Ficción Breve (cincuenta y tres), varios autores
Agregado en 30 noviembre 2009 por admin in 202, Ficciones, tags: Cuento
Manuel Flores va a morir,
eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.
«Milonga de Manuel Flores»,
Jorge L. Borges, Aníbal Troilo.
Hay dos temas cuyas múltiples variantes la mayoría de los escritores (y lectores) querrán explorar tarde o temprano: el amor y la muerte. Y aunque el amor cumple sobradamente con los requisitos de ser imprevisible y, la mayoría de las veces, también incomprensible, el tema de la muerte y lo que ocurre después de ella ha sido objeto de las más profundas, absorbentes y ansiosas especulaciones desde los comienzos mismos de la humanidad.
En esta selección de Ficciones Breves hemos querido presentar un pequeño muestrario de ideas frescas, variadas, e incluso, divertidas, sobre este sensible acontecimiento. Después de todo, si la línea entre la vida y la muerte es tan frágil y permisiva, es natural que los difuntos conserven en el Más Allá la mucha o poca cordura que los caracterizó en el más acá.
Silvia Angiola
ESPAÑA
Todos los días a la misma hora, Milagros daba a luz un cadáver. Los médicos se contradecían en sus diagnósticos y las funerarias de la ciudad hacían el agosto. Muy pronto el cementerio se quedó pequeño y tuvieron que enviar a los recién fallecidos a otras ciudades colindantes. Con el paso del tiempo no quedó lugar para los vivos.
Adrián Ramos Alba es español, y vive en Madrid, España. Ha obtenido los siguientes galardones: Finalista del concurso internacional de microficción «Garzón Céspedes» 2007 con el relato «La inspiración». Finalista del IV certamen de relato corto de la revista Almiar 2007 con el relato «Títulos de crédito». Finalista del concurso de microrrelatos de Literatura Comprimida 2007 con el relato «El último de la clase», publicado por el Servicio de Juventud de la Comarca de la Sidra. Guionista y director del cortometraje «Duelistas», galardonado con el tercer premio en el Festival Internacional de Cortometrajes NyFilmfestival (Dinamarca). Guionista y director del cortometraje «Poca personalidad», nominado al Gran Premio del Jurado en el Concurso Internacional de Cortometrajes Notodofilmfest 2006. Segundo premio en la Convocatoria Axxón Ficciones Breves 2009, categoría Microrrelatos, con el cuento LA INSPIRACIÓN, finalista en la categoría Minirrelatos con el cuento CHUSO. Hemos publicado en Axxón: INOCENTADA, BUENA CONDUCTA
ARGENTINA
Desplomado y vertical. Cayendo.
Presumo una manera irrebatible de morir o que es apenas la antesala. Esa certeza adosada a la ausencia de puntos de apoyo al transitar por mano única la carretera entre el cielo y el infierno. Más arriba quedaron mis gritos, los forcejeos y el cristal de la ventana. Aquí estoy solo en este estado de inmediatez infinita, presenciando cómo el paisaje y sus luces se dispersan hacia una mancha uniforme y extensa. Me envuelve el aire frío y todo mi cuerpo se hunde bajo una g conspiradora, cayendo junto a la noche desde un piso trece.
Debí sospechar de ese hombre.
La mano extendida y su sonrisa a lo George Clooney eran suficientes para tomar ciertos recaudos. Delgado, elástico, de espalda potente. Un hombre decididamente confiable, con presencia y dominación. Detrás de aquella expresión me penetró con sus ojos vibrantes, intemperantemente sabios. Sagaces.
Me invitó a sentarme mientras me convidaba un coñac. Hablamos del clima y del tránsito, lugares comunes a la hora de un acercamiento, cuando gana terreno el tiempo de limar las distancias y desclavar las confidencias. Después comencé a hablar. Hablaba del libro sin poder domesticar mis palabras.
No recuerdo cuándo comencé a leer ese libro. Podría afirmar que fue hace tres años cuando me alejé de Beatriz, pero no podría asegurarlo. Nunca fui concluyente con mis apreciaciones y los detalles elementales la mayoría de las veces exceden mi memoria. Sí podría certificar que era un sábado por la tarde y que llovía, y que me revolvía en el living como un muñeco de trapo, desarticulado y perdido, y que mi memoria se desgrana impiadosa en asegurar que yo elegí a ese libro y no él a mí.
El hombre escuchaba concentrado mi historia. No recuerdo haberlo visto parpadear.
En aquella tarde recorrí la biblioteca mientras advertía que el resto del edificio se iba despoblando y que la gente elegía compartir la inclemencia en la calle antes que una tarde melancólica puertas adentro. Desde mi separación de Beatriz pasé a tener en aquel inmueble el estatus de un indocumentado latino en Europa. Mientras tanto, la tarde del sábado se deshacía en andrajos y yo revoloteaba estante por estante, de punta a punta del mueble, concluyendo invariablemente en el mismo lugar, a pesar de alterar las trayectorias y desordenar rabioso la conciencia de mis pasos.
Cada vez que recuperaba la razón, el libro estaba ahí, desafiante, sobresaliendo desde el tercer estante, incitándome a tomarlo. Era apenas un libro de lomo gastado y perfil amarillento; lo había comprado con un lote de usados en otra tarde lluviosa de otro verano olvidable de Villa Gesell. En realidad, de ese libro no me acordaba, de los otros sí. Ballard, Bayley o Budrys son autores más o menos exóticos que pueblan la segunda estantería con tránsito frecuente y relectura obligada. Todos con Be larga. Éste, como no encajaba, fue más arriba y ahí se quedó, astuto, acurrucado en silencio.
El libro era usado una manera de sentirme dueño del tiempo impropio y exhibía buen estado. No podía distinguirse la tapa de la contratapa y en la primera página aparecía un pequeño título que posiblemente decidió mi compra pero como ya he dicho no lo puedo asegurar: «Diez maneras elegantes de evitar a la muerte». En un sobre interno de la contratapa encontré una tarjeta que podía hacer las veces de señalador. Me pareció un signo de buen augurio. Detesto buscar señaladores; los pierdo y termino plegando la hoja en el vértice superior, castigando al libro injustamente. Pensé en aquel momento que era sábado, que podía ser un buen libro y que cosas peores ya no iban a suceder, así que preparé un café y el sillón para hundirme hasta nunca. La tarjeta de la contratapa era azul, lisa y tenía anotada a mano una fecha: 30/02/2012. Otro guiño del destino.
A partir de allí todo fue resuelto y secreto y, como suele suceder, abiertamente inesperado. Fue sólo leer las dos o tres primeras páginas. Allí se afirmaba que el ocasional lector gozaría de diez vidas serenas en tanto mantuviera la posesión de aquel ejemplar. Que nada perturbaría el fluir de cada una de ellas y que en caso de que así ocurriera, el libro daría cuenta de ello en un axioma cercano a aquella máxima del General «a lo enemigos ni justicia». De la cuarta página en adelante se alternaban reproducciones de paisajes despoblados, vagamente reconocibles, con textos en un código que presumo era cifrado. Una hora después lo abandoné y me dormí. No recuerdo otra cosa, sólo que desperté saliendo del Teatro Español, masticando frenético los mensajes metafóricos de Chejov, preguntándome qué me había conducido a asistir a una obra dramática.
Nunca hubo indicios previos. Sí recuerdo que hacía frío, como en los inviernos de antes, peronistas, diría papá. Me dispuse a esperar un taxi en la parada de la plaza para retornar no sé adónde, mientras la gente se dispersaba hacia los bares contiguos al teatro comprimiendo la medianoche. Un hombre alto, caucásico, con abrigo oscuro, se acercó desde la nada misma. Me observó atentamente y escupió pocas palabras, las precisas. Las necesarias.
Lo estábamos esperando. Regrese a su casa, tome el libro y alcáncelo a la suite del piso trece de la Torre del Milenio frente a la plaza, y no pregunte. No es conveniente. También sonreía como George Clooney.
Así lo hice, intuí que no podía desobedecer. Y aquí estoy, centrifugado por un huracán de furia. Desplomado y vertical. Cayendo, hasta golpear el suelo y hundirme en la noche.
Es curioso. Cuando desperté, mi habitación estaba en silencio y el libro de lomo gastado irradiaba luz desde el último estante. Al abrirlo, en la cuarta página, encontré la fotografía con fondo de paisaje de un hombre delgado, elástico, de espalda potente. Un hombre decididamente confiable, tendido en el suelo junto a otro de gabán negro. Ahora ninguno sonreía. El pie de página se desperdigó de mis ojos.
Afuera sigue lloviendo. Suspiré.
Todavía me quedan nueve.
Rodolfo Grassía nació en Azul, provincia de Buenos Aires, ciudad donde reside desde hace 46 años. Es Profesor de Matemáticas y Física, y Licenciado en Enseñanza de la Física, profesión que le permite desempeñarse en niveles educativos medios y terciarios. Lee compulsivamente cualquier género desde los cuatro años y arribó a la literatura en el año 2005 casi de casualidad. Ha obtenido premios y menciones a nivel nacional e internacional, material que publicó en antologías y revistas literarias. Uno de esos premios le permitió publicar su primer libro de relatos, «El pianista y otras historias improbables» (Editorial De Los Cuatro Vientos, 2008). A pedido del autor, este es su e-mail: errege06@hotmail.com. Hemos publicado en Axxón: SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
ESPAÑA
Es increíble cómo una tapa de madera puede aclararte muchas cosas. O tal vez sean los kilos de tierra sobre ella. Lo que es seguro es que uno tiende a simplificar la existencia cuando la muerte ya no es una incógnita.
En mi opinión, no me merecía morir. ¡Diablos, ni tan siquiera me lo esperaba! Pero en estas me veo, rodeado de otras tapas de madera y otras flores, a pocos palmos de distancia. Y aunque digan que todos morimos solos, solemos tener mucho ambiente. La señora Ruiz discute con el señor Ruiz todo el tiempo, seguramente por la misma inercia que les llevó a la tumba. A ella nunca le gustó el epitafio que escogió su marido: «Señor, recíbela con la misma alegría con que yo te la mando».
Margarita, a la que mordió una serpiente, se pasa el día llorando, excepto cuando viene su marido cada primero de mes, entonces canta algo de Gloria Lasso. Por pura falta de oído y talento, todos preferimos que llore.
Pedro el panadero está hecho de otra pasta. Apenas abre la boca pero en las pocas ocasiones que lo hace detenemos nuestras penosas quejas para escucharle. Tuvo mucho tiempo para pensar mientras amasaba hogazas para toda la comarca, seguramente porque allí sólo vivíamos cincuenta personas. La mayoría está ahora ocupada criando malvas a mi alrededor, mientras el resto ya ha reservado su eterna finca de dos metros.
Se respira tranquilidad, aunque ¡hay tantas cosas que echo de menos! Una partida de ajedrez, una jornada de caza y ¡diablos! sobre todo una mujer. Ramiro, que se ahogó intentado sacar a su collie del río, suele comentar que la vida (es irónico el tipo) no es lo mismo sin un rebaño que guiar. Amelia Coto, bastante popular en sus años tiernos, todavía espera a que a alguien se le ocurra llevarle un transistor para seguir a Lucecita hasta la capital. El señor Ruiz está de acuerdo en que lo que menos abunda por aquí son las mujeres.
Llevábamos la tierra en los huesos, no es tan raro que finalmente acabáramos en ella. Lo que me cabrea fue la repentina transición. Para los que no lo sepan, un perdigón en el ojo puede traer complicaciones eficaces. Más aún si es tu sobrino medio imbécil el que intenta sacarlo. El hombre es una pieza fácil de aniquilar, aunque sea un perfecto inútil el que descargue la posta lobera.
No es cuestión de quejarse, pues ya hay poco que alguien pueda hacer por mí. Y es curioso descubrir que es al final cuando todo continúa.
Jorge Jiménez Ríos tiene veinticuatro años. Es periodista de aventura y naturaleza y fotógrafo autodidacta. Alumno de la Escuela de Escritores de Madrid, donde han pulido los evidentes defectos del que empieza.
MÉXICO
Si hay algo difícil en este mundo, es entender la motivación del otro. Por ejemplo, en las oficinas de la Secretaría de Hacienda que están en el Centro, el señor Gilberto Cavazos llega temprano siempre, y a pesar de eso su actual jefe le pide, a veces hasta le suplica, que no lo haga. El señor Cavazos ocupa el mismo escritorio desde el año de 1952, y se niega a dejar de hacerlo porque él siente que ahora, de su funeral para acá, por fin le ponen atención.
Cuando estamos vivos atribuimos una serie de explicaciones al actuar de los muertos que generalmente no tienen nada que ver con lo que realmente los impulsa a volver. Les doy otro ejemplo: don Ernesto Guerra toma el café, lee el periódico y fuma media cajetilla de cigarros en la misma cafetería todos los días desde que se jubiló. Él falleció de cáncer pulmonar hace tres años. Sin embargo, se niega a que otros ocupen su mesa; argumenta a las meseras, blandiendo el periódico, que desea comprobar los efectos del cambio climático en quienes aún respiran.
Eliseo Cifuentes estuvo seis años en la cárcel porque mató a golpes a su mujer. Lo de los golpes no era novedad: el que ella no se levantara, sí lo fue. Desde sus días de encierro, él asegura que el demonio, o el espectro de su señora adoptando una forma demoníaca, se le aparece regularmente y lo mira en silencio, como si lo retara a volver a golpearla. Para intentar comprender a un fantasma, primero es necesario conocer un poco de la naturaleza del mundo en el que habitan.
La mujer de Eliseo Cifuentes murió con el rostro deformado; ninguno de sus rasgos estaba en su sitio cuando encontraron su cuerpo. Si un rostro se manifiesta en ectoplasma sometido al viento regular del más allá, como sucede con los que penan, la deformación se incrementa.
Ningún demonio, es ella quien vuelve ante Eliseo, pero no para asustarlo. Vuelve por lo único que se acostumbró a recibir en vida, aquello mediante lo cual era consciente de su cuerpo y existencia. Vuelve a que Eliseo la siga golpeando. Desgraciadamente para ambos, él ya no puede hacerlo, porque está aterrado, y porque sus golpes no podrían tocarla. Quizá debiera intentar disculparse, pero dudo mucho que la señora lo entienda. Lo que no aprendió en vida, no lo aprenderá en la ausencia.
Como les decía, si hay algo difícil, es entender la motivación del otro mundo. Es cierto que los muertos regresan, pero no necesariamente por lo que suponemos. Yo, por ejemplo, siempre quise que leyeran mis escritos de principio a fin (gracias…).
Jaime Palacios Chapa tiene estudios en Comunicación, Psicología, Letras y Filosofía. Es editor-fundador de la revista interuniversitaria Nave. Subsiste como escritor publicitario, organizacional y guionista. Escribe cuento corto desde hace más de 20 años. También es el responsable de la página de fomento a la lectura eLe (www.itesm.mx/ele) y editorialista del periódico El Norte. Cree en el Más Allá (y en que no está tan allá como se supone), practica meditación trascendental dos veces al día y aguarda esperanzado a que la humanidad tenga un encuentro cercano con duendes y similares mucho antes que con extraterrestres (por derecho de antigüedad). Primer premio en la Convocatoria Axxón Ficciones Breves 2009, categoría Minirrelatos, con el cuento CAJA DE TEXTO, finalista en la categoría Microrrelatos con el cuento CRIMEN ORGANIZADO, finalista en la categoría Relatos Breves con el cuento UNA CERVEZA.
ARGENTINA
Khir le había mostrado el camino en un sueño. Luego Ob lo reprodujo cuidadosamente sobre una pequeña tabla de arcilla. En otro sueño le enseñó las palabras y los hitos, entonces él completó su mapa. Durante ciento ocho noches memorizó el itinerario con los ojos cerrados. Sus dedos recorrieron la tablilla hasta dejarla pulida, lustrosa. La noche ciento nueve soñó con el árbol. Supo entonces dónde terminaba su camino y se alegró. Esperó la luna propicia para emprender el viaje y partió solo porque así debía ser. Pieles de uris cubrían su cuerpo y los pies, llevaba en la cintura la tablilla envuelta en cuero blando. Ni vara ni cuchillo.
Antes de que saliera el sol estaba en los lindes del bosque al pie de la montaña. Descansó durante el día y no comió, para purificarse. Sólo bebió agua del deshielo. Al anochecer hizo una hoguera para alejar a las bestias, ya que había visto lobos blancos. Ayunó tres días más, permaneciendo en el mismo lugar. La cuarta noche soñó el pájaro. Era de color bronce con un collar de plumas negras, alas amplias y un pico corvo y rojo. Nunca había visto un ave tan imponente, por eso durante el quinto día dormitó tranquilo. Cuando se ocultó el sol, desenvolvió la tablilla. Sus dedos la recorrieron por última vez y luego la rompió de un golpe. Con una piedra convirtió los trozos en polvo y, pronunciando las palabras aprendidas en el sueño, lo esparció en las cuatro direcciones. Apagó el fuego y se quitó el atuendo. Estaba listo. Debía cumplir el extenso recorrido en una única noche, pero Khir le había advertido que no se preocupara porque la noche sabía esperar. Emprendió el ascenso, el ayuno había fortalecido su espíritu. Uno tras otro fue encontrando los hitos. Una roca blanca, un tronco partido, el hilo de agua, la hoya profunda, una barrera de hielo y ciertos pinos. Hubo rodeos hacia un lado y el opuesto, evitando escollos como piedras grandes y arbustos densos, pero siguió la senda correcta. Aunque la noche era fría pronto su cuerpo fue un fuego. Sus pies parecían alados sobre el mantillo húmedo o las enredaderas extendidas en el suelo. Aminoró sus pasos al llegar al desfiladero. Hubo tramos donde la roca lastimó sus pies, pero él no se dio cuenta. Nuevamente en la fronda, dejó atrás la cornamenta de doce puntas, una cueva y los pinos secos. En los claros, su cuerpo empapado brillaba. Durante horas ascendió sin dudar sintiendo el tambor de su pecho en la garganta y las sienes. Abandonó el bosque y finalmente avistó dos grandes rocas blancas y otra encimada formando un arco. Se detuvo. Había completado el recorrido y la noche aún lo acompañaba. Exhausto y temblando, se sentó debajo de las piedras. En ese momento una nube ocultó la luna y, en la oscuridad, él presintió el abismo adelante y la mirada de lobos detrás. Quiso pararse pero no pudo porque una punta le atravesó el pecho. Cayó hacia adelante interminablemente y en silencio. Mientras caía pensó en el pájaro. Así murió Ob, el cazador. Su cuerpo quedó desmadejado en el hielo de una grieta.
Cuando volvió a la vida estaba en el árbol y la tibieza del nido lo embriagaba. Era un niño pequeño otra vez y su madre, el ave de pico rojo, estaba a su lado. «Guyuk», dijo ella. Ése sería su nombre. Miró hacia abajo y vio otras ramas con nidos y más niños y madres. Se sintió feliz porque el suyo estaba entre los más elevados. Sería un chamán poderoso, como Khir había augurado.
Mónica Ortelli nació en Bahía Blanca, es casada y tiene dos hijos. Es profesora en Ciencias Biológicas (UNS), docente y colaboradora de divulgación cultural (Publicación Asociación Ching Ang 2003/2005). Ganó el Primer Premio en el Concurso Interamericano de Cuentos 2007, Fundación Avón. Fue autora e ilustradora en el Proyecto colectivo «Seis de Espadas» (2007), y finalista en el~ I Concurso Nacional de Cuentos de Ediciones Ruinas Circulares (2008).
ESPAÑA
Un hombre viejo, en el campo, con la cabeza cubierta por un sombrero Panamá, avanza despacio, con un saco de esparto ceñido al cinto. Con sus manos rugosas toma la pértiga y bastonea el olivo para desbrozarlo. Las aceitunas verdes van cayendo como una fina lluvia de simiente. Se yergue y estira los brazos para restablecer el flujo sanguíneo. Al fondo está el cauce del río, seco, con los cantos rodados y pulidos, y al otro lado las quebradas, presidiendo el horizonte como yelmos roídos. Y detrás, una valla de alambre roñoso. Antes no había zonas acotadas sino campo abierto, y hombres que se batían palmo a palmo por una libertad bajo amenaza. Entrecierra los párpados y traga la poca saliva que le queda; una gota de sudor se desliza por su rostro y humedece y sala sus labios.
Comenzó a ver a su madre de tarde en tarde, le acariciaba la nuca y le pedía que saliera a saludar a los hombres. Pero él no quería ver a nadie, ni comer, ni moverse, sólo distinguía a los milicianos en la grieta, cercados por el ejército fascista, sudando, sabedores de que si los descubrían, estaban listos. «No hay grieta ni milicias, hijo». Ella no los veía. Él sí: era estrecha, como la abertura de una cremallera. «Huid» les decía. «Escapad» suplicaba. Pero la noche caía como una tela de tul y allí permanecían, esperando a la muerte o al día siguiente. Cuando la fiebre lo dejó en un estado de letargo, apareció en la puerta de la habitación, casi translúcido, el padre. «¿Los ves?» le preguntó el viejo a su viejo. La madre contuvo un sollozo. Acarreó una silla y se sentó en silencio. El padre negó una vez; fue suficiente. De nuevo Navidad. Había pavo, confites y turrón de Mazarrón, bizcochos borrachos, y borrachos tambaleándose en las calles. Dentro, un viejo solitario.
Lo supo esa Navidad, no antes; el doctor vino a verlo. Lo hizo pasar a la cabaña. Se sentó frente a él en la hamaca, lo miró a la cara y pidió un vino tinto. El viejo empezó a contarle cosas del campo, cómo decaían los olivos. «Habrá que remover la tierra y dejar rastrojo. Mis padres me ayudarán…»
No hay padres, Don Fabián lo censuró el doctor. Son irreales, visiones suyas. Como lo de la grieta. Vendrá conmigo al hospital.
Él se volvió. Sus ojos, de un azul profundo, inquirieron llenos de vida.
¿Cuánto…?
No sé. Días. Tal vez un mes.
El viejo sonrió. Acogió la mano del doctor y murmuró:
Suficiente…
Y con voz queda, añadió:
Yo los maté. Tendré tiempo de sacarlos de la grieta y enterrarlos en el camposanto.
José Fernández del Vallado García Agulló vive en Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, Madrid, España. Estudios en la Escuela de Cerámica de Madrid. Cursa la carrera de Geografía e Historia en la UNED. Es autor, también, de las novelas inéditas: «Antillas» (1997), «De Retorno al Atlántico» (1998), «El caso Werner» (2005), «El Valle y la Fortaleza» (2006), además del libro de 32 relatos titulado: «El sueño de Vicente Bernabé», con relatos escritos entre los años 2004 y 2006. Ganador del certamen de relatos Hiperbreves de Madrid «El Poder de la Palabra», con el relato Como Casi Siempre. Evento organizado por la editorial Elpaisliterario. Hemos publicado en Axxón: LOS OJOS GRISES
ARGENTINA
La estridente y dorada trompeta llamó a diana. El afilado filo de la navaja llamó a muñeca. La esperanza es verde, como siempre.
El martillero está esperando, sentado en un umbral, que los lecheros al despuntar el día canten su canción de gesta preferida. Yo preparo mi camello para la subasta. La cita es a las seis, mi honra inmaculada.
Siempre habrá ocasos que no tienen dueño. Siempre habrá un lugar para tu avaricia, y un lugar en el crisol para que fundas los grillos que les pondrás a tus mejores sueños. Soñar no cuesta nada, lo caro es la interpretación. Con estas palabras, mi tío Jeremías entró en la eternidad, dejándome solo frente a los ávidos compradores de camellos. Y ni siquiera terminó su sopa.
Pero cambiemos de estigma sin dejar la nata, cambiemos de cuchara y no de mesa. Cuando un hombre reflejado en un plato de sopa intenta comprender el misterio de la vida y de la muerte y otros galimatías del universo, los fideos toman forma de murciélago, desenvainando su ira en los corrales. Nosotros los hombres no tenemos tiempo de percibir la eternidad, pero ella está sentada como el martillero a la vuelta de la esquina, azotándonos las alas con sus guiños esdrújulos, representativo énfasis para enunciar que somos carne y hueso de nácar ecológico.
Los camellos escapan por la plaza, cual mermelada desparramada en el espacio, haciendo este caos tolerable. Escapan como un ramillete multiforme de esperanzas barajadas por el viento entre los astros, entre los arremolinados muros de saberse consciente.
Quizás mi tío Jeremías es el único afortunado en esta historia. Él podrá jalar de la sortija de Alá, atisbar mi destino en la borra de mi sopa, enjuagar con la lengua su bigote y mirar sin pesadumbre el reloj displicente de la vida, que vela por el lento peregrinaje de las horas. Para él ha descorrido su cortinado el tiempo, dejando caer mañanas y anteayeres. Para él ya no hay oasis ni regateo, ni este rito insano de la maledicencia, ni atrapar camellos en la plaza para poder contarle las encías. Él se ha desentendido del mercado, ha dejado quietas a la oferta y la demanda, se ha escurrido por el fusil encantado de la ciencia.
¿A cada espejo le corresponde un rostro? ¿Es que no me piensan pagar más de mil dinares? ¿A cuánto estaba el petrodólar? Para sumarse a todos los desastres, los norteamericanos empiezan a bombardear otra vez Bagdad, dejando el mercado sin efecto, cavando involuntariamente una tumba digna para mi tío Jeremías, quien ahora podrá ser recordado en mi aldea como héroe de guerra. He logrado refugiarme en la despensa de la mezquita. No puedo estar un minuto más en este cuarto… de siglo.
Daniel Martín y Daniel Cacharelli fueron los guionistas más prolíficos del controvertido grupo teatral y cinematográfico El Escupitajo Producciones, activo en la ciudad de Córdoba (Argentina) en los años 80 y 90 del siglo pasado (e inactivo en los que vendrán). El grupo produjo tres películas y numerosas obras de teatro. Su obra literaria en prosa ha sido rescatada recientemente en el libro Demasiado Inútil es Regalar Veneno (Ediciones del Boulevard, 2007), adonde fue originalmente publicado el relato que se publica aquí. Actualmente Daniel Cacharelli ha abandonado la palabra para convertirse en mimo, y Daniel Martín disfruta de las ventajas del suicidio en su exilio estético en Australia. Hemos publicado en Axxón: LA METAMORFOSIS SINTÁCTICA DE LOS TRUENOS, VINE A VERTE PORQUE ME DEJARON EL MENSAJE
ARGENTINA
En 2050 entré a la casa y la presencia de las moscas no podía más que predecir una desgracia. La puerta estaba abierta, pero el residuo de antiguas alegrías se había diluido como el sopor de la sopa lejana que era ahora el recuerdo de un vaho húmedo y musgoso. Sólo había cáscaras olvidadas por la Parca, que siempre recuerda. La que fuera una mano yacía despojada de sus nervios, de sus poros, de sus líneas premonitorias que acaso presagiaran mi presencia, la extinción del viejo y las moscas que sobrevolaban los huesos, tal vez hasta el anillo que jugaba en la falange, oscurecido a pura sombra. Las cerdas grises, largas y ralas, vueltas sobre sí, se escurrían sobre las baldosas también grises. Un libro de Anouilh hundía las costillas; recuerdo ese libro que aún no leí. Las moscas no tenían un pretexto salvo el cuchicheo, ningún propósito más que la curiosidad múltiple de sus múltiples ojos. La podredumbre había terminado años atrás, cuando la soledad del anciano empezó a disimularse en una masa quieta, primero esponjosa, brillante después y finalmente cenicienta y seca. Ni rastros de los sueños de aquel hombre ni trazas de sus trazos ni visos de su vicio; ninguna pista de la dicha de los posteriores gusanos, sólo la presunción de algunas bacterias inertes entre olores muertos. Y las moscas siguieron riendo mientras me iba, ignorando el veneno del futuro, diluido, sí, pero pronto a reunirse. Salí de mi casa y volví a 2010.
Ricardo Rubio nació en 1951, en Mataderos. Publicó poesía, novela, cuento, ensayo y teatro (unos veinte libros). Trece de sus obras teatrales fueron representadas en Argentina, una de ellas en España. Curriculum Vitae extenso en www.ricardorubio.s5.com
ARGENTINA
A Darío Pudlo
Acomodó la casa. Ese día decidió cocinar él. Una cena espléndida coronó el triste acto del adiós. Desconsoladamente, advirtió que restaban pocas horas para la partida definitiva. Durante la madrugada alrededor de las tres se desató la certeza final.
Es como si estuviera aún entre nosotras, piensa su viuda. Mientras, observa con detenimiento el frasco en el cual conservan los ojos del difunto. Estos, en un instintivo acto reflejo, las siguen a ella y a su hija a cada pasada.
Martín Juncrill es escritor y abogado. Nació en el año 1976, en la Ciudad de Buenos Aires. Dirigió el Folletín Literario «Desmalezando el Sendero» entre los años 2003 y 2004 y publicó los libros de cuentos «La Agonía del Orden Perverso» en 2006 (escrito en colaboración con el Poeta Adrián Cinalli), y «La Encrucijada de Max Brod», este año. Finalista de la Convocatoria Axxón Ficciones Breves 2009, categoría Microrrelatos, con el cuento FAMILIA DE TELÉPATAS. Hemos publicado en Axxón: UN JUICIO COTIDIANO
ESPAÑA
Genserico no recordaba un sueño tan reparador: los miembros firmes, la cabeza despejada, los ojos y los demás sentidos alertas, desmentían la, por otra parte, innegable verdad de su muerte. Bajo la axila derecha estaba el tajo, fresco aún, de la estocada fatal.
Se incorporó y al instante reconoció las landas de Poitiú sembradas con los cadáveres de la batalla. No había dado un paso cuando en torno a él comenzaron a levantarse los demás muertos de ambos bandos.
Aparte la rúbrica macabra de las mutilaciones, todos parecían perfectamente sanos. Allá reverberaba el alegre burgo de Poitiú en plena Feria, y se dirigieron hacia allí.
Una hilera de carromatos cargados con mujeres de la vida, toneles, marmitas y cestos de todas clases, salió a recibir a los muertos por enésima vez.
ESPAÑA
La voz no humana me llegó de lo alto: «¡Agostino, Agostino!» Levanté la cabeza y lo vi. Estaba echado en el tejadillo calentándose al sol. Desde el paseo se avistaba su cabeza y el extremo delantero de las patas, con las garras bien recogidas.
¡Agostino, Agostino! repitió, y se puso en pie, estirándose y desperezándose, mirándome fijamente:
¡Soy yo, tu amigo Mario!
Mario Cavalcanti se había matado con su moto hacía menos de un mes. Miré estupefacto al gato romano, lustroso, que se hacía pasar por mi amigo. En la tapia y el paseo del río flotaba la soleada mañana invernal.
¿Te ha comido la lengua el gato? bromeó, típico de Mario.
Quiero prevenirte prosiguió, cambiando a un tono grave, lacónico. Y arqueó el lomo trazando un rápido garabato con la cola:
La muerte no existe, muchacho: pero no te hagas ilusiones. ¿Ves aquel perro que está haciendo caca en la farola? ¿Te acuerdas de Enrique Vinuti, el primero de nuestra clase, el preferido de los maestros que nunca fumaba ni se pajeaba y que murió de meningitis?
Miré horrorizado.
El mismo maulló. Estás avisado.
Sin decir más, giró hacia los árboles, dio una voltereta, saltó y desapareció en el tejado.
Carlos Almira Picazo nació el 31 de mayo de 1965 en Castellón de la Plana, España. Doctor en Historia por la Universidad de Granada. Autor de una novela en papel: Jesuá, ed. Entrelíneas, Madrid, 2005; de un ensayo en papel: ¡Viva España! El nacionalismo fundacional del régimen de Franco (1939-43), Editorial Comares, Granada, 1997; de una novela en formato digital: Todo es Noche, Prometeus mdq, abril 2007; y de un centenar de cuentos y ensayos, publicados en revistas como Adamar, Axxón, Ed. Badosa, Destiempos, El Coloquio de los Perros, Cañasanta, Diezdedos, Remolinos, Magazine Siglo XXI, El Fantasma de la Glorieta, Revestidos, Tiempos Futuros, Quaderns Digitals, Literae Internacional, Ariadna, Fábula, Cuadernos del Minotauro, etcétera. Hemos publicado en Axxón: LOBO, EL ÁRBOL MALDITO, LA HIPOCONDRIACA, EL ORIGEN DEL UNIVERSO, EL AUTÓMATA, HISTORIA DE AMOR
ESPAÑA
Se cogió la cabeza con las dos manos para evitar que se le cayera al suelo cuando el hacha del verdugo le cortase el cuello. Luego no supo qué hacer con la cabeza.
Roberto Jusmet Cassi nació en San Sebastián en 1938, aunque siempre ha residido en Barcelona. Fue actor de teatro y cine en principio y, más tarde, ejerció como asesor laboral hasta su jubilación. Ha publicado relatos breves en El Noticiero Universal y en las revistas Agricultura y Economía y Literata, entre otras. También fue ganador del concurso E. Poemas de La Vanguardia en el año 2005.
MÉXICO
Cuando me bajé del automóvil, encontré a Marisol, mi hija, en la puerta de la casa. Llevaba un vestidito blanco lleno de tierra y un hilito de sangre le salía por la boca. Al verme, fue corriendo a mis brazos. Me dijo que traía ganas de comer un algodón de azúcar. Como tengo corazón de pollo, no me importó el cansancio. Fuimos a la feria. Le compré su algodón y también un globo amarillo. Nos subimos los carritos chocones, al martillo y a la rueda de la fortuna. Luego regresamos a casa. Cuando estacioné el auto, Marisol ya no estaba en el asiento del copiloto. Había dejado su globo. Malva, mi mujer, me esperaba en el umbral de la puerta. Por qué llegas tan tarde, preguntó molesta. Llevé a Marisol a la feria, respondí. Se cubrió el rostro con las manos y comenzó a gritar. Me dijo que estaba loco, que no podía seguir así, que debía aceptar que Marisol estaba muerta. Yo solamente asentía. Pero ella me siguió diciendo loco y nomás se calló cuando la patrulla se aparcó y descendió el oficial. Buenas noches, dijo, le traigo una lamentable noticia: su esposo tuvo un accidente en la rueda de la fortuna y se fracturó el cuello; lo siento, no se pudo hacer nada. Malva, con la cara chueca, me volteó a ver. Yo nomás me alcé de hombros.
Daniel Avechuco Cabrera tiene 23 años. Es Licenciado en Letras Hispánicas y actualmente estudia un postgrado en Literatura Hispanoamericana.
ARGENTINA
Después de discurrir largamente, mi hermano Simón decide que no es inconveniente que yo comparta el ataúd con el tío Ismael (fallecido allá lejos y hace tiempo), dado dice Simón a la familia que es notable la diferencia de precio e ínfima la posibilidad de que, con el tiempo, la comunidad sospeche un incesto. La funeraria (el dueño era gentil) le ofreció cremación y urna por un precio más conveniente y Simón que ha olvidado los preceptos de la religión acepta.
A partir de ese treinta de abril comparto una vasija mortuoria con Ismael, judío liberal y viudo de primeras nupcias. Se trata de un hombre desconocido para mí; eso es lo que a juicio de Simón evita los comentarios maledicientes y además dice no puede ser atrevida tamaña cercanía con alguien que me lleva casi doscientos años.
Ada Inés Lerner Goligorsky colabora con diversas revistas literarias: Nuestro Lugar, Oestiario, Pluma e’ gallo, Laberintos. Publicaciones: 2001 – Libro de cuentos «La Cuadra de las Viudas»; 2003 – FAJA DE HONOR de la Sociedad Escritores Bonaerenses de La Plata. Ha obtenido la categoría de finalista y ha sido invitada a participar en las Antologías. Inmigrantes y emigrantes – Edinexus – Málaga – España. III Concurso Cuento y Poesía de Arte y Cultura de Merlo – Buenos Aires. Concurso Macedonio Fernández – Osmecon CMLZ – Buenos Aires. Microrrelatos Moncada Radio – Cataluña – España. A:C: Provincial I. S. Letras y Literatura Nº 35 – Monte Grande – Buenos Aires. Plaqueta del Grupo Editor: «La piedra en la honda» – San Juan. II Antología de Poetas de Morón – Provincia de Buenos Aires. Ha participado en la antología: «Gritos y Silencios» / Globalización y Barbarie – Las Damas de la Mesa Cuadrada. Ha obtenido las siguientes distinciones: 1º Premio en cuento en Torneos Bonaerenses 2004. 1º Premio en poesía en Torneos Bonaerenses 2005/08. 2º y 3º Premios en Torneos Bonaerenses 1999/2000/01/02/03/04/05. 1º, 2º, 3º Premios y menciones en diversos concursos provinciales, nacionales y de instituciones privadas.
MÉXICO
Desde su niñez nada en la vida le había apasionado más que pintar, y a los ochenta y dos años todavía se consagraba a ello.
Cierto día, el viejo pintor postró su bastidor a pocos metros de su casa, en el borde occidental del río Upra-Yan. Sobre el blanco lienzo fue desplegando todos los vivos colores y figuras que brillaban bajo el sol del mediodía; las casas con sus familias reunidas en los balcones, los niños corriendo por los angostos callejones empedrados llevando globos y papalotes, la gente remando en el río; más allá, donde las calles terminan, se veían las lomas y los animales pastando. Sin embargo, había algo que se resistía a participar de toda esa vivacidad y contrastaba por su desolación y melancolía: era una casa vacía y abandonada, y nada, más allá de una oscuridad nefasta, podía ser visto a través de sus ventanas.
Como si se tratara de una premonición, las aguas del río que hasta entonces habían permanecido tranquilas comenzaron a agitarse con violencia, arrastrando consigo algo abominable.
La sensación de desolación producida por la casa, la oscuridad de sus ventanas y «ese algo» que llegó arrastrado por el río, estimularon al pintor a pensar en la muerte. «¿Qué tan próxima estás de mí?», se preguntó.
Como un intento por abolir la desolación y olvidarse de la muerte, decidió alterar con el pincel la lóbrega realidad de aquel lugar e impulsado por su fantasía, plasmó a un joven pintor inconscientemente muy parecido a él mismo en su juventud quien desde el balcón retrataba el paisaje occidental.
Días después, el viejo pintor enfermó gravemente y, mientras estaba postrado en cama, un nuevo inquilino llegó a instalarse en la triste casa del lado oriental; era un joven pintor, que físicamente se asemejaba mucho al viejo en sus años mozos.
Al caer la noche, tan cautivado por el misterio y el encanto del lado occidental se sintió el nuevo inquilino que no esperó más para pintar el paisaje. Las luces de las casas brillaban vivamente en la noche del horizonte occidental, pero había una cuya luz era muy tenue, mortecina, y mientras la contemplaba, las aguas del río se agitaron vigorosamente arrastrando hacia él tristes pensamientos sobre la muerte. Obedeciendo a una espontánea fantasía, dibujó una carroza fúnebre estacionada en el exterior de esa casa mientras unos hombres salían cargando un ataúd.
Una vez terminado el cuadro, dio un largo y despreocupado bostezo. Se fue a dormir. Mientras él soñaba, de una casa del lado occidental salían unos hombres caminando hacia una carroza, cargaban un ataúd, dentro estaba el viejo pintor.
Damián Arturo Madrigal Aguilar tiene 28 años, hace cuatro años se tituló como Químico Farmacéutico Industrial en el Instituto Politécnico Nacional. Tiene intereses musicales y literarios; es lector de todos los géneros, sin embargo en este momento sólo le gusta escribir relatos fantásticos.
COLOMBIA
«Muchas veces es un sueño
lo que nos hace despertar»
Sigmund Freud
Cuando todo fue nuevo, bostecé entre las sábanas y advertí una luz encendida.
Si bien en el jolgorio de mi última parranda recordaba haber apagado todas las lámparas, extendí la mano y oprimí el interruptor. Nunca sentí la quemazón del chisporroteante cuarto cirio aún flameando a un lado del ataúd.
Don Gellver De Currea Lugo tropikalicus erectus (auto-biografía en tres párrafos empezados por E): 1. Euro-chibcha: como casi todos los niños tercermundistas y en vías de subdesarrollo, nací en París, pero una cigüeña xenofóbica (desde esa época me persiguen los xenos como un Edipo a su madre) me desplazó a Bogotá, D.C., la mañana de un viernes 5 de agosto del siglo pasado. La muy mentada cigüeña se negó a aterrizar (arguyendo «razones de seguridad» y motivada por mi falta de figura corporal creyó creer que yo era un ángel y que podía volar), me dejó caer de jeta contra el planeta en una cuasi-democrática república tamalera y terminé como el alfabeto de cualquier teclado de computador: todo en desorden (de ahí, tal vez, mi inclinación por las letras). 2. Ex-convicto de la Isla Prisión de Rikers de la Ciudad de Nueva York por un crimen sexual que nunca cometí (¡Qué injusticia!). 3. Experto en peleas de amor (de ahí el párrafo anterior).
ARGENTINA
Desorientado, no se encuentra entre los de su especie. El fantasma de un cavernícola muerto hace veinte mil años en Lascaux, en plena Edad de Piedra, no sabe nada de sábanas y cadenas.
Daniel Frini nació en Berrotarán, Córdoba, Argentina, en 1963. Ingeniero, redactor y columnista en revistas humorísticas del interior del país. En 2000 publicó en libro «Poemas de Adriana». Ha colaborado en los blogs «Antología Literaria», «Químicamente Impuro», «Ráfagas, Parpadeos», «Breves no tan Breves», «La Alegre cocina de Peloncha», «Cuentos y más», «Educared-TamTam», «La Oveja Negra», «Axxón» y los fanzines «Terrorzine» (Sâo Paulo, Brasil) y miNatura (La Habana, Cuba). Fue finalista de la Convocatoria Axxón Ficciones Breves 2009, categoría Microrrelatos, con el cuento RECHAZO. Hemos publicado en Axxón: SISENEG, LA MEDICINA ES UNA CIENCIA EXACTA, A DIOS POR FERMAT, CI YACET PULVIS, CINES ET NIHIL
COLOMBIA
¡Levántense, que aquí no se vino a morir sino a luchar! vociferó autoritario el Capitán a los soldados de su pelotón que habían caído muertos en la batalla, alcanzados por las balas enemigas. Antes de terminar de decirla, la orden ya estaba cumplida, y el combate tomó un nuevo impulso con la ayuda de los resucitados.
¡A esto es a lo que yo llamo «milicia», carajo! se pavoneaba el comandante viendo la disciplina y la obediencia de sus hombres.
Jorge Lineya es autor de una novela y varias obras inéditas de narrativa y de poesía. Nació en Santiago de Cali, Colombia, el 20 de septiembre de 1964. Participó en algunos concursos en España vía Internet en 2004. Tiene formación universitaria en Ciencias Jurídicas ya que estudió en su país Derecho y Ciencias Políticas, carrera que no concluyó debido a una calamidad personal que lo obligó a retirarse. Es padre de tres hijas. Hemos publicado en Axxón: GRAFFITI
Axxón 202 – noviembre de 2009
Cuentos de autores varios (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Fantasía : Temas diversos : Internacional).
Ilustraciones de Ferrán Clavero y Valeria Uccelli