Revista Axxón » «Antonio Montero. El último clásico vivo de la ciencia ficción chilena», Alberto Sepúlveda - página principal

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Los superhomos

Las profundas transformaciones que sufre la vida común de un hombre sometido al encuentro con la fantasía, lo inesperado o derechamente, lo imposible, es el tema central en torno al cual giran las obras de Antonio Montero Abt (Valdivia, 1925) quien con su última novela, «El Cáliz, Thule y los Dioses» (Puerto de Escape, 2012) ha inaugurado la colección Ciudad de los Césares, que pretende rescatar las obras y autores clásicos de la ciencia ficción chilena. Y qué bien merecido honor, pues este autor, junto a Hugo Correa y Elena Aldunate, representa el momento más alto de este género en nuestro país, allá por los años 60 – 70. Pues Montero fue un prolífico narrador de ciencia ficción, género que lo cautivó a raíz de sus años de permanencia en Francia durante la década del 60, como él mismo declarara a la prensa de la época. Y así dio a conocer sus novelas «Los superhomos» (1967) y «Acá del tiempo» (1969) y sus cuentos «No morir» (1971) que conforman una trilogía hecha y derecha de un autor —hoy clásico— que luego abandonaría la escritura a raíz del golpe militar. Pero a fines de los 70 decidió enmendar rumbos más realistas, como él mismo dijera: «Me di cuenta de que la ciencia ficción era una veta que había explotado mucho. Me interesé por escribir mejor sobre lo que nos ocurre a los seres humanos sobre la tierra«. Pero siempre mantuvo esta veta fantástica, apareciendo de tarde en tarde sus cuentos en revistas y antologías del género, hasta ser incluida en la exhaustiva compilación «Años Luz» (2006) de Marcelo Novoa que, digámoslo de paso, le canonizó definitivamente junto a los demás próceres allí incluidos.


El Cáliz, Thule y los Dioses

Por ello, es de extrañar que su actual obra, «El Cáliz, Thule y los Dioses» (PdE 2012), no haya logrado capturar la atención de la prensa especializada que hoy crece en nuestro país, al amparo de nuevos autores «protegidos» de casas editoras internacionales. Hecho inédito en el mundillo del fandom local y que parece haber cerrado las puertas para ingresar nuevas voces, y menos, rescatar las más nítidas de nuestro reciente pasado futurista. Así, la única recepción crítica de nuestro autor es un severo juicio de un bloguero, quien sin testigos (sus obras anteriores) ni abogados (los reconocimientos a los que he hecho mención), sólo concluye en una ejecución sumaria: Entretiene, pero no es de mi gusto… Y aquí nos detendremos un microsegundo para encender las luces de alarma de una nueva mutación en la de por sí fusionada raza del fandom en Chile, y es aquella que abomina de todo aquello producido en nuestro país y que no cuadre con sus gustos. Siendo que, estos mismos lectores —guetos al interior de un clóset aún más hondo— no hace mucho, ansiaban que más plumas nacionales escribieran fantasía… Oh juventud / Divina juventud, como diría el poeta hace eones desaparecido, nada es más volátil que los juicios lectores adolescentes, que desaparecerán junto con la edad que no puede volver atrás…


Acá del Tiempo

Así pues, en una entrevista a Antonio Montero, firmada por Juan Araneda (aparecida en http://www.puerto-de-escape.cl/2008/especial-de-antonio-montero/), el crítico afirma que nuestro autor es un «destacado escritor de ciencia ficción. Con más de cuarenta años de trayectoria, nos ha deleitado con historias donde la luz y la oscuridad se funden en una paleta única…» y no podemos estar más de acuerdo, pues su prosa es luminosa, aún tratando temas escabrosos o derechamente inaceptables, como veremos a continuación, en la revisión somera de sus obras más importantes.El mismo Araneda dirá sobre la novela «Acá del tiempo»: «… pretende ser una novela de planteamiento; afortunadamente lo logra. Mejor aún, no apela a la cátedra; es entretenida de cabo a rabo…». Y ése es justamente uno de sus valores, que hoy por hoy la nueva crítica fantástica chilena no puede leer con claridad sobre su obra. Pues ser entretenido hoy significa más ser violento, morboso o derechamente farsante. Y entonces, una obra que respeta los cánones clásicos de la escritura y que no entorpece sus tramas con escenas accesorias de acción, violencia o sexo, sino todo lo contrario. Pues, finalmente, Antonio Montero mismo ha declarado: «La literatura debe ser amena y tiene que atrapar al lector«. Y sus creaciones, incluyendo la actual, «El Cáliz, Thule y los Dioses«, recrean mundos ordinarios sometidos a fricciones extraordinarias, colocando a sus personajes en medio de una atmósfera que siempre discurre diáfana entre la ficción, la realidad y el suspenso de nunca saber cómo acabarán estos acontecimientos insólitos narrados con muy buena mano.

Vamos, entonces, a la novela que aquí nos convocó a tan encendida defensa: «El Cáliz, Thule y los Dioses«, de Antonio Montero, quien con ágil y segura escritura, nos sumerge en una intriga internacional, o más bien, universal por la intervención de seres superiores extraterrenos, al tiempo que nos pasea por el mundo (desde el desierto del Sinaí a la Bahía de Hudson en el Polo Norte) y, a la vez, por la historia antigua conocida y desconocida. Pues nos remontamos a los orígenes de la Biblia, del judaísmo y de otras remotas religiones antiquísimas, que remiten a la existencia de divinidades tan poderosas como olvidadas, que han decidido actuar en el tiempo presente modificando para siempre la vida de sus protagonistas: una arqueóloga y un librero de antigüedades, quienes se entregan a la aventura de sus vidas, igual que nosotros los lectores, quienes sucumbimos al poder de atracción de esta novelita breve y feliz que no finaliza sino cuando volteamos la última página. Y esto no es poco decir, hoy por hoy, frente a mamotretos insufribles, que la publicidad y el marketing nos venden como «clásicos instantáneos» pero que enladrillan tiendas de retail y supermercados.

Alberto Sepúlveda es corredor de propiedades y lector «in fabula extremis» de la literatura de ciencia ficción escrita y producida en Chile. Ha colaborado en el pasado con sitios especializados como Puerto de Escape, Poliedro, Sitio de CF y Axxón.



Axxón 234 – septiembre de 2012

Artículo de autor latinoamericano (Artículo : Literatura : Fantástico: Autores : Chile : Chileno).

Una Respuesta a “«Antonio Montero. El último clásico vivo de la ciencia ficción chilena», Alberto Sepúlveda”
  1. Emilio Araya Burgos (@emilioarayab) dice:

    Es lamentable que en una nota de prensa donde se expresa el sensible fallecimiento de un escritor y ser humano, el redactor de la misma aproveche se aproveche de la situación para deslizar una crítica desinformada y falaz a raíz de la crítica a «El Cáliz, Thule y los Dioses» aparecida en el sitio Fantasíaustral.cl

    Frente a ello, me gustaría puntualizar lo siguiente:

    Fantasía Austral (colectivo que fundé el año 2010) no es un sustrato del llamado «fandom local» dedicado a rechazar lo chileno ni tampoco a hacer crítica desde una estética esencialista. Tanto su fundador como la mitad de sus miembros actuales son o fueron estudiantes de literatura de nivel universitario, enamorados de las letras y comprometidos con una manera de entender la literatura. En ese sentido, el quehacer del grupo no se funda sobre afirmaciones antojadizas o arbitrarias, sino sobre una metodología que, le guste o no a don Alberto Sepúlveda, es válida en los estudios literarios vigentes. Esta aproximación al texto literario supone que es posible remontar la crítica desde el texto mismo, sin tener que prestar necesariamente atención a lo que Sepúlveda llama los «testigos» o «abogados.»

    Lo invito a conocer el proyecto del grupo, así como sus fundamentos, todos disponibles en la sección FAQ y Nosotros del sitio web.

    Por otra parte, Fantasía Austral ha repetido en un millar de ocasiones que las opiniones vertidas en sus reseñas son responsabilidad exclusiva de quienes la emiten y, del mismo modo, hacen siempre un llamado a los lectores a formarse una opinión propia de la obra, promoviendo su lectura mediante un concurso donde lo único que hay que hacer para ganarla es participar de la discusión en torno a ella. Si el señor Sepúlveda está tan indignado con el juicio de la persona que escribió la reseña, debería haber tenido los cojones para hacer sus descargos en el sitio de la acción.

    Con todo, lo que más me indigna es el tono socarrón con el que el autor de este lamentable artículo se refiere a nosotros, los autores o lectores más jóvenes, tratando nuestras lecturas como transitorias, inmaduras o, en el peor de los casos, intrascendentes. ¿Está apelando a la falacia de autoridad, señor Sepúlveda? ¿Nuestra opinión vale menos por ser imberbes? ¿Los niños no deben hablar en la mesa ni meterse en los asuntos de los grandes? ¿Qué clase de argumento es ese? ¿Acaso la capacidad de pensar solo viene con los años? ¿De qué manera llegó usted a ostentar la «finura» intelectual que le permite darse el derecho de juzgarnos a nosotros apelando a herramientas falaces y a presunciones y prejuicios como los que esgrime?

    Comprendo que sea usted un buen lector de Antonio Montero y respaldo que se sienta indignado por la falta de cobertura que la obra de un personaje destacado de nuestra literatura se merece. Sin embargo, me parece una falta de respeto (y también de seriedad) no atreverse a contribuir al debate de una obra de manera directa, sino a través de críticas solapadas hechas en lugares donde los implicados podrían no tener derecho a replicar. No obstante, lo que considero imperdonable es que se atreva a desautorizar y a denostar a una persona apelando meramente a su juventud.

    Usted también tuvo veinticinco años, señor Sepúlveda. Usted también. No lo olvide.

    Saludos cordiales,

    Emilio Araya Burgos.

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