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¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

Archivo de enero 2013

ARGENTINA

 

 

Una vez más, el Fin del Mundo nos ha fallado.

Si hay un miedo supremo —claro, siempre hay excepciones— es el miedo a la Muerte. Y muchas veces evocamos ese miedo detrás de una gran catástrofe (¿mal de muchos, consuelo de tontos?). Las catástrofes, en especial las mayúsculas, monumentales, apoteósicas, nos atraen casi de manera morbosa, y dan lugar a decenas y decenas de mitos e historias. Todas las artes, de alguna manera, tocan alguna vez el tema. El Apocalipsis nos sacude cada tanto, y cada tanto vence un nuevo calendario.

¿Por qué? ¿Cuáles son los mecanismos que nos acercan a este placer morboso? ¿No nos alcanza con ver la muerte que nos rodea, la que causamos, la que no evitamos? ¿O es esta una forma de suavizar las muertes reales, esas que suceden a diario en cualquier parte del mundo?

Necesitamos de la muerte tanto como de la vida. Y probablemente esto sea así porque sin muerte no hay renovación, y por consiguiente tampoco hay nueva vida. Y quienes seguimos con vida debemos superar la muerte para seguir creando.

La literatura fantástica ha tratado estos temas una y mil veces, con antecedentes remotísimos que podemos encontrar en todas las viejas culturas. La Ciencia Ficción, puntualmente, ha llenado páginas y páginas con muchísimas variantes, un abanico enorme e imaginativo, en los cuales muchas veces el mismo hombre es el causante de todos los males. En los ochenta de la guerra fría el cine se había ocupado del tema atómico con películas que marcaron mi imaginación adolescente a través de un par de certeros golpes bajos, y mucho más recientemente, con el desarrollo de grandes efectos y pocas ideas, las olas cubrieron el planeta, o casi es destruido por meteoritos, o es invadido por extraterrestres… y sigue la lista.

La referencia mortal no se limita a las catástrofes planetarias. Hoy están de moda los zombis, así como hasta hace poco éramos mordidos por vampiros, con Drácula a la cabeza. Ya no nos alcanza con no-muertos, necesitamos muertos que se muevan, pero que además se vean muertos. Lejos de la romántica figura del vampiro, urge hacer palpable la muerte a través de la putrefacción y degradación de la carne. Muerte que causa más muerte. Y así quedó transformado un viejo clásico como Soy leyenda, más allá de que el cambio de final haya alterado el tema del libro inicial, donde lo que se trata es el tema del Monstruo, un monstruo que no es otro que el puro, simple y único Ser Humano que queda en el mundo.

 

Volviendo al mundo, a este mundo lleno de zombis y vampiros, nos encontramos con que el Fin del Mundo, anunciado otra vez más con bombos y platillos, ha pasado sin pena ni gloria.

¿Qué vamos a hacer, ahora?

Yo propongo que, ya que la catástrofe ha fallado a la cita y un nuevo (y occidental) año comienza, tratemos de generar vida. Esas pequeñas e imperceptibles catástrofes que nos tocan a cada uno, a veces temporaria y otras definitivamente, no suelen dejar huella a nivel planetario, aun cuando a nosotros nos marquen para siempre. Dejémosle, pues, ese trabajo a la fatalidad y a la naturaleza. Como creadores de nuevos mundos que somos, tratemos de dar lo mejor de nosotros, generando y dando la posibilidad de generar un mundo mejor.

 

 


Axxón 238 – enero de 2013

Editorial