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 MÉXICO

Mandé por error el cuento de ciencia ficción a la revista de astrofísica.

Mandé por error el artículo de la estrella de neutrones a la revista de ciencia ficción.

Por error, tanto la revista de ciencia ficción como la revista científica aceptaron y publicaron los dos textos que les envié.

No me sorprende. En los años noventa algunos propusieron que el Nobel de Física se lo concedieran a los artífices de la estafa de la fusión fría. Y luego, hace unos años, una revista científica de renombre publicó un artículo que concluía que las vacunas causan autismo. La lectura de tal trabajo provocó que mucha gente ya no quisiera vacunarse.

Volviendo a mi caso. Por error la gente pensó que las propiedades del disco de acreción de la estrella de neutrones, descubierta por el equipo de astrofísica de mi universidad, es pura fantasía y ciencia ficción.

Por error la gente pensó que la combustión espontánea, tema de mi relato de ficción, es algo real.

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Ilustración: Pedro Bel

Creo que fue un error el recibimiento del premio Hugo por mi artículo científico, que fue interpretado por la crítica como un experimento literario donde según los jueces:

«El autor jugó y parodió exitosamente el estilo de la escritura académica, técnica y científica; provocando en el lector la sensación de estar leyendo algo real. Desde Borges, Salvador Elizondo y Stanislaw Lem no se ve algo así».

Creo que el recibimiento del premio Nobel de Medicina fue un error. Los jurados dijeron:

«Este premio le es concedido por el descubrimiento de la combustión espontánea, que cambiará la medicina para siempre»

Creo que fue un error pronunciar mi discurso en la ceremonia de premiación; ya que tal discurso fue ganador de varios premios de oratoria, literatura y al año siguiente me hizo acreedor del Premio Nobel de la Paz, según la Academia Sueca:

«por sus palabras conmovedoras que han trascendido cada una de las disciplinas del conocimiento humano».

También fue un error advertir que haber recibido el Premio Nobel de Medicina fue un error. Ese mismo año crearon una nueva categoría en los premios Oscar y el Festival de Cannes llamada «mejor actuación de performance no cinematográfico» en el que fui el indiscutible ganador, en palabras del jurado:

«Por su interpretación de un científico que está convencido que sus descubrimientos son ficción. Logrando así crear un nuevo género en el arte que va más allá de la metaficción»

Creo que mi error fue escribir con mucha exactitud el cuento de la combustión espontánea y haberlo redactado en el formato de un artículo científico. A este le puse hasta gráficas y bibliografía falsa.

Los dos trabajos, tanto el cuento como el artículo, resultan muy convincentes para quien los lea.

Cada vez que digo que todo fue un error, tanto mis colegas científicos como mis colegas escritores me dicen «estás muy metido en tu papel».

Me resulta imposible creer que después de publicar mi cuento sobre la combustión espontánea poco tiempo después los médicos la hayan descubierto y documentado. Ahora los estudiantes de biología y ciencias médicas podrán disfrutar en plan de estudio una unidad temática o incluso una materia completa dedicada exclusivamente a la combustión espontánea y toda su fenomenología.

Ahora, por las calles, la gente se convierte en antorchas vivientes, como si el descubrimiento de la combustión espontánea hubiera dado luz verde a que este fenómeno se manifestase.

No falta quien le sugiera al presidente de la nación que empleen a estas personas para usarlas como fuente de energía o incluso como arma de destrucción masiva, con lo cual habría países interesados en adquirir su propia bomba humana.

Seguramente aparecerán intereses económicos de por medio. Los dueños de gasolinerías alrededor del país sentirán que su negocio peligra ante la nueva fuente energética, es decir, todas las personas que arden por acción de la combustión espontánea.

Seguramente haya manifestaciones en todas las ciudades del país con el fin volver ilegal el uso de la combustión espontánea como alternativa al petróleo. Puede que incluso algunos empresarios y políticos propongan el uso de la edición genética para inhibir la maquinaria metabólica responsable de la combustión espontánea y así evitar que sus empresas petroquímicas peligren.

Tengo la certeza de que Estados Unidos sería uno de los principales países promotores del anti-combustión-espontaneaísmo. Luego le seguiría Europa, Oceanía y por último Asia.

Posiblemente se considere que el calor producido por el metabolismo de todos los animales es un grado de combustión espontánea. O, en su defecto, que la combustión espontánea es un grado alto de metabolismo. Me imagino que surgirán numerosos círculos de científicos partidarios de la primera y segunda opción. Al final, puede que jamás lleguen a un acuerdo.

Por lo anterior, no me sorprendería que personas con hipertiroidismo lleguen a preocuparse, temiendo que los diagnostiquen como pre-espontáneo-combustionantes, a raíz de su alta tasa metabólica y obvias posibilidades de arder súbitamente.

Ante ello, animales como el colibrí, que consumen grandes cantidades de azúcar al día para satisfacer sus altas demandas energéticas, serán vistos como granadas con alas.

Otras criaturas que se ganarán la aprehensión de mucha gente, serán los gatos. Principalmente porque su temperatura corporal oscila entre los treinta y ocho grados centígrados. Nadie querrá darles de comer, porque eso sería (literalmente) alimentar a una bomba de tiempo y, por ende, ello sería contribuir al terrorismo radical.

Los meses cálidos serán los más peligrosos por su probable incidencia en la combustión espontánea.

Aunque, a decir verdad, lo anterior se contradice. Tal parece que los meses fríos son en realidad los más peligrosos. Durante este período mucha gente se enferma de resfriado y ello provoca la ascensión de su temperatura corporal. Si no está enferma querrá abrigarse y consumir alimentos altamente calóricos como chocolates. En base a estos datos, ha de suponerse que, sin lugar a dudas, la cena de Navidad o Año Nuevo representarán las fechas con mayor probabilidad de que alguien muera por combustión espontánea.

Diversos grupos de poder propondrán ante distintos congresos internacionales, declarar a la Antártida y el círculo polar ártico como centros de reclusión y rehabilitación para todas las personas diagnosticadas por la combustión espontánea. Las extremas temperaturas bajas de estos lugares podrían inhibir el peligro letal que representan estas personas.

Para que las asociaciones de derechos humanos no causen polémica y subsecuentemente nazca cierta disidencia social por las medidas gubernamentales, las prisiones árticas y antárticas permitirán que los familiares de los convictos realicen, como máximo, 4 visitas anuales, además de variadas actividades culturales recreativas.

Claro que, como ha de suponerse, tales actividades tendrán que ser sedentarias. Todo lo que pueda implicar la actividad del cuerpo humano es un potenciador de la combustión espontánea. El baile y la música son dos fenómenos culturales responsables de que las personas se muevan. Por ello, en las prisiones polares estaría prohibido escuchar música y bailar. Añadido a esto, para evitar cualquier intento de danza, los reclusos portarán una camisa de fuerza.

Por razones de seguridad nacional, las regiones continentales adoptarán la prohibición antes mencionada.

Ante ello, un gran número de universidades movilizarán huelgas por la suspensión de sus programas de artes, que incluyen a la danza, música y teatro.

Alguna que otra persona que detesta las actividades al aire libre encontrará en todo esto una excusa perfecta para atacar a todos los programas de acondicionamiento físico. Subsecuentemente, ante tales señalamientos, los gobiernos se verán obligados a suspender definitivamente las actividades de educación física en las escuelas y ordenar la extinción de gimnasios, por ser lugares donde se concentra mayor gente con un metabolismo acelerado por el esfuerzo físico.

Derivado de ello, serían prohibidos todos los eventos deportivos, como las olimpiadas y el mundial de fútbol. Ello causará gran descontento, y quienes se manifiesten en contra de tales medidas serán retenidos y enviados irremediablemente a las frías prisiones de la Antártida o el círculo polar ártico.

Además del deporte, se procurará que el contacto físico entre personas se restrinja. Desde un apretón de manos, un beso en la mejilla, un abrazo hasta las relaciones sexuales. Estas últimas principalmente por todos los procesos fisiológicos involucrados, entre los que destacan el aumento del ritmo cardíaco, la vasodilatación y el aumento de la temperatura corporal, aspecto que claramente es preámbulo de la combustión espontánea.

La gente al inicio estará molesta por que uno de los más grandes placeres del género humano será categorizado como amenaza, pero después de cierto tiempo, al ocurrir las primeras muertes de parejas, incineradas por su desmedida y nada prudente pasión, los defensores del sexo cambiarán de opinión y terminarán aceptando que la conducta sexual humana es terriblemente mortal. A pesar de ello, seguirán existiendo sujetos que no puedan controlar sus impulsos, desembocando en más muertes flamígeras.

Como la música, el baile y el contacto físico (el sexo incluido) son detonantes de la combustión espontánea y al mismo tiempo parte fundamental de la estructura social de nuestra civilización, alguien concluirá que para que la humanidad sobreviva tendrá que abandonar todo lo que la caracteriza. Para ello se aprobarán, estoy seguro, medidas extremas, tal como la modificación genética de los procesos neuroquímicos.

Ahora, el mundo estaría poblado por personas que no les gusta la música, el baile ni el sexo. Un ser humano capaz de mantener siempre una tasa metabólica estable, sin importar las condiciones ambientales.

Otra de las extrañas cosas que han ocurrido después de publicarse mi artículo sobre la estrella de neutrones en la revista de literatura de ciencia ficción, es que los científicos a los pocos días descubrieron que las estrellas de neutrones no existen y que todo este tiempo han sido una malinterpretación; por lo que todos los trabajos que versan sobre estrellas de neutrones son prácticamente ficción especulativa.

Por el contrario, algunos doctorados en física ahora suponen que el sol y otras estrellas son en realidad entes humanoides de dimensiones colosales que hace millones de años entraron en combustión espontánea y que en estos momentos iluminan a todo el universo.

Por su parte, religiosos eminentes proponen, además, que el sol es Dios, quien entró en combustión espontánea cierto día que se le ocurrió crear a la humanidad.

Ante tal incoherencia de los hechos, no pude evitar salir desesperado hacia la calle y gritar la siguiente afirmación:

TODO ES UNA MENTIRA

Pero nadie comprendía lo que dije.

Ante tal impotencia me vi ampliamente desesperado y comencé a correr mientras gritaba que todo es una mentira. Dos policías se acercaron a mí y me pidieron que me calmara.

–No se emocione, ¿no ve que es peligroso? ¡podría explotar y dañar a alguien! –me dijo.

–¡No! –les respondí–Nada de esto tiene sentido.

Y después de responderle esto al agente de la ley me escabullí de donde me encontraba y comencé a gritar desesperadamente que todo es una mentira, otra vez.

–¡Deténgase! –gritaron los oficiales–¡O dispararemos contra usted! –añadieron.

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Ilustración: Pedro Bel

Sentí que mi pulso cardíaco aumentaba y retumbaba violentamente en mis oídos.

No obedecí las órdenes de los policías y continué mi camino.

–¡Última advertencia! –añadieron–¡procederemos a dispararle para evitar que ocasione daños colaterales!

Nuevamente desobedecí.

Corrí y corrí, pregonando ante la gente de la calle que toda esta realidad era una mentira. Los transeúntes me miraban absortos, confundidos y aterrados. Se apartaban de mí.

Mis pies recorrían varios metros en cada zancada que daba y mi ritmo cardíaco seguía aumentando hasta qué era lo único que podía escuchar.

Después, sentí como mis mejillas se calentaban, como si estuviera sonrojado para luego empezar a sudar. La temperatura de mi cuerpo fue tanta que tal sudor terminó evaporándose.

Oí que los oficiales accionaron sus armas, pero antes de que las balas pudieran alcanzarme me desvanecí definitivamente entre una súbita hoguera surgida de mis entrañas, como una estrella moribunda, dando una exhalación final y abandonando definitivamente esta realidad que sin lugar a dudas es un error.


Víctor Parra Avellaneda nació en Tepic, Nayarit, México, en 1998. Estudia biología en Universidad de Guadalajara. Escribe prosa, gran parte de ficción especulativa. Es autor de la novela satírica El intrigante caso de Locostein (Editorial Dreamers, Ciudad de México 2019). Su trabajo ha sido publicado en países de habla hispana en revistas literarias como El Narratorio, La sirena varada, Penumbria, Sinfín, Monolito; también ha sido publicado en Inglaterra (Nymphs), Estados Unidos (Dumas de demain y Spelk), Canadá (The temz Review y L’Éphémère Review) y la India (Culture Cult Magazine).  Fue becario del PECDA Nayarit en la categoría de cuento.

2 Respuestas a “«Por error», Víctor Parra Avellaneda”
  1. César González dice:

    Me gustó mucho el relato. Muy entretenido e interesante.

  2. Manuel Menéndez dice:

    Excelente! me encantó. gracias por compartirlo.

  3.  
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