Revista Axxón » «Deshecho», James Patrick Kelly - página principal

¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

EE.UU.

 

 

ataque de pánico

 

La nave gritó. Las pantallas mostraban que Mada estaba rodeada de triespacio. Un enjambre de asteroides utópicos se cerraba sobre ella: clanes mentales e IDs mineras en bloques huecos de condrita carbonácea, cualquiera de los cuales podría haber reunido los votos suficientes para proscribir a Mada en las diez dimensiones.

—Voy a morir —gritó la nave—. Voy a morir, voy a…

—Yo no. —Mada apagó el altavoz con un impaciente movimiento de mano y escaneó el tiempoabajo. Vio que los utópicos habían plantado, cinco minutos en el pasado, una mina de identidad que vaporizaría su memoria si trataba de retroceder en el tiempo para deshacer esta trampa. Tiempoarriba, entonces. El futuro estaba despejado, al menos hasta donde ella alcanzaba a ver, que no era mucho más allá de la semana siguiente. Por supuesto, ellos querían que saltara en esa dirección. Estarían más que felices de convertirla en el problema de los tataranietos de sus tataranietos.

Los utópicos dispararon otra andanada de rayos de pánico. La nave trató de absorberlos, pero sus parachoques se desbordaron muy pronto. Mada sintió que se le tensaba la garganta. De pronto, no podía recordar cómo se deletreaba «suerte» y creía sentir que la cordura se le escurría por las orejas.

—Saltemos tiempoarriba, entonces.

—¿Estáss-segura? —dijo la nave—. No sé si… ¿a qué distancia?

—A la distancia necesaria para que todas esas unidades remotas se hayan convertido en fósiles.

—No puedo… Necesito un número, Mada.

Una aguja de miedo pinchó a Mada con la fuerza suficiente para que sus reflejos reaccionaran.

—¡Salta! —El pánico no le permitía darse el lujo de pensar en números—. ¡Salta ya! —Su voz sonaba como un puño cerrado—. ¡Vamos!

El tiempo tembló mientras la nave se zambullía en las dimensiones vacías. En el triespacio, Mada comenzó a ondear. Transcurrieron eones en un nanosegundo. Después, Mada regresó a las dimensiones fuertes y se solidificó.

Se fusionó brevemente con la nave para evaluar los daños.

—¿Qué has hecho? —le dijo. La ganancia de entropía le hacía doler los huesos.

—P-perdona. Dijiste que saltara, entonces… —Toda la nave temblaba.

Aunque Mada quería darle una patada en el aparato sensorial, se tragó la furia con esfuerzo. Las dos habían cometido suficientes errores en lo que iba del día.

—Está bien —dijo—. Siempre podemos regresar. Solo debemos averiguar en qué tiempo estamos. Abre el mapa estelar.

 

 

dos décimas de giro

 

Ilustración: Ferrán Clavero

La nave tardó casi tres minutos en lograr que los mapas coincidieran con las pantallas de navegación… mala señal. El cotejo de datos reveló que habían saltado hacia adelante en el tiempo unas dos décimas de giro galáctico. En Auténtico, el mundo natal de Mada, habían transcurrido casi veinte millones de años, tiempo suficiente para que su corteza se plegara y formara nuevas cordilleras, para que el Mar Verde floreciera, para que los glaciares avanzaran y se derritieran. Tiempo más que suficiente para que todo y todos los que Mada alguna vez había amado u odiado hubieran muerto, se hubieran convertido en polvo y hubieran desaparecido en el aire.

Con un temblor en los bigotes, Mada verificó el tiempoabajo. Lo que vio la hizo caer de la barra donde estaba posada y flotar a la deriva, alejándose de las pantallas del módulo de comando. Algo andaba mal con el aire de la nave. Se depositaba en sus pulmones como hojas húmedas, muertas. Le ordenó a la nave que revisara la mezcla.

El puente de la nave se convirtió en una enorme mano de plástico, cálida como la sangre. Tomó a Mada suavemente en su palma y la levantó para que pudiera ver las pantallas de frente.

—Nominal, Mada. Todo está como debe estar.

No podía ser cierto. Con la atmósfera nominal de la nave, ella respiraba bien.

—Revisa otra vez —dijo.

—Mada, lo siento —dijo la nave.

La mina de identidad había saltado con ellas y continuaba persiguiéndolas como un perro, a cinco exasperantes minutos en el pasado. No había forma de esquivarla, no había forma de deshacer el salto al futuro. Mada estaba atrapada a dos décimas de giro tiempoarriba. Ese conocimiento era como un agujero en su pecho que lo succionaba todo, mucho peor que cualquier herida que la maquinaria de guerra psicológica de los utópicos hubiese podido infligirle.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó la nave.

Mada se preguntó qué podía responderle. ¿Escanear en busca de fuerzas hostiles? ¿Encender una sim de placer? ¿Preparar un delicioso guiso caliente? Las órdenes se retorcían en su mente, se mordían el rabo y se tragaban a sí mismas. Consideró brevemente la posibilidad de decirle que abriera todas las compuertas y dejara entrar el vacío. ¿La nave obedecería esa orden? Pensó que probablemente sí, aunque Mada prefería arrancarse la lengua de un mordisco antes que pronunciar palabras tan cobardes. ¿Acaso ella y su camada no habían votado por llevar la revolución a las diez dimensiones? ¿No habían jurado pelear por los Tres Derechos Universales, sin importar el precio de sangre y angustia que los clanes mentales utópicos les hicieran pagar?

Pero eso había sucedido dos décimas de giro atrás.

 

 

pensamientos de habichuela

 

—¿Adónde vas? —dijo la nave.

Mada pasó flotando por la puerta burbuja del módulo de comando. Cerró los dedos de los pies sobre la barra exterior para estabilizarse.

—¡Mada, espera! Necesito una misión, un curso, una línea de investigación.

Mada hizo descender la escalerilla.

—Soy una Inteligencia Dependiente, Mada —zumbó el altavoz con arrogancia—. Tengo derecho a recibir una orientación adecuada y oportuna.

La nave materializó un velo que le impedía el paso. Cuando Mada se acercó, el velo se puso tenso. Así era el pensamiento de las ID: la nave estaba segura de que podía hacerla rebotar y obligarla a regresar a su mundo. Mada sacó las garras y le dio un zarpazo al velo, abriendo rajaduras de medio metro de largo.

—Y yo tengo derecho a ser un individuo —dijo—. Déjame en paz.

Se apoyó en otra barra y pivotó hacia el módulo invernadero. Se agarró de otra barra cercana a la puerta burbuja y se detuvo para segregar nuevos alvéolos en sus pulmones con el fin de compensar la mezcla de aire del invernadero, pobre en oxígeno y enriquecida con dióxido de carbono. La burbuja se sacudió cuando ella la traspasó. Inspiró profundamente. Los aromas de la vida la ayudaban a calmarse cuando la operación de la nave la abrumaba. La nave siempre necesitaba algo y ella era la única a quien recurrir. Habría sido diferente si los hubieran enviado en grupos. Su hermano Thiras estaría a su lado; juntos, podrían haber reunido la fuerza suficiente para resistir el pánico de los utópicos… ¡no! Mada se lo sacó de la cabeza. Thiras había desaparecido; todos habían desaparecido. No tenía sentido buscar consuelo, ni tiempoabajo ni tiempoarriba. Lo único que tenía era este momento, el transcurrir del presente implacable, ahora lleno de humedad, del aliento agridulce de la tierra, del pegajoso sabor a savia en movimiento, del perfume de las flores. Mientras flotaba por el invernadero, las hojas le rozaban la piel como caricias. Se acomodó en el banco de las macetas, abrió un frasco y sacó una semilla de habichuela.

Mada la sostuvo entre sus manos ahuecadas y la sopló, dejando que el calor de su cuerpo la convenciera de salir de su latencia. Trató de fusionar su mente con la maravillosa inconsciencia de la semilla. Los cotiledones se movieron y comenzaron a absorber nutrientes del endosperma. A las habichuelas les importaba un rábano proclamar los Tres Derechos Universales: el derecho de todos los seres inteligentes independientes a conservar su individualidad, el derecho a manipular sus estructuras físicas y el derecho a acceder a las líneas temporales. Mada desaceleró su metabolismo para sincronizarlo con el ritmo constante y premeditado de la habichuela… ¿qué utópico podía hacer eso? Ellos sostenían que la individualidad generaba caos, que solamente la función debía determinar la forma y que deshacer el pasado era un sacrilegio. Por ser utópicos, no podían destruir Auténtico ni a su puñado de colonias. En cambio, habían tratado de poner los Derechos en cuarentena.

Mada estimuló las glándulas sudoríparas de las palmas de sus manos. La humedad que exudaba su piel llamó a la raíz embriónica de la semilla de habichuela. La punta de la raíz empujó la superficie de la semilla. En Auténtico, la camada de Mada había repelido con energía el bloqueo de los utópicos para difundir los Derechos al resto de la Galaxia. Sólo un puñado había logrado llegar al espacio abierto. Los clanes mentales los habían perseguido y se habían llevado a la desventurada mayoría de regreso a Auténtico. Pero a Mada no. No, a la astuta Mada no, a la intrépida Mada, a Mada, la del corazón que ahora latía una vez por minuto.

El embrión de habichuela se hinchó y la raíz rompió el cascarón. En la mano de Mada, tomó la forma de un bucle, se ramificó y volvió a ramificarse como las líneas temporales. Las raíces le hicieron cosquillas. Mada manipuló la composición química de su sudor, forzando a sus conductos sudoríparos a reabsorber la mayor parte del sodio y el cloro. Separó las manos levemente y las levantó hacia las luces de crecimiento. Emergieron los cotiledones y los cloroplastos se orientaron hacia la luz. Mada sólo tenía pensamientos de habichuela; sus manos ahuecadas se llenaron de raíces, mientras se desplegaban las primeras hojas genuinas. De los nodos del tallo surgieron más brotes de hojas; los pecíolos se arquearon y se torcieron hacia la luz, la luz. Lo único que importaba era la luz —azul violácea y rojo anaranjada—, la increíble lluvia de fotones que estimulaba la clorofila, depositando electrones en las moléculas portadoras para formar adenosina difosfato y nicotinamida adenina dinucleótido…

—Mada —dijo la nave—. La orden de dejarte en paz queda anulada por programación primaria.

—¿Qué? —La palabra se le atascó en la garganta como un hueso.

—Hace cuarenta días que estás en el invernadero.

Sin darse cuenta de lo que hacía, Mada cerró las manos, aplastando a la joven planta.

—Tengo orden de evitar que te hagas daño, Mada —dijo la nave—. Es hora de comer.

Mada miró la planta muerta que sostenía en las manos.

—Sí, está bien. —La dejó caer sobre el banco—. Primero tengo que limpiar algo, pero estaré allí en un minuto. —Se secó el rabillo del ojo—. Mientras tanto, calcula la trayectoria a casa.

 

 

fondo natural

 

No fue hasta que la nave escaneó la zona de cuarentena, en los confines del sistema de Auténtico, que Mada comenzó a preocuparse. En su tiempo, la región bullía de asteroides de batalla de los clanes mentales. Ahora, los utópicos habían desaparecido. Era de esperar, después de tanto tiempo. Sin embargo, mientras la nave ingresaba en su sistema natal expulsando la velocidad excesiva hacia las dimensiones vacías, Mada sintió un frío que nada tenía que ver con la temperatura del módulo de comando.

Auténtico orbitaba alrededor de una estrella de espectro tipo G3V, conocida como HR3538 por sus descubridores. Los escaneos comprobaron que el Mar Verde se había convertido en un bosque virgen de árboles caducifolios. Por cierto, había nuevas montañas —cuyos bordes afilados se asomaban entre grandes extensiones de árboles perennes— que habían surgido a unos ochenta kilómetros de la Costa del Fuego, dejando encerrado a Puerto Henoch. Una selva tropical sofocaba la llanura donde alguna vez se había erigido la ciudad de Campos de Blair.

La nave detectó vida en abundancia. Los mares rebosaban y las bandadas de voladores de Auténtico oscurecían el cielo como nubes de tormenta: kippis, alas azules, currucas y zancudas en migración. Los animales habían recuperado los tres continentes, las tierras bajas y altas, el pantano y la tundra. Desde su órbita baja, Mada veía el polvo que levantaban las manadas de los herbívoros arams. El bosque estaba colmado de ecos producidos por el estrépito de los escandalosos y el chillido de los fanfarrones. Grandes cazadores, como los kar y los divil, avanzaban por las llanuras. También había nuevas especies, la mayoría invertebrados, pero además una cantidad de lagartijas y algo parecido a una rata grande y cubierta de moho que construía montículos de cinco metros de altura.

No había sobrevivido ninguna de las especies que se habían introducido: perros, pavos y llamas. La nave no pudo encontrar ciudades, pueblos, edificios… ni siquiera runas. No había ni tuberías de transporte ni carreteras… tan solo algún sendero ocasional abierto por los animales. La nave estudió todo el espectro electromagnético y no detectó nada salvo el fondo natural.

En Auténtico no había nadie. Y, por lo que se veía, nunca había vivido nadie.

—Especula —dijo Mada.

—No puedo —dijo la nave—. No hay datos suficientes.

—Aquí tienes tus datos. —Mada oyó la furia de su propia voz—. Cómo habría sido Auténtico si nosotros nunca hubiésemos existido.

—Dos décimas de giro es mucho tiempo, Mada.

Ella sacudió la cabeza. —Arrancaron los cimientos, hasta se llevaron la basura. No hay nada; no queda nada de nosotros. —Mada se aferraba a la barra de comando con tanta fuerza que los nudillos de sus pies estaban blancos—. Hipótesis —dijo—: Los utópicos se cansaron de que les diéramos problemas y nos barrieron de un plumazo. Especula.

—Es posible, pero está en contra del núcleo de sus creencias. —La mayoría de las IDs tenían una imaginación espantosa. No sabían contar chistes, pero tampoco cometer crímenes.

—Hipótesis: deportaron a toda la población; la distribuyeron en distintas colonias prisión. Especula.

—Es posible. Pero la logística sería una pesadilla. Los utópicos valoran las soluciones elegantes.

Con un movimiento de mano, Mada eliminó a su planeta natal de la pantalla, como para suprimir su desconcertante imposibilidad.

—Hipótesis: los utópicos ya no existen porque triunfó la revolución. Especula.

—Es posible, pero ¿dónde están todos? ¿Y por qué retrotrajeron al planeta a su estado primigenio?

Mada gruñó con disgusto.

—¿Y que pasa si —se golpeó la frente con un dedo— somos nosotras las que no existimos? ¿Si saltamos a otra línea temporal? ¿Una línea donde el descubrimiento de Auténtico nunca ocurrió? Quizás, en esta línea de tiempo nunca existió un Imperio Utópico, ni una Gran Expansión, ni una Era Espacial… tal vez, ni siquiera una civilización humana.

—No se puede saltar a otra línea temporal aleatoriamente. —La nave parecía enfadada por la sugerencia—. He monitoreado todas nuestras reinserciones dimensionales con mucho cuidado y te aseguro que todos estos eventos sucedieron en la línea de tiempo que ocupamos actualmente.

—¿Dices que no hay posibilidad?

—Si quieres escribir una fábula ¿para qué te molestas en pedirme opinión?

Mada rió con crispación. —Muy bien. Necesitamos más datos. —Por primera vez desde que estaba varada en el tiempoarriba, sintió un cosquilleo en el peso muerto que llevaba dentro—. Comencemos con el sistema utópico más cercano.

 

 

persiguiendo sombras

 

El sistema HR683 estaba abandonado y todas las señales de ocupación humana se habían borrado. Mada no podía estar segura de que todo hubiera sido restaurado a su estado pre-Expansión porque la base de datos de la nave referente a los recursos utópicos tenía muchas lagunas. De manera similar, el HR4523 estaba vacío. El HR509, también llamado Tau Ceti, se encontraba a sólo 11,9 años luz de la Tierra y había sido el primer puesto de avanzada de la Gran Expansión. Su sistema planetario también carecía de vida inteligente y de artefactos humanos… con una sola y asombrosa excepción.

Nueva L.A. se extendía a lo largo de las costas del Mar Sterling como un almuerzo de picnic a medio comer. Algo había arrancado los techos de los edificios a mordiscones y había masticado los muros. Los esqueletos de metal se pudrían en sus muelles, los transportes se disolvían, convertidos en manchas pardas y doradas. Los bulevares, antes orgullosos, se desmoronaban bajo la luz anaranjada; el único tránsito era el de la basura, persiguiendo sombras y volando con el viento.

Mada se alegró de estar reconociendo las ruinas desde una órbita baja. Una inspección más cercana la habría aterrado.

—¿Hubo una guerra?

—Tal vez hubo una guerra —dijo la nave—, pero no fue lo que ocasionó esto. Creo que se trata de una deconstrucción deliberada. —Con la pantalla en ampliación máxima, se veía un muro de hormigón picado de pequeños orificios de los que salían nubes de polvo en forma intermitente—. La composición de ese polvo contiene piedra caliza, arena y silicato de aluminio. Los edificios están repletos de nanobots que se comen el hormigón.

—¿Cuánto tiempo hace que está ocurriendo esto?

—Como estimación, cien años, pero el cálculo podría estar desacertado por un orden de magnitud.

—¿Quién lo hizo? —dijo Mada—. ¿Por qué? Especula.

—Si es el resultado de una guerra, parecería que los vencedores quisieron borrar todo rastro de los derrotados. Pero aparentemente no pelearon por los recursos. Supongo que podemos imaginar que un profundo antagonismo ideológico entre ambos bandos terminó en esto, pero considero que una psicología cultural tan extremista es poco probable.

—Espero que tengas razón. —Mada sintió un escalofrío—. ¿Lo provocaron ellos mismos, entonces? ¿Tal vez terminaron lo que tenían que hacer en este sitio y quisieron dejarlo como lo encontraron?

—Es posible —dijo la nave.

Mada decidió que también había terminado con Nueva L.A. Se habría consolado de una manera perversa si hubiese encontrado a sus enemigos ejerciendo el poder en algún sitio. Le habría proporcionado una forma más fácil de calcular cuál era su deber. Sin embargo, estaba casi segura de que la respuesta a este misterio era que dos mil milenios habían vencido tanto a la revolución como a los utópicos y que ella y su camada habían sido diseñadas en vano.

Pero no tenía nada mejor que hacer en la eternidad, salvo tratar de descubrir qué había sido de su especie.

 

 

vacaciones infinitas

 

El Océano Atlántico ahora era más grande que el Pacífico. El Mar Mediterráneo había sido eliminado del mundo por la colisión de África, Europa y Asia. América del Norte se había desprendido de América del Sur y se tocaba con Siberia. Australia flotaba hacia el ecuador.

Según la nave, la población de la Tierra era como la del siglo quince CE. En el mundo natal vivían apenas quinientos millones de personas y, por lo que Mada podía apreciar, ninguna de ellas tenía nada importante que hacer. Los medios de producción y distribución, la generación de energía y el procesamiento de residuos estaban bajo el control de Inteligencias Dependientes como la nave. A pesar de los reiterados escaneos, la nave no logró detectar signos de la presencia de seres inteligentes independientes que supervisaran el sistema.

Había sólo un puñado de ciudades, ninguna con más de doscientos cincuenta mil habitantes. Las IDs las mantenían inmaculadamente limpias y en un orden escrupuloso: parecían bases de datos pobladas de gente en lugar de información. La mayoría de los habitantes pasaban sus vidas bucólicas en bonitas aldeas y pueblos pintorescos con vista a un lago, al océano o a las montañas.

La humanidad había contratado unas vacaciones infinitas.

—Puede que las IDs estén controladas por los clanes mentales —dijo Mada—. Tendría sentido.

—Dudoso —dijo la nave—. Los seres inteligentes independientes generan una perturbación específica en la sexta dimensión.

—¿Puede haber un dictador secreto entre los humanos, una oligarquía oculta?

—No observo evidencias de que haya personas al mando. ¿Y tú?

Mada meneó la cabeza. —¿Eligieron vivir en un museo —preguntó— o los condenaron a hacerlo? Es obvio que aquí no rige el Primer Derecho; esta gente vive sólo una ilusión de individualidad. Y tampoco el Segundo Derecho. Sus cuerpos son como uniformes… todavía son esclavos de la biología.

—No hay enfermedades —dijo la nave—. Parecen funcionalmente inmortales.

—Eso no nos dice mucho, ¿verdad? —respondió Mada con desdén—. Tal vez se trata de un plan para reiniciar la raza humana desde el principio. O quizás son como semillas, almacenadas aquí hasta que venga alguien a plantarlas. —Apagó las pantallas con un ademán—. Quiero bajar para observar de cerca.

—¿Qué debo pasarte?

—Para empezar, ropa. —La nave exhibió en pantalla una selección de los estilos en boga. Eran de una extravagancia variada, desde túnicas aglobadas de color pastel hasta fundas de metal luminiscente pegadas a la piel, camuflajes emplumados y trajes enterizos fabricados con lo que parecía barro seco.

—El diseño de modas es uno de sus pasatiempos principales —dijo la nave—. Además, posiblemente querrás tener genitales y los caracteres sexuales secundarios de rigor.

Mada tardó la mayor parte del día en segregar ovarios, trompas de Falopio, un útero, un cérvix y una vulva y en readaptar su vagina. Todos esos órganos innecesarios la hacían sentir hinchada. Los senos le parecían un desperdicio de tejido; se los hizo lo más pequeños que pudo y que la nave juzgó aceptables. Discutieron sobre los diversos parches de vello que la nave le dijo que necesitaba. Claramente, mantenerlos en orden exigiría una atención constante. No le importó suavizar sus garras y convertirlas en uñas, pero tener que deshacerse de los bigotes le provocó un gran disgusto. Sin ellos, el aire era prácticamente invisible. Al principio, cuando caminaba, sentía picazón en su nueva vulva, pero luego se acostumbró.

La nave entró en la atmósfera de la Tierra por la noche y aterrizó en lo que alguna vez había sido Saskatchewan, Canadá. Volcó la mayor parte de su masa en las dimensiones vacías y se convirtió en un pantalón negro y embolsado, un suéter de cuello bote del color del musgo y un par de mocasines marrones con suela antideslizante. Logró ocultar todo su aparato sensorial en un cinturón de lona.

Eran las 9:14 de la mañana del 23 de junio del año 19.834.004 CE cuando Mada entró a paso lento en la aldea de Armonioso Esfuerzo.

 

 

la manzana del diablo

 

Armonioso Esfuerzo constaba de cinco tiendas de ropa, seis restaurantes, tres joyerías, ocho galerías de arte, un fabricante de instrumentos musicales, un taller de artesanía, un tejedor, un alfarero, un taller de trabajos en madera, dos tiendas de velas, cuatro teatros con capacidad de entre veinte y trescientas personas y una enorme tienda de artículos deportivos adosada a un estadio techado en miniatura. Al parecer, había apartamentos encima de casi todos estos establecimientos, muchos con vista al cercano lago Conejo.

Tres de los restaurantes —ElPalacio de la Abundancia de Hassan, La Manzana del Diablo y Laurel’s— prácticamente se apretujaban unos contra otros, afirmando su posición en la calle Soneto, que bordeaba el lago. Sentados displicentemente frente a cada uno de ellos, había camareros mirando unas pantallas de mano. Se pusieron de pie de un salto, todos a la vez, cuando Mada apareció en la esquina.

—Buen día, señora. ¿Ha comido ya?

—Bienvenida, hermosa extranjera. Venga a partir los panes con nosotros.

—¡Todas comidas naturales, amiga! Ligeramente cocidas, humildemente servidas.

Mada viró hacia el medio de la calle para estudiar la situación, mientras los camareros seguían llamándola.

~¿Puedo elegir el que quiera?~ le subvocalizó a la nave.

~En una economía basada en la atención~ replicó la nave, ~lo único que esperan de ti es que seas su público.~

Pasando apenas El Palacio de Hassam, el delgado camarero de La Manzana del Diablo le ofrecía una sonrisa torcida, sinuosa. Su cabello negro caía sobre las hombreras de su camisa. Llevaba unas botas altas hasta la rodilla y pantalones cortos y sueltos de color óxido, pero fue su pequeña capa lo que la decidió.

Cuando pasó junto a ella, la camarera de Hassam prácticamente le gritó:

—Señora, por favor, las masas de al lado son desabridas. —Agitó la pantalla manual frente a Mada—. Lea las críticas. ¿A quién se le ocurre poner langostinos en los muffins?

El camarero de La Manzana del Diablo se llamaba Owen. La acompañó hasta una de las tres mesas del diminuto restaurante. Por sugerencia suya, Mada pidió duraznos escalfados con mousse de queso blanco, tarta de espárragos, torrijas horneadas de naranja y nuez y huevos cocidos. Owen le sirvió los duraznos, pero fue Edris, la chef y dueña, quien emergió de la cocina para retirar el plato.

—La mousse, señora, ¿le ha gustado? —preguntó, radiante.

—Estaba buena —dijo Mada. La sonrisa de la mujer se encogió una vez y media.

—¿Diría usted que tenía suficiente ralladura de limón?

—Sí. Muy rica. —La respuesta de Mada pareció consternar a Edris aún más. Cuando vino a retirar el segundo plato, palideció al ver el trocito de tarta que Mada no se había comido.

—Lo sabía. —La chef retiró el plato bruscamente—. La masa no estaba bien esponjosa. —Hizo rodar el ofensivo pedazo de tarta entre el pulgar y el índice.

Mada levantó las manos en señal de protesta.

—No, no. Estaba deliciosa. —Notó que Owen estaba encogido en el rincón más lejano del restaurante.

—¿Tal vez mucho queso Colby y poco gruyere? —gruñó Edris—. ¿No tiene nada que comentar?

—No le cambiaría nada. Estaba perfecta.

—La señora es muy amable —dijo Edris moviendo apenas los labios, y luego se replegó.

Un momento después, Owen puso frente a Mada un humeante plato de torrijas.

—Disculpe —dijo Mada tirándole de la manga.

—¿Hay algo mal? —El hombre retrocedió lentamente—. Debe hablar con Edris.

—Todo está bien. Me preguntaba si usted podría decirme cómo llegar a la biblioteca local.

Edris salió de la cocina como una tromba.

—¿Qué estás haciendo, cerebro de hormiga? Distraes a mi clienta con tu cháchara absurda. Vete de aquí. Sal de mi restaurante ahora mismo.

—Por favor, no. Él… —dijo Mada, pero Owen ya estaba del otro lado de la puerta y caminando por la calle, llevándose con él sus ganas de comer.

~Estás haciendo algo mal~ subvocalizó la nave.

Mada bajó la cabeza.

~¡Ya lo sé!~

Paseó la torrija por el lago de jarabe de arce varios minutos, pero no pudo comerla.

—Disculpe —llamó, poniéndose de pie abruptamente—. ¿Edris?

Edris abrió la puerta de la cocina con el hombro y se acercó, trayendo una bandeja con una copa plateada que contenía un huevo. Quedó paralizada cuando vio lo que estaba ocurriendo con la torrija y su única clienta.

—Fue una de las comidas más deliciosas de mi vida. —Mada retrocedió hacia la puerta. No quería saber nada de huevos, cocidos o no.

Edris puso la bandeja frente a la silla vacía de Mada.

—Señora, el arte de la cocina necesita de la lengua del cliente —dijo en tono gélido.

Mada buscó el pestillo a tientas.

—Todo estuvo muy, muy maravilloso.

 

 

sin comentarios

 

Mada avanzó sigilosamente por el callejón Lírica, que corría detrás del estadio, intentando comprender por qué los había ofendido. En esta economía basada en la atención, era obvio que prestar atención no alcanzaba. Tenía que haber algún otro protocolo cultural que ella y la nave desconocían. Lo que probablemente tenía que hacer era regresar y explorar las tiendas de ropa, quizás comprar una cacerola o unas velas y ver qué información adicional podía descubrir. Pero a Mada nunca le había gustado mucho hacer el papel de tonta como estrategia de aprendizaje. Quería el mapa, la guía local… algún indicio, preferentemente secreto.

~Escaneando~ subvocalizó la nave. ~Alguien te está siguiendo. Acaba de agacharse detrás del seto de ligustro a doce punto tres metros a la derecha. Es el camarero, Owen.~

—Owen —llamó Mada—, ¿eres tú? Discúlpame por meterte en problemas. Eres un excelente camarero.

—En realidad, no soy camarero. —Owen espió por encima del seto—. Soy poeta.

Ella le dedicó la mejor de sus sonrisas.

—Dijiste que me llevarías a la biblioteca. —Por alguna razón, la sonrisa se demoró en su rostro—. ¿Podemos ir ahora?

—Primero escucha uno de mis poemas.

—No —dijo ella con firmeza—. Owen, creo que no me estás prestando atención. Dije que me gustaría ir a la biblioteca.

—Está bien, pero no voy a acostarme contigo.

Mada quedó perpleja.

—¿En serio? ¿Y por qué?

—No me atraen las mujeres con senos pequeños.

Por primera vez en su vida, Mada sintió la puñalada de las hormonas ofendidas.

—Ven a hablar conmigo.

No había ninguna parte inmediata del seto que estuviese despejada y Owen tuvo que atravesarlo.

—Hay algo en mí que no te gusta —dijo, mientras se abría paso laboriosamente entre las ramas.

—¿Ah, sí? —Mada lo pensó—. Tu capa me gusta.

—¿Qué es lo que no te gusta? —Owen escapó de las garras del ligustro y se sacudió las hojas del pantalón.

—Supongo que no me gusta tu mentalidad cerrada. No es una cualidad atractiva para un poeta.

Los ojos de Owen destellaron, al tiempo que se ponía en puntas de pie y comenzaba a declamar:

Al marcharte en primavera yo creí que moriría

y el amor que en resguardo me dejaste perdería.

Abrazarte una vez más es mi único deseo

antes de entregarme de la muerte al largo sueño.

Ilustraba su poema con gesticulaciones ampulosas, moviendo los brazos. En «de la muerte al largo sueño» unió las manos como si estuviese rezando, luego las llevó hacia un costado de su cabeza, se recostó sobre ellas y cerró los ojos. Mantuvo esa pose, en silencio, durante un tiempo insoportablemente largo.

—Es bonita —dijo Mada por fin—. Me gusta la rima.

Él suspiró y bajó los talones. Dejó caer los brazos y la miró con ojos fijos y acusadores.

—Tú no eres de aquí.

—No —dijo ella.

~¿De dónde soy?~ subvocalizó. ~Algún sitio que él tenga que buscar.~

~Marble Bar. Está en Australia.~

—Soy de Marble Bar.

—No… me refiero a que no eres una de nosotros. No haces comentarios.

En ese momento, Mada comprendió.

~Quiero saltar cuatro minutos tiempoabajo. Necesito deshacer esto.~

~.esto deshacer necesito. tiempoabajo minutos cuatro saltar Quiero~ .comprendió Mada, momento ese En. comentarios haces No. nosotros de una eres no que a refiero me …No— Bar Marble de Soy— ~.Australia en Está. Bar Marble.~ ~buscar que tenga él que sitio Algún ~subvocalizó ~¿soy dónde De?~ .ella dijo— ,No— . aquí de eres no Tú— .acusadores y fijos ojos con miró la y brazos los caer Dejó. talones los bajó y suspiró Él. rima la gusta me .—fin por Mada dijo— bonita Es. largo insoportablemente tiempo un durante, silencio en, pose esa Mantuvo. ojos los cerró y ellas contra cabeza la apoyó, rezando estuviese si como manos las unió «sueño largo al muerte la de» En. brazos los moviendo, ampulosas gesticulaciones con poema su Ilustraba. sueño largo al muerte la de entregarme de antes deseo único mi es más vez una Abrazarte. perdería dejaste me resguardo en que amor el y moriría que creí yo primavera en marcharte Al :declamar a comenzaba y pie de puntas en ponía se que tiempo al, destellaron Owen de ojos Los. poeta un para atractiva cualidad una es No. cerrada mentalidad tu gusta me no que Supongo— .pantalón del hojas las sacudió se y seto del garras las de Escapó— .gusta te no Que—. gusta me capa Tu .—pensó lo Mada— ¿sí, Ah?— . ramas las entre laboriosamente paso abría se mientras, dijo— gusta te no que mí en algo Hay—. atravesarlo que tuvo Owen y despejada estuviese que seto del inmediata parte ninguna había No .háblame y aquí Ven—. ofendidas hormonas las de puñalada la sintió Mada, vida su en vez primera Por. pequeños senos con mujeres las atraen me No— ¿qué por Y? ¿serio En?— .perpleja quedó Mada. contigo acostarme a voy no pero, bien Está— .biblioteca la a ir gustaría me que Dije. atención prestando estás me no que creo, Owen .—firmeza con ella dijo— No. poemas mis de uno escucha Primero—

Mientras la nave se movía vertiginosamente por las dimensiones vacías, el triespacio se volvió líquido como un sueño. Las hojas se mancharon y los edificios se fundieron uno con el otro. El rostro de Owen era un remolino.

—Quieren críticas —dijo Mada—. Les gusta considerarse artistas, pero son inseguros respecto a sus logros. Quieren que el público se comprometa con lo que están haciendo, que los ayuden a mejorar. Parece que todos esperan comentarios.

—Ya veo —dijo la nave—. Pero ¿vale la pena deshacer lo hecho por un pueblerino de mala muerte? Comencemos de nuevo en otro lugar.

—No, tengo una idea. —Mada comenzó dirigir más células grasas hacia sus senos. Por primera vez desde que comenzara el salto tiempoarriba, Mada vislumbró cuál podía ser su deber—. En breve voy a necesitar grandes efectos especiales. Prepárate para recuperar masa y resustanciar el casco cuando te lo ordene.

—Primero escucha uno de mis poemas.

—Adelante. —Mada cruzó los brazos sobre el pecho—. Te escucho.

Owen se puso en puntas de pie y declamó:

Al marcharte en primavera yo creí que moriría

y el amor que en resguardo me dejaste perdería.

Abrazarte una vez más es mi único deseo

antes de entregarme de la muerte al largo sueño.

Ilustraba su poema con gesticulaciones ampulosas, moviendo los brazos. En «de la muerte al largo sueño» unió las manos como si estuviese rezando, luego las llevó hacia un costado de su cabeza, se recostó sobre ellas y cerró los ojos. Mantuvo la pose apenas un instante antes de que Mada lo interrumpiera.

—Owen —dijo ella—. Estás haciendo el ridículo.

Él se sacudió como si lo hubiesen golpeado en la cabeza con una pala.

Mada señaló el suelo que tenía delante.

—Es mejor que te sientes a escuchar mis comentarios.

Owen dudó y luego se acomodó a los pies de ella.

—La métrica está bastante bien, pero esa destreza es puramente mecánica. —Se puso a caminar en círculos alrededor del hombre—. Un horno inteligente podría hacer lo mismo. ¡Deja de moverte!

Mada no había visto el hormiguero que se encontraba cerca del lugar que había elegido para Owen. Las primeras exploradoras estaban comenzando a explorarlo. Eso encajaba perfectamente en su plan.

—Tu verdadero problema —continuó— es que no sabes nada de la muerte y es posible que muy poco del deseo.

—Sí sé de la muerte —Owen acercó los pies a su cuerpo y se agarró las rodillas—. Todos saben. Las flores mueren, las ardillas mueren.

—¿Alguna vez murió alguien que tú conocías?

Él frunció el ceño. —No la conocí personalmente, pero una vez una mujer se cayó del acantilado de Alegrencuentro.

—Owen, ¿tuviste madre?

—No te burles de mí. Todos tienen madre.

Mada pensó que no era el momento de decirle que ella no; que ella y sus hermanos, la camada de mil revolucionarios, se habían autogenerado.

—Abre la mano —. Mada levantó una hormiga—. Esta es tu madre. —La aplastó y la puso sobre la palma de Owen.

Owen miró la hormiga muerta y luego otra vez a Mada. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Creo que te amo —dijo—. ¿Cómo te llamas?

—Mada —Se inclinó para acomodarle la capa—. Pero amarme sería una muy mala idea.

 

 

lo único que queda

 

En la biblioteca, Mada se sorprendió al encontrar algunos libros de verdad, impresos en plástico de verdad. Una ID primitiva había catalogado el resto de la colección: miles de millones de gigabytes en archivos de texto, gráficos, audio, video y RV. Nada de eso le dijo a Mada lo que quería saber. La biblioteca tenía sims del Nuevo Reino de Egipto, la dinastía Abbasid del Islam y la Base Internacional de la Luna, y luego un asombroso vacío. La búsqueda de datos sobre Auténtico, los utópicos, Tau Ceti, la ingeniería de la inteligencia y la teoría de la extensibilidad dimensional no dio ningún resultado. La historia se resumía al pasado muy reciente. La ID podía reproducir los planos que habían dejado los bots obreros al construir la biblioteca veintidós años antes, el menú del verano pasado de La Manzana del Diablo y el registro completo de los partidos ganados y perdidos de los Visones Negros, el club local de jugadores del «quemado», que en el último siglo había acumulado 533 victorias y 905 derrotas. Sabía que la mujer que había muerto en Alegrencuentro se llamaba Agnes y que dos años después de su muerte había nacido un bebé para reemplazarla, hijo de Chandra y Yuri, al que llamaron Herrick.

Mada apagó la pantalla con un movimiento de mano y se desperezó. Veía a Owen tendido con afectación sobre un diván cercano, como si posara para un retrato. Estaba absorto en su pantalla de mano. Mada notó que leía articulando las palabras con la boca. Cruzó el salón de lectura y se recostó junto a él, copiando su postura.

—¿Qué es eso? —preguntó.

Owen le dio la unidad de mano.

Quemando la nieve de Nadeem Jerad. ¿Te gustaría escuchar uno de sus poemas?

—Tal vez más tarde. —Se inclinó sobre él—. Estaba leyendo sobre la Base Lunar.

—Sí, historia antigua. Es bastante interesante, ¿no crees? Eso de los griegos, el Renacimiento y demás.

—Pero no encuentro registro de nada de lo ocurrido después.

—Es por las pesadillas —asintió él—. Sucedieron cosas terribles y por lo tanto las olvidamos.

—¿Qué cosas terribles?

Owen se golpeó un costado de la cabeza y sonrió.

—Por supuesto —dijo ella—. Y ahora ya no suceden cosas terribles.

—No. Ahora todos somos felices. —Owen estiró la mano y le apartó un mechón de pelo de la frente—. Tienes un cabello hermoso.

Mada ni siquiera recordaba de qué color tenía el pelo.

—Pero si sucediera algo terrible, ustedes querrían olvidarlo.

—Obviamente.

—La mujer que murió, Agnes. Sin duda, sus amigos se entristecieron mucho.

—Sin duda. —Ahora jugueteaba con el cabello de ella.

~Buena pregunta~ subvocalizó la nave. ~Deben tener algún mecanismo que les borra la memoria.~

—¿Te pasa algo?

El rostro de Owen era del tamaño de la luna. Mada tenía miedo de lo que él pudiera decirle a continuación. —Probablemente, Agnes tenía madre —le respondió.

—Una mamá y un papá.

—Debió ser terrible para ellos.

Owen se encogió de hombros. —Sí. Seguro la olvidaron.

Mada quería apartar la mano de Owen de su cabello de una bofetada.

—Pero ¿cómo es posible?

Él la miró con perplejidad. —¿De dónde eres?

—De Auténtico —dijo ella sin vacilar—. Queda muy, muy lejos de aquí.

Ilustración: Ferrán Clavero

—¿Allá no tienen bibliotecas? —Señaló las pantallas que los rodeaban—. Aquí es donde guardamos lo que no queremos recordar.

~¡Salta!~ logró subvocalizar Mada con dificultad. Era como si alguien le estuviera metiendo un dedo en la garganta. Si lo que sospechaba era cierto… ~Salta dos minutos tiempoabajo.~

~.tiempoabajo minutos dos Salta~ … cierto era sospechaba que lo Si .garganta la en dedo un metiendo estuviera le alguien si como Era .dificultad con Mada subvocalizar pudo ~¡Salta!~ .recordar queremos no que lo guardamos donde es Aquí .—rodeaban los que pantallas las Señaló— ¿bibliotecas tienen no Allá?— .aquí de lejos muy, muy queda .—vacilar sin ella dijo— Auténtico De—. ¿eres dónde De?— .perplejidad con miró la Él ¿posible es cómo Pero? bofetada una de cabello su de Owen de mano la apartar quería Mada .olvidaron la Seguro .Sí— .hombros de encogió se Owen .ellos para terrible ser Debió— .papá un y mamá Una— .dijo— madre tenía Agnes, Probablemente— . continuación a decirle pudiera él que lo de miedo tenía Mada .luna la de tamaño del era Owen de rostro El— ¿algo pasa Te?— ~pregunta Buena~ nave la subvocalizó. ~.memoria la borra les que mecanismo algún tener Deben~ .ella de cabello el con jugueteaba Ahora— .duda Sin— .mucho entristecieron se amigos sus, duda Sin. Agnes, murió que mujer La— .Obviamente— .olvidarlo querrían ustedes, terrible algo sucediera si Pero— .pelo el tenía color qué de recordaba siquiera ni Mada.

Mada se envolvió con sus propios brazos para evitar que las dimensiones vacías alcanzaran el otro vacío que albergaba en su interior. ¿Le pasaba algo?

Por supuesto que sí, pero no esperaba decirlo en voz alta.

—He perdido todo y esto es lo único que queda.

A su lado, Owen resplandeció como la superficie del lago Conejo.

—¿Qué, Mada? —dijo la nave.

—Olvídalo —dijo ella. Cuando rió, creyó escuchar que algo se quebraba.

Mada ni siquiera recordaba de qué color tenía el pelo.

—Pero si sucediera algo terrible, ustedes querrían olvidarlo.

—Obviamente.

—A mí me sucedió algo terrible.

—Lo lamento. —Owen le apretó el hombro—. ¿Quieres que te muestre cómo se usan las tiaras? —Señaló un anaquel donde había unas cintas de malla metálica.

~Escaneando~ subvocalizó la nave. ~Interceptores de microcorriente capaces de modular las respuestas post-sinápticas. Creí que eran una especie de I/O de RV.~

—No. —Mada se alejó de Owen y saltó del sofá. Estaba indignada porque esta gente quemaba sus recuerdos deliberadamente. ¿Cuántos dedos del pie golpeados y amores desgraciados había olvidado Owen? De haber tenido la posibilidad, habría lanzado a todo el pueblo de Armonioso Esfuerzo tiempoabajo, directamente a la mina de identidad. Cuando Owen se levantó tras ella, Mada lo tomó de la mano—. Tengo que salir de aquí ahora mismo. —Lo arrastró fuera de la biblioteca, hacia la inocente luz del sol.

—Espera un minuto —dijo él. Ella siguió remolcándolo por la calle Oda hasta que salieron del pueblo—. ¡Espera! —Owen clavó los pies, la arrastró hacia él y la obligó a darse vuelta rápidamente—. ¿Por qué estás tan alterada?

—No estoy alterada. —La sangre le martilleaba las sienes y el sudor le picaba en las axilas.

~Te necesito ahora~ subvocalizó.

—Muy bien —dijo—. Es hora de que lo sepas. —Inspiró profundamente—. Estábamos hablando de historia antigua, Owen. ¿Te acuerdas de la época en que los dioses intervenían en los asuntos de la humanidad?

Owen la miró con los ojos desorbitados, como si le estuvieran creciendo habichuelas en las orejas.

—Soy una diosa, Owen, y he venido a buscarte. Te convoco a cumplir con tu destino. Mi intención es inspirarte poemas grandiosos.

Él abrió la boca y volvió a cerrarla.

—Mis adoradores me llaman con muchos nombres. —Mada elevó una mano al cielo.

~¿Me ayudas?~

~Prueba con Atenea. Aquí van los datos.~

—Para los griegos era Atenea —continuó Mada—, la diosa de las ciudades, de la tecnología y las artes, de la sabiduría y la guerra. —Extendió la mano hacia el rostro azorado de Owen, apuntándole al entrecejo con el índice—. A diferencia de ti, yo no tuve madre. Surgí completamente adulta de la frente de mi hacedor. Soy Atenea, la diosa virgen.

—¿Tan estúpido crees que soy? —Owen se estremeció y apartó los ojos de la mirada feroz de Mada—. Yo vivía en Ciudad Arce, Mada. No soy un campesino simplón. No esperarás que crea estas tonterías de la diosa, ¿verdad?

Mada se desmoralizó, confundida. Por supuesto que esperaba que se lo creyera.

—No quise faltarte el respeto, Owen. Pero la verdad es que… —No era tan fácil como había pensado—. Lo que espero es que creas en tu propio potencial, Owen. Lo que espero es que seas tan valiente como para abandonar este sitio y acompañarme. A las estrellas, Owen, a las estrellas y a fundar un nuevo mundo. —Cruzó los brazos sobre el pecho, agarró los bordes de su camiseta color musgo, se la quitó por encima de la cabeza y la arrojó hacia atrás. Antes de que tocara el suelo, la nave la amplificó con suficiente masa recuperada de las dimensiones vacías para resustanciar los módulos de comando y vivienda.

Mada se sintió muy complacida por la manera en que Owen intentaba evitar mirarle los senos sin lograrlo. Se quitó los mocasines antideslizantes y detrás de ellos apareció el puente. Se deshizo del pantalón negro embolsado; cuando se lo arrojó a Owen, él retrocedió. Segundos después, se miraban bajo la luz metálica de la escalerilla principal de la nave.

—¿Y bien? —dijo Mada.

 

 

el deber

 

A Mada le costaba aceptar que Auténtico ahora era como era. Veía los fantasmas de las grandes ciudades, oía el murmullo de los amigos muertos. Decidió vivir en el bosque que antes había sido el Mar Verde, donde no encontraba referencias que le recordaran lo que había perdido. Ordenó a la nave que comenzara a construir una infraestructura similar a la que habían hallado en la Tierra, capaz de sustentar a una población tecnológicamente avanzada. Tomando masa huérfana de las dimensiones vacías, la nave pronto se enfrascó en esta tarea monumental. Mada extrañaba su compañía; rara vez utilizaba el enlace que le había dejado… un anillo de plata con conexión directa a su aparato sensorial.

El primer esfuerzo de la nave consistió en formar la granja que Owen bautizó Atenas. Comprendía una vivienda, una planta de fluidos, un yacimiento de grava y un granero. Unos caminos de tierra conducían a diferentes minas y campos cubiertos por domos y atendidos por los bots de la nave. Mada construyó una biblioteca aislada, aunque no muy alejada, en la espesura del bosque, y declaró que se usaría para adquirir información, no para destruirla. Owen pasaba muchas veladas allí. Decía que estaba tratando de merecer a Mada.

Se sintió muy halagado cuando ella le dijo que, como parte de su entrenamiento como poeta, debía inventar nombres para todos los pájaros, las bestias, las flores y los árboles de Auténtico.

—Pero ya deben tener nombre —dijo él mientras caminaban de regreso a la casa desde un campo de soja recién labrado.

—Los que les dieron nombre ya no existen —dijo ella—.Los nombres desaparecieron con ellos.

—Tu gente. —Owen esperó a que ella respondiera. El viento suspiraba entre la vegetación—. ¿Qué les sucedió?

—No lo sé. —En ese momento, Mada se arrepintió de haberlo traído a Auténtico.

Owen suspiró. —Debe ser difícil.

—Tú abandonaste a tu gente —contestó ella. Lo dijo para lastimarlo, porque él la estaba lastimando con sus preguntas inconvenientes.

—Por ti, Mada. —La soltó—. Sé que tú no los abandonaste por mí. —Levantó un guijarro y lo sostuvo frente a su rostro—. Ahora te llamas mada-piedra —le dijo al pedrusco— y lo que golpees… —lo arrojó hacia el bosque y el guijarro rebotó contra un árbol— se llamará mada-árbol. Plantaremos campos de mada-semillas, exprimiremos el jugo de las dulces mada-frutas y bailaremos por las mada-calles el resto de nuestros días. —Rió, la rodeó de la cintura con un brazo y la meció describiendo círculos, levantando polvo del camino. Ella se sorprendió tanto que también rió.

Mada y Owen dormían en cuartos separados, de modo que ella no podía asegurar con exactitud cómo sabía que él quería tener sexo. Owen nunca había mencionado el tema, salvo el primer día, cuando especificó que no la deseaba. Tal vez era porque la rozaba continuamente sin ningún motivo aparente. Era difícil que ocurriera por casualidad, considerando que eran las únicas dos personas de Auténtico. En su interior, Mada se alegraba de la vacilación de Owen. Aunque había intimado emocionalmente con sus hermanos de camada, ninguno de ellos se había insertado en sus cavidades corporales.

Pero, para bien o para mal, había elegido a este hombre para que la acompañara en este curso de acción. Aunque la Galaxia hubiese olvidado la revolución hacía dos décimas de giro, Mada aún sentía la llamada del deber.

—¿Cómo es besar? —preguntó esa noche mientras terminaban de cenar.

Owen colocó el tenedor sobre el plato de coliflor al curry.

—¿Nunca has besado a nadie?

—Por eso lo pregunto.

Owen se inclinó por encima de la mesa y le rozó los labios con los suyos. El breve contacto hizo subir un rubor a las mejillas de Mada, como si acabara de venir corriendo desde el yacimiento de grava.

—Así —dijo él—. Pero mejor.

—¿Sigues pensando que mis senos son muy pequeños?

—Nunca dije eso. —Owen se puso rojo.

—Fue un comentario que hiciste… o que pensaste hacer.

—¿Un comentario? —La palabra «comentario» pareció adherirse a su garganta; lo hizo toser—. Hacer un comentario sobre algún aspecto de la obra no significa que la rechazas en su totalidad.

Mada bajó la vista para mirar el escote de su vestido. No había hecho aumentar demasiado la masa de sus senos… tal vez diez o doce gramos, pero ahora la vasodilatación había comenzado a hincharlos aún más. También sentía que la sangre fluía hacia sus órganos reproductores. Era un peso placentero que la hacía sentir ligera como el polen.

—Sí, pero… ¿crees que son muy pequeños?

Owen se levantó de la mesa y se acercó a la silla de Mada. Le puso las manos sobre los hombros y ella reclinó la cabeza contra él. Había algo entre su mejilla y el vientre de Owen. Lo escuchó decir «Tus senos son los más perfectos de todo el planeta», como si le hablara desde una gran distancia, y entonces se dio cuenta de que ese algo debía ser su pene.

Después, ninguno de los dos hizo muchos comentarios.

 

 

nueve horas

 

Mada miraba fijamente el techo, con los ojos bien abiertos, pero sin ver. Su concentración se había vuelto hacia dentro. Después de apartarse de Owen, él le había puesto el brazo izquierdo sobre el vientre, había acercado su cadera a la de él y le había dado el último beso de la noche. Ahora los músculos de su brazo estaban laxos y ella oía la marea de su respiración, al tiempo que liberaba un óvulo dentro de la nube de espermatozoides que culebreaban en sus trompas de Falopio. Los nadadores más vigorosos atravesaron la membrana del óvulo con sus cabezas y se disolvieron, dejando salir el material genético. Inmediatamente, Mada comenzó a entrecruzar las hebras de ADN antes de que el huevo fertilizado se dividiera por primera vez. Nunca podría resucitar a la revolución si no contaba con la diversidad necesaria. Satisfecha con su intervención, Mada hizo descender el blastocisto por las trompas de Falopio hasta que se adhirió a la pared del útero. Ella lo azuzó y entonces la bolita de células se convirtió en una coma de cabeza grande y cola delgada. Un conjunto de células se especializó y se plegó, formando un tubo que recorría el embrión en toda su longitud, tejiendo fibras nerviosas. En ambos huecos de la cabezota apareció un pigmento oscuro que pronto se transformó en ojos. La boca se abrió lentamente; en ella latía un corazón de un solo ventrículo. En el extremo frontal del tubo neural florecieron las vesículas que más tarde se convertirían en el cerebro. Se dilataron cuatro capullos, dos cerca de la cabeza y dos en la cola. Del par superior brotaron paletas que, perforadas por rayos de células que Mada inmediatamente comenzó a osificar, generaron los huesos de los dedos. Los brotes inferiores se estiraron para formar unas piernas delicadas. A medianoche, el embrión ya tenía el tamaño de una uña; comenzó a moverse y se transformó en feto. Tuvo los ojos al descubierto unos minutos, pero pronto aparecieron las pestañas. Mada y Owen iban a tener un varón; ahora, su pene era una pequeña protuberancia de carne. Burbujas de tejido se introdujeron en la cabeza y se tornaron orejas. Mada escuchaba que él escuchaba los latidos de su corazón. El feto perdió la cola y los intestinos se deslizaron por el cordón umbilical hasta entrar en su abdomen. Mientras las huellas digitales se curvaban y espiralaban, se metió el pulgar en la boca. A Mada le costaba respirar porque el feto flotaba en lo alto de su útero. Se acomodó en una posición más erguida y Owen se quejó en sueños. De pronto, Mada sintió que la coliflor al curry le estaba dando acidez. Entonces, los músculos de su útero se tensaron y el dolor invadió su vientre dilatado.

~Bebe esto.~ La nave sustanció un vaso de nanonutriente sobre la mesa de noche. ~De ahora en adelante, la masa del feto aumenta rápidamente.~ La bebida tenía gusto a clavo oxidado. ~Todo está bien.~

Cuando el feto se puso cabeza abajo, a Mada le pareció que estaba ensayando una rutina de gimnasta. Pero luego se encajó de cabeza en su pelvis y se calmó, probablemente porque dentro de ella no había suficiente espacio para ponerse a gesticular aparatosamente como su padre. Ahora, Mada sentía electricidad en las piernas y dentro de la vagina, pues el bebé le apretaba los nervios. Ya era grande y crecía a un ritmo de casi un kilo por hora, agregando nueva musculatura y grasa. Mada ya estaba cansada de todo esto. Dormitó. A las 6:37 rompió bolsa y empapó la cama.

—Mmm. —Owen se alejó rodando del cálido y fragante charco de líquido amniótico—. ¿Qué dijiste?

Comenzaron las contracciones; Mada apoyó una mano en el pecho de Owen y apretó.

—Ayúdame —gimió.

—¿Qué…? —Owen se incorporó, apoyando los codos—. Eh, estoy mojado. ¿Cómo me…?

—¡O-Owen! —Mada sentía la cabeza del bebé expandiendo su vagina hasta el punto en que no era posible que la carne se expandiera.

—¡Mada! ¿Qué te pasa? —De pronto, el rostro de Owen estaba muy cerca del suyo—. ¿Qué está sucediendo, Mada?

Pero el bebé ya se estaba deslizando fuera de ella y la sensación era muchísimo mejor que la del único acto sexual que había experimentado en su vida. Contuvo la respiración y dijo:

—He parido un hijo.

Se llevó las manos a la entrepierna, tomó al bebé y se lo puso entre los senos, que ahora estaban enormes y le dolían mucho.

—Se llamará Owen —dijo ella.

 

 

dar a luz

 

Ilustración: Ferrán Clavero

Y Mada dio a luz a Enos y a Felicia y a Malaleel y a Ralph y a Jared y a Elisa y a Tharsis y a Masahiko y a Thema y a Seema y a Casper y a Hevila y a Djanka y a Jennifer y a Jojo y a Regma y a Elvis y a Irina y a Dean y a Marget y a Karoly y a Sabatha y a Ashley y a Siobhan y a Mei-Fung y Neil y Gupta y Hans y Sade y Moon y Randy y Genvieve y Bob y Nazia y Eiichi y a Justine y a Ozma y a Khaled y a Candy y a Pavel y a Isaac y a Sandor y a Veronica y a Gao y a Pat y a Marcus y a Zsa Zsa y a Li y a Rebecca.

Siete años después de su regreso a Auténtico, Mada descansó.

 

 

para siempre

 

Mada estaba convencida de que no era especialmente buena como madre; lo cierto era que la habían diseñado para tener coraje y pensar rápido, no para la crianza y la paciencia. No era por los llantos ni por los pañales sucios ni por las regurgitaciones; era porque la revolucionaria que llevaba dentro no soportaba la absoluta inutilidad de los bebés. Y sus instintos maternales fallaban a menudo. Les daba a sus hijos el juguete equivocado, o les preparaba el plato equivocado, o se quedaba callada cuando querían jugar, o los instigaba a hablar cuando necesitaban descansar. Mada y la nave habían calculado que cincuenta descendientes genéticamente manipulados proporcionarían la diversidad necesaria para repoblar Auténtico. Después del nacimiento de Rebecca, Mada se sintió más que feliz de poder dejar de tener hijos.

Aunque los niños parecían amarla a pesar de su torpeza, Mada no podía asegurar que ese amor fuera recíproco. Se burlaba constantemente de sus propias emociones, eliminando lo que ella consideraba simulación y sentimentalismo. Se preocupaba al pensar que la capacidad de amar tal vez no formaba parte de su diseño emocional. O tal vez se había insensibilizado por haber dado a luz cincuenta hijos en siete años.

Aparentemente, Owen disfrutaba de la paternidad. Cuando los niños querían jugar, lo llamaban a él. Sólo acudían a Mada para obtener respuestas y decisiones. A ella le gustaba ver cómo se acurrucaban cerca de Owen cuando él les contaba sus historias fantásticas. Él los levantaba cuando tropezaban y los dejaba sentarse sobre sus hombros para que pudieran ver exactamente lo que él veía. Le contaban secretos que nunca compartían con ella.

Los niños adoraban a la nave, que sustanció un bot de compañía para cada uno de ellos, en parte por protección. Todos habían heredado el sistema inmunológico casi invulnerable de su padre; sus cromosomas se replicaban mucho más allá del límite de Hayflick con integridad y fidelidad. Pero carecían de la habilidad materna de construir tejido y, por ende, corrían peligro de ahogarse o romperse el cuello. Los bots también brindaban la atención intensa e individualizada que los ocupados padres no podían ofrecer. Todos los niños estaban convencidos de que el bot de compañía de cada uno tenía una personalidad única. Hasta los de siete años eran demasiado pequeños para darse cuenta de que los bots reflejaban las personalidades ideales de cada uno. En general, los bots eran tan inteligentes como la nave, aunque ésta había programado sus IDs añadiéndoles un toque de ingenuidad y una tendencia a interpretar todo literalmente que permitía a los niños hacer de las suyas. Jugarle una broma al bot de un hermano o hermana era un deporte particularmente delicioso.

Después de siete años, Atenas había comenzado a expandirse. La biblioteca tenía el triple de tamaño y se había agregado un ala más, destinada a aulas y talleres. Había un nuevo gimnasio con vista a tres campos de juego. Owen le había pedido a la nave que construyera un pequeño teatro donde los niños pudieran ofrecer espectáculos para los demás. La casa original se había convertido en un anillo de viviendas conectadas por corredores y dispuestas alrededor de un patio central. Mada y Owen dormían en una casa diferente cada noche. Owen pensaba que era importante que los niños los vieran dormir en la misma cama y Mada estaba de acuerdo.

Después de tener a Rebecca, Mada necesitaba algo que hacer que no estuviera relacionado con los niños. Mandó a los bots agricultores de la nave a labrar un campo y ella se encargaba de atenderlo una hora por día. Se resistía a los intentos de Owen por llamar a esta actividad «el pasatiempo de mamá». Mada cultivaba verduras, porque las flores tenían poca utilidad. Aunque se especializó en los tubérculos, no era una agricultora especialmente hábil. Sin embargo, le encantaba desmalezar.

Era en esos momentos de quietud, mientras sus manos removían la tierra oscura, que pensaba en su compromiso con los Tres Derechos Universales. Después de dos décimas de giro, estaba claro que había perdido el entusiasmo. No por el primero, el que decía que los seres inteligentes independientes tenían el derecho a conservar su individualidad. Mada estaba orgullosa de que sus hijos fueran tan individuos como cualquier otra inteligencia, de carne y hueso o de maquinaria, podría haberlos hecho. Por supuesto, no tenían la necesidad imperiosa de ejercitar el segundo derecho, el de manipular sus propias estructuras físicas, porque ella ya se había encargado de eso. Cuando fuesen mayores de edad, si la nave quería introducirlos en la ingeniería molecular, ciertamente podrían hacerlo. No… el verdadero problema era que el tiempoabajo les estaba vedado para siempre a causa de la mina de identidad. ¿Cómo podría justificar la existencia de la nueva sociedad de Auténtico, creada por ella misma, si no podían disfrutar del tercer derecho: el libre acceso a las líneas temporales?

 

 

deshecho

 

—¡Mada! —Owen le hacía señas con la mano desde el borde de su huerta. Mada pestañeó: vestía la misma ropa que llevaba cuando ella lo había visto por primera vez, allá en la calle Soneto, delante de La Manzana del Diablo… incluida la pequeña capa roja. Owen le mostró una canasta de picnic—. Esta noche la nave vigilará a los niños —gritó—. Vamos, es nuestro aniversario. Yo mismo lo calculé. Hoy se cumplen ocho años desde que nos conocimos.

La llevó a un sitio en lo profundo del bosque y extendió una manta en el suelo. Se recostaron uno junto al otro y revolvieron la canasta. Había ensalada de curley con alperts y nueces, seso y emparedados de cebollino en pan de queso. Owen brindó por ella con vino de mada-fruta y le contó que Siobahn se había soltado del sillón y había dado sus primeros pasos, y que Irina quería que todos aprendieran a tocar un instrumento para poder ser la directora de la orquesta familiar, y que Malaleel acababa de preguntarle ese mismo día si la nave era una persona.

—No es una persona —dijo Mada—. Es una ID.

—Eso fue lo que le respondí. —Owen le quitó la corteza a su pan de queso—. Y él me dijo que, si no era una persona, cómo podía contar chistes.

—¿Le contó un chiste?

—La nave le preguntó «¿Por qué no puedes tener todo?» y después dijo «Porque… ¿dónde lo pondrías?».

Mada le dio un codazo en las costillas. —Me suena más a ti que a la nave.

—Te tengo un regalo —dijo él después de que se hartaron de comer—. Te escribí un poema.

No se puso de pie; no hizo gestos grandilocuentes y aparatosos. En cambio, Owen apartó la canasta de picnic a un costado, se acercó a Mada y le susurró al oído:

Amarte es como sentir la lluvia en mi lengua.

Tú bañas las hojas, riegas la tierra indiferente…

¿por qué, entonces, a mí me das tan poco?

Y, sin embargo, como la tonta cara de una flor,

yo sigo abriéndome al cielo.

Mada no estaba del todo segura de lo que le estaba sucediendo; a decir verdad, nunca antes había llorado.

—Me gusta que no rime. —Por lo que sabía, las lágrimas surgían de la tristeza—. Me gusta mucho. —Sollozó y sonrió y se secó las comisuras de los ojos con una servilleta—.Nunca más vuelvas a escribir en rima.

—Trato hecho —dijo él.

Mada se vio extendiendo una mano hacia Owen, acariciándole el costado del cuello y atrayéndolo hacia sí hasta que quedó tendido sobre ella. Entonces dejó de mirarse a sí misma.

—Basta de hijos. —El susurro de Owen pareció invadir su cabeza.

—Sí —dijo ella—. Basta.

—Ya te comparto con demasiados. —Owen deslizó una mano hasta la entrepierna de ella. Mada se arqueó hacia atrás y lo guió hasta el placer.

Cuando ambos terminaron, ella recorrió con un dedo el sudor que refrescaba la zona baja de la espalda de Owen y después lo lamió.

—Owen —dijo con un ronroneo de seda—. Esa fue la mejor.

—¿Ese es tu comentario?

—No. —Mada levantó la cabeza para verle los ojos—. Este es mi comentario: le escribes poemas de amor a la persona menos indicada.

—No hay ninguna otra —dijo él.

Ella lanzó un chillido y lo empujó hacia atrás. —Puede ser cierto —dijo, riendo—, pero se supone que no debes decir esas cosas.

—No, lo que quise decir fue que…

—Lo sé. —Apoyó un dedo sobre los labios de Owen y rió como uno de sus bebés. Mada cayó en la cuenta de que se sentía peligrosamente feliz. Se alejó de Owen; toda la ligereza se estrelló contra el peso de la culpa y la vergüenza. Su deber no era ser feliz. ¿Había estado a punto de traicionar la causa de los que la habían creado por quién? ¿Por este hombre?—. Hay algo que debo hacer. —Buscó a tientas su vestido—. No puedo evitarlo, lo lamento.

Owen la observó con cautela. —¿Por qué lo lamentas?

—Porque después seré diferente.

—¿Diferente en qué?

—La nave te lo explicará. —Se puso el vestido a los tirones—. Cuida a los niños.

—¿Qué quieres decir con «cuida a los niños»? ¿Qué estás haciendo? —Owen se lanzó sobre ella, pero Mada escapó de él en cuatro patas—. Dímelo.

—La nave dice que mi cuerpo puede sobrevivir. —Tambaleándose, Mada se puso de pie—. Es todo lo que puedo ofrecerte, Owen. —Salió corriendo.

No esperaba que Owen fuera tras ella… ni que corriera tan rápido.

~Te necesito~ le subvocalizó a la nave. ~Sustancia el módulo de comando.~

Owen estaba detrás. Diciendo algo. ¿Le hablaba a ella?

—No —jadeaba él—. No, no, no.

~Sustancia el módu…~

De pronto, Owen desapareció; Mada se mordió el labio al chocar contra la pantalla principal; rebotó y cayó al suelo como muerta. Se quedó allí un momento, mientras el frío del piso se filtraba en su mejilla.

—Adiós—murmuró. Se levantó con esfuerzo y escupió sangre—. Salta tiempoabajo —dijo—, seis minutos.

.minutos seis, —dijo— tiempoabajo Salta .—sangre escupió y esfuerzo con levantó Se .murmuró— Adiós— .mejilla su en filtraba se piso del frío el mientras ,momento un allí quedó Se .muerta como suelo al cayó y rebotó ;principal pantalla la contra chocar al labio el mordió sé Mada ;desapareció Owen, pronto De. ~ …módu el Sustancia~ .no, no, No .— él jadeaba— No— ¿ella a hablaba Le? .algo Diciendo .detrás estaba Owen ~.comando de módulo el Sustancia~ .nave la a subvocalizó le ~necesito Te~ .rápido tan correira que ni …ella tras fuera Owen que esperaba No .corriendo Salió— .Owen, ofrecerte puedo que lo todo es .— pie de puso se Mada, Tambaleándose— .sobrevivir puede cuerpo mi que dice nave La— .Dímelo .—patas cuatro en él de escapó Mada pero, ella sobre lanzó se Owen— ¿haciendo qué Estás? ¿» niños los a cuida» con decir quieres Qué?— .niños los a Cuida .—tirones los a vestido el puso Se— .explicará lo te nave La— ¿qué en Diferente?— .diferente seré después Porque— ¿lamentas lo qué Por?— .cautela con observó la Owen .lamento lo, evitarlo puedo No . —vestido su tientas a Buscó— .hacer debo que algo Hay .—¿hombre este Por? ¿quién por creado habían la que los de causa la traicionar de punto a estado Había? .feliz ser era no deber Su. Vergüenza la y culpa la de peso el contra estrelló se ligereza la toda ;Owen de alejó Se .feliz peligrosamente sentía se que de cuenta la en cayó Mada. bebés sus de uno como rió y Owen de labios sobre dedo un Apoyó— .sé Lo— …que fue decir quise que lo, No— .cosas esas decir debes no que supone se pero ,—riendo ,dijo— cierto ser Puede— .atrás hacia empujó lo y chillido un lanzó Ella .él dijo— otra ninguna hay No— indicada menos persona la a amor de poemas escribes le :comentario mi es Este .—ojos los verle para cabeza la levantó Mada— .No— ¿comentario tu es Ese?— .mejor la fue Esa .—seda de ronroneo un con dijo— Owen—

Cuando el triespacio se tornó borroso, le pareció que su sentido del deber también se borroneaba. Sacudió la mano y la vio como una mancha.

—Sabes lo que estás haciendo —dijo la nave.

—Lo que fui diseñada para hacer. Lo que todos mis hermanos de camada juraron hacer. —Volvió a sacudir la mano; podía ver a través de su carne—. Lo único que sé hacer.

—La mina borrará tu identidad. No quedará nada de ti.

—Y entonces desapareceré y las líneas temporales se abrirán. Creo que sabía que tenía que hacer esto desde el primer momento en que saltamos tiempoarriba.

—La probabilidad siempre fue alta —dijo la nave—.Pero no segura.

—Después llévame con él. Pero no le cuentes lo de las líneas temporales. Tal vez se le ocurra cambiarlas. Las líneas temporales son para los niños, para que puedan terminar la revolu…

—Owen —dijo con un ronroneo de seda. Después hizo una pausa.

La mujer sacudió la cabeza, tratando de despejarse. Tendido sobre ella se encontraba el hombre más atractivo que había conocido. Se sentía cálida, sensual y maravillosa. ¿Qué era esto?

—Estoy… estoy… —dijo ella. Estiró la mano y tocó el pequeño trozo de tela roja que colgaba de los hombros de él—. Me gusta tu capa.

.minutos seis ,—dijo— tiempoabajo Salta .—sangre escupió y esfuerzo con levantó Se .murmuró— Adiós— .mejilla su en filtraba se piso del frío el mientras ,momento un allí quedó Se .muerta como suelo al cayó y rebotó ;principal pantalla la contra chocar al labio el mordió sé Mada ;desapareció Owen, pronto De. ~ …módu el Sustancia~ .no, no, No .— él jadeaba— No— ¿ella a hablaba Le? .algo Diciendo .detrás estaba Owen ~.comando de módulo el Sustancia~ .nave la a subvocalizó le ~necesito Te~ .rápido tan correira que ni …ella tras fuera Owen que esperaba No .corriendo Salió— .Owen, ofrecerte puedo que lo todo es .— pie de puso se Mada, Tambaleándose— .sobrevivir puede cuerpo mi que dice nave La— .Dímelo .—patas cuatro en él de escapó Mada pero, ella sobre lanzó se Owen— ¿haciendo qué Estás? ¿» niños los a cuida» con decir quieres Qué?— .niños los a Cuida .—tirones los a vestido el puso Se— .explicará lo te nave La— ¿qué en Diferente?— .diferente seré después Porque— ¿lamentas lo qué Por?— .cautela con observó la Owen .lamento lo, evitarlo puedo No . —vestido su tientas a Buscó— .hacer debo que algo Hay .—¿hombreeste Por? ¿quién por creado habían la que los de causa la traicionar de punto a estado Había? .feliz ser era no deber Su. vergüenza la y culpa la de peso el contra estrelló se ligereza la toda ;Owen de alejó Se .feliz peligrosamente sentía se que de cuenta la en cayó Mada. bebés sus de uno como rió y Owen de labios sobre dedo un Apoyó— .sé Lo— …que fue decir quise que lo, No— .cosas esas decir debes no que supone se pero ,—riendo ,dijo— cierto ser Puede— .atrás hacia empujó lo y chillido un lanzó Ella .él dijo— otra ninguna hay No— indicada menos persona la a amor de poemas escribes le :comentario mi es Este .—ojos los verle para cabeza la levantó Mada— .No— ¿comentario tu es Ese?— .mejor la fue Esa .—seda de ronroneo un con dijo— Owen—

Mada sacudió la mano y la vio como una mancha en el triespacio.

—¿Qué estás haciendo —dijo la nave.

—Lo que fui diseñada para hacer. —Volvió a sacudir la mano; podía ver a través de su carne—. Lo único que sé hacer.

—La mina borrará tu identidad. No sobrevivirá ninguno de tus recuerdos.

—Creo que supe que sucedería esto desde el primer momento en que saltamos tiempoarriba.

—Era probable —dijo la nave—. Pero no seguro.

Los sabios de Auténtico señalan que lo que hizo la nave a continuación fue su primer paso hacia la inteligencia independiente. En sus memorias, la nave reconoce que fueron los niños quienes le enseñaron a ser traviesa.

Hizo una broma.

—Amarte —dijo la nave— es como sentir la lluvia en mi lengua. Tú bañas…

—¡Basta! —gritó Mada—. ¡Cállate ahora mismo!

—¡Caíste! —se regodeó la nave—. Cuatro minutos, cincuenta y un segundos.

—Owen —dijo con un ronroneo de seda—. Esa fue la mejor.

—¿Ese es tu comentario?

—No. —Mada se sentía perpleja y complacida por seguir existiendo. Sabía que la mina debía haber destruido su identidad en la mayoría de las líneas temporales. Pensar en esos valientes alter egos perdidos la entristecía más que enorgullecerla—. Este es mi comentario —dijo—. Ya estoy lista.

Owen tosió con incertidumbre. —Mmm… ¿ya?

Ella lanzó un chillido y lo empujó hacia atrás. —Para eso no. —Le peinó el cabello con los dedos—. Para quedarme contigo para siempre.

 

 

Título original: Undone © 2001, James Patrick Kelly
Traducción: Claudia De Bella © 2012.

 

 

James Patrick Kelly nació en Mineola, Nueva York, en el año 1951. Ganador de dos premios Hugo y un Nébula, Kelly vendió su primer cuento en 1975, y actualmente se lo considera como a uno de los más importantes escritores de ciencia-ficción contemporánea.

Se graduó magna cum laude de la Universidad de Notre Dame en 1972, con un Bachelor of Arts en Literatura Inglesa. Luego trabajó como escritor de tiempo completo hasta 1977. Asistió al taller Clarion de ciencia-ficción dos veces: en 1974 y en 1976. En los 80, él y su amigo el escritor John Kessel se involucraron en el debate de Ciencia-Ficción Humanista Vs Ciberpunk. Y aunque Kelly y Kessel se inclinaban más por la Ciencia-Ficción Humanista, las cosas se confundieron cuando Kelly publicó varios cuentos de estilo ciberpunk como “The Prisoner of Chillon” (1985) y “Rat” (1986). Su cuento “Solsticio” (1985) fue publicado en la afamada antología de Bruce Sterling “MirrorShades: Una Antología Ciberpunk”.

Kelly ha sido galardonado con los premios más apetecidos en la ciencia-ficción. Ganó el Premio Hugo por su novelette “Pensar como un Dinosaurio” (1995) y volvió a ganarlo con su novelette “10^16 to 1″ (1999). Su novela “Burn” ganó el Premio Nébula en 2006. Otras historias suyas han ganado la encuesta de lectores de la revista Asimov y el Premio SF Chronicle. Kelly aparece listado frecuentemente en la votación final del Premio Nébula, del Premio Locus Poll y del Premio Memorial Theodore Sturgeon. Frecuentemente enseña y participa en talleres de ciencia-ficción, como el Clarion y el Taller de Escritores Sycamore Hill. Ha sido miembro del New Hampshire State Council on the Arts desde 1998 y presidente del Consejo en 2004.

Kelly participa activamente en la revista Asimov, y durante varios años ha contribuido en la columna de no-ficción de dicha revista “On the Net”. Durante veinte años seguidos ha publicado un cuento en el número de junio de la revista Asimov.

Hemos publicado en Axxón: PENSAR COMO UN DINOSAURIO, BARRY WESTPHALL CHOCA CONTRA LA SINGULARIDAD y LA TEORÍA DEL BUDÍN INGLÉS.

 


Este cuento se vincula temáticamente con POLIZONES, de Yoss; GÉNESIS, de Elaine Vilar Madruga y LETICIA EN EL REFLUJO DE LA MAREA, de Alejandro Alonso.

 


Axxón 228 – Marzo de 2012

Cuento de autor norteamericano (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Dimensiones, Viajes en el tiempo, Universos paralelos: Estados Unidos: Estadounidense).

3 Respuestas a “«Deshecho», James Patrick Kelly”
  1. Este cuento la rompe. Muy gueno, che.
    Cordialmente,
    Yo.

  2. bans dice:

    me encanto el relato!!! la mejor manera de escribir un salto temporal que he leído en mucho tiempo. ENORME Axxon. Felicidades a Kelly y sobretodo al traductor que se lo ha currado!

  3. Claudia De Bella dice:

    Gracias bans!

    La traductora =)

  4.  
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