Las profecías fallaron, las máquinas no. Ningún demonio vino a devorarlos. Pero no me echen la culpa. Todo fue culpa de la maldita burocracia.
¡Hola, Queridos Súbditos!!!
¿Cómo andan tanto tiempo sin mis maldiciones? Yo estuve durante mucho tiempo ocupado. No saben qué jodido se pone el mundo astral con todo esto del milenio —por suerte sucede una vez cada mil años.
Hay que empezar a revisar cada una de las miles de profecías que se hicieron y archivarlas por caducidad. Por tanto debemos comenzar a crear nuevas alucinaciones infernales y enloquecedoras que turben las mentes de los niños, condenándolos a decir pavadas como sus antecesores franceses.
Pero la locura fue aún peor debido que, a causa del efecto Y2K decidimos no informatizar los reinos. Por lo tanto, debimos utilizar a nuestra hordas de guerreros como secretarias. Y, como se darán cuenta, una criatura mohosa no está en condiciones de manejar papeles. Y otra formada de mucosidad y estiércol tampoco. Así que nos vimos forzados a prescindir de gran cantidad de personal. Lo cual causó una disminución de nuestro rendimiento al 66,6%.
Tampoco pudimos mandar a asustar a esos inútiles porque, al no soportar sus cuerpos la gravedad terrestre, sólo pueden entremezclarse en el valle de los sueños. Pero como todo el mundo sabe, ese día muy pocas personas duermen. Sólo los solitarios, los amargados, se acuestan temprano. Y, no hace falta decirlo, ellos ya tienen sus propios demonios privados que residen eternamente en sus cabezas.
Así que... ¿Qué les puedo decir? Disculpen el caos y la amabilidad de la fecha. Pero, con tanto papeleo estoy cansado.
Martín Brunás