La canción de Maguerra, Alejandro Alonso (Novela, parte 4)
Agregado en 8 septiembre 2009 por admin in 200, Ficciones, tags: Novela
Johnsonsbaby
3. La serpiente de talco
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Maguerra-uh, Maguerra-uh, Maguerra-uh…
Si Charles Johnson tuviera diafragma, pulmones y laringe, el tiempo serÃa un eterno ataque de hipo. La Canción penetraba en su cuerpo, marcando el ritmo de las acciones: estirarse, contraerse, emitir, recibir, corregir el rumbo.
Maguerra-uh, Maguerra-uh, Maguerra-uh…
Charles Johnson habÃa vuelto.
No tenÃa órganos internos al estilo humano. Ni brazos, ni ojos, ni oÃdos. Buceaba a ciegas en el Mar de Scholl, hacia el Norte, siguiendo la submelodÃa de navegación que los legos, simbióticamente adheridos a los extremos de su cuerpo, enviaban al ateté frontal.
Los legos se encastraban unos en otros como falanges de un dedo-antena infinitamente ramificado. Cada tres maguerra-uhs, los legos expresaban mecánicamente la submelodÃa de avance de Charles. Funcionaban como altavoces vivientes, que vibraban al son de la submelodÃa de avance. Luego se silenciaban y actuaban como los receptores de un sonar, captando e interpretando los ecos resultantes, y transformándolos en una submelodÃa de navegación.
Para Charles Johnson, era como hablarle al Mar de Scholl. Cada objeto respondÃa por turnos, señalando su precisa ubicación espacial y su morfologÃa. Los doctores del espacio tenÃan una frase: «Darle voz al mar». Charles le dio voz al mar y el mar respondió que el camino estaba despejado. También decÃa otras cosas. El nido estaba cerca.
Johnsonsbaby era el satélite natural de Crandall, uno de los dos jovianos que orbitaban alrededor de Lux. En Johnsonsbaby, cada zona tenÃa su música. O, mejor dicho, la música sonaba diferente en cada región. Las lÃneas magnéticas que recorrÃan la topologÃa del satélite de norte a sur, las diferencias geológicas de la corteza, la concentración metálica de los océanos, las diferencias estacionales e incluso las submelodÃas emitidas por otros johnsons o por los bosques de linoides interrogando permanentemente a los potenciales visitantes, hacÃan que en cada región de Johnsonsbaby el eco del púlsar Maguerra sonara distinto.
Pero no habÃa armonÃa más deseada que la del nido. La submelodÃa interrogativa linoide que indicaba la proximidad del eveready familiar.
Charles Johnson penetró en el bosque de linoides. Se dejó enredar por aquellas cintas, que se extendÃan desde la corteza hasta la superficie del Mar de Scholl. Sólo en ese momento cantó el santoyseña.
Las cintas cedieron, permitiéndole el paso. Si hubiera ignorado ese pedido, o si hubiese cantado un santoyseña diferente, los linoides lo habrÃan mantenido paralizado hasta agotar la energÃa vital. Sin energÃa, su cuerpo se habrÃa desintegrado para terminar regresando al Mar de Scholl en la forma de simples silicatos. Una quÃmica caótica, incapaz de percibir la canción de Maguerra.
Charles Johnson recordaba el momento en que habÃa sintonizado el primer bosque de linoides, ciento tres generaciones antes. Sus más lejanos antepasados creÃan que los linoides eran una amenaza: un parásito que rodeaba inexorablemente el eveready familiar y drenaba su energÃa. Sin embargo, René Johnson entendió el ciclo completo y sacó provecho de él.
Los linoides eran formidables generadores de energÃa eléctrica. La temperatura de Johnsonsbaby era más alta en la corteza a causa de la actividad volcánica y el calor del núcleo del satélite y más baja en la superficie. Los linoides aprovechaban el gradiente térmico para generar energÃa. Sólo drenaban energÃa del eveready en las dos estaciones calientes, cuando la diferencia entre corteza y superficie disminuÃa. El resto del tiempo aportaban carga.
Incluso los evereadys duraban más.
Cuando los Johnson dejaron de combatir a los linoides, éstos se desarrollaron alrededor de los territorios del clan. El clan aprovechó esa eventualidad y aprendió a sintonizarlos con las submelodÃas familiares. De esta forma, los bosques de linoides podÃan defender los nidos y los evereadys contra cualquier intruso.
Gracias a este conocimiento, el clan Johnson se habÃa mantenido cerrado. Los atetés de Charles cargaban con las identidades familiares de más de ciento treinta generaciones de Johnson. él eraRené Johnson, y también era el progenitor de René, y asà hasta el principio del clan, y aun hasta el insondable comienzo de la especie johnson.
Paradójicamente, lo que lo traÃa de regreso al nido era una nueva generación. Mejor dicho, lo contrario: una degeneración.
La escisión comenzarÃa pronto: Charles habÃa caÃdo en una trampa del clan Jensen y pronto dejarÃa de ser Charles Johnson para dividirse en dos vástagos. Pero para terminar con éxito esa división y el posterior desarrollo de los nuevos atetés, necesitaba la protección del nido y la energÃa del eveready familiar.
Una nueva generación estaba en camino, pero serÃa distinta, conflictiva.
La reproducción de los johnsons era por escisión. Durante la Danza, dos johnsons ponÃan en contacto sus partes sensibles, en la mitad del cuerpo, y cruzaban vectores reproductivos. Estos vectores llevaban un ateté embrionario del progenitor, que incluÃa un extraordinario bagaje de memorias ancestrales. El vector no sólo provocaba la acelerada duplicación de las organelas y la posterior segmentación precisamente en la zona media, sino que daba origen a un nuevo ateté embrionario que crecÃa en el muñón sensible del vástago. AsÃ, cada uno de los cuatro vástagos «nacÃa» con un ateté ya formado y un ateté incipiente que tenÃa que aprenderlo todo, pero que traÃa jugosa información del otro progenitor.
Los miembros del clan Johnson se cruzaban sólo con otros del mismo clan. De esa cruza emergÃan cuatro nuevos vástagos. Al no haber transferencia de memorias a extraños, las submelodÃas familiares quedaban a salvo.
Los Jensen se reproducÃan por el método tradicional, pero también dominaban el arte de crear campos minados: sabÃan encapsular los vectores reproductivos para que vagaran libremente y se adhirieran a la zona sensible de cualquier johnson que cayera en la trampa, aun fuera de la estación de reproducción. En esas acciones bélicas, los Jensen no necesitaban estar ahÃ, y por lo tanto no eran inseminados ni se dividÃan. Sin embargo, inseminaban y producÃan la escisión de otros, introduciendo atetés Jensen en otros clanes.
Los dos vástagos resultantes de la cruza quedaban con el viejo ateté familiar en un extremo y un ateté incipiente y extraño en el otro. Con el tiempo, ambos atetés terminaban adoptando una identidad mixta y compartiendo conocimientos, submelodÃas, secretos tecnológicos, códigos, territorios, acceso a los recursos. Pero los atetés Jensen tenÃan un nuevo truco bajo las escamas: estaban condicionados para ser dominantes. Sutil pero inevitablemente, sembraban en la identidad del nuevo vástago una indeleble fidelidad al clan Jensen.
En las Guerras de Conocimiento entre clanes, los Jensen habÃan logrado una portentosa ventaja táctica. Eran los exogámicos, los asimiladores. Ahora se atrevÃan a ir más allá. A enfrentar al clan más antiguo: los Johnson. Tan antiguo que daba nombre a la especie.
Charles Johnson se habÃa preguntado quiénes se beneficiarÃan más: ¿exogámicos oportunistas o endogámicos conservadores?
Ahora sabÃa la respuesta. En las Guerras de Conocimiento, el lÃmite entre conquistadores y conquistados era tenue. Eran guerras de asimilación donde los supuestos perdedores terminaban en mejores condiciones que los supuestos ganadores. Lo que nacÃa era nuevo y viejo a la vez. Los vástagos de Charles se volverÃan contra su propio pabellón. Los Johnson-Jensen podrÃan tomar el control y, a la larga, suprimir la diferencia entre Jensen y Johnson. ConocerÃan todo lo que habrÃa que conocer de ambos clanes.
El desarrollo de los acontecimientos, una vez burlada la endogamia, era previsible.
Ahora Charles sabÃa que él era el orificio por donde se introducirÃan todos estos cambios radicales, y no podÃa evitarlo.
Se abrazó al eveready familiar y se cargó de energÃa.
Por última vez.
La música aturdÃa. ¿Cómo lograr la integración armoniosa de dos melodÃas tan disÃmiles? ¿Cómo conciliar una identidad nueva y compartida, si el único patrimonio común es el metrónomo de Maguerra?
Charles recuperó el control de los atetés, pero ya no era Charles sino Jotajota Johnson: uno de los vástagos escindidos luego de la penetración oportunista de Becé Jensen en el cuerpo de Charles Johnson. Ahora también conocÃa la identidad del progenitor Jensen. Jotajota eraCharles Johnson, pero también era Becé Jensen, o por lo menos asà lo sentÃa cada vez con mayor fuerza.
El otro semijohnson, el que se habÃa quedado con el ateté más viejo de Charles, se retorcÃa en el bosque de linoides, incapaz de emitir el santoyseña liberador.
Landrú se fue a Maguerra, qué dolor, qué dolor, qué pena…pulsaban los linoides.
La respuesta era «Landrú se fue a Maguerra y no sé cuando vendrá», pero el viejo ateté no acertaba a transmitirla correctamente. Por su naturaleza, los johnsons adultos siempre tenÃan un ateté más viejo el ateté que originalmente pertenecÃa al cuerpo del progenitor segmentado y uno más joven el originado por el vector. Jotajota tenÃa el ateté más joven de Charles, afortunadamente.
En una fertilización endogámica las que sucedÃan en la estación de reproducción y que, naturalmente, originaban cuatro vástagos, todos del mismo clan, el viejo ateté de Charles habrÃa resistido. La dislocación entre estados melódicos habrÃa sido menor. Pero aquella exogamia forzada lo habÃa desequilibrado al punto de que no podÃa percibir la canción de Maguerra. Ni siquiera podÃa salir de su propio bosque de linoides.
Tarde o temprano consumirÃa toda la energÃa y quedarÃa inerte.
Jotajota era único, aunque todavÃa sintiera aquella cacofonÃa atronadora y paralizante. El ateté proveniente del vector Jensen crecÃa rápidamente en el otro extremo del cuerpo con una efervescencia de silicatos. A medida que se desarrollaba, recibÃa las melodÃas del clan Johnson por el recién abierto canal de backup. Conforme crecÃa, el nuevo ateté también recitaba las arias de conocimientos de su propio clan.
Jotajota decidió ensayar algunos movimientos. Inició el retroceso, para lo cual tenÃa que conmutar de ateté: Maniobra.
El nuevo ateténo respondÃa, recuperó el control. HabÃa que darle tiempo.
Los legos de Jotajota migraban desde el frente hacia el muñón efervescente, en el otro extremo del cuerpo.
Maniobra.
Jotajota percibió la llegada de los legos. Emitió los protocolos de comunicación y permiso, y les indicó dónde debÃan adherirse. Los legos respondieron con una submelodÃa mixta, acorde con el estado musical del vástago. Los legos eran máquinas simples, obedecÃan ciegamente. Prerrogativa de simbionte.
Luego de instalarse, los legos comenzaron la construcción de una cobertura de escamas alrededor del muñón, a fin de hacer menos sensible la que hasta no hacÃa mucho habÃa sido la zona sensible de Charles. Cuando Jotajota madurara, una nueva zona sensible brotarÃa en la mitad de su cuerpo.
El ateté Jensen de Jotajota sondeó el nido Johnson, que ahora sentÃa como propio. Las submelodÃas interrogativas de los linoides que su clan percibÃa como un crescendo estridente y desarticulado, ahora ganaban en armonÃa. Las melodÃas eran las mismas, claro, pero ahora habÃa más recursos mnemónicos a disposición que permitÃan mejorar la comprensión.
Decidió darse un descanso: las submelodÃas linoides eran todavÃa un manjar indigesto.
Maniobra.
Charles Johnsonse empapaba en la tormenta de melodÃas Jensen. SentÃa que la identidad se fragmentaba. Como esas rocas cercanas a la superficie, que después de centenares de ciclos expuestas al frÃo y al calor, terminaban transformándose en polvo. SolÃa ser un proceso lento, pero inexorable.
Maniobra.
Un proceso demasiado lento. Becé Jensense desmembraba en la explosión sinfónica de los Johnson. La Guerra de Conocimiento entre los clanes ardÃa en el canal de backup de Jotajota. Los atetés se ametrallaban mutuamente con sincrónicos fogonazos de significado. Los prisioneros se medÃan en intenciones, recuerdos, secretos…
Maniobra.
Maniobra.
Maniobra.
Después de varios pedÃgitus, la batalla fue perdiendo intensidad. Fue como si el polvo se compactara nuevamente para formar la roca. Una roca distinta.
Jotajota avanzó hasta el borde del bosque, (Maniobra) y luego regresó al eveready familiar.
Maniobra.
Landrú se fue a Maguerra…
Jotajota penetró en el bosque. Los linoides reconocieron el santoyseña Johnson cantado por el ateté Jensen. Se apartaron, formando un túnel por el que Jotajota salió del nido.
El nuevo johnson se internó en lo profundo del Mar de Scholl sabiendo que, después de centenares de maniobras, la conmutación entre ateté y ateté no supondrÃa ninguna diferencia.
Landrú se fue a Maguerra, qué dolor, qué dolor, qué pena.
Landrú se fue a Maguerra y no sé cuando vendrá.
ObladÃ, obladá.
No sé cuándo vendrá.
Triste Johnson entró en el nido. La canción de navegación le mostró que habÃa otro johnson en el bosque de linoides. Un intruso. Casi inerte.
Al parecer, hacÃa varios ciclos que el intruso estaba ahÃ.
Se acercó describiendo una trayectoria paralela a la del intruso. Medio intruso, en realidad: un vástago. La canción era débil en él, confusa, sin cadencia. Triste reconoció arias del clan Johnson, pero habÃa más.
Triste Johnson encastró sus legos en los del vástago atrapado. La corriente eléctrica fluyó de uno a otro. Transfirió sólo lo necesario como para comunicarse con el prisionero.
Los legos del vástago le dijeron que el ateté más viejo era Johnson, que era uno de los más antiguos: un troncal. El ateté en formación era Jensen.
No le hizo falta llegar al eveready familiar para saber su estado. La intensidad del canto linoide indicaba que estaban en pleno proceso de recarga del eveready.
Necesitaba saber más.
Instruyó a los legos para que emitieran una submelodÃa de penetración de muy alta frecuencia, a fin de poder localizar el canal de backup dentro del vástago prisionero. Una vez completado el sondeo, los legos ventrales de Triste se trasladaron hacia una de las organelas, en el primer tercio del cuerpo de Triste, y extrajeron varias herramientas. Desmontaron una parte del caparazón del vástago atrapado, escama por escama, con filosas gillettes de piedra y bahcos de fundición de hierro.
Al parecer, el troncal era consciente del peligro. No habÃa dolor, no podÃa haberlo, sólo existÃa una primitiva urgencia por evitar la desintegración y el Gran Silencio. Y esa urgencia se traducÃa en pedidos de auxilio radiados en todas las armónicas de la Canción, ahora con más potencia gracias a la energÃa extra que Triste le habÃa proporcionado.
Y espasmos. Y actos desesperados.
Si no hubiera sido por los linoides, siempre prestos a drenar cualquier fuente de energÃa, el troncal habrÃa electrocutado con las últimas fuerzas a Triste Johnson.
Los legos ventrales llegaron hasta el canal de backup, una gruesa fibra de vidrio flexible que comunicaba los atetés del vástago. Luego de mucho serrar con las gillettes, los legos partieron la fibra. El Mar de Scholl se iluminó con ráfagas intermitentes que Triste Johnson no podÃa ver.
Los legos emparejaron el perfil de la fibra de vidrio y lo alinearon con el abortado canal de backup de una spica: un ateté embrionario que era criado sólo para ser usado como intérprete. Gracias a la spica, los legos pudieron convertir la señal lumÃnica en ondas electromagnéticas.
Después de varios pedÃgitus de análisis, las cosas estaban más o menos claras. Un campo minado. Un nuevo vástago mixto.
Triste Johnson se daba cuenta de las consecuencias, tanto o más que Charles. Después de todo, compartÃan una buena cantidad de memorias del clan.
TenÃa que avisar a los otros.
Al pretender desencastrar los legos, se quedó con todo el paquete. Los simbiontes del troncal se habÃan encastrado a los de Triste con tal fuerza que era imposible distinguir unos de otros. No le debÃan pleitesÃa al vástago inerte, sólo los movÃa la propia subsistencia. Prerrogativa de simbionte.
Triste Johnson emitió los protocolos de comunicación y permiso, y les indicó dónde debÃan instalarse. Los legos del troncal se trasladaron al segmento sensible de Triste, en la mitad del cuerpo, y comenzaron a trenzar metales y silicatos para crear un práctico cinturón de castidad.
Jotajota, el vástago de Charles Johnson, se alejó del nido. SabÃa lo suficiente como para darse cuenta de que el clan Johnson querrÃa eliminarlo. ¿Cuántos ciclos tardarÃan en cambiar los santoyseñas y comunicarlos a los otros miembros del clan? Pocos. Los Johnson habÃan creado la pulvicultura de linoides ciento tres generaciones antes, y eran expertos en submelodÃas linoides. Además, tenÃan todos los telégrafos fluviales que necesitaban para comunicar las novedades.
La ruptura con su pabellón era inevitable. No querÃa permanecer mucho tiempo en territorio Johnson. Era riesgoso para su integridad fÃsica.
Cuando cambiaran el santoyseña, el nido dejarÃa de ser sunido. Probablemente las submelodÃas interrogativas serÃan las mismas pero, una vez dentro del bosque de linoides, la respuesta serÃa otra. QuedarÃa atrapado, como el otro semiCharlesJohnson.
TendrÃa que fabricar un nuevo nido, un nuevo eveready, armas, herramientas, submelodÃas y, una vez maduro un estado musical que los johnsons sólo alcanzaban después de varios viajes redondos, tendrÃa que viajar a los campos minados del clan Jensen para inseminarse. QuerÃa reproducirse, pero manteniéndose independiente de los otros clanes.
Jotajota intuÃa que los Jensen se habÃan equivocado: el nuevo vástago, cruza de un Johnson y un Jensen, no respondÃa al clan Jensen. No lo sentÃa como propio. HabÃa una insondable continuidad de la Canción que reforzaba la identidad de los Johnson. La continuidad era tangible, estremecedora. La canción de Maguerra era la misma desde hacÃa más de cien generaciones: profunda, palpitante, idéntica a sà misma en cada escisión. Y nunca se habÃa interrumpido. Nunca.
Jotajota sabÃa que el clan Jensen era relativamente nuevo, demasiado exogámico. Las cruzas eran disruptivas. LlegarÃa el tiempo en que ni siquiera percibirÃan la canción de Maguerra.
Pero al menos habÃan logrado algo: los Johnson estaban divididos y él ya no formaba parte del clan.
¿Dónde establecerÃa el nido?
De todas las opciones sondeadas, una sola parecÃa accesible: el extremo sur del Mar de Scholl. Allà comenzaban los cálidos macizos de Gruyère. No conocÃa la región. Sólo tenÃa escuálidas submelodÃas mnemónicas de miembros del clan Jackson a través de alguna cruza con el clan Jensen, suponÃa que habÃan desarrollado nidos en esa región durante decenas de estaciones, para luego abandonarlos.
¿Cómo se llamarÃa a sà mismo? TenÃa que crear una nueva estirpe y una submelodÃa que la identificara. «JohnsonJensen» estaba descartado. La submelodÃa no podÃa ser una mezcla de los clanes progenitores, lo delatarÃa. «Jotajota» era un buen nombre y podÃa servir como identificador. Dado que era el segundo de este nuevo clan el primero languidecÃa rápidamente en el bosque de linoides, con el canal de backup partido en dos, y sin legos que lo ayudaran a reconstruirse, se llamarÃa Segundo Jotajota.
Los legos tomaron nota del cambio.
El ateté frontal almacenó la cuenta del tiempo, y luego reseteó los ábacos personales.
Viajes redondos = cero.
Estaciones = cero.
Temporadas = cero.
Ciclos = cero.
Corpus = cero.
Dentis = cero.
PedÃgitus = cero.
Manus = cero.
Maguerra-uhs = cuatro y contando…
Segundo Jotajota avanzó hacia el sur por el Mar de Scholl, sondeando la distancia.
Los pabellones del clan estaban dispuestos más o menos radialmente respecto del nido. Eran más numerosos hacia el Sur: habÃlegos, pulvialquimistas, domadores de legos, pulvicultores, magos ritmosonantes y TEGidos.
Triste Johnson avanzó hacia el Sudoeste, siguiendo la senda contrainductiva de los Adoctrinadores. Era un camino bastante transitado y homogéneo, que soportaba hasta veinte cotas de navegación.
Cinco corpus después, Triste arribó al nacimiento de un lecho ferroso o «rÃo» que llegaba hasta el pabellón de los domadores, su propio pabellón. El nombre del pabellón era AntioquÃa.
Los rÃos tenÃan varias aplicaciones. Gracias al contenido ferroso, se comportaban como vastos conductores de electricidad. Se habÃan formado a lo largo de millones de viajes redondos de Crandall alrededor de Lux, y seguÃan las lÃneas magnéticas de Johnsonsbaby. La canción de Maguerra inducÃa corrientes eléctricas, por lo que permitÃan cargar energÃa durante las estaciones altas. Pero los johnsons también los usaban para radiar mensajes a grandes distancias. La técnica de la telegrafÃa fluvial.
Triste telegrafió la nueva submelodÃa interrogativa linoide y el santoyseña. Eran variantes de los anteriores y, como todas las submelodÃas de paso, no tenÃan ningún sentido aparente. El fraseo electromagnético estaba pensado sólo como un sonsonete indescifrable.
Partió de Buenos Aires.
Qué dolor, qué dolor, qué pena.
Partió de Buenos Aires, que ya no existe más.
ObladÃ, obladá.
Que ya no existe más.
Los domadores preguntaron el porqué de los cambios. Triste les contó sobre el campo minado, el troncal atrapado en el nido y el vástago mixto que, seguramente, estarÃa buceando en algún lugar del Mar de Scholl. Puso especial acento en el riesgo que ello implicaba.
Le respondieron que era necesario reunir los pabellones, y Triste estuvo de acuerdo. BenjamÃn Johnson asistirÃa representando a los domadores. Además, BenjamÃn tenÃa un talento intransferible para organizar los tolkienrings.
Cuando la lÃnea telegráfica estuvo libre, los domadores enviaron las nuevas submelodÃas de paso de su propio pabellón.
La brújula engañosa
(¡qué dolor, qué dolor, qué pena!)
marcaba al sur el norte, y el norte ¿dónde está?
ObladÃ, obladá.
¿El norte dónde está?
Triste partió hacia el oeste, aprovechando una lubricada ruta interférrica que lo llevarÃa hasta el telégrafo fluvial de los pulvicultores alejandrinos: el pabellón al que habÃa pertenecido el escindido Charles Johnson.
Al llegar, repitió el protocolo y contó las novedades, incluyendo las nuevas canciones de paso.
Charles es uno de los nuestros indujo el telégrafo.
Triste lo percibió como un estremecimiento seco y urgente, como si los pulvicultores quisieran acelerar el tempo de la Canción para enviar aquella submelodÃa de oposición.
Ya no lo es cantó Triste. Es Jensen.
Se produjo una pausa.
Los pulvicultores respondieron que entendÃan la aproximación que Triste proponÃa al problema del nuevo vástago, pero que disentÃan. Informaron que Johannes Johnson asistirÃa al tolkienring y argumentarÃa.
Al final del aria, enviaron la nueva submelodÃa interrogativa y el santoyseña del pabellón.
Peleó contra los yanquis.
Qué dolor, qué dolor, qué pena.
Peleó contra los yanquis en Puerto San Julián.
ObladÃ, obladá.
En Puerto San Julián.
Triste abandonó el telégrafo y buceó hacia el sur, hacia el repelente territorio de los TEGidos y los ritmosonantes que llamaban Lejano Oriente, por su posición relativa respecto del antiguo nido Johnson. Los TEGidos eran los estrategas del clan, expertos en el arte de la guerra y en acciones sociales cuyos resultados sólo podÃan medirse después de varias temporadas o estaciones. Los magos ritmosonantes eran los señores de la Canción, los que tenÃan el poder de interpretar las variaciones de Maguerra a través de miles o decenas de miles de viajes redondos. Los ritmosonantes también dominaban el arte de generar canciones menores: un arte que los emparentaba con los pulvicultores y los domadores de legos.
Después de varios dentis de lento y cansino avance, la Canción cambió súbitamente. Triste sabÃa que habÃa un rÃo a unos cien peldaños por encima de la cota de navegación. Y también sabÃa que ese sustrato era más denso que los otros y más rico en metales. Cualquiera que pasara por debajo percibirÃa la canción más atenuada.
ése era el territorio que los TEGidos y los magos ritmosonantes habÃan elegido para vivir y trabajar. Y no se habÃan conformado con el rÃo ferroso. HabÃan modificado la naturaleza del paraje para que funcionara como jaula de Faraday.
A medida que se internaba en aquel territorio, la ausencia de la Canción pesaba cada vez más en Triste. Era lo más parecido a estar inerte.
Los legos sondearon el camino por delante: despejado.
Triste no tenÃa las sensibilidad de los TEGidos y los ritmosonantes para percibir la canción debajo del sustrato férrico. Pero lo ignoraba, era la primera vez que visitaba aquellos parajes y no tenÃa memoria de visitas anteriores. Eso también era nuevo para él: en cien generaciones, deberÃa poder recordar alguna visita a los TEGidos.
La marcha perdió el ritmo y el ábaco personal de Triste se detuvo. Triste sabÃa que esto podÃa pasar, pero siguió adelante. No querÃa telegrafiar. El extenso lecho ferroso, que ahora ahogaba la Canción hasta hacerla imperceptible, era un punto débil en las comunicaciones del clan. Estaba ubicado peligrosamente cerca de la frontera. El vástago de Charles podrÃa pinchar la lÃnea y enterarse de las nuevas submelodÃas.
Triste comenzó a retroceder. Todo su cuerpo avanzaba en sentido contrario. Intentó una nueva maniobra, pero no resultó como esperaba.
Probó girar en redondo: un movimiento al que los johnsons no estaban acostumbrados. Para eso tenÃan dos atetés.
Sondeó otro johnson a unos pocos peldaños por delante de sus legos frontales. Cantó un saludo disrÃtmico, enfermizo. El otro le respondió con idéntica apatÃa.
Alguien lo estaba saludando en el extremo opuesto de su cuerpo.
Dos johnsons, entonces. Estaba rodeado.
¡Ayuda! cantó Triste.
¡Ayuda! dijo el otro.
Triste se vio en la situación inédita de estar hablando con su ateté trasero.
¿No deberÃas estar apagado?
¿No deberÃas estar apagado?
No.
No.
Vamos hacia el oeste.
Vamos hacia…
Triste se sentÃa incapaz de sincronizar las maniobras. Las órdenes iban y venÃan por el canal de backup, realimentándose, contradiciéndose, repitiéndose sin cadencia ni concierto. Los atetés se dieron cuenta de que estaban flipando hacia Oblivion y no podÃan hacer nada por evitarlo.
Los legos en la zona sensible percibieron que algo atravesaba el anillo en que Triste se habÃa convertido. Dieron la alarma.
El intruso trató de penetrar la zona sensible, pero no lo logró: el cinturón de castidad hacÃa de escudo.
O tal vez no buscara penetrarlo.
Los legos ventrales de Triste recibieron un objeto de legos del extraño. Triste reconoció el objeto o, mejor dicho, reconoció una canción menor que el objeto emitÃa.
Maguerra-Maguerra uh-uh, Maguerra-Maguerra uh-uh…
El extraño era un mago ritmosonante, que le informó qué era aquel objeto y cómo se usaba.
Los legos ventrales activaron el marcapasos y Triste bebió ávidamente aquella canción artificial para no perder la cordura.
4. Interludio intestinal
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Damos por abierto el debate dijo Becé.
Maldita la gracia que me hace masculló Lucio mientras se bajaba los pantalones y se sentaba en el inodoro.
La diarrea parecÃa incontenible. Lucio sospechaba que Becé, Favaloro y Tiresias se habÃan confabulado para poner alguna sustancia en las verduras de la cena. Los porteros los habÃan mandado al baño que estaba en el martillo del pabellón tres, a pasos de la enfermerÃa. Favaloro no estaba con ellos, pero un negro alto que se hacÃa llamar BenjamÃn Cisco, otro socio del Club, se les habÃa unido en el baño… forzosamente.
Los cubÃculos no tenÃan puerta. Tal vez nunca tuvieron. Lucio podÃa ver la cara de satisfacción de Becé y también podÃa oler sus evacuaciones.
¿Cuál es el orden del dÃa? preguntó Kepler.
¡Por Zeus! dijo Borges. Nunca pensé que podÃa cagar tanto.
Juan Kepler pasó con los pantalones bajos por delante de los cubÃculos de Becé y Lucio, en dirección al de Borges.
¡Qué colores, viejo! dijo el astrónomo. ¿Estás seguro de que comiste lo mismo que nosotros?
¡Orden! gritó Becé.
Kepler regresó cansinamente a su asiento.
El orden del dÃa es variado dijo Borges. Unidades de medida y tiempo, los tolkienrings, enemigos naturales de los johnsons… Yo propuse analizar las motivaciones profundas de los legos, pero nadie qui… ¡Ah!
Lucio escuchó la catarata intestinal del viejo.
Muy bien dijo Kepler. Con Vattuone estuvimos definiendo las unidades de tiempo. Usamos las experiencias de Vattuone en el agujero. Explicáles, Vattuone.
Un maguerra-uh son dos latidos del púlsar: un segundo, más o menos dijo Vattuone. Podemos contar maguerra-uhs con la mano derecha, flexionando los dedos, como les mostré la vez pasada.
¿Qué es un pedÃgitus? preguntó el cocinero Tiresias, que al parecer habÃa caÃdo voluntariamente en su propia trampa diarreica.
¡Esto! contestó Triste Miliki y lanzó una tronadora flatulencia.
¡Qué asco! dijo Borges. ¡Orden! ¡Orden!
Pero el esfuerzo por imponerse a las risas resultó en nuevas flatulencias y más risas.
Un pedÃgitus es un dedo del pie retomó Lucio cuando las risas menguaron. Empecemos de nuevo: Diez maguerra-uhs son un manus. Una mano. Diez manus, un pedÃgitus: equivale a cien cuasisegundos. Después vienen los dentis, contamos con los dientes. Asà que diez pedÃgitus son un dentis.
La última parte de la frase la dijo señalándose con la lengua el primer molar del maxilar superior, al fondo de la boca, como si alguien pudiera verlo. Los demás le reclamaron que repitiera la idea.
Diez pedÃgitus son un dentis repitió Lucio. Y treinta y dos dentis son un corpus. ése es el lÃmite del ábaco corporal, no podemos contar más allá de un corpus.
Kepler se levantó para llamar la atención, pero el único que podÃa verlo era BenjamÃn Cisco. Se volvió a sentar.
Tuvimos que armonizar el ábaco corporal con lo que yo sabÃa de Maguerra, Lux y los planetas de ese sistema dijo. Creo que hicimos un buen trabajo.
Abreviála, Juan dijo Becé.
No está René Favaloro para apurarme y venÃs vos. En fin… Siete corpus son aproximadamente un ciclo. Es una traslación de Johnsonsbaby alrededor de Crandall y también es una rotación sobre el eje. Cuando hablamos de ciclo, hablamos de un dÃa de Johnsonsbaby que, en realidad, durarÃa 62 horas, 13 minutos. O sea, 2,59 dÃas terrestres.
Por eso le pusimos «ciclo», para no confundir aclaró Lucio.
Ahora vienen una serie de medidas intermedias, que definen unidades menores al año de Johnsonsbaby. Cuarenta y nueve ciclos son una temporada. Siete temporadas son una estación. Para que se den una idea, cada estación tiene casi dos años y medio terrestres. Siete estaciones son un viaje redondo. Equivale a una traslación del planeta Crandall alrededor de Lux. Son diecisiete años terrestres, y podemos imaginarlo como un año de Johnsonsbaby. Este dato es real, lo saqué de los documentos que pude leer en el array. Hay estaciones más calientes, o estaciones en las que la Canción se percibe con más fuerza, y eso determina los ciclos naturales de vida y reproducción de los habitantes del satélite.
¡Muy bien! sonrió Becé. Buen trabajo. Como éste no es un tema arbitrario, y los expertos estuvieron trabajando muy bien, lo aprobamos automáticamente.
Hubo gruñidos. Becé no les hizo caso.
¿Y las longitudes? dijo.
La única medida que pudimos establecer son los peldaños dijo Lucio. Unos veinticinco centÃmetros.
Muy original dijo BenjamÃn Cisco sarcásticamente. Me gustarÃa aportar algo, pero todavÃa lo estoy pensando. Medidas más largas. TendrÃan que ser proporciones del largo de los johnsons, pero no tenemos longitudes estándares. Sabemos solamente que un johnson mide entre cuarenta y trescientos metros. TodavÃa no estoy seguro de cómo tratarlo…
Moción para delegarle las medidas a BenjamÃn.
Lucio levantó la mano, pero pronto se hizo evidente que no habÃa nadie que pudiera ver todas las manos alzadas.
Yo los cuento dijo Kepler.
Pasó por delante de los retretes con los pantalones bajos y la mano derecha en alto. No habÃa llegado a la mitad cuando se llevó la mano al estómago y corrió hacia el inodoro.
¡Son mayorÃa! gritó. No los pude contar todos, pero son mayorÃa.
Aprobado dijo Becé.
Pasemos al tema de los tolkienrings dijo Borges. Creo que me bajó la presión.
Becé se limpió y fue a abrir una ventana.
El frÃo renovó el aire viciado.
¿Estás mejor, hermano?
Sà dijo el viejo. Gracias. La próxima vez, ¿podemos reunirnos en la cocina? De paso picamos algo.
Moción aceptada dijo Becé y se sentó en su taza.
BenjamÃn Cisco tomó la palabra. El negro era tequi, como Becé, pero se especializaba en redes de computadoras. Lucio no recordaba qué era una red de computadoras, pero no se preocupó por ese detalle: tampoco podÃa recordar el rostro de su madre, ni la dirección del café donde pasaba las tardes con el gordo Sábato.
Un tolkienring es una reunión plenaria de pabellones comenzó BenjamÃn.
Falté el dÃa que definieron los pabellones dijo Kepler.
¿Fue el dÃa del coro? preguntó Becé. Los porteros me dijeron que desafinabas demasiado. No se me ocurrió ninguna excusa para tener un astrónomo como asesor musical.
A Kepler le gustaba relacionar la música con los movimientos de los planetas dijo el astrónomo.
El único Kepler que conozco sos vos. Si la mecánica celeste dependiera de tu afinación…
Un tolkienring es una reunión plenaria de pabellones repitió BenjamÃn levantando la voz. Los pabellones del clan Johnson son: pulvicultores, domadores de legos, TEGidos, despejadores y cazadores, habÃlegos, doctores del espacio, doctores del tempo, pulvialquimistas, evereadistas y embajadores, y los magos ritmosonantes.
Que alguien te lo explique más tarde dijo Becé, dirigiéndose a Kepler. Ahora tenemos que pasar a los tolkienrings.
Está bien dijo Kepler de mala gana.
Estas reuniones se hacen en el nido siguió BenjamÃn, bajo la protección de los linoides. El coordinador johnson une sus atetés para formar un anillo, y los representantes de cada pabellón se conectan a través de legos repartidos a lo largo de esa circunferencia. Ese johnson tiene que ser necesariamente domador, se necesitan muchos legos para conectar a todo el mundo. De esa forma, la información circula por el circuito cerrado formado por el canal de backup y los atetés del coordinador, fuera del alcance de los curiosos.
Es interesante dijo Kepler. ¿Cómo se ordenan para hablar?
ésta es la mejor parte dijo BenjamÃn: hay un «tolkien», que es un segmento de información que va pasando por todo el anillo secuencialmente. Cuando un johnson del tolkienring tiene algo que decir, se apropia del «tolkien», lo activa y agrega en él la información. Cuando termina de hablar o cuando no tiene nada que decir, el tolkien es desactivado y sólo sirve para asignar los turnos rotativos en la conversación.
A mà me suena a «Teléfono descompuesto» dijo Kepler.
¿Cómo hacen para no monopolizar la palabra? preguntó Triste.
BenjamÃn Cisco frunció el ceño.
Hay que limitar el tiempo de transmisión dijo, como si hasta ese momento no hubiera tenido en cuenta esa cuestión. Tienen que usar una señal de sincronismo.
PodrÃan sincronizarse con un marcapasos interrumpió Becé. El mago ritmosonante lleva su propio marcapasos y transmite una señal artificial de sincronismo.
Es una buena idea dijo BenjamÃn. De esa forma, tienen un sincronismo distinto y secreto.
¿Qué son los marcapasos? preguntó Lucio.
Piezoeléctricos aclaró Becé. Pueden emitir pulsos en una frecuencia especÃfica. Funciona como una canción de Maguerra portátil.
HabrÃa que buscar la forma de marcapasear los telégrafos reflexionó BenjamÃn. Me sigue pareciendo un sistema vulnerable. Cuando Triste transmite las nuevas melodÃas linoides a través de los telégrafos está corriendo un riesgo grande.
Las canciones linoides son arbitrarias, propias del clan intervino Borges. Nadie más las comprende. No veo motivo para preocuparse.
Nunca más, hermanito dijo Becé. Ahora hay un vástago que conoce las canciones y pertenece a un nuevo clan. Será una de las cuestiones a discutir en el tolkienring.
No, mejor no dijo Lucio. Mejor ir con una solución armada. Creo que Triste tendrÃa que visitar a los TEGidos y a los ritmosonantes para discutir reservadamente esa cuestión.
¿Y yo por qué? preguntó Triste Miliki. Ya bastante tengo con hacer de mensajero…
Moción para aprobar esa idea interrumpió Becé.
Kepler se paseó con los pantalones bajos, contando las manos levantadas.