El primer párrafo

A la hora de construir un universo narrativo extraño (diferente a nuestra experiencia diaria), es necesario que el lector capte desde el principio esa extrañeza. El lector no es un ente que absorbe información pasivamente. En el acto de la lectura, elabora y especula sobre la información que contiene cada párrafo, aún antes de terminar de leerlo. Salvo raras excepciones, el objetivo del escritor es encausar esas especulaciones en una dirección coincidente con la del avance del relato.

Lo ideal es brindar esta información “diferencial” de manera oportuna, evitando las grandes parrafadas explicativas. Detener el avance del relato, como diciendo “¡Un momento! Ahora me voy a poner a explicar todo”, suele ser bastante antipático para el lector. Salvo que estuviese esperando esa explicación, pero eso no ocurre en el primer párrafo, que es cuando necesitamos comenzar a delimitar el universo de nuestro cuento.

Hay varios recursos para hacerlo. Éstos son algunos:

  1. Breves explicaciones situadas estratégicamente.
  2. Detalles inquietantes que desencadenen una especulación. Lo ideal es que al término de esa especulación el lector comprenda que el universo narrativo no es el de su diaria rutina.
  3. Uso de palabras específicas (de índole técnica, científica, que pertenecen a un argot en particular) o palabras inventadas que sugieran ideas poco convencionales (por ejemplo una palabra que resulte de la fusión de otras dos, o una abreviación).
  4. Destilar información en los diálogos.

Parte del secreto del éxito en este cometido, consiste en apuntar a dos (o más) pájaros con un solo tiro. Pero eso se verá mejor con un ejemplo. Tomemos el primer párrafo del cuento de John Varley, “Incursión aérea” (1977). El cuento pertenece a la antología En el salón de los reyes marcianos y otros relatos (Ediciones Martínez Roca, colección Super Ficción. Barcelona, 1984).

Me despertó bruscamente la llamada de la alarma vibratoria que me hacía retumbar en silencio el cráneo. No se detiene hasta que uno se sienta, así que eso hice. Por todas partes a mi alrededor, en la oscuridad de la sala de literas, los componentes del Equipo de Captura dormían solos o en parejas. Bostecé, me rasqué las costillas y le di a Gene una palmada en uno de sus veludos costados. Se dio la vuelta; una despedida muy romántica.

Podemos desglosar el texto en diversos niveles.

Primer nivel (la acción): Se despierta bruscamente, bosteza, se rasca, se despide de su pareja.

Segundo nivel (de entorno): Tiene una alarma en la cabeza, que no se detiene hasta que se sienta. ¿La están monitoreando? ¿En qué clase de sociedad se puede dar esta clase de intrusión? Suena a que es una sociedad autoritaria, o que la protagonista presta un servicio público (bombero, médico de emergencia), o que están en guerra, o recluida en una prisión. Pero, además, ¿qué nivel tecnológico hay en esa sociedad que puede poner alarmas en la cabeza? Por otra parte, la protagonista no duerme en su cuarto o en una celda, está en una “sala de literas”. ¿Qué significa?

Tercer nivel (de relaciones): Hay otras parejas en la misma sala en que nuestra protagonista despierta. Su pareja sigue durmiendo, no le presta mucha atención. Ella no se ofende. Suena a que todo es bastante promiscuo. Allí parece haber cierta prescindencia en las relaciones. Hay necesidad, no afecto. ¿Es una promiscuidad parecida a la que puede darse en un campo de batalla, entre pares? ¿O más bien se parece a la promiscuidad buscada en una fiesta organizada por un hedonista millonario? Ella, además, forma parte de algo llamado Equipo de Captura (pertenece a un a institución, tal vez policial o militar).

Cuarto nivel (del personaje): Es un relato en primera persona, lo que nos da pistas sobre quién es la protagonista. Es una mujer, delgada (se rasca las costillas). Habla de manera precisa, casi quirúrgica. No se detiene en describir lo que pasa porque está apurada. Usa frases cortas, pero salpicadas de detalles oportunos. ¿Qué clase de cultura tiene para hablar así? ¿A qué se dedica? Habla como si ésta fuera su vida. No es la primera vez que le pasa. No se queja, es pragmática (“No se detiene hasta que uno se sienta, así que eso hice”). La última frase nos dice que, a pesar de todo, espera otra cosa de la vida, o al menos de su pareja. No lo hace directamente, sino a través de un comentario irónico. Tal vez ella use la ironía como mecanismo de defensa contra ese entorno hostil, al estilo de los cirujanos y los oncólogos.

Por supuesto que en esta interpretación hay muchas subjetividades. Pero el lector es un sujeto. Además, a medida que avance el relato, seguramente algunas de estas especulaciones subjetivas se irán corrigiendo. Pero ya tenemos la información suficiente como para dejar nuestro juicio abierto, tenemos una señal de alarma que indica que no es nuestro universo. Y todo eso en ochenta palabras.

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