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ARGENTINA

 

 

Ya acostumbrado a hacer de estos editoriales una cosa introspectiva y revisionista, veo con cierta inquietud que la palabra «invasiones» cada vez está más presente en el tono o en la trama de las historias que presentamos.

Somos invasores en un mundo invasor. La vida, en sí, es invasora. Trata de colonizar todos los rincones que pueda alcanzar, inclusive dentro o sobre otros seres vivos. La naturaleza es invasora, la invasión es parte de ese ir y venir de las fuerzas naturales del universo. Tomemos como ejemplo a las mareas, o al agua que baja de las montañas hasta alcanzar un espacio que la contenga. Y eso no es gratuito: incluso la inundación benigna que fertiliza la tierra destruye a su paso y cobra sus víctimas.

Los humanos, angurrientos e insatisfechos sin límite, tememos a la invasión incluso cuando somos los invasores. Somos una máquina de invadir e invadirnos: territorios, costumbres, ideas… Posiblemente forme parte de nuestra sangre y nuestro espíritu. Posiblemente no podamos evitarlo.

Pero sí podemos hacer algo: preservar al máximo lo que invadimos, incorporarlo, enriquecernos de lo que encontramos a nuestro paso. Lo distinto y ajeno no tiene por qué ser enemigo de lo conocido. Por supuesto, también debemos lugar en mantener lo que somos, nuestra identidad.

La invasión cultural es una de las formas más simples y efectivas de subyugar. Los pueblos invadidos, lentamente, son absorbidos por la cultura dominante y olvidan su esencia al adoptar las formas filtradas del ojo invasor. Y no solamente pasan a ser dominados, sino que se pierde una riqueza cultural única e irrepetible. Es una fórmula en la que todos perdemos, pero el pueblo invadido que pierde su identidad es el que más pierde, pues pasará a ser una caricatura de lo que alguna vez fue. Aunque podemos decir que después de todo no pierde tanto: podría ser eliminado, y tras eso ya no hay discusión posible. ¡No luchen, la resistencia es fútil!

Quizá parezca fuera de lugar hacer este planteo en una revista de Ciencia Ficción, género cuyo nombre fue acuñado lejos de mi tierra. ¿Mi tierra, digo? ¡Si yo mismo soy descendiente de otros pueblos que han cruzado el océano en busca de una vida mejor!

No obstante, existen muchísimas historias de invasiones, generalmente contadas desde el punto de vista del invasor: ¡Esos monstruos horribles no tienen derecho a vivir! ¡Sus prácticas son aberrantes! Simplemente avanzamos por el bien de nuestra especie y la galaxia toda con el magnánimo fin de proteger el orden y las buenas costumbres del peligro latente del maligno alienígena.

¿Hace falta que las enumeremos?

Y no hace falta salir de la Tierra para encontrar enemigos dignos de la mayor repulsión.

Otras veces, somos víctimas. Pero si miramos bien, la gran mayoría de las veces los invasores, cuando somos los invadidos, se parecen mucho a nosotros.

Hay historias distintas, claro. Fuimos, somos y seremos testigos de ellas. Pero como digo siempre, este género es una lente que con la distorsión ayuda a ver mejor cómo somos, resaltando el humor de cada época.

Tengámoslo en cuenta.

 

 


Axxón 274

Editorial

2 Respuestas a “Editorial: «Invasiones»”
  1. Mekola dice:

    Orson Welles, en su versión de radioteatro de «La guerra de los mundos» de H. G. Wells de 1938 hizo confundir una ficción con una invasión alienígena real. En su momento, el militarismo reinante y la cercanía de la Segunda Guerra Mundial marcó un hito no sólo en la historia de la ciencia ficción, sino también, en la de los medios de comunicación.

    La invasión alienígena también es materia central en «El Eternauta»: la nevada mortal y la resistencia colectiva de un grupo de valientes ante los invasores ya fue bien retratada por la tesis de Jorge Claudio Morhain publicada en Axxón-96.

    Y vista desde un color local, a ambos lados del Río de la Plata nos muestra cómo vemos, desde el temprano ámbito escolar, que una invasión de extranjeros, considerando la etimología de «alien» como extranjero, dio la chispa inicial de de la identidad propia como Nación. Algo que han calcado un poco los norteamericanos con su film de 1996 «Día de la Independencia».

  2.  
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