ARGENTINA |
Es un vaciadero de basuras tecnológicas… ¿O son los restos de alguna clase de batalla del futuro? Un ser metálico con aspecto de hombre se recuesta en una de las oxidadas paredes, observando la llegada de una bellÃsima mujer. Ella es grácil y felina, aunque de ojos tristes. Se acerca, mira al hombre con interés, sonrÃe y luego comienza a quitarse la ropa con lentitud, al ritmo de un blues electrónico. El ser con forma de hombre desliza sus ojos-cámara desde la cabellera dorada y abundante de ella a sus impresionantes piernas, que ya están totalmente a la vista. Ella sigue desnudándose, mientras sonrÃe con picardÃa. La ropa cae y el hombre-máquina observa el balanceo de los magnÃficos pechos. La cámara se centra largos segundos en esos pezones que parecen llamar a gritos una caricia. Luego se mueve velozmente, apunta el pubis, el pequeño ombligo, la cara perfecta. Ahora desnuda del todo, ella sonrÃe con mayor amplitud, levanta una mano, desprende la piel del extremo de uno de sus dedos y le muestra, riendo, el metal brillante que se oculta bajo ella. Luego desliza la capa entera de piel, como si fuera un guante, retirándola de su brazo con un suave movimiento, pleno de sensualidad.
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En el blues, la guitarra grita. Son sólo unos segundos más. Ella queda absolutamente desprovista de todo toque humano. Es una grácil figura, felina, brillante y metálica, sonriéndole al hombre de metal con unos helados dientes de titanio.
El hombre está quieto. No expresa nada en su cara inexpresiva. De pronto, alza una mano que en realidad es un horrible garfio de sólo tres dedos y se arranca brutalmente una franja de aluminio de la cara. Tras ella se observa un trozo de piel, unos ojos enrojecidos, una lágrima apenas visible que se desliza lentamente hacia el suelo.
Eduardo Julio Carletti nació el 17 de abril de 1951 en Buenos Aires, Argentina. Actualmente vive en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires. Ejerce la profesión de Ingeniero en Electrónica Digital y Robótica desde 1972. También es un reconocido aficionado a la EntomologÃa y un estudioso de las Ciencias Naturales. Sin embargo su mayor notoriedad (en Argentina primero, en Hispanoamérica luego) la adquirió como escritor y editor de ciencia ficción.
Desde 1983 y hasta la actualidad ha publicado una obra literaria no muy extensa, principalmente cuentos y una novela, aunque ha logrado diversos premios y es reconocido en el exterior. Tiene obras publicadas en revistas y antologÃas de España, México, Venezuela, Cuba, Estados Unidos, Uruguay, Alemania, Polonia e Italia, además de Argentina.
Eduardo Carletti es el fundador de la legendaria revista electrónica de ciencia ficción, fantasÃa y terror Axxón, pionera no sólo dentro del género, sino también en el mundo de habla castellana: Nacida en marzo de 1989, fue la primera publicación electrónica (esto es, realizada en formato digital) en este idioma. En un principio, la revista se distribuÃa en diskettes de 5 ¼, pero a partir de 2001 pasó a tener un sitio propio en Internet.
Ha ganado varios premios Más Allá, otorgados por el CÃrculo Argentino de Ciencia-Ficción y FantasÃa: por el cuento Defensa Interna (1985); por el cuento En la escala (1986); por la novela Instante de Máximo Quebranto (1987); por el libro de cuentos Por media eternidad, cayendo (1991); por su compilación de artÃculos Una mirada a la realidad, en la revista Axxón (1992); por el libro de cuentos Un largo camino (1992/93); por la antologÃa Visiones (como antologista) (1992/93); y en 1990, 1991, 1992, 1993 y 1994 en el rubro «Revista», como director de Axxón. En 1994 recibió el premio Memoria Magnética, otorgado por el CÃrculo Puebla de Ciencia Ficción y Divulgación CientÃfica, Puebla, México, por la revista Axxón.
Este cuento se vincula temáticamente con ENTRADAS ALEATORIAS de Adrián M. Paredes, MKTLOVE de Juan Guinot, EL CANTO DEL ANDROIDE de LuÃs Antonio Bolaños De La Cruz, EL AUTÓMATA de Carlos Almira Picazo
Axxón 209 – julio de 2010
Cuento de autor latinoamericano (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Cyborgs : Argentina : Argentino).
Una cosa que hice en mi juventud, con un grupo de amigos, fue practicar nudismo.
Tengo una fotografÃa, la única que me queda, del grupo. Allà estoy yo, allà también una muchacha que me gustaba.
A la muchacha volvà a encontrarla hace algunos años, nuestros cuerpos expandidos hacia los costados y nuestras pieles con los estragos del tiempo.
Fue un encuentro casi fugaz, un hola, un qué tal… algunas preguntas sobre conocidos comunes.
Aún hubiésemos tenido tiempo, no tenÃa yo ganas de verla desnuda y creo que ella tampoco.
A nuestra edad el pudor pasa por otro lado.
Estábamos vestidos, aparte de la ropa de calle, con nuestra coraza muscular que tan bien describió Willhelm Reich. No es metálica, pero igual de dura e impersonal.
Ni ganas me dieron de soltar una lágrima y ella creo que tampoco.
A nuestra edad, el amor pasa por otro lado.
Brillante, Edu!!! Introspectivo y brutal, como el corazón humano.