La estación Tragondo
Localización
Al sudeste del barrio de las Piedrecillas Azules, en la Calle de Las Laderas entre Darwin y Mendeléiev. Pertenece a la vieja línea de ferrocarril Tren de la Llanura.
Descripción
Es el mayor exponente de la arquitectura Estocástica que los curiosos y turistas pueden encontrar en la ciudad de Urbys. Erigida hace más de doscientos años, esta construcción monumental se ideó originariamente como Museo de las Artes, quedando relegada con posterioridad a simple estación de tren por motivos económicos y políticos. En la actualidad es el único nexo de unión entre Urbys y el resto del mundo, y como tal sufre una gran cantidad de trasiego, tanto de materiales como de personas. Nada tiene en común con la estación Nessunposto, construida con posterioridad, mucho más moderna y funcional.
La arquitectura Estocástica alcanza su mayor esplendor en esta obra compleja y austera a la vez, que antepone la belleza y el riesgo a la funcionalidad. Enorme puentes que nacen en los andenes se arquean como serpientes petrificadas a más de treinta metros de altura sobre las vías del tren, enlazados entre ellos formando un laberíntico entramado de pasillos y salas de espera. Sobre ellos descansa una enorme cúpula decorada con paneles de madera que exhiben cientos de grabados que representan diferentes escenas de la vida cotidiana de la ciudad, desde una imagen distorsionada del Monumento a los Caídos hasta una estampa de la multitud reunida en uno de los eventos anuales que se celebran en la Plaza de los Loros Miméticos.
Sostenidas mediante gruesos cables de acero que penden de la cúpula y asidas mediante fibrópticos a los puentes de piedra, se descubren las oficinas centrales de la estación, siete estructuras de cristal y acero que centralizan todo el trabajo originado en Tragondo. Éstas estructuras albergan en su interior despachos de amplios ventanales y sillones de cuero, salas de espera de sillas de mimbre con antiguos símbolos grabados en su respaldo, oscuros y grises almacenes donde la mercancía procedente del Exterior descansa hasta que es reclamada por sus dueños y multitud de otros lugares escondidos, ocultos, cuya función es desconocida incluso para los mismos operarios de la estación.
Los hombres que trabajan en la estación son hombres grises, tristes, que se acostumbran a ver pasar una y otra vez trenes que ellos nunca tomarán, y fabulan con viajes al Exterior que, muy probablemente, nunca realizarán. Se les ve corretear de un lado a otro, con ropas desaliñadas y aspecto febril, siempre pendientes del reloj que descansa entre los puentes –una gran pantalla de plasma añadida con posterioridad y no incluida en el diseño original– que marca el ritmo de sus miserables vidas.
Siempre se ven trenes en la estación. Enormes moles de acero gris que se deslizan en completo silencio, que sólo se detienen para descargar su mercancía en los andenes y reanudar su viaje. Son trenes autoconducidos, que carecen de alma propia, controlados por ordenadores que no permiten ni un solo segundo de retraso en los recorridos. Vehículos horribles, sucios, que se limitan a transportar mercancías de toda índole y, en muchas ocasiones, ni siquiera se detienen en la estación; que aúllan como demonios cuando sus ruedas se deslizan por los rieles mal cuidados de las vías de Tragondo.
En algunas, contadas ocasiones, pequeños trenes de brillantes colores llegan a la estación con pasajeros. Y en algunas, contadas ocasiones, algún pasajero desciende de ellos y se detiene en Urbys. No suele ocurrir. También cuentan que, en algún remoto lugar de la estación, existe una pequeña caseta donde un hombre mayor vende billetes para otros lugares, en el Exterior. Sin embargo, nunca se ha visto partir un tren de la estación de Tragondo con un destino alejado de la ciudad llevando en su interior pasajeros.
Al menos, eso es lo que cuentan.