevar el spam en la sangre

  1. Ariel dijo:

    ¡Muy bueno lo de la mudanza y muy lindo el nuevo diseño!
    Sólo falta que configures el RSS así te puedo seguir desde el Google Reader y mi blogroll.
    Abrazo.

  2. Fraga dijo:

    Muy interesante esto de los nanorradiecitos, Alex!
    Nada descabellada la amenaza de los botnets!!!
    Nos ha alcanzado la ciencia ficción!!!!

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