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¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

Archivo de septiembre 2011

ARGENTINA

 


Marcelo Di Marco

Axxón: Bueno, presentate, decinos algo de vos.

Marcelo di Marco: Antes de estrenar mi perfil de novelista (Random House Mondadori acaba de lanzar, por Sudamericana Joven, el thriller Victoria entre las sombras), publiqué, a lo largo de casi tres décadas, diez títulos de poesía, narrativa y ensayo. Doy talleres de escritura desde hace más de treinta años, y traté de sintetizar toda esa experiencia en varios libros sobre estilo que son de aplicación constante en ámbitos privados y oficiales, dentro y fuera del país. La más conocida de estas obras es el best seller Taller de corte & corrección, que ya va por su quinta edición, en el sello DeBolsillo. Atreverse a escribir y Atreverse a corregir, escritos con mi esposa, Nomi Pendzik, van por la cuarta, y Hacer el verso por la segunda. El libro con que desembarqué en Sudamericana, en 1995, es una colección de relatos que se titula El fantasma del Reich, ganador en 1994 del concurso de la Fundación Antorchas. Soy padre de las mellizas Florencia y Marina, quienes están por licenciarse en Letras y que, con su talento y sensibilidad, me hacen sentir cada día más orgulloso.

 

Buen currículo, por cierto. ¿Y aparte de las Letras?

Alterno mi pasión por la literatura, el cine y la ópera con el coleccionismo de armas blancas y el tiro deportivo: obtuve el título de Maestro Tirador en 2005 y soy Subcampeón Nacional de Miras Abiertas en la disciplina Carabina Tendido, por equipos. Para mover un poco más que el dedo índice, este año me asocié al Centro Vasco Laurak-Bat, en donde estoy intentando volver a la pelota paleta, uno de mis deportes favoritos allá a fines del pasado milenio. Me encanta la ficción de horror sobrenatural, y desde esa calentura fundé La Abadía de Carfax, círculo de escritores que ya está dando que hablar con sus antologías de relatos. Dicté talleres de literatura fantástica en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y fui secretario de redacción de la revista La Cosa. ¿Qué más puedo decirte? Me siento muy feliz conmigo, con mi gente y con mi carrera: gracias a Dios, la legión de escritores que trabajan en el Taller de Corte y Corrección publica y gana premios a cada rato, y vels ya se está vendiendo en todas las librerías del país a un precio más que razonable. Vaya aquí mi agradecimiento a todo el equipo editorial de Random: por lo que se ve en la calle, el libro está siendo ampliamente difundido, y coincidirás en que tiene una pinta bárbara, con una tapa bien compradora (o vendedora, según se vea). Y bueno: si me preguntás —como hacía Jorge Luz— si me siento realizado, te diría que, a pesar de mi blanca barba, una especie de «pendejez anímica» me hace sospechar que está todo por vivirse y escribirse.

 

Tenés una vastísima trayectoria como escritor y coordinador de talleres literarios. ¿Pensás que son inseparables? ¿O no?

Tal vez estas palabras que sobre velsme hizo llegar ayer mi alumno Norberto Dinota respondan a la pregunta: «Y ni hablar de las acertadísimas referencias literarias y del estilo de escritura que resume todas las lecciones que nos transmitís en el taller». Uno es uno, y el estilo es el hombre. Perdón si sueno obvio, pero en estos tiempos de disociación conviene recordarlo. Hablando de estilo, también conviene recordar que un buen editor o coordinador de taller es aquel que no le impone al grupo un estilo determinado (y, mucho menos, una temática equis). Si bien hay asuntos literarios —pocos, pero bastantes— en los que se da un acuerdo general, el contexto manda que haya una pedagogía específica para cada texto de cada escritor en formación. Puedo mostrarte pilas de escritos de alumnos míos que no se parecen en nada a la escritura que aplico en vels, que a su vez difiere de la que yo mismo aplico en otras ficciones propias. Y me anticipo a tu próxima pregunta: ¿en qué punto se da un acuerdo absoluto, o casi? Como diría el gran Dashiell Hammett: «No conozco a ningún escritor de primera fila ni a ningún crítico que no considere como el más perfecto el estilo que viste las ideas con las palabras más adecuadas». Pongamos por caso, el verbo «mirar», según el contexto, puede ser superado por «observar», «estudiar», «espiar» o «contemplar». Un ejemplo simple, pero que concentra mucho del secreto de la literatura. Igual hay que pensar que Hammett dijo esto hace casi un siglo. Ciertos escritores actuales afirman que no les interesan los personajes bien construidos sino los mal construidos; incluso aseguran, públicamente y de lo más campantes, que no les interesa la literatura; hasta me he enterado de que algún poeta dijo por ahí que la palabra «corrección» —dentro de nuestro ámbito, desde luego— es una palabra autoritaria. Frente a tales sandeces, frente a tales esnobismos satisfechos de su propia molicie, prefiero considerarme un escritor anacrónico: me encanta cautivar a mi lector y pagar mis impuestos, como dicen los yanquis, con lo que escribo y lo que enseño.

 

Ya que te tenemos, ¿algún/nos consejo/s para escritores principiantes?

A riesgo de sonar sentencioso, te paso cinco premisas que pueden ayudarlos enormemente a lograr esa fluidez que va de la mano de la claridad:

1. Lean siempre en voz alta sus textos, como si estuvieran ante un público. Cada vez que hagan una modificación, relean todo lo hecho, siempre en voz alta y desde el párrafo previo. Eso los ayudará a ver cómo suena el texto, si tiene rimas indeseables o no. Esta es la más importante de las pautas, por eso la pongo en primer lugar. Si les da vergüenza leer en voz alta, aunque estén solos, piensen que están persiguiendo un fin noble y repriman de ese modo la vergüenza. Si hay gente alrededor, que tampoco les importe leer en voz alta: todo el mundo sabe que los escritores estamos más que limados. Y no lean como si estuviesen ante la guía telefónica; se trata de un texto suyo, y como tal convendría respetarlo.

2. Desconfíen de frases en las que hayan puesto más de dos comas. Posiblemente tengan un problema de puntuación. El uso de la coma es el más arbitrario respecto de otros signos; de ahí que existan tantos problemas a la hora de puntuar. Y además el uso indebido de la coma —o el no uso— puede llegar a cambiar el sentido de lo que uno quiso expresar. No es lo mismo decir «Los soldados, que fueron heridos, recibieron atención médica» que «Los soldados que fueron heridos recibieron atención médica».

3. Pongan siempre al final de la frase lo que quieran destacar como más importante. Lo último que digan es lo que al lector le quedará más. No es lo mismo escribir «Rosita fue asesinada por la noche» que «Por la noche, fue asesinada Rosita». En el primer caso, el escritor puso el acento en el momento del día en que fue asesinada Rosita.

4. Desconfíen asimismo de frases que tengan más de treinta palabras. Frases con más de treinta palabras ponen a prueba la capacidad respiratoria del lector, el significado que expresan se empieza a confundir, y los nexos subordinantes a agotarse. En boca cerrada no entran moscas. Miren la diferencia, ya que estamos: «Desconfíen asimismo de frases que tengan más de treinta palabras, pues frases con más de treinta palabras ponen a prueba la capacidad respiratoria del lector, el significado que expresan se empieza a confundir, y los nexos subordinantes a agotarse… y nos hacen recordar que en boca cerrada no entran moscas». ¡Un pulmotor para la mesa cuatro, por favor!

5. No se hagan los artistas. Escriban siempre con frases claras y sencillas. El mundo está harto de retórica. He dicho.

 

Lograste una muy buena imagen como cuentista. ¿Qué te «llevó» a la novela?

Siempre me sedujo el movimiento centrífugo que propone esa estructura tan tolerante que es la narración de largo aliento, sentía curiosidad por probarme en ese género aparentemente tan permisivo. Escribir un cuento es como disparar con rifle sobre un blanco bien seleccionado y fijo, tiro a tiro y con dos o tres cartuchos, en tanto que la escritura de una novela recuerda más a efectuar incontables y constantes disparos de escopeta o de pistola dirigidos a múltiples objetivos móviles. El cuento es centrípeto por naturaleza, y siempre me siento no demasiado incómodo en ese registro. Pero, antes de vels, a menudo me preguntaba qué significaría nadar a mar abierto en las insospechadas corrientes de la novela. Una vez, mi maestro Vicente Battista me dijo: «El cuentista tiene encima cincuenta mil deberes y preceptos, mientras que sobre el novelista pesa uno solo: no aburrir». Y tenía razón mi querido sensei. Cuando empecé a escribir novela me sentí un potro suelto. Era como si me hubiesen quitado un corsé; aclaro que nunca usé uno, pero supongo que así debían de sentirse esas señoras de fines del xix cuando liberaban sus masas oprimidas; o los jugadores de ping-pong cuando entrenan con raquetas de plomo, a la hora de jugar con la de madera y goma. Noto que al comienzo de esta respuesta califiqué a la novela como «género aparentemente tan permisivo». Teniendo en cuenta que la libertad sin ningún control deviene en anarquía, al lado de la frase de Battista cuelgo esta de García Márquez: «Una cosa es una historia larga y otra una historia alargada». La novela existe porque la materia narrativa que a uno se le va cruzando por la cabeza requiere de más páginas para ser contada. Pero para todo hay un límite. Como dice mi mujer: «Ni tan calvo ni con dos pelucas», lema que trato de aplicar dentro y fuera de la literatura. Y gracias por lo de mi «buena imagen como cuentista».

 

Entrando en tema con tu novela: según se lee en la contratapa, Victoria entre las sombras es un libro de aventuras donde el protagonista huye de su drama familiar junto a una amiga, pero… ¿cómo definirías vos de qué trata Victoria?

Quiero aclarar que no me propuse, a priori, escribir desde un tema determinado. Proponerse desarrollar el Gran Tema es el mejor modo de cometer idioteces: los tachos de basura están repletos de Grandes Temas y Buenas Intenciones. Y mi intención básica con velsfue la de contar una historia que lograse cautivar al lector. Eso sí: si la narración fluye y deja una marca en él, es porque hay en ella algo más, algo que acaso seduzca en un nivel inconsciente. Algo que no fue pensado por uno, pero que el lector rescata por debajo del «cuentito». Y bueno, cuando me puse a mirar mi «cuentito» con ojos ajenos, descubrí que uno de los principales temas que se juegan en esta oscura fábula es el de la lucha contra el miedo y las limitaciones que la crueldad y la vulgaridad tratan de imponernos a cada paso. En cierto modo, velstambién es un manual de supervivencia: de empezar siendo un chico como cualquiera —como cualquier chico que es tratado como un trapo de piso en su casa, digamos—, el protagonista pasa por un camino de iniciación, y de las terribles pruebas sale cubierto de cicatrices, pero convertido en un héroe. Otro tema podría ser el de la comunidad viril: cuatro que se enfrentan al mal, cada uno con el alma en carne viva —en mi narración, el mal es encarnado por un horror sin nombre, del que nada puedo revelar en esta entrevista—. La fe, el coraje, la amistad y el arte son bienes que también se barajan acá y allá en mi novela. Y ni que hablar de las relaciones parentales: al comienzo de la aventura, Tomás huye de su sádica madrastra y del pollerudo del padre, que no lo defiende frente a los atropellos. Pienso que es bueno estimularles la rebeldía a los chicos. Pero no la rebeldía ante las cosas buenas, por supuesto, como se suele aconsejar desde los gabinetes políticamente correctos, sino la rebeldía ante la estupidez, la hipocresía y la mediocridad de los adultos. No obstante, como contrapeso de esos aparatos corruptos y corruptores que en velsson «los grandes», está la Yaya, la abuela. La Yaya viene a ser, dentro de la historia, la voz de la razón. Todos en la vida hemos conocido gente así. Gente de pelotas bien puestas. Gente que, aunque el mundo se vuelva loco y todo parezca patas para arriba, jamás claudicará ante la forma mentis del hombre moderno ni abjurará de su fe.

 


La novela

¿Cuál sería el público de Victoria entre las sombras?

Como buen escritor anacrónico, siempre me gusta dirigirme a aquel lector apasionado que se pasa de la parada del colectivo por haber quedado hipnotizado con la historia que tiene entre manos. Si hablás en términos de edad, honestamente no creo que haya gente que se quede afuera de la aventura que propone vels. En un momento, la Yaya le dice al protagonista: «Hoy no es muy frecuente, no es muy fácil encontrar chicos como vos. En los pocos años que estuvo con nosotros, tu mamá supo educarte como Dios manda. Eso lo sé perfectamente. Y también sé que vos vas a ser alguien en la vida, aunque el mundo termine de volverse loco. Y no me refiero a que vas a ser abogado o ingeniero o un tipo lleno de plata. Yo sé que me entendés, aunque más adelante vas a entender mejor». En ese «más adelante», creo que está involucrado cualquiera. Un lector sensible podrá encontrar, concentrado en esa simple expresión, uno de los interrogantes esenciales, que puede resumirse en seis palabras: «¿Qué carajo hice de mi vida?». Aparte, velstoca innumerables puntos de presión: más de un lector me dijo que a él vivieron amenazándolo con meterlo en un colegio pupilo, como le sucede a mi protagonista. Según otro, uno de los momentos más impresionantes es cuando Tomás recuerda la noche en que «los grandes» quisieron empastillarlo para irse tranquilos al cine. Bueno, mucho más no puedo revelar. Pero espero que esta respuesta haya convencido al lector de que mi novela es un juego apto —como podía leerse en las instrucciones del ludo— para niños de once a ciento diez años. De hecho, la gran mayoría de quienes hasta ahora han pasado por sus páginas y han comprado más de un ejemplar, son todos adultos.

 

¿Cuándo y en dónde es la presentación de Victoria entre las sombras?

Bueno, parece que te han dado ganas de prenderte en la movida, y ojalá que seamos muchos quienes ese día estemos celebrando este nacimiento. Hay que tener en cuenta que el triunfo de velsle puede venir muy bien al género que tanto amamos y al medio en el cual nos movemos y escribimos: con este título, Random apuesta a cubrir masivamente la franja de lectores del fantástico que quieren salir de la lectura de material traducido: velsestá escrita en argentino, y transcurre en escenarios bien reconocidos —y asimismo inventados, por supuesto—, de mi querida ciudad de Mar del Plata. De manera que los espero en la presentación.

 

Allí estaremos apoyando. ¿Algo que haya quedado en el tintero y quieras aclarar?

Sí: de puro entusiasmado, me olvidé de decirte dónde y cuándo presento mi libro. Pero antes, quiero agradecerle el espacio a Eduardo Carletti, y a vos por esta entrevista: cuando hace unos años me tocó publicar mi primer cuento en la legendaria Axxón, lo viví como un hito en mi carrera; así de simple. Bueno, aquí va el link a la página oficial de vels, con todos los datos:

http://www.victoriaentrelassombras.com/tapa.html

 

 


Axxón 222 – septiembre de 2011